¿Franco solo fusiló a 23.000 personas? (y IV)

14 febrero, 2017 at 10:17 am

Ángel Viñas

Cualquier estudioso del tema sabe que los fusilamientos de la posguerra, como los de la guerra misma, fueron solo una de las manifestaciones de la represión. Esta adoptó múltiples formas, de tal suerte que algunos autores han acuñado los términos de multi-represión o de represión multi-modal. Naturalmente los fusilamientos, por consejos de guerra espurios o no, fueron la manifestación más drástica pero no la única. A ella también habría que añadir los muertos por desnutrición (a veces con la hambruna auschwitziana a que fueron sometidos numerosos presos), los fallecimientos por falta de medicación adecuada o por enfermedades que nadie atendió o que no pudieron atenderse. Todos ellos deben computarse en cualquier balance del horror.

En este post, sin embargo, argumentaré basándome en un estudio demográfico relativamente reciente
pero que no ha despertado la atención que merece. Es uno que ha puesto de manifiesto que lo que cabría denominar  “bache demográfico” de la guerra civil es muchísimo más elevado de lo que habitualmente se había estimado. Muchos lectores de cierta edad recordarán el título del último volumen de la trilogía de José María Gironella sobre la guerra civil y que se hizo instantáneamente famoso: “Un millón de muertos”. Como eslogan, puede pasar. Como estimación,  francamente no. Pero es una cifra que no carece de cierto fundamento. Veamos cuál.

Hace algunos años dos demógrafos de la Universidad de Zaragoza, José Antonio Ortega y Javier Silvestre, abordaron el estudio de las consecuencias demográficas de la guerra. Si tenemos en cuenta que esta se produjo a consecuencia de una sublevación militar por parte de un sector del Ejército en connivencia con los medios de extrema derecha (monárquicos calvosotelistas, carlistas y luego falangistas) que más conspiró, desde 1932, contra la República, podríamos pensar que a tales elementos les corresponde un tanto muy elevado de responsabilidad por sus consecuencias, también demográficas. Y como los líderes militares fueron los generales Mola y, singularmente, Franco tan pronto fue exaltado al pedestal de la gloria del cual nunca se apeó podríamos poner en el debe de su recuerdo una gran parte de ese “bache demográfico”. [No voy a entrar aquí a abordar el tema de la violencia política anterior a la sublevación. Sobre esta en los últimos años han aparecido, como ya he señalado en repetidas ocasiones, notables estudios sociológicos, antropológicos, culturales y cuantitativos. A ella los pistoleros para los que el inolvidable, y en ocasiones todavía alabado, don Antonio Goiecoechea pidió dinero a los fascistas italianos, porque los financiadores indígenas decían que ya no querían poner más fondos, contribuyeron de lo lindo].

Pues bien, examinando con nuevas fórmulas el movimiento natural de la población de antes y de después de la guerra Ortega y Silvestre sometieron a un análisis crítico la evolución de la fecundidad, la nupcialidad, la mortalidad no infantil, los movimientos migratorios exteriores e interiores y llegaron a conclusiones, digamos, estremecedoras que la FNFF no se ha preocupado en difundir.

Por ejemplo, se produjo una sobremortalidad de 540.000 personas, es decir, muertes que no habrían ocurrido de no haber mediado la guerra, con en paralelo una caída de la natalidad de 576.000 nacimientos, es decir, niños/as que no llegaron a ser. ¿Resultado? Un bache demográfico de casi 1,2 millones de personas. El título de Gironella (supongo que antes que él se utilizaría con cierta frecuencia) fue muy exagerado en lo que a muertes se refiere, pero no tanto si se incluye el desplome de la natalidad, alg que evidentemente no fue en el sentido de los movimientos pro-vida endógenos y exógenos.

Los mencionados autores observan que en España no se produjo un baby boom tras la guerra civil. Esto no ocurrió en la mayor parte de los países combatientes después de la segunda guerra mundial. En España hubo solamente en 1940 un pequeño repunte de los nacimientos. ¿Por qué la inexistencia del baby boom? Pues principalmente porque la sobremortalidad se había cebado en los hombres. Así se explica que mientras la nupcialidad masculina fue muy intensa, la femenina lo fuera en mucha menor medida. Es decir, hubo un celibato femenino de enormes proporciones. Obligado. Inescapable. Generador de frustraciones profundas y duraderas que marcaron la sociedad española durante decenios. Eso sí, como el nacionalcatolicismo no se recató en afirmar, todo ello a la mayor gloria de Dios.

Desde el punto de vista de la comparación internacional (esa a que es tan aficionado se mostró  el señor vicepresidente de la FNFF en su entrevista en EL MUNDO) la sobremortalidad masculina también fue muy destacada en la posguerra. Lo fue en particular entre los jóvenes adultos hasta por lo menos el año 1950. Se trata de una evolución que no tiene paralelo en otros países afectados por la segunda guerra mundial y a los que dicho señor se refirió a efectos comparativos como fueron Italia y Francia.

Pueden aducirse varias causas que expliquen el fenómeno. Una, por ejemplo, fue el registro tardío de defunciones. Otra, las secuelas físicas de la guerra. Una tercera, el inmenso volumen de población en situación carcelaria. O los que murieron por enfermedad, etc.

De la misma manera cabe distinguir, en el curso de la guerra, entre los muertos en el frente, los fallecimientos ocurridos entre la población civil, los incrementos de la mortalidad “habitual” debidos a la canalización de recursos médicos y sanitarios hacia la confrontación bélica, la dificultad -con frecuencia, imposibilidad- de obtener medicinas, la saturación a que se vieron sometidos los hospitales, la aparición de epidemias (la hubo, por ejemplo, de tifus en Madrid en los años de la segunda guerra mundial). En cualquier caso, Ortega y Silvestre nos dicen que el patrón de sobremortalidad masculina fue mucho más intenso en la guerra civil española que en la segunda guerra mundial en Francia o en Italia. Solo lo ocurrido en el año 1941 en Francia fue de una magnitud comparable.

Veamos ahora un poco lo que afirman tales autores sobre la disminución de nacimientos en la dura posguerra. Aunque ya se detectó en 1936 (añadamos que es lógico) fue particularmente grave en 1939 (inolvidable año de la VICTORIA), con 200.000 nacimientos menos de lo que podría esperarse. ¿Es que los españoles no estuvieron encantados con el fin de la guerra, sobre todo los vencedores? Parece que no lo suficiente como para desquitarse de los padecimientos sufridos, aunque también hay que decir que el ritmo de desmovilizaciones en el Ejército no fue demasiado intenso (cortesía de la guerra exterior). El rebote de 1940 fue, en todo caso, inferior a lo esperado. La natalidad fue muy reducida en 1941 y 1942.
Púdicamente Ortega y Silvestre lo explican así: “Un hecho que sugiere que las difíciles condiciones de la posguerra y los efectos de las uniones rotas por la guerra no se vieron suficientemente compensados por el mayor número de matrimonios de 1939”.  Y añaden: “De este modo el número de nacimientos se redujo en casi 400.000 durante los años de la guerra, a los que habría que añadir otros 180.000 “perdidos” entre 1940 y 1942”.
Es decir, hay que considerar:

  • Muertos por fusilamientos, a lo bestia y tras “consejos de guerra”
  • Muertos por hambre
  • Muertos por enfermedades que no pudieron atenderse adecuadamente
  • Muertos en las prisiones
  • Muertos en los campos de concentración
  • Muertos en los campos de trabajos forzados.

En una palabra, a los desaparecidos y fusilados en la guerra debemos añadir la sobremortalidad y la subnatalidad de la posguerra.

Una sugerencia y una pregunta:

Sugerencia: ¿Por qué no destina fondos la FNFF para financiar investigaciones que traten de mejorar las estimaciones del “bache demográfico” de la guerra y de la posguerra? Naturalmente, mediante concurso competitivo. Es de esperar que acudiría algún interesado y serían muchos quienes se lo agradecerían. Vale más ocuparse de desentrañar la verdad de lo que pasó, en la medida de nuestras pobres y limitadas fuerzas, pues bien sabido es que la VERDAD solo la conoce el Señor, que no dar fondos a Ayuntamientos para que se opongan a leyes en vigor como es la 52/2007.

Pregunta: ¿En qué medida son comparables las 2629 víctimas de la violencia política en los años republicanos (de entre las cuales un alto porcentaje correspondió a las izquierdas) con la sobremortalidad que representan 540.000 personas derivada directamente de la guerra?

Todo lo que antecede, claro, sin entrar en ningún tipo de pseudoargumentos históricos, políticos, nacionalcatólicos, etc. Llegará un momento (salvo holocausto nuclear por medio) en que la guerra civil se contemple con el distanciamiento que hoy se mira la guerra de la independencia. ¿No convendría legar a las generaciones posteriores ideas o conocimientos de quienes todavía tienen algún recuerdo de los años del miedo, la desnutrición y el hambre? Porque, por desgracia, todavía no se ha inventado ningún instrumento que permita medir y comparar los pesos del dolor, de las lágrimas y de la sangre vertida.

En el interín, si el señor vicepresidente de la FNFF deseara responder con otros cálculos más o menos contrastables al estudio demográfico al que me he referido lo encontrará en el libro coeditado por los profesores Pablo Martín Aceña y Elena Martínez Ruiz, La economía de la guerra civil, Madrid, Marcial Pons Historia, 2006, pp. 53-105, en el que por cierto se mencionan los trabajos de ilustres precedentes desde el Dr. Villar Salinas al de quien fue buen amigo mío el general Ramón Salas Larrazábal.

 

 

 

 

 

 

¿Franco solo fusiló a 23.000 personas? (III)

7 febrero, 2017 at 8:30 am

Ángel Viñas

El señor vicepresidente de la FNFF, en las declaraciones al periódico EL MUNDO que comento mínimamente en estos modestos posts, demuestra haber sido un cuidadoso entrevistado. No fue más allá de dónde quiso llegar. Quizá un buen abogado podría defender que la afirmación de que “desde el 1 de octubre del 36 hasta el 75, [el que gana] no fusila a nadie que no sea en un consejo de guerra” debiera entenderse en sus propios términos y que, por consiguiente, de ella habría que excluir lo ocurrido antes de dicha fecha, que es cuando Franco fue “exaltado” a la Jefatura del Estado.

Sin embargo, históricamente hablando, la afirmación del señor vicepresidente de la FNFF no tiene sentido. En primer lugar, lo cierto es que siguió habiendo fusilamientos que no fueron autorizados por consejos de guerra. En segundo lugar, en el estado actual del conocimiento es difícil, cuando no imposible, pautar por períodos las muertes ocasionadas en consejos de guerra (de medio pelo y sin las menores garantías jurídicas) de aquéllas que no se decidieron en tales farsas. En tercer lugar, cabría dar la vuelta a dicha afirmación: ¿puede mostrar algún tipo de documentación que la apoye? Tal vez en los archivos que custodia celosamente exista abundante material primario a tal efecto, pero el hecho es que nadie lo ha utilizado. Al menos que servidor sepa.

Teniendo en cuenta el masivo estudio que sobre la represión en la guerra hizo ya años Paul Preston, para conocimiento del señor vicepresidente, y eventual información de sus ilustres colaboradores y expertos, quisiera traer a colación un reciente trabajado basado como es lógico en la coordinación de fuentes primarias, testimonios orales y una amplia bibliografía secundaria.

El estudio se refiere esencialmente al caso de Navarra. Es decir, la provincia sobre la cual se extendió casi inmediatamente el dominio del general Emilio Mola, “director” del “Glorioso Movimiento Nacional”. Sus restos se han exhumado hace unos cuantos meses de un mausoleo construido a su imperecedera memoria y a la de otros “mártires” de dicho “Movimiento”. Es un trabajo muy interesante porque en Navarra cabe analizar el impacto letal de la rebelión militar combinada también con la carlista, menor en otras provincias en la que tampoco hubo guerra. Los sublevados apenas si toparon con resistencia, aunque la que se produjo no pudo resistir a las flamígeras cohortes que se levantaron “por Dios y por España”.

Ya en 2003 un colectivo de memoria histórica (esa contra la cual el señor vicepresidente de la FNFF ha sugerido conceder auxilio jurídico a los ayuntamientos que se nieguen a poner en práctica la Ley 52/2007 de 26 de diciembre y que no quieren retirar de sus nombres el apelativo “del Caudillo”) llegó a la conclusión de que habían sido asesinados en total, entre 1936 y 1939, unas 2857 personas[1]. Confieso no haber leído dicho trabajo.

Ahora un investigador académico navarro, profesor titular de la Universidad de Zaragoza[2], ha aumentado la cifra a 3280. Esta incluye explícitamente los muertos de la posguerra durante el año 1939. Mikelarena no se ha limitado a establecer una cifra fría sino que ha penetrado profundamente en lo que hubo detrás. Aquí nos interesan unos cuantos datos comparativos. Así, por ejemplo, ha calculado la tasa de asesinados por cada mil habitantes, un indicador que sirve para señalar algo más que una mera constatación estadística. Ha determinado otro indicador que introduce “una ponderación relativa a la población en riesgo de ser asesinada”. Es decir, la tasa de asesinados por cada mil votos obtenidos en las elecciones de febrero de 1936 por la coalición del Frente Popular. Esto significa, por ejemplo, que cuando en Barcelona se mencionan 1716 muertos probablemente se incluyen en mayor o menor medida fusilamientos acaecidos tras la ocupación al final de las hostilidades.

El historiador navarro discrepa de una de las conclusiones del conocido y exhaustivo estudio de Stathis N. Kalyvas sobre la violencia en guerras civiles. A tenor de este supercitado autor “cuanto mayor sea el nivel de control de un actor, menos probable será que este actor recurra a la violencia, sea selectiva o indiscriminada”. Eso será tal vez cierto en muchas guerras civiles, pero no en el caso español. Ciertamente no es aplicable a Navarra (ni probablemente a otras regiones en las que también triunfó la sublevación, aunque este es un tema en el que no me atrevo a escribir con seguridad). En román paladino lo que significa es que Mola y los carlistas masacraron todo lo que pudieron, y quisieron, con independencia de que el nivel de oposición armada fuese reducido y limitado geográficamente a ciertas zonas y no por mucho tiempo.

Esto nos indica, después de los exhaustivos estudios realizados para la España del Sur (y aquí hay que traer a colación a autores como Francisco Espinosa y Francisco Cobo Romero, entre otros), que el “Glorioso Movimiento Nacional” se lanzó, siguiendo las instrucciones del propio Mola y secundado por inolvidables generales de la talla de Queipo de Llano o de Franco, con el fin de dar un sajo en el cuerpo social que destrozara los cuadros de organizaciones y partidos que no constituían “la verdadera España” y que profundizara en las masas de población. Podríamos afirmar que con el fin de amedrentarlas y de tomar venganza por las ofensas inferidas, en la calenturienta imaginación de los sublevados, a la PATRIA eterna e inmortal (más bien a un orden socioeconómico inaguantable en un país en el que una gran parte de la población había preferido aplicar reglas elementales de modernización política, económica, social y cultural).

¿Y cuál son los resultados a los que llega Mikelarena? Limitándose a las 36 provincias, más Ceuta y Melilla, para las cuales se dispone de cifras comprobadas -no figuran por ejemplo Galicia, País Vasco, Madrid, Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Murcia, etc.-, su conclusión es que Navarra se lleva la palma. Es decir, allí donde tronaron Mola y los carlistas, la tasa de mortalidad fue de las más elevadas, a decir verdad la más elevada, de España. Es como si el caballo de Atila hubiera pasado por las verdes campañas y montes navarros. El número de víctimas superó a las de Paracuellos, sin necesidad de recurrir a principios ideológicos y experimentos soviéticos.

En el anexo 3 de su obra Mikelarena identifica con nombre, apellidos y lugares a 637 personas, fusilados o asesinados vilmente sin ser sometidos a procedimiento judicial alguno. La lectura de algunos de los detalles es estremecedora. También reproduce como anexo 4 una lista, establecida en París en 1946, en la cual figuran casi 2000 personas asesinadas. No me he molestado en cruzar ambos anexos.

La pregunta a la que el señor vicepresidente de la FNFF podría tener a bien responder es la siguiente: ¿cuántos de los 3280 casos de muerte navarros pasaron por consejos de guerra? Es una pregunta inocente, pues las comparaciones interprovinciales nos dicen que en numerosos casos, sobre todo en la segunda mitad del año 1936, el “terror blanco” se manifestó masivamente en forma de ejecuciones sumarias y que muchos de sus resultados (los famosos “desaparecidos”) no llegaron a identificarse con nombres y apellidos.

Sugerencia: ¿Por qué no lanza la FNFF un programa de investigación bien dotado de fondos que determine, sobre la base de evidencia primaria, cuántos ejecutados por consejos de guerra pueden determinarse? Así podría, o no, rebatir conclusiones ampliamente generalizadas en la historiografía. Seguro que si las destroza muchos de los abonados a su Boletín de noticias darán un respiro de alivio.

(Continuará)  

 

[1] Colectivo Altaffaylla, Navarra 1936. De la esperanza al terror, Altaffaylla, Tafalla.

[2] Fernando Mikelarena, Sin piedad. Limpieza política en Navarra, 1936. Responsables, colaboradores y ejecutores, Pamiela, Arre.

¿Franco solo fusiló a 23.000 personas? (II)

31 enero, 2017 at 8:30 am

Ángel Viñas

En este blog ya me hecho eco de los cálculos del profesor Eduardo González Calleja sobre los muertos por violencia política en el período que media desde la instauración de la República (14 de abril de 1931) hasta la sublevación militar de julio de 1936. Ascendieron por lo menos a 2629, más o menos identificadas[1].  No todas las muertes fueron iguales: unas fueron de derechas y otras (la mayoría) de izquierdas; unas sucedieron en actos individuales y otras en situaciones colectivas; unas víctimas iban armadas y otras no; unas fueron objeto de atentados y otras de reyertas. No puede decirse que las fuerzas del orden público se vieron desbordadas, salvo en casos muy particulares. 

Sin duda, 2629 fueron muchos muertos. Pero ¿se trató de un número exagerado en términos comparativos? Acudiré para el caso de Italia a un historiador de esta procedencia. Hay otros, pero Gentile tiene la ventaja de que su obra está traducida al castellano y que puede consultarse con toda facilidad. En su trabajo en torno a los antecedentes de la toma del poder por Mussolini en 1922[2], ha popularizado las estadísticas oficiales italianas de criminalidad en los años, infinitamente más tumultuosos que mediaron entre 1918 y 1921, un lapso de tiempo más corto y bastante más letal que el español. Los muertos por homicidio, nos dice, ascendieron a 8027[3]. La población italiana era muy superior a la española pero en Italia se montó una dictadura sin que le precediera una guerra civil abierta como en el caso de España (e internacionalizada, no hay que olvidarlo, desde antes de su estallido).

En el caso español siempre ha habido un baile de cifras sobre los asesinatos en la zona franquista y en territorio republicano durante la guerra civil. El señor vicepresidente de la FNFF no entra en esa contabilidad macabra. Hace bien, porque Francisco Franco, jefe del Gobierno y del Estado, Generalísimo de los Ejércitos, presidente de la Junta Política de FET y de las JONS, no sale bien parado. Prefiere centrarse en los “consejos de guerra”. No obstante se olvida, quizá por casualidad, de tres circunstancias perfectamente documentadas en la historiografía. La primera es que la mayor parte de las víctimas del “terror blanco” durante la segunda mitad de 1936 no pasaron por “consejos de guerra”[4]. La segunda es que los que se convocaron representaban una conculcación tal de la legalidad vigente que los rebeldes echaron mano de la vetusta, obsoleta y sobrepasada Ley Constitutiva del Ejército de 1878 que, por supuesto, tergiversaron arbitrariamente. Lo mismo hicieron con los Códigos Penal y de Justicia Militar, que que sobrevivieron a la guerra misma. Para matar acudieron a  los bandos que proclamaron los jefes de las fuerzas que se sublevaban y poco después al Bando de Guerra que proclamó a finales de julio de 1936 la cooptada Junta de Defensa Nacional de Burgos. Su única “legitimidad” y/o “legalidad” se sustentó, no hay que subrayarlo demasiado, en las bayonetas. La tercera circunstancia es que los consejos de guerra volvieron a brillar por su ausencia cuando en 1939 los vencedores ocuparon los territorios que hasta entonces se les habían resistido[5].

Moreno Gómez ha hecho un estudio exhaustivo de la sobremortalidad de la posguerra debida a una represión inmisericorde. Entre ella cifra el número de fusilamientos efectuados bajo Franco no en los 23000 del señor vicepresidente de la FNFF sino en torno a los 40000 (sin contar los realizados durante la guerra misma). Hay autores que aumentan esta cifra, pues como es fácil colegir los vencedores no siempre llevaron una contabilidad muy exacta y/o la base documental hoy disponible es endeble. Suele mencionarse la cifra de 50000.

Personalmente no olvidaré que uno de los comisarios europeos con quien trabajé y exministro de Asuntos Exteriores de Francia, Claude Cheysson, estuvo internado en un campo del norte como joven oficial huido tras la débâcle de 1940. Nunca visitó la España de Franco en silente homenaje a los ejecutados tras las sacas que casi diariamente se practicaban en el campo. Las hubo en muchos, probablemente después de pasar por Consejos de Guerra que, no hay que recordarlo, eran una farsa. Lo fueron desde el comienzo de la guerra civil, siguieron siéndolo en los años cuarenta (las memorias del profesor Nicolás Sánchez Albornoz, que se enfrentó a uno de ellos, describen el clima) y continuaron incluso en los años sesenta y setenta, como reflejan los abiertos a Julián Grimau y a Puig Antich, estudiados por Juan José de la Iglesia y Gutmaro Gómez Bravo respectivamente.

Una mera muestra para ilustrar el repunte de los paseos y de la ley de fugas tras el final de la guerra la da el ya mencionado Moreno Gómez. En Casas de Don Pedro hubo 70 paseados; en Orellana la Vieja, 63; en Don Benito, 61 (todos en Badajoz); en Pozoblanco constan 101. El responsable, a las órdenes de Franco y siguiendo instrucciones firmadas por él, fue el SIPM, encargado de llevar a cabo “el cumplimiento de misiones que no admiten demora”. En algún caso los papeles que aun se conservan establecen que 17 muertos fallecieron “después de la liberación de este pueblo (…) de hemorragia aguda por acción de agente traumático lanzado por las fuerzas de la Policía Militar”. Es decir, fueron asesinados por causas que solían enmascararse bajo las fórmulas de que se trataba de “destacadísimos elementos desafectos de la santa causa” o por supuestos “crímenes” cometidos durante “el Glorioso Movimiento Nacional”.

Afortunadamente, en otro de sus libros el mismo Moreno Gómez ha aportado toda una serie de datos cuantitativos, referidos a Córdoba, que permiten apreciar la magnitud de los fusilamientos en una sola provincia que no era precisamaente de las más pobladas. En Córdoba capital se registraron entre el 2 de junio de 1939 y el 21 de febrero de 1945 nada menos que 584. Si se sale de la capital, se alcanza un total de 1102 entre 1939 y 1941. Así, pues, en la totalidad de una sola provincia se han identificado casi 1700 fusilamientos después de la guerra[6]. Todos con nombres y apellidos. ¿Cuáles serán las magnitudes de las provincias ricas en población? Es obvio que quedaban muchas por “limpiar”.

Hoy es una banalidad señalar que la represión tras la guerra civil no se limitó a fusilamientos salvajes u ordenados por consejos de guerra sino que adoptó múltiples características entre las cuales las más letales fueron quienes murieron en campos de trabajo y en las cárceles. A ellos no se refiere el señor vicepresidente de la FNFF. ¿No ha leído, por ejemplo, los trabajos de Javier Rodrigo?

Desgraciadamente  los historiadores españoles y extranjeros no disponen de un asidero documental tan sólido como en otros países. Hace ya tiempo que unos y otros han denunciado que en los años del tardofranquismo empezó a producirse una destrucción masiva de la documentación relacionada con estos temas. Toneladas de papeles desaparecieron en las fauces de las trituradoras o, más carpetovetónicamente, en el fuego de las calderas o como montañas de basura[7]. Nunca fue por casualidad. De lo que se trataba era de eliminar pruebas. No obstante, a lo mejor quedan documentos que guarda como oro en paño la FNFF y que han permitido a su señor vicepresidente airear una cifra un tanto absurda. Todos le quedaríamos muy agradecidos si la sustanciara.

(Continuará)

 

[1]Cifras cruentas. Las víctimas mortales de la violencia sociopolítica en la segunda República Española, Granada, Comares, 2015, p. 75.

[2] El fascismo y la marcha sobre Roma. El nacimiento de un régimen, Barcelona, Edhasa, 2015, p. 23.

[3] Según R. J. B. Bosworth,  Mussolini´s Italy. Life Under the Dictatorship, Londres, Penguin, 2006, indica que en el camino hacia la implantación de la dictadura italiana el Duce liquidó entre 2.000 y 3.000 oponentes. En tiempos de paz, es decir, hasta 1939 incluido, el relevante tribunal especial solo impuso veintinueve sentencias de muerte según Mazower.

[4] El modus operandi de dichos consejos ha sido estudiado, entre otros, por Peter Anderson y Glicerio Gómez Recio recientemente. ¿No se han leído sus obras en la FNFF?.

[5] Es instructiva la lectura del artículo de Francisco Moreno Gómez, “La gran acción represiva de Franco que se quiere ocultar”, Hispania Nova, nº 1, Extraordinario (2015), pp. 183-210, en http:e-revistas.uc3m.es/index.php/HISPNOV/issue/archive.

[6]  La victoria sangrienta, 1939-1945. Un estudio de la gran represión franqista para el Memorial Democrático de España, Madrid, Alpuerto, apéndices I y II.

[7] Una excelente visión de la temática española que tan ligeramente despacha el señor vicepresidente de la FNFF se encuentra en la obra de Michael Richards, After the Civil War. Making memory and re-making Spain since 1936, Cambridge, CUP, 2013, traducida al castellano  bajo el título Historias para después de una guerra. Memoria, política y cambio social en España desde 1936,  Barcelona, Pasado&Presente, 2015.

¿Franco solo fusiló a 23.000 personas? (I)

24 enero, 2017 at 8:30 am

Ángel Viñas

Desde 1936 hasta, digamos, el comienzo de los años cincuenta se registra el período más sombrío de la historia de España. Como ya señaló el inolvidable Fernando Fernán Gómez (“Las bicicletas son para el verano”) no llegó la paz, sino la VICTORIA. Sin paliativos. Guerra y  victoria se vieron acompañadas por una áspera, duradera e implacable represión. El señor vicepresidente de la FNFF minimiza, sin embargo, los resultados de la larga y persistente investigación sobre el terror en la guerra y la posgguerra que constituye, precisamente, el capítulo más vibrante de la actual historiografía española y uno de los mejor estudiados por innumerables historiadores españoles y extranjeros.

Tal minimización se vislumbra en las siguientes palabras, inmortalizadas en Internet:

“El Régimen no fusilaba por capricho. A diferencia del otro régimen que se dice democrático, tenía unos consejos de guerra. Fusiló infinitamente menos que fusilaron en Italia, Francia o Alemania. España vivió el genocidio de la izquierda en esos tres años. No sólo en Paracuellos. El que gana, desde el 1 de octubre del 36 hasta el 75, no fusila a nadie que no sea en un consejo de guerra, un tribunal excepcional, igual que es ahora la Audiencia Nacional (…) De las 36.000 condenas a muerte sólo se fusila a 23.000, y es una cifra, entre comillas y salvando las distancias, ridícula comparando con lo que pasó en Italia, Francia o cualquier país afín al Eje”

Es del todo comprensible que en una entrevista de periódico se mezclen churras con merinas. Pero en el párrafo precedente se yuxtapone toda una serie de temas muy amplios y sin el menor orden ni concierto. Analíticamente hay que: a) distinguir los fusilamientos en la guerra civil y en la posguerra; b) identificar, al menos, algún criterio para comparar con otras realidades y c) no decir inexactitudes clamorosas (por ejemplo, en territorio gubernamental durante la guerra civil subsistió, bien que mal, una justicia reglada que fue poco a poco ampliándose y, desde luego, hubo consejos de guerra).

En este post abordaré exclusivamente el aspecto comparativo. Es decir, el aludido en la última línea y media de la entrevista. En otros sucesivos, trataré algunos temas de los varios que suscitan las anteriores declaraciones que, en mi modestísima opinión, habría que esculpir al láser.

El señor vicepresidente parece pasar por alto (o ignorar) que el caso español presenta diferencias cuantitativas y cualitativas importantes con los dos únicos, el francés y el italiano, a que alude. Como son evidentes, el que lo haga tan tranquilamente puede deberse a motivos varios sobre los que no me entretendré en especular. Sus lectores lo habrán hecho. Servidor se limitará a recoger algunas de tales diferencias. Hay que señalar que otros países aliados del Eje fueron Bulgaria, Hungría y Rumania, cada uno también con sus características especiales, y los dos “Estados” reconocidos únicamente por la coalición nazi-fascista, la Eslovaquia del clérigo católico (con la Iglesia hemos topado) monseñor Tiso y el croata, al frente del cual tronó un asesino patológico, el poglavnik Ante Pavelic que -lo que son las cosas- falleció en Madrid en 1959.

Entre Francia, Italia y Yugoslavia hay, ciertamente, similitudes. En los tres casos coincidieron una guerra externa e interna, ambas abiertas aunque en momentos diferentes del tiempo y consideradas como tales por la comunidad internacional, combatiente y no combatiente.  En el primer caso en 1939, en el segundo en 1943 y en el tercero en 1941. La guerra externa fue impuesta por el nazifascismo. La interna se dirimió entre colaboradores y tropas y sicarios fieles a los regímenes de Hitler, Mussolini, Pétain y Pavelic contra los movimientos de resistencia internos, apoyados en mayor o menor medida desde el exterior. En el italiano desde que el mariscal Badoglio operó el giro estratégico a favor de los aliados. En el yugoslavo los fascistas croatas tuvieron que enfrentarse a los movimientos titista y al monárquico, a su vez peleados a muerte entre sí. En todos ellos la situación fue infinitamente más compleja que en el español. Dejo de lado, naturalmente, los países ocupados en los que la resistencia interior no tuvo caracteres como en los anteriores, es decir, Luxemburgo, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Noruega, Albania, Checoslovaquia y Polonia. [No se me olvidan los casos, contrapuestos, de Finlandia y Grecia pero no los tomo en consideración aquí].

Ni que decir tiene que en los tres países que comparo (la razón por la que introduzco Yugoslavia aparecerá más adelante) los debates sobre las cifras de mortalidad y, en general, de la violencia política en conexión con unas guerras al lado de las cuales la española se queda chiquita han sido muy intensos. Existen, afortunadamente, obras comparativas entre las cuales la de Mark Mazower es referencia obligada. Las poblaciones de los tres países ascendían a finales de 1939 a 41,7 millones para Francia, 44,4 para Italia y 15,7 para Yugoslavia. En España podríamos hablar de unos 24 millones antes del estallido de la guerra civil.

Si, para el caso francés, se acude al grueso estudio-síntesis de Bourdrel, que tengo a mano, la depuración a las bravas (ejecuciones sumarias) parece haber oscilado entre 10.000 y 15.000 (colaboradores, gente de Vichy, ajustes de cuentas, etc.).  A ellas habría que añadir las condenas a muerte por tribunales debidamente constituidos. Ascendieron a 7037 y tan solo 791 se llevaron a cabo[1]. Observamos que están muy por debajo de los 23.000 fusilamientos derivados de consejos de guerra a que alude el señor vicepresidente de la FNFF.

Para el caso de Italia, que confieso tener peor estudiado, he de recurrir a la síntesis de Woller. No encuentro en mi desbaratada biblioteca otra más reciente. Con mayor imprecisión este autor cifra el número de víctimas por arreglos de cuentas en la guerra civil italiana contra el fascismo (1943-1945) entre 10.000 y 15.000. Añade que en los años 1945-1946 se pronunciaron entre 500 y 1.000 condenas a muerte, pero en los procesos de revisión se rebajaron drásticamente. A finales de 1945, por ejemplo, solo se habían ejecutado entre 40 y 50. De aquí el concepto de epurazione mancata[2]. También cabe aplicar la misma reflexión que en el caso anterior. Tengo la impresión que el señor vicepresidente de la FNFF no anda muy acertado al caracterizar la cifra de 23000 fusilamientos españoles de ridícula.

El caso yugoslavo fue, por el contrario, de una violencia extraordinaria, tanto en el número de víctimas de la violencia durante la segunda guerra mundial como en la posguerra, con el ajuste de cuentas que impuso el régimen de Tito. Mazower, por ejemplo, señala que pudo llegar a 60000 pero otros autores indican cifras mayores. A lo mejor, pues, con quien hay que comparar a Franco es con el dictador yugoslavo, algo que no he visto demasiado enfatizado. Ciertamente no cabe hacerlo con el caso húngaro en el que en los primeros tiempos de venganza, hasta agosto de 1945, de un total de 3893 condenas judiciales solo hubo 64 a la pena capital. Las cifras aumentaron posteriormente. Según datos oficiales al 1º de marzo de 1948 las condenas a muerte habían ascendido a 322, de las cuales se habían cumplido 146[3].

Es, naturalmente, muy probable que los especialistas discutan sobre las cifras mencionadas aquí a título de meros ejemplos. No creo que sea preciso profundizar en el tema. Los casos francés, italiano y húngaro  ponen de manifiesto que, a pesar de que sus regímenes hundieron a sus ciudadanos en el abismo de dos guerras, externa e interna, y en un abismo muchísimo más letal que el español, la represión en muertes fue muy por detrás de la minimizada que tuvo lugar bajo la batuta de Franco. ¿Por qué será?

(Continuará)

 

[1] Philippe Bourdrel, L´épuration sauvage, París, Perrin, 2008, pp. 649 y 655. Tiene importancia destacar la pequeña suma de ejecuciones. Es obvio que los vencedores, empezando por De Gaulle, fueron mucho más magnánimos que el inmarcesible Caudillo.

[2] Hans Woller, “Ausgebliebene Säuberung”? Die Abrechnung mit dem Faschismus in Italien, en Klaus-Dietmar Henke y Hans Woller (eds.), Politische Säuberung in Europa, Munich, DTV, 1991, pp. 183s y 188.

[3] Laszlo Karsai, The People´s Courts and Revolutionary Justice in Hungary, 1945-46, en Istvan Deak, Jan T. Gross y Tony Judt (eds.), The Politics of Retribution in Europe. World War II and Its Aftermath, Princeton, Princeton University Press, 2000, pp. 237 y 246. Para las cifras hasta 1948 me he basado en Margit Szöllösi-Janze, “Pfeilkreuzler”, Landesverräter und andere Volksfeinde. Generalabrechnung in Ungarn, en Henke/Woller.

Cuatro sugerencias para la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF)

17 enero, 2017 at 8:30 am

Ángel Viñas

Terminada la larga serie de posts sobre Serrano Suñer y los inicios de la construcción de su leyenda es el momento de introducir una pausa. Temas, por desgracia, no faltan. Un amable lector de Cantabria me ha enviado una relación de tópicos de historia contemporánea de España que le enseñan en el colegio a su hija de 14 años de edad. Le he prometido abordar algunos de ellos. También he visto, gracias a otro lector, algunos de los “piropos” que me han dedicado en el boletín de la FNFF, pero quien esto escribe es de los que se atienen al viejo adagio castellano del no hacer aprecio.

Como el tema objeto de este post no se refiere a servidor quisiera traer a colación en estos comienzos de un año que amenaza ser movidito un tema que el señor vicepresidente de la FNFF desgranó en una entrevista concedida al periódico El Mundo y que, en su día, levantó ampollas en las redes. Para comodidad de los amables lectores la referencia es http://www.elmundo.es/sociedad/2016/11/19/.

fusilar-lluis-companys-franco-trato-cambiar-curso-historia-catalunya-fracaso_6_2297822Se observará que dicho señor cifra el número de fusilamientos en la posguerra en 23.000 personas, apostillando que se trataba de “criminales” o de gente “que había cometido infinidad de crímenes”. Sin duda atento a las realidades del presente pone como ejemplo a Lluis Companys. (Dejo a algún colega catalán el oportuno comentario). También lanza un desafío a la profesión en relación con ese número de fusilamientos: “cualquier historiador puede ver las razones”, porque “está en los legajos”.

[No es extraño que El País del 4 de enero se haya hecho eco de la solicitud de En Marea para abrir un debate parlamentario sobre modificaciones a la Ley de Fundaciones que permita ilegalizar a la FNFF (http://politica.elpais.com/politica/2017/01/03/). Para la respuesta inmediata de la FNFF, que merecería alguna que otra cualificación, véase http://www.fnff.es/COMUNICADO_DE_LA_FNFFl]

En este post me limito a preguntarme si las razones que justificarían la minúscula cifra de 23000 fusilamientos podrían encontrarse en esos legajos que con tanto cuidado y mimo preserva la FNFF para la mayor gloria de quien lleva su nombre. No me suena que su señor vicepresidente haya publicado nada utilizando otras fuentes en relación con tan debatido aspecto. Con ello revelo mi propia ignorancia pero una primera toma de postura  debe ser constructiva y plena de sugerencias. Haré cuatro.

Hace muchos años que la FNFF dio comienzo a la ardua tarea de publicar una selección de los documentos inéditos (“para la historia del Generalísimo”) que conserva y que posiblemente consideró como los más importantes para mantener viva la admiración de los españoles por el antiguo Caudillo. Desgraciadamente, se detuvo al llegar a finales del año 1943 tras cuatro volúmenes en cinco tomos. Según malas lenguas no resultaba rentable, pero no puedo confirmar si fue cierto o no. Servidor los adquirió a medida que fueron saliendo.

Hoy, por supuesto, gracias a las tecnologías que no se conocían en los años de aquella aventura editorial, existen otras posibilidades que brindo graciosamente al mejor juicio de la dirección de la FNFF, ahora que ha caído bajo el fuego de algunos sectores de la política española.

¿Por qué no hacer, por ejemplo, dos cosas?

1ª ¿Poner en red esos documentos de tal forma que los lectores puedan comprobar si efectivamente apoyan las afirmaciones del señor vicepresidente?

2ª Es más, con objeto de facilitar la investigación sobre la inmarcesible figura del Caudillo, ¿por qué no poner también en red el catálogo de documentos que la FNFF guarda tan admirablemente?

Puedo asegurar al lector que no se trata de tareas inabordables. En el Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH) de Salamanca se dispone de una copia electrónica de todos los documentos de la FNFF que se digitalizaron. En él, por ejemplo, hace tres meses pude consultar algunos que creí podrían interesarme en el futuro y, en particular, para un libro que estoy terminando con unos colegas y que, ¡ay!, tal vez no haga las delicias de la Fundación. Aparecerá probablemente en octubre.

En cuanto a mis sugerencias debo señalar lo evidente. Una vez digitalizados los documentos y sus títulos es una tarea sencilla poner en línea estos últimos. Es lo que hacen, por ejemplo, los Archivos Nacionales del Reino Unido. Si la FNFF no puede competir en cuanto a la mejora de la consultabilidad de su archivo, tal vez encontraría un ejemplo en el Churchill Archives Centre de Cambridge y reforzar en consecuencia su actividad en materia de recaudación de fondos.

La FNFF también depararía, como muestran estos dos ejemplos, a sus seguidores y demás interesados urbi et orbe la posibilidad de identificar a distancia documentos que puedan llamar la atención de los historiadores, por mucho que se encuentren en Estocolmo, Honolulú, Stornoway o Kansas City. Todo ello contribuiría, probablemente, a incrementar el número de consultas y de peticiones de fotocopias. No es necesario hacer un análisis coste-beneficio demasiado preciso, pero subir el precio de las copias permitiría recaudar más ingresos. Si prefiere optar por mantenerlo en el nivel actual siempre acentuaría un rayonnement más amplio y lo garantizaría mejor. Al fin y al cabo, ¿tiene por ventura cosas que ocultar? ¿No convendría combatir con las mismas armas, es decir el recurso a la evidencia primaria de época, a los historiadores que ponen interrogantes a la excelsa figura de quien la FNFF toma su nombre?

También, ya puesto a sugerir, ¿por qué no logra la Fundación (aunque a lo mejor lo ha intentado) que se le traspase, y a través de ella al dominio público, la documentación del Caudillo que todavía se mantiene en la más absoluta oscuridad? No deja de ser lamentable que los papeles de sus protectores (Hitler, Mussolini) y de su adversario máximo (Stalin) puedan consultarse libremente y no los del inmortal Caudillo. [Claro que lo normal sería que tales documentos fuesen directamente a los archivos estatales].

En este sentido una de las cosas que más me han llamado la atención, cuando me he puesto a escribir sobre algunos aspectos pocos conocidos del comportamiento de Franco y que desgraciadamente no gustan a la FNFF, es que tampoco se haya difundido, como sería deseable, la hoja de servicios completa de Su Excelencia el Jefe del Estado. Indudablemente se compuso, aunque es de suponer que a partir de cierto momento bajo la supervisión más estricta.

Viene esto a cuento porque en 1967, en la resaca de aquella inolvidable campaña de los “Veinticinco años de paz”, un coronel de Caballería, Don Esteban Carvallo de Cora, publicó una parte de dicha hoja. No es fácil consultarla en la actualidad pero está catalogada en algunas bibliotecas, entre ellas la Nacional. Lamentablemente (son cosas que ocurren) tan distinguido jefe militar solo llegó en su  reproducción hasta final de los años veinte, precisamente cuando su titular comenzaba a esprintar en su ya veloz carrera hacia la Gloria.

Aun así, la parte publicada fue suficiente para que un historiador militar como el coronel Carlos Blanco Escolá, leyendo entre líneas,  generara un montón de interrogantes sobre las circunstancias por las cuales el joven teniente Francisco Franco, que jamás se había distinguido en la Academia Militar de Toledo, enlazara una serie de rápidos ascensos (supuestamente por méritos de guerra, pero en realidad por mecanismos bastante menos gloriosos) que lo llevaron al generalato. El primero que lo consiguió de su promoción. Incidentalmente, la obra de Blanco Escolá está agotada y quizá no fuese un error actualizarla y republicarla. Se titula La incompetencia militar de Franco.

De aquí una cuarta y última sugerencia para la FNFF, ¿por qué no poner también en red la hoja de servicios, completa, del Generalísimo? Y, por supuesto, mantener una copia del original certificada notarialmente a disposición de los investigadores.

Tal vez me equivoque pero pienso que, de aceptar cualquiera de estas sugerencias, o las cuatro a la vez, la FNFF rendiría un gran servicio a la memoria de la sinigual persona que es objeto de su devoción, el Caudillo de España por la gracia de Dios y solo responsable ante Él y la Historia (según inscribió para la eternidad FET y de las JONS en sus hoy  ya poco recordados estatutos).

Con todo, los comentarios del señor vicepresidente de la FNFF en El Mundo en relación con los 23.000 fusilamientos merecen un comentario más específico, algo que osaré abordar en los próximos posts a riesgo de que me fulmine la intensidad de sus rayos jupiterinos.

En torno a la leyenda que se fabricó Serrano Suñer (X)

10 enero, 2017 at 1:02 pm

Ángel Viñas

A lo largo de los anteriores posts hemos visto que las declaraciones serranistas y los análisis a que dieron lugar en el Foreign Office contraponen dos formas de ver el pasado: la de un protagonista atento a dejar  huella en la historia, favorable a su imagen, y la de unos observadores que habían vivido aquellos años desde posiciones e intereses completamente opuestos a los del primero. En ambos casos se partió de un enfoque “a toro pasado”, es decir, conociendo lo que ya había ocurrido, a saber, la derrota del Eje y la no entrada en guerra de España. Para el historiador el problema es explicarlo.

 Es evidente que unos años antes ni Serrano ni los diplomáticos británicos sabían cómo iba a evolucionar lo que para todos era futuro. En esta perspectiva, sin embargo, y conocido el pasado como pasado, las dos preguntas inexcusables son: ¿cómo interpretarlo lo más correctamente posible? y ¿cómo desbaratar el uso espurio de tal pasado de cara a influir sobre lo todavía por venir?  En este sentido nos queda por abordar, siquiera someramente, un contexto nuevo.

Desde hacía tiempo la dictadura había iniciado una campaña para “despegar” a los norteamericanos de los británicos y buscar, por la vía del aprovechamiento de la situación geoestratégica española y el revitalizado anticomunismo, un pequeño lugar bajo el sol[1].  Para los analistas británicos la propaganda que a espuertas se producía en España con el fin de endulzar el pecado de haber querido ir de la mano del Eje, y singularmente del Tercer Reich, representó en sus comienzos un esfuerzo desdeñable. En unos cuantos meses, después de haber capturado los documentos diplomáticos alemanes (por no hablar de los militares), el Foreign Office detectó con bastante precisión los límites del período de la “gran tentación”, los altos y bajos de una política española bastante consistente, los enjeux por los que apostó y las razones por las cuales se vio obligada a no dar el paso al frente[2].

De todo lo que antecede no se extrajeron consecuencias operativas. En algún momento flotó la idea de comprimir y mejorar los análisis de Creswell con vistas a la preparación de un Cabinet paper, es decir, un documento que pudiera circularse a los ministros. Si se hizo, no lo he localizado. El resultado, no obstante, sirvió para afianzar la idea de que Franco no era un personaje fiable. Demostró con claridad que, en contra de los altos principios morales proclamados por la dictadura como guía de su acción internacional, lo que Franco había practicado había sido una política oportunista, cautelosa y sin otras miras que arriesgarse lo menos posible. Nunca con la idea de ayudar a los aliados.

Así, pues, de “hidalguía” franquista, nada; de respeto a los principios del derecho internacional, nada; de compromiso con Naciones Unidas, nada. Sí, por el contrario, demostración palmaria de la eficacia de la política del palo y de la zanahoria británica primero y anglo-norteamericana después. Y si Creswell no mencionó los sobornos es porque todavía se trataba de una acción cuyo conocimiento seguía estando reservado a tan solo unos cuantos altos funcionarios del Foreign Office y a sus ayudantes más próximos.

53176008Franco iba por las suyas. En el discurso que pronunció al inaugurar la segunda legislatura de las Cortes, el 14 de mayo de 1946, se distanció de los regímenes vencidos y no se amilanó ante las “arremetidas” exteriores:

Otros intentan presentarnos ante el mundo como nazifascistas y antidemócratas. Si un día pudo no importarnos la confusión por el prestigio (sic) de que gozaban las naciones de esta clase de régimen en el mundo, hoy cuando se han arrojado sobre los vencidos tantos baldones de crueldad y de ignominia es de justicia destacar las muy distintas características de nuestro Estado[3].

Con todo lo que antecede no extrañará que con su estrategia Serrano, y esto es algo que no se ha subrayado lo suficiente, hiciera un favor adicional a Franco a la vez que a sí mismo. En la perspectiva de hoy, es quizá el rasgo que más debe destacarse. La publicación de la primera versión de sus memorias fue el hito mayor. Serrano era consciente, naturalmente, de que en la opinión pública española y extranjera su nombre iba ligado de forma irremisible al proceso de fascistización de la dictadura. Así que entre los polvos de los que quiso desprenderse figura en lugar prominente su rechazo al mismo.

Para ello argumentó que España había experimentado con la República, “como nadie ignora, un desastre completo y vergonzoso”. Era obvio que no se la podía rescatar. Sin embargo, el eminente abogado del Estado se hizo momentáneamente defensor del diablo y reconoció:

Un hecho era fatal, sin embargo: que la democracia había pasado por España. Y de estas cosas no es posible volver del todo atrás. Cualquier régimen necesitaba ya absolutamente la asistencia de la opinión y la organización de las masas.

Esto le llevó a una conclusión, tras descartar las posibilidades alternativas de una “Monarquía autoritaria tradicional”, una “Monarquía liberal”[4] y la Dictadura (suponemos que un remedo de la primorriverista). Por consiguiente,

el único modelo de Estado moderno (sic) que en tales circunstancias parecía posible, el único que podía permitir una educación y una organización del pueblo español para la vida política era ese que se ha dado en llamar autoritario (sic).

Surge así en la prosa serranista el término mágico que, para muchos autores neo-franquistas ya no abandonará la identificación del régimen hasta nuestros días. Serrano lo circunscribió como sigue:

Sus características externas podrán ser semejantes a las de otros pueblos, pero cabalmente lo que varía en él de un pueblo a otro es precisamente el contenido dogmático, el pensamiento a cuyo servicio se pone. Este contenido dogmático podía ser en algún pueblo totalitario una completa aberración (Rusia), en otros podía ofrecer aspectos inmorales o erróneos (Alemania). Con tales aspectos nosotros nada teníamos que ver y nuestra dogmática nos venía dada por la tradición española y nuestra confesión religiosa.

¡Aleluya! ¡Aleluya! Es obvia, pues, la voluntad de distanciamiento  respecto a los regímenes nazi y soviético (calificados como los correspondientes a pueblos totalitarios, fueran estos lo que fuesen). El régimen de Franco estaba fundamentado en la tradición española y en la religión católica. Esto fue «plastilinización» del pasado en acción.  También algo que los plumillas a sueldo (amén de algunos prominentes intelectuales bien remunerados) llevaban algunos años pregonando incesantemente. Había que evitar que se viera al régimen como subproducto del nazismo[5].

Serrano no ocultó del todo sus pretensiones, pero sí dio una de cal y otra de arena:

Muchos tienen prisa por quitarse el sambenito de totalitarismo que al régimen presente le ha caído encima. Pues bien, para lograr eficazmente ese resultado nada es tan útil como hablar seriamente. Podemos asegurar que el régimen nunca se decidió a ser eso, aunque se mostrara revestido con sus más superficiales apariencias. A cada uno lo suyo: este régimen no ha sido totalitario como tampoco democrático o liberal. Lo que sin la guerra mundial habría sido solo Dios lo sabe. Lo que en definitiva sea aún está por ver[6].

El exministro conjugó hábilmente dos aspectos. Uno, innegable, que el régimen no era democrático ni liberal (tampoco los fascistas se consideraron como tales). Otro basado presuntamente en su experiencia como insider. Afirmó que el régimen no era totalitario como si hubiera que creérselo obligatoriamente. Juan José Linz se lo creyó de forma voluntaria. Tras él, una ristra de eminentes autores hasta nuestros días.

Recién terminada la guerra mundial los diplomáticos británicos se rieron de los patéticos esfuerzos por poner de relieve la “hábil prudencia” del Caudillo. Probablemente no solo ellos. Hay una anécdota muy ilustrativa en el diario de Cadogan en el que las referencias a España no son precisamente muy abundantes. Terminada la guerra en Europa, y cuando el Foreign Office se  preparaba para la crucial conferencia de Potsdam, el subsecretario permanente se encontró con el todavía embajador de Franco, el duque de Alba. Este era uno de aquellos representantes del “viejo orden” de quienes Serrano Suñer despotricó siempre ante sus interlocutores fascistas y nazis. Quizá porque no se fiaba de que cumplieran sus consignas con el celo suficiente o porque, como profesionales o mejor enterados que él de las realidades de la escena internacional, no veían con demasiado buenos ojos el estrechamiento de las relaciones con el Eje.

Cadogan, como buen amigo, comunicó a Alba el 13 de julio que, a pesar de lo que dijera el Reino Unido sobre la propuesta mexicana de excluir a España de las Naciones Unidas, asunto que se debatía en aquellos momentos en la conferencia de San Francisco, él no daba una perra gorda por la admisión de Franco en la nueva organización[7]. Alba se mostró encantado y dijo que inmediatamente telegrafiaría a Franco[8]. A este último probablemente no le haría gracia la noticia pero ya tenía puesta en marcha un enfoque estratégico para lidiar con los embates, poco peligrosos, que procedían del entorno. Esta es otra historia.

No he terminado con Serrano Suñer, pero sí he llegado al fin de esta pequeña serie. Espero que  los lectores no se sientan defraudados.

FIN

 

[1] Lo cual no quita para que el período fuese de una gran complejidad. Cuando se iniciaron los juicios de Nuremberg a finales de 1945 las contorsiones por las que había atravesado la no beligerancia española también salieron al descubierto.

[2] Ante las Cortes Franco afirmó rotundamente en mayo de 1946: “una de las mayores sorpresas aliadas ha sido el encontrar en ese expurgo de papeles y documentos que se llevó a cabo en las Cancillerías del Eje la (…) conducta entera, caballerosa y firme con que sorteó y defendió su apartamiento de la guerra en todos los momentos de la gran contienda universal”.  ¿Y cómo lo sabía “el genial e invicto Caudillo”?

[3] También afirmó que “el primer error que se comete consiste en querer presentar a nuestro Régimen como un régimen de dictadura”.

[4] Con el más que peregrino argumento de que “los partidarios de la Corona no existían en España desde hacía muchos años”.

[5] Hay muchos otros ejemplos, con frecuencia sonrojantes, que los lectores pueden encontrar en la obra de Ferran Gallego El evangelio fascista, Crítica, Barcelona.

[6] Serrano, 1947, pp. 36s y 128s. Todas estas referencias y exculpaciones desaparecieron en la versión de 1977. Probablemente creyó que ya no eran tan necesarias.

[7] Como es notorio, hubo que esperar hasta 1955.

[8] Dilks, p. 761. La expresión utilizada por Cadogan, que he traducido un tanto castizamente, fue “Spain hadn´t a dog´s chance”.

En torno a la leyenda que se fabricó Serrano Suñer (IX)

3 enero, 2017 at 8:30 am

Ángel Viñas

En los posts anteriores he reproducido un análisis de urgencia hecho a los documentos alemanes capturados por uno de los diplomáticos del Foreign Office, anteriormente destinado en España y cuyo nombre no ha pasado a la historia. Sobre esta base previa, la evolución de la “cuestión española”, las declaraciones de Serrano Suñer, la nutrida contrapropaganda procedente de Madrid y la diversidad de opiniones en Londres y Washington se combinaron y obligaron a afinar algunos aspectos. 

El 4 de diciembre de 1945 un memorándum del mismo Creswell resumió los altos y bajos de la no beligerancia y las razones que los explicaban.

Junio de 1940 fue el momento en que (coincidiendo con la derrota francesa) Franco pasó a la acción con su oferta de entrar en guerra. El motivo por el cual no se llevó a cabo fue porque, en aquel momento, los alemanes se concentraban en la invasión de Inglaterra. Solo cuando estos planes fracasaron, Berlín se inclinó a favor de una estrategia mediterránea lo cual implicaba la toma de Gibraltar[1].

Septiembre de 1940 (tras el fracaso de dichos planes, algo que conocían los alemanes pero no tanto los españoles): conversaciones de Serrano Suñer en Berlín e intercambio de cartas entre Franco y Hitler. El resultado fue que los españoles rechazaron las condiciones marcadas por los alemanes. Los temas esenciales fueron la petición de que se les cediera territorio español y la insistencia alemana en los enclaves en torno a Agadir y Mogador.

Octubre de 1940: los españoles tomaron la iniciativa[2] y suscitaron la cuestión de que sus negociaciones en materia de suministros británicos de trigo no deberían verse perjudicadas. Era verosímil que para entonces se dieran cuenta de que los planes alemanes para la invasión de Inglaterra ya habían fracasado.

historia-francisco_franco-personajes_historicos-adolf_hitler-alemania-racismo-politica-nazismo-actualidad_78002350_154111_1706x1280Hendaya: los alemanes cambiaron de enfoque y retiraron las promesas sobre Marruecos y el Oranesado (a causa de la importancia que Hitler atribuyó a la necesidad de mantener a Francia dentro del bloque antibritánico). A pesar de ello, los alemanes parece que creyeron  que España no tardaría en entrar en guerra.

Diciembre de 1940: coincidiendo con el inicio de la  primera contraofensiva de Wawell en la batalla por Egipto, Franco confirmó a Canaris el rechazo a entrar en guerra el 10 de enero de 1941. Dio una serie de pretextos. El motivo real fue evidentemente que se asustó ante la posibilidad de verse involucrado en una guerra larga. Desde ese momento repitió su rechazo hasta que finalmente indicó en su carta del 26 de febrero que no podía entrar en guerra hasta que cayera Suez. Este aspecto fue sumamente importante.

Después de febrero de 1941 ya no había tropas alemanas para utilizarlas en España. Todos los efectivos disponibles tuvieron que enviarse primero a los Balcanes para lidiar con las complicaciones resultantes de la invasión de Grecia por los italianos (28 de octubre de 1940) y, en segundo lugar, para los movimientos preparatorios de cara al ataque contra Rusia. La decisión a este respecto probablemente se tomó a finales de noviembre de 1940[3].

El estudio subsiguiente de la estrategia alemana ulterior demostró, por otra parte, que los planes alemanes para operar en España en diciembre de 1942 y enero de 1943 fueron puramente defensivos para prevenir la situación que pudiera surgir si tropas británicas y norteamericanas desembarcaban en España y Portugal

No paró aquí la cosa. El 14 de diciembre de 1945 Creswell expuso nuevos resultados. En primer lugar señaló que el Gobierno español siguió una política coherente. Franco quiso entrar en guerra en 1940 cuando pensó que los alemanes habían zurrado a los británicos pero no tardó en tener dudas tan pronto como vio que existían grandes posibilidades de que España pudiera verse envuelta en una guerra de larga duración. La resistencia británica, que aseguró el canal de Suez, aun cuando pudiera producirse el cierre del Mediterráneo en Gibraltar, garantizaba que la Royal Navy seguiría en condiciones de actuar en el Mare Nostrum.

Creswell se negó a aceptar que el exministro tomase espontáneamente una postura firme en sus conversaciones en Berlín en 1940. Arguyó que Serrano quiso llegar hasta el punto máximo posible que contentase  a los alemanes. Ahora bien, fue a Alemania en calidad de emisario personal de Franco y estaba obligado a respetar las instrucciones que este le había dado. Esta explicación es totalmente plausible. Serrano carecía de experiencia política internacional. Sus panegiristas han abultado la significación de sus contactos en Italia en el período de entreguerras y él hizo demasiado hincapié en su gran amistad con Ciano.

En realidad, y en la perspectiva de 1940,  Serrano era un parvenu completo en la escena internacional, como insinuó von Stohrer. Estaba, ciertamente, muy pagado de sí mismo pero no lo suficiente como para tomar decisiones por su cuenta que pudiese repudiar Franco. De aquí su carteo constante con él y su cuidado en no dar a conocer las misivas que envió a Madrid. Solo las respuestas. De aquí también su tensión y sus arrebatos ciclotímicos en Berlín, de los que dejaron constancia algunos de sus acompañantes.

Para Creswell la carta de Serrano a von Ribbentrop del 10 de octubre reflejaba que los españoles no se sentían demasiado tentados a sacrificar la ayuda económica que estaban negociando con Londres hasta que no tuvieran una seguridad total, al cien por cien, de la victoria alemana.  

Cabía dudar, siguió afirmando Creswell, de si en la época de Hendaya y Montoire el mayor temor de Hitler era perder el Norte de África. Probablemente, añadió, pensaba entonces bastante poco en una estrategia mediterránea. Su interés político fundamental se centraba en mantener a Francia dentro del sistema continental anti-británico que quería forjar. Esto, se sabe hoy que es cierto aunque no excluye que, militarmente, Hitler ya pensara en arreglar cuentas con las URSS. En cualquier caso el dato de que la conferencia de Hendaya se produjese entre dos reuniones con los franceses no debía subestimarse[4]. Fueron los españoles a quienes les entró la preocupación con los asuntos norteafricanos, como se evidenció en las observaciones de Serrano Suñer el día después del ataque franco-británico, fracasado, a Dakar.

En lo que se refería al asalto a Gibraltar, la petición española de que se realizara por tropas propias y no alemanas probablemente se hizo antes de febrero de 1941, afirmó Creswell. Era cierto. Este tema siempre fue importante desde el punto de vista del prestigio militar. Quizá, señaló, lo planteó Franco a Canaris en diciembre de 1940 pero, en todo caso, lo suscitaron los generales opuestos a los planes de Serrano en aquel tiempo.

En definitiva, los intentos serranistas, a través de Malley, de “vender” a Londres su interpretación de los hechos no tuvieron demasiado éxito.

NOTA: Los lectores, y detractores, interesados en contrastar las afirmaciones relacionadas con los documentos reproducidos o contextualizados mínimamente pueden acudir al legajo FO371/49663, que se encuentra en los Archivos Nacionales británicos de Kew. Y, en el caso de la ampliación del informe de Malley, a los papeles de Lord Templewood en la Biblioteca de la Universidad de Cambridge (BUC).

Servidor aplica la máxima de que toda afirmación en historia que abra brecha debe ir respaldada por la evidencia necesaria, contextualizada críticamente. Sin manipulación ni tergiversación.

(Continuará)

 

[1] Todas las itálicas del texto son mías. Creer esto era plausible en aquel momento, sobre todo desde el punto de vista británico. Sin embargo, hoy se sabe que, en realidad, la atención de Hitler, en una situación de vacilación en el plano estratégico, estaba ya orientada totalmente hacia la Unión Soviética y que no veía ninguna alternativa. La planeada operación contra Gibraltar respondió a una serie de medidas destinadas a tapar, con un coste asumible, el temporal hueco estratégico global.

[2] El análisis británico respondía a a realidad.

[3] En realidad, en julio. Luego vino la preparación estratégica.

[4] El 22 con Laval y el 24 de octubre con Pétain, ambas en Montoire. Laval era entonces el presidente del Consejo de Ministros de Vichy.

En torno a la leyenda que se fabricó Serrano Suñer (VIII)

27 diciembre, 2016 at 8:30 am

Ángel Viñas

Dejé el post anterior a medio camino de la reflexión de un diplomático en el Foreign Office, Michael Cresswell, encargado de examinar los puntos más importes de lo que cabía extraer de los capturados documentos diplomáticos nazis acerca de las relaciones entre la España de Franco y el Tercer Reich, ya hundido en los escombros del pasado, en el entorno de Hendaya. De aquella somera reflexión se desprendió inequívocamente que los ingleses no estaban dispuestos a comprar la barata mercancía que les vendía Serrano Suñer por medio de su entrevista con Bernard Malley. En este la continuaré hasta principios de 1941.

CITA

“24 de septiembre: conversación SS-von Ribbentrop

Tras el regreso a Berlín de von Ribbentrop de Roma (coincidiendo con el ataque británico contra Dakar) SS menciona el temor español respecto a las intenciones de De Gaulle en África del Norte y pasa a referirse a la “decepción” española ante

  1. Las demandas alemanas de Agadir y Mogador
  2. La escasa empatía con las necesidades económicas

bundesarchiv_bild_183-h04810_joachim_von_ribbentropVon Ribbentrop, como respuesta, ofrece un pacto de diez años entre Alemania, España e Italia que entraría en vigor el día en que diera comienzo el asalto contra Gibraltar. Esto se produciría tan pronto como se terminasen los preparativos necesarios. La actitud italiana ante las peticiones territoriales españolas en África todavía no era clara pero piensa que Mussolini podría aceptarlas.

SS afirma entonces que España rechazó

  1. La cesión de una isla canaria
  2. La cesión de Guinea española y Fernando Poo.

Queda abierta la cuestión de Agadir y Mogador (von Stohrer opina que esto podría resolverse). Cabría llegar a un acuerdo sobre las peticiones económicas alemanas con respecto a Marruecos y la aceptación del control alemán del capital de las empresas británicas y francesas en España [ADAP, D, XI, I, doc. nº 97][1].

27 de septiembre:

Entrevista final entre SS y Hitler en la cual este se refiere al ataque a Dakar y repite la necesidad alemana de bases en Canarias y en la costa atlántica de Marruecos para la defensa hemisférica contra Estados Unidos [ADAP, D, XI, I, doc. nº 117].

Segundo acto

10 de octubre

Carta de SS a von Ribbentrop:  indica que es importante para España que los arreglos discutidos en Berlín no prejuzguen las negociaciones españolas con la Gran Bretaña sobre suministros de trigo de Canadá y Argentina y de combustible. Se habían enviado fuerzas para defender Canarias. Franco teme las intenciones que pueda tener de Gaulle de cara a Orán [ADAP, D, XI, I, doc. nº 172].

23 de octubre

Conversación Hitler-Franco: Franco expresa la gratitud española hacia Alemania. Lucharía con gusto a su lado pero se interponen grandes dificultades. Depende de Estados Unidos y Argentina que siguen órdenes de Londres. Mala cosecha. Hitler responde que está contento de encontrarse por primera vez con Franco. Ambos han tenido que luchar duramente. Resume la situación general de la guerra. Un peligro es que los aliados ocupen las islas delante de las costas africanas. Está aguardando el momento propicio para atacar a Inglaterra. Dificultades con quitar sus colonias a Francia. Inmediatamente declararían la independencia. Está dispuesto a utilizar la ayuda francesa para terminar rápidamente la guerra y debe dar a Francia algo a cambio [ADAP, D, XI, I, doc. nº 220].

(Texto incompleto)[2]

Conversación SS-von Ribbentrop: SS admite que Franco no ha comprendido del todo las conversaciones. Está claro, sin embargo, que los alemanes han cambiado de posición con respecto a Marruecos. No aceptan ya la cesión completa de la totalidad de la zona francesa sino que ahora hablan de tener que dar a Francia compensaciones en otro sitio con el fin de mantener alineado a Pétain contra Inglaterra. (No se mencionan objeciones italianas). Por consiguiente no conviene publicar un pacto entre las tres potencias (por temor a las acciones británicas contra Portugal). Intercambio de cartas secreto. Nueva redacción del pacto firmada cinco días más tarde otorga a España “Gibraltar más territorios en el Norte de África iguales en extensión a los dados a Francia en otros lugares”. La actitud española de mantener secreto el pacto se debe a la necesidad de recibir 100.000 toneladas de maiz y 150.000 toneladas de carne prometidas por Canadá. [ADAP, D, XI, I, docs. nº 221 y 224].

25 de octubre

Informe al embajador alemán en Roma sobre las negociaciones de Hendaya. España espera mucho y no se da cuenta de que las peticiones solo pueden coordinarse tras victoria alemana. Ello no obstante, se ha llegado a un acuerdo[3] [ADAP, D, XI, I, doc. nº 228][4].

Tercer acto

19 de noviembre: Conversaciones en Berchtesgaden entre SS y von Ribbentrop, después de la entrevista con Hitler

Impaciencia alemana por seguir adelante con los preparativos para que España entre en guerra. Telegrama que enviará el embajador alemán en Madrid tan pronto como Franco confirme que España acepta entrar en ella una vez que Alemania haya hecho los preparativos correspondientes, p. ej., en el invierno 1940/1941. Suministros de trigo empezarán inmediatamente nada más recibirse el telegrama. SS propone suministros de 100.000 toneladas de trigo detenidas en Portugal por cuenta suiza y que los alemanes compensen directamente a los suizos. Que dicho suministro no impida la continuación de los envíos británicos. Simultáneamente que 5.000 toneladas de trigo lleguen de Francia. Von Ribbentrop habla de la posibilidad de incluir a Rusia en un frente anti-británico (conversaciones con Molotov) y se entretiene dando ánimos [ADAP, D, XI, 2, doc. nº 352].

Cuarto acto

6 de febrero de 1941:  Carta de Hitler a Franco

Menciona las fatales consecuencias para Franco si Alemania es derrotada. En Hendaya se llegó a un acuerdo para que España no tardase en entrar en guerra. España no recibirá ayuda económica real de Inglaterra pero Alemania está dispuesta a concedérsela realmente, incluyendo 100.000 toneladas de trigo tan pronto como se fije la fecha de entrada. Esta se preveía para el 30 de enero, una vez que las tropas alemanas hubiesen pasado a España el 10 de enero. Así hubiera ayudado a Italia en sus dificultades. Hitler, evidentemente, está exasperado por las evasivas españolas y especialmente por tres temas suscitados poco antes:

  1. Argumentos sobre dificultades económicas planteados al almirante Canaris.
  2. Argumentos de que las Canarias ya tenían suficiente defensa pero que no podrían enfrentarse a un bloqueo.
  3. Argumentos sobre dificultades climatológicas.

Dice que las peticiones españolas con respecto a África se aceptarían en tanto en cuanto puedan reconciliarse con los nuevos arreglos generales en relación con el continente africano que se proponen hacer los alemanes [ADAP, XII, I, doc. nº 22].

26 de febrero de 1941: Respuesta de Franco

Nunca tuvo la intención de entrar tan pronto en guerra. La situación económica española imposibilita sostener una guerra larga y por consiguiente debe tener la seguridad de que con la captura de Suez y no solo de Gibraltar la crisis en el Mediterráneo se resuelva rápidamente. La situación había cambiado desde la firma del acuerdo de Hendaya y este ya no se corresponde con la situación por lo que debe considerarse superado por los acontecimientos [ADAP, XII, I, doc. nº 95.]

FIN DE LA CITA

Hasta aquí el resumen inicial de Creswell. Es obvio que se trataba de una reflexión rápida, como la evolución ulterior se encargó de demostrar. Ya apuntaba, sin embargo, a las líneas esenciales de lo que se deducía de un examen incluso superficial de la documentación alemana. Para los británicos debió de representar un alivio la carta de Franco a Hitler de finales de febrero de 1941. Pero, como no nunca jugaron con la seguridad nacional, no estará de más indicar que no habían, en modo alguno, bajado la guardia. Antes al contrario.

 

(Continuará)

 

[1] Como en el post anterior identifico los documentos diplomáticos en los que puede seguirse la argumentación británica.

[2] Este el resumen, abreviadísimo, de la parte de la minuta alemana que se conserva. Obsérvese que en ella Hitler no enmascaró las dificultades que tenía con Francia, algo que ciertos historiadores siguen pasándose por el arco de triunfo.

[3]  Las itálicas son mías.

[4]  Por motivos de los que no he encontrado constancia, Michael Cresswell omitió la glosa de otros documentos que arrojan más luz sobre el episodio.

En torno a la leyenda que se fabricó Serrano Suñer (VII)

20 diciembre, 2016 at 2:16 pm

Ángel Viñas

Del post anterior los amables lectores recordarán que el subsecretario permanente del Foreign Office había sugerido que convendría echar un vistazo a los documentos alemanes capturados para ver qué imagen se desprendía de los mismos. Esto es lo que mucho después, cuando se publicaron, han venido haciendo numerosos historiadores. Serrano nunca hizo la menor referencia a los mismos, salvo en un caso, el de lo que se ha llamado, presuntuosamente, el “protocolo de Ayete”, tras la conferencia de Hendaya. El exministro intentó confundir a todo el mundo.

serrano_sunerEn cualquier caso la sugerencia de Cadogan era viable y necesaria porque en la España de Franco la tendencia a escribir una seudohistoria se afianzaba a la velocidad del relámpago. El escribidor del Río Cisneros, por ejemplo, que trasladaba la línea super-oficial en bobadas sobre la política internacional de España para el Boletín de Información editado por la Dirección General de América del Ministerio de Asuntos Exteriores, llevó la desvergüenza a su extremo en consonancia con las necesidades del momento y no le dio apuro alguno en señalar que

…La conducta de España rebasa moralmente los límites de la simple neutralidad, para alcanzar los de la hidalguía y la buena vecindad en el caso de Francia. La nación que prácticamente ha podido comprobar lo que es una conducta caballerosa es Francia, en su frontera del Pirineo y en la de Marruecos (…) Francia recibió de España el trato más respetuoso y considerado. No atacó militar ni políticamente a Francia, no solo por cumplimiento de un principio de neutralidad sino por hidalguía y amistad, ofreciendo un ejemplo de magnífica vecindad[1]

En realidad, del Río no hizo sino seguir glosando o copiando a Franco ya que incluso reprodujo sin comillas afirmaciones del mismo. Algo que, por supuesto, podía entenderse como lealtad acrisolada. A Franco no se le ocurrió presentar su política de “no beligerancia” como Realpolitik. Para entonces había aprendido bien las lecciones que en materia de propaganda había podido colegir de su homólogo nazi y del ministro de Ilustración Pública y Propaganda, el maestro Goebbels. Una mentira mil veces repetida termina convirtiéndose en verdad. Por ello, en unas famosísimas declaraciones a la United Press, Franco  no había tenido el menor empacho en mentir como un bellaco:

En septiembre de 1939 España declaró y practicó la neutralidad; pero más, mucho más aun, cuando en junio de 1940 los ejércitos alemanes llegaron a la frontera española ocupando Francia y este país quedó totalmente desarmado. España en lugar de aprovecharse de estas circunstancias y atacarla por la espalda, lo que no está en sus tradiciones por ser incompatible con su hidalguía, tuvo para con el país vecinos gestos amistosos (…) España mantuvo entonces, honradamente, su completa neutralidad; no aprovechó la debilidad pasajera de nadie y afirmó públicamente, con actos, los principios de su independencia y orden moral (sic) internacional de su política exterior[2].

Probablemente los marroquíes, franceses y portugueses habrían tenido otras impresiones, de haberse llevado a la práctica los planes que para ellos habían albergado el desmemoriado Franco y su no menos desmemoriado cuñado.

Una parte de la conversación del exministro con Malley, que hemos reproducido en los posts anteriores, no se envió con el despacho al Foreign Office. Pero Malley también consignó por escrito lo que Serrano le dijo sobre sus relaciones con la embajada. No tienen demasiado interés salvo que le dio los nombres de los organizadores de las famosas manifestaciones contra el Reino Unido delante del edificio. Fueron Manuel Valdés Larrañaga y David Jato. Añadió Serrano que eran servidores, a sueldo, de la representación alemana. Esto es nuevo en la literatura pero, obviamente, no tenemos sino la palabra del cuñado, transmitida por Malley. También dijo  que cuando Franco le nombró ministro le preguntó, en presencia del general Vigón, si iba a guardar a Pan de Soraluce como subsecretario de Exteriores porque era un anglófilo y un masón de alto grado.¡Caramba! Esto también es nuevo. El odio de Franco a los masones está más que documentado. Sin embargo,  Serrano respondió que él no era de ninguna de las dos cuerdas y que no divisaba en Pan peligro alguno. El subsecretario se hizo valer por sus cualidades profesionales y Serrano lo guardó[3].

No sé, desde luego, lo que Serrano pensara acerca del impacto que pudiese tener en Londres el largo parlamento que expuso a Malley. Quizá lo utilizó como piedra de toque. Si es así, todavía ignoraba que los británicos se habían apresurado a completar sus conocimientos sobre la política franquista hacia el Eje (seguida al milímetro durante los años de la guerra) con un análisis detalladísimo de los documentos alemanes capturados.

Ahora es cuando estamos en condiciones de abordar los primeros resultados de este análisis en la medida en que ha quedado mínimamente reflejado en un expediente hasta hoy ignorado. Con independencia de que la investigación ulterior haya rellenado y completado muchos detalles, en particular gracias a la documentación italiana y sobre todo la española que no ha desaparecido “misteriosamente”, el perfil que se desprende del manejo de la lupa británica es bastante rotundo.

Merece la pena señalar que España no estuvo ausente en la explosión de problemas con los que el Foreign Office tuvo que lidiar al terminar la guerra en Europa. El 19 de julio de 1945, poco antes de que comenzara la conferencia de Potsdam, se disponía ya de un resumen somero de la documentación referida el año crucial en el que estuvo en juego la no beligerancia española. Su autor fue un diplomático llamado Michael Creswell que había estado destinado en España.

Por muy superficial que fuese el análisis realizado (posteriormente se amplió y profundizó) muestra líneas de continuidad que, con frecuencia, se pierden en los trabajos monográficos. Añadiré, en corchetes, las referencias a los documentos publicados de tal suerte que cualquier lector que quiera consultarlos pueda contrastar con toda facilidad las afirmaciones británicas.

Los detalles esenciales, en la perspectiva de aquel año de 1945, fueron los siguientes:

CITA

Primer acto

“17 de junio: Nota verbal de la embajada española en Berlín sobre la cesión del Marruecos francés y la ayuda alemana para tomar Gibraltar. Esta gestión constituye la iniciativa española que pone el tema de la entrada en guerra sobre la mesa [ADAP, D, IX, nº doc. 488][4].

Visita de Serrano Suñer [en lo sucesivo, SS] a Berlín

16-17 de septiembre: Conversaciones con von Ribbentrop coincidiendo con el comienzo de la primera ofensiva italiana en el desierto occidental. SS confirma la oferta española de entrada en guerra si Alemania

  1. Resuelve las dificultades económicas españolas suministrando 400.000 toneladas de trigo y 56.000 toneladas de combustible mensualmente.
  2. Suministra artillería pesada (diez piezas de 38 cm) para Tarifa y Campo de Gibraltar.
  3. Cede a España la totalidad del Marruecos francés y el Oranesado.

Von Ribbentrop se muestra de acuerdo con las peticiones territoriales en el marco de un reparto general en África entre Alemania, Italia y España. Afirma que,  no obstante, Hitler desearía como base una de las Islas Canarias, la retención de bases navales y enclaves en Agadir y Mogador en el Marruecos francés y la cesión por parte de España de Guinea y Fernando Poo a cambio del mismo. La entrada en guerra se produciría tan pronto como se completara la instalación de artillería pesada en el Campo y diera comienzo el asalto a Gibraltar. SS deja de lado las Islas Canarias y los temas de Guinea y sugiere que los alemanes ocupen en cambio Madeira y Senegal [ADAP, D, XI, I, doc. nº 63].

17 de septiembre: Entrevista entre Hitler y SS

SS menciona el temor español a un desembarco británico en la costa norte y la gran capacidad defensiva de Gibraltar. Hitler replica que el primer peligro puede contrarrestarse mediante el empleo de formaciones de Stukas y que el bombardeo aéreo, que sería más efectivo que la artillería, podría acabar con Gibraltar. Las piezas de 38 cm no llegarían a tiempo pero cabría suministrar otros tipos de artillería. La visita del almirante Canaris con expertos militares había aclarado que una fuerza de asalto, con el apoyo de especialistas, tras un bombardeo desde el aire, tendría éxito. Gibraltar no planteaba dificultades dada la experiencia alemana con los eficaces bombardeos aéreos de la Línea Maginot y del Fuerte Ebenmael [ADAP, D, XI, I, doc. nº 66].

18 de septiembre: La carta de Hitler a Franco destaca:

  1. El impacto en España del bloqueo británico.
  2. Este se quebraría tras la toma de Gibraltar.
  3. La costa norte española sería protegida por Stukas.
  4. Las Palmas podrían usarla los alemanes como base aeronaval.
  5. La captura italiana de Suez significaría el fin del control británico del Mediterráneo y de cualquier amenaza procedente del Norte de África [ADAP, D, XI, I, doc. nº 70].

22 de septiembre: respuesta de Franco

Acepta la sugerencia principal pero no la retención por Alemania de los enclaves en torno a Agadir y Mogador. Subraya de nuevo las dificultades económicas españolas. Afirma que debido a las dificultades atmosféricas y a la reducida calidad del terreno para instalar aeródromos la protección aérea de la costa norte no sería suficiente. Se necesitaría artillería móvil de 20 cm. Está de acuerdo en que la solución del tema mediterráneo depende de que los italianos lleguen a Suez [ADAP, D, XI, I, doc. nº 88]”.

FIN DE LA CITA

Nota: ADAP: Akten zur deutschen auswärtigen Politik (Documentos de política exterior alemana, también disponibles en traducción al inglés como Documents on German Foreign Policy)

Pues bien, cuando Serrano Suñer se decidió a escribir la segunda edición de sus memorias, que se publicaron en 1977, es literalmente imposible que no se hubiera enterado de la publicación de los documentos alemanes en inglés. Salvo que pensara que su adquisición le arruinaría, lo más verosímil es que los hubiera comprado. Su relato se habría, pues, atemperado a lo que antecede, solo que para disminuir sus reales intenciones. Es algo en que los numerosos panegiristas de Serrano todavía no han reparado.

(Continuará)

 

[1] Esta basurilla se publicó en enero de 1946.

[2]  La cantinela la repetió, incansablemente, desde 1945. Las itálicas son mías.

[3] Las afirmaciones complementarias se encuentran en los papeles del exembajador Hoare bajo el título Spain´s Pro-German Policy (1940-1942) according to its chief instrument under General Franco (Ramon Serrano Suñer). Si esta parte no se envió a Londres, probablemente Malley se quedó con ella y se la dio después a su anterior jefe.

[4] Es evidente. Los británicos, sin embargo, no podían conocer lo que se había cocido previamente entre las bambalinas españolas.

En torno a la leyenda que se fabricó Serrano Suñer (VI)

13 diciembre, 2016 at 8:30 am

Angel Viñas

El memorándum de la conversación que Serrano Suñer tuvo con el agregado de prensa adjunto de la embajada británica en Madrid y que he reproducido en los posts precedentes contiene, ya se ha señalado, una buena dosis de confusión y también notables inexactitudes en algunos aspectos. Lo que pretendió Serrano al “soltar” su versión a un diplomático inglés no lo sabemos, pero es seguro que no lo hizo por amor al arte. Es, pues, importante registrar cuáles fueron las reacciones de los funcionarios, altos y bajos, del Foreign Office que lo leyeron a su llegada a Londres. Como era costumbre en la época, la camisa que contiene el memorándum dejó espacio para que los lectores dejaran constancia de sus comentarios. Es una costumbre típicamente británica que permite, hasta cierto punto, seguir el pensamiento de los diplomáticos que tenían que recomendar alguna actuación sobre el tema en cuestión. El flujo de comentarios era doble, de abajo a arriba y de arriba abajo. Gracias a todos ellos se adoptaba una u otra decisión. Reproducimos las reacciones.

 

CITA

  1. “ Esta es una narración franca y reveladora de las actividades españolas a favor del Eje entre 1940 y 1942. Los motivos explicativos del arrebato del señor Suñer parecen ser la envidia personal y el ánimo de venganza. ¿Para imprimir?[1] (17 de octubre de 1945)
  2. Se trata de evidencia muy interesante que puede ser valiosa más adelante. Las afirmaciones de Suñer ciertamente desmienten las protestas del general Franco acerca de su neutralidad. También indican cuán difícil en aquellos días debió de ser la situación de nuestro embajador. De todas maneras es difícil sustraerse a la impresión de que si Alemania hubiese ganado, Suñer hubiera conseguido puntos para España y muchas ventajas para ella con un coste material reducido. Creo que merece la pena imprimir (17 de octubre).
  3. Muy interesante (21 de octubre)
  4. Tengo mis dudas respecto a imprimirlo. Me parece que es, al menos,  un tanto mendaz. En primer lugar pienso que habría que cotejarlo con los documentos alemanes capturados que muestran, me parece, que Franco propuso entrar en guerra al lado del Eje (y esto debió de ser en el tiempo de Suñer) pero cometió el error de pedir demasiado por lo que Hitler perdió el interés. Quizá pudo tratarse de una astucia de Suñer pero lo dudo mucho…(Alexander Cadogan, 22 de octubre).
  5. Estas afirmaciones del señor Serrano Suñer iluminan mucho aunque estoy de acuerdo en que deben tomarse cum grano salis. Hay un pequeño extremo en el que a Mr Malley le falla la memoria. El discurso de Franco en el que atacó furiosamente al Imperio británico y a los EEUU, mofándose de los cincuenta destructores, tuvo lugar el 18 de julio de 1941 y no de 1942. En aquel tiempo Franco estaba dispuesto a abandonar la no beligerancia (21 de octubre)
  6. serrano_hitlerComentarios sobre la versión de los acontecimientos según el señor Serrano Suñer:La mayor parte de este relato coincide con otra evidencia que tenemos en relación con los contactos hispano-alemanes en 1940-1941. Dista mucho, sin embargo, de ser completa y en una serie de aspectos probablemente está viciada por animosidad personal. Añade poco a las acusaciones contra el general Franco. Persiste la conclusión de que Franco, cualquiera que fuese el grado de hostilidad que sintiera hacia la Gran Bretaña y las democracias, nunca estuvo realmente deseoso de meter a España en guerra al lado del Eje y, a medida que transcurría el tiempo, fue mostrando una resistencia creciente a seguir por tal camino.La admisión por parte de Serrano Suñer de sus sentimientos tan pro-Eje y la fuerte posición de que gozaba en España como amigo de Alemania es solo parcialmente relevante. La prueba crucial para la política española tuvo lugar en septiembre de 1940 cuando, probablemente en respuesta a una gestión previa por parte de Franco, se llamó a Suñer desde Berlín. Según nuestras fuentes alemanas, Suñer confirmó la oferta española de entrar en guerra si Alemania se declaraba dispuesta  a:
    • Resolver las dificultades económicas suministrando 400.000 toneladas de trigo y 56.000 toneladas de gasolina mensuales.
    • Suministrar artillería pesada para Tarifa y el Campo de Gibraltar.
    • Ceder a España la totalidad del Marruecos francés y el Oranesado.

    Este último aspecto, a saber, la reivindicación española de territorios en el Norte de África, fue uno de los que Franco suscitó a Hitler desde el primer momento. Fue también el que, para contentar a España, los alemanes encontraron más difícil. (En su conversación con Mr. Malley, Suñer omitió cualquier referencia a este aspecto de las discusiones en Berlín y se explayó por el contrario en los argumentos que afirma utilizó para mantener a Hitler fuera de España).

    Tal y como indica sir A. Cadogan es bastante dudoso que las peticiones españolas a Alemania e Italia en tales discusiones fueran tan elevadas como para disuadir a Hitler de presionar a los españoles para entrar en guerra, pero el pacto por el cual, según Suñer, España “se convirtió en un aliado no militar del Eje y se comprometió a ayudar a Alemania e Italia económica y políticamente por todos los medios a su alcance” constituyó una clara ruptura de la neutralidad. Por otro lado, con independencia de que la influencia de Mussolini en los planes alemanes fuera o no decisiva o que el nombramiento de Suñer como ministro de Asuntos Exteriores cumpliera con las exigencias alemanas, la evidencia disponible indica que Franco no aceptó la entrada de España en guerra y quizá incluso desalentó, en lugar de alentar,  a los alemanes en sus planes de atacar Gibraltar atravesando España[3] (1º de noviembre).

  7. Me parece que es totalmente evidente, a tenor de la versión alemana de las conversaciones de Serrano Suñer en Berlín, que su relato a Mr. Malley constituye una distorsión de los hechos y que cuando fue a Berlín su objetivo era más bien insistir en ciertas compensaciones para España, perfectamente definidas, antes de entrar en guerra. Si el Gobierno alemán hubiera aceptado el precio (véase el punto 2) no tengo absolutamente la menor duda de que España habría entrado en guerra. Pero los alemanes lo encontraron demasiado elevado  (véase el resumen de Creswell de los documentos alemanes capturados[2]) y además, incidentalmente, perjudicaron sus deseos al pedir la cesión de una de las islas canarias. En vista de los comentarios de sir A. Cadogan que no se imprima.
  8. Evidentemente no debemos imprimir el despacho de Madrid. Pienso que podríamos dar a conocer a sir I. Mallet lo que ocurrió realmente (4 de noviembre).
  9. Sí (5 de noviembre)”.

FIN DE LA CITA

 

He reproducido los comentarios, con impresiones diferentes, tal y como se produjeron por orden cronológico, dejando de lado los nombres de los autores que no son, en general, conocidos sino de los especialistas. Una excepción es Sir Alexander Cadogan, subsecretario permanente de Estado y punto clave en el desarrollo de los sobornos a militares y políticos españoles, aunque no dejó traslucir nada al respecto ni en sus comentarios ni en su propio diario.

En resumen, entre los especialistas del Foreign Office la reacción fue mayoritariamente negativa en lo que se refería a los aspectos históricos. Este rechazo fue incluso mayor desde el punto de vista de la leyenda que Franco y su aparato de propaganda estaban creando a toda velocidad en aquellos momentos. Naturalmente, los comentarios se centraron en los aspectos internacionales y no en la vertiente de la política interior española. Dan color y sitúan el informe de Malley en el marco apropiado. Si Serrano Suñer pretendía conseguir que en el Londres de la victoria se aceptaran sus puntos de vista, sus propósitos no tuvieron el efecto deseado.

Pero los diplomáticos británicos fueron más allá. El memorándum de Malley sirvió de chispazo para una investigación más en profundidad de lo que era ya historia. Este es el tema de los dos posts siguientes.

(Continuará)

 

 

[1] Se imprimían los despachos que se consideraban más importantes, lo que les aseguraba una atención mayor así como una circulación más amplia.

[2] Lo exponemos más adelante. Las itálicas son nuestras.

[3].Nunca se consideró seriamente penetrar en España sin la  previa aceptación de Franco. En su entrevista con Mussolini en el Brennero, el 4 de octubre, Hitler declaró que la única ventaja estratégica que ofrecía la entrada en guerra española era la toma de Gibraltar.