LA PATRIA DEL OLVIDO (y II)

26 enero, 2016 at 8:30 am

Ángel Viñas

Si los historiadores conservadores o neofranquistas hubiesen puesto tanto entusiasmo en convencer a sus amigos del PP de la conveniencia colectiva de abrir los archivos sobre los tiempos oscuros de ese pasado que suelen presentar en términos tan apacibles, a lo mejor el Sr. Morenés les hubiese hecho caso. Hubieran tenido una oportunidad única, creo, de poder revalidar sus afirmaciones sobre el pasado régimen y dejar con la boca abierta ante su presciencia al resto del gremio. Porque, me pregunto, ¿cómo negar al ínclito profesor Luis Suárez o al «darling» de la derecha española, profesor Stanley G. Payne, la oportunidad de apoyar sus tesis con nuevos documentos? Que yo sepa, y aquí descubro paladinamente mi ignorancia que en este tema no es culpable, no han hecho nada. Tampoco, por cierto, la RAH bajo la dirección del profesor Gonzalo Anes (qepd).

Carmen ChacónLo que antecede es una auténtica pena, porque la sinopsis a que me referí en mi post de la semana pasada no se limita tan solo a la documentación del Estado Mayor de la Defensa o del Ejército de Tierra. También ofrece posibilidades muy excitantes la que procede del Arma más aristocrática, la Armada.

Como la guerra civil en el mar, o la segunda guerra vista desde la óptica marítima española, no son temas demasiado bien explorados documentalmente, no puedo sino lamentar que se prive a los historiadores de la posibilidad de echar una lucecita (siquiera sea como la del Pardo bajo el inolvidable Caudillo) sobre aspectos tan interesantes como es, para la guerra civil, el fondo documental producido por las Armadas de ambos contendientes o, para los años 1940 a 1946, otra documentación adicional, presumiblemente no menos enjundiosa.

En este último caso los fondos, según la sinopsis, versan sobre informaciones en torno al conflicto europeo o sobre movimientos e incidentes de buques de guerra y mercantes ingleses, italianos y alemanes en aguas españolas, entradas en puertos españoles por averías, hundimientos, varadas, recogida de náufragos, informaciones relativas a las dotaciones de buques de guerra italianos y alemanes, relaciones de internados en puertos de España, paraderos, repatriaciones, traslados, hospitalizaciones y desertores.

Pero, lloremos todos juntos en unión, el proyecto desclasificatorio de Carmen Chacón llegó también en aspectoss navales hasta la frontera de 1968, año de la Ley de Secretos Oficiales. En todo el período, cuya fecha de iniciación no se determina en la sinopsis pero que podría ser 1936, los documentos todavía inaccesibles pero perfectamente identificados cubren temas tales como

– Claves y material criptográfico

– Estado de vida y eficacia operativa de moral de las unidades de la Armada

– Plantillas de personal

– Informes y datos estadísticos sobre situación y movimiento de los buques de la Armada, entradas y salidas, situaciones, obras, servicios

– Entregas de mando

– Órdenes y partes de comisiones

– Información sobre buques mercantes, movimientos e incidentes entre los españoles y extranjeros.

– Auxilios marítimos, hallazgos, abordajes, averías, naufragios, hundimientos, siniestros y salvamentos.

– Ejercicios navales: informes relativos a planificación y ejecución, también en colaboración con Marinas extranjeras, ejercicios combinados antisubmarinos y antinaval, de desembarco, de rastreo y caza de minas, de dragaminas, de minadores, de cañoneros, de Infantería de Marina.

– Munición y armamento: adquisición, producción, suministro y transporte.

– Informes y evaluaciones del personal militar, incluidos informes reservados de los miembros de la Armada.

¿Quién podría decir que lo que antecede no es nada interesante? No olvidemos que se trata de documentación que, a lo que parece, solo han visto los miembros de la comisión de desclasificación cuyos trabajos no sirvieron para nada, excepto para hoy sacar los colores al señor ministro de Defensa del PP.

También planeó Carmen Chacón la desclasificación de documentación relativa al Ejército del Aire hasta 1968. Los legajos revisados contienen información sobre:

– Documentos referidos a sistemas de armas que no se encuentran en servicio en las FAS

– Despliege de unidades, fortificaciones, obras defensivas, orden de batalla (con la excepción de las referencias a las ubicaciones de elementos del sistema de mando y control)

– Operaciones militares, planes estratégicos y logísticos, movimientos de fuerzas o aeronaves militares (con la misma excepción que la anterior)

– Estados de eficacia operativa y moral de la unidades (con la misma excepción que las anteriores)

– Plantillas de personal, de medios y equipos de las unidades (con la misma excepción que las anteriores)

– Ejercicios desarrollados por las unidades del Ejército del Aire (con la misma excepción que las anteriores)

– Deliberaciones de los Consejos Superiores del Ejército del Aire.

– Información sobre desactivación de explosivos.

Y una novedad absoluta: Estudios y asesoramientos de las FAS sobre proyectos de normativa legal relativos a la anterior a la Constitución de 1978.

!Tres hurras a la comisión y otras tres a la ministra Chacón! Cero patatero a su sucesor.

Hélas, como ya advertí en el anterior post, el proyecto desclasificador ha quedado, cuatro años más tarde, en eso: en proyecto, en una fantasía, en un arcoiris, en un oasis en el desierto documental.

Las preguntas se agolpan: ¿Por qué no haber tomado alguna decisión positiva? Y si fue negativa, ¿por qué no darla a conocer con los fundamentos pertinentes? [Además, el Sr. Morenés hubiera podido ponerse una toga de indignado ante la desfachatez de una connotada ministra socialista, impelida probablemente por intereses tan espurios como permitir que los investigadores de derechas y de izquierdas puedan consultar una documentación que encierra tesoros informativos de gran interés para la PATRIA]. En esta ocasión hay que escribir el término con mayúsculas.

Ahora bien, puestos a hacer preguntas, ¿tendría acaso el señor ministro algún vested interest no aireable públicamente que le haya impedido poner su granito de arena para evitar que el Reino de España se ponga a la cola de los esfuerzos de desclasificación habituales en los países occidentales de la Unión Europea?

Esta última consideración es apropiada porque en casi todos ellos en los últimos años se han registrado avances inconmensurables. Si el señor ministro, como parece haber insinuado, se preocupa por la repercusión que el contenido de ciertos documentos pueda tener sobre las relaciones internacionales de España, lo lógico hubiera sido:

– consultar con el Ministerio de Asuntos Exteriores que, durante la etapa del actual ministro Sr. García-Margallo, tampoco ha sido la punta de lanza de la liberación de archivos, pero que no obstante podría haberle informado de buena fuente de que la Francia de Vichy ya no existe, de que la Italia mussoliniana se desmoronó, de que el Tercer Reich pertenece a la historia y de que el Protectorado se extinguió hace mucho tiempo.

– haber ordenado a los agregados de Defensa en los diversos países de la EU, y también en EEUU, que se enterasen de cómo se gestionan en ellos las políticas de desclasificación. Me atrevo a asegurar que su precioso tiempo no se hubiera visto limitado porque, en general, un par de llamadas por teléfono hubiesen sido suficientes.

– encargar a algún equipo civil y militar, o incluso solo militar, pero que domine idiomas, que navegue por internet para enterarse de las informaciones disponibles en la red acerca de la documentación militar y de política exterior en nuestras contrapartes más allegadas.

En realidad, hoy es posible trazar a grandes líneas las políticas exteriores y de seguridad españolas durante el franquismo recurriendo a la documentación extranjera pero solo, en general, desde el punto de vista de la interacción con los países más afectados o interesados por ellas. Los guisos de la cocina interna están remansados en los archivos españoles. Aun así, lo que ha salido y va saliendo en modo alguno permite sostener los mitos creados, amamantados y mantenidos durante la dictadura. A no ser que se trabaje en los archivos como han hecho los ínclitos biógrafos de Franco, el profesor Payne y el periodista Palacios.

En todo caso puedo asegurar al señor ministro de Defensa, con la mano sobre el corazón, que nada de lo que los historiadores españoles y extranjeros hemos escrito sobre la guerra civil y el franquismo ha conmocionado los pilares de la defensa exterior española ni, mucho menos, los intereses permanentes del Estado.

Es verdad que, como dijeron al unísono algunos militares y diplomáticos españoles en los años setenta, el régimen de Franco había convertido a España en un «Estado cipayo», pero gracias a la demolición de la dictadura, y no sin cierto esfuerzo, la verdad es que no tardó demasiado en dejar de serlo.

Lo que sí ha quedado claro es que, mal que les pese a muchos historiadores conservadores o neofranquistas, en último término el cambio de coordenadas estratégicas en que esas políticas cambiaron drásticamente no lo consiguieron los partidos de derechas ni de centro-derecha. Atentos a un próximo trabajo del catedrático de la Universidad de Copenhague Morten Heiberg que lo demostrará cumplidamente en inglés, para que se enteren por ahí los extranjeros interesados.

Lo demás es miedo al pasado y no la atención alguna la preservación de los intereses inmanentes y permanentes de la PATRIA entre los cuales no figura el mantenimiento de unos mitos que van siendo derrumbados irremisiblemente.

Y atentos también a eventuales órdenes de la Superioridad sobre la quema de documentos en estos momentos de cambio en las coordenadas dentro de las cuales, a partir de construirá, se hará, casi inevitablemente, la formación de la voluntad política entre las nuevas Cortes y el nuevo Gobierno.

LA PATRIA DEL OLVIDO (I)

19 enero, 2016 at 8:30 am

Ángel Viñas

El ministro de Defensa tiene importantes responsabilidades en cualquier país. En lo que se refiere al actual español es muy probable que no le hayan dejado dormir en los cuatro años en que ha desempeñado el cargo. Ahora ha anunciado que no figurará en el próximo Gobierno (supongo que pensando que el próximo será también del PP). En todo caso, es en él muy comprensible. El esfuerzo titánico de poner el aparato y la base industrial de la defensa de España en condiciones de hacer frente a los retos de los próximos decenios del siglo ha debido dejarlo exhausto. No en vano el panorama tecnológico de la guerra está cambiando a un ritmo vertiginoso. Lo que servía ayer, no servirá para mañana. Además, en su alocución en la reciente Pascua Milita, que ya sonó a despedida, lanzó algunas ideas que no han suscitado demasiados comentarios. En ella aludió, como es lógico, repetidamente a la Patria. Como en otras ocasiones lo han hecho sus demás compañeros de Gabinete.

Pedro_MorenesPero, ¿qué Patria? ¿Una Patria manejada por un Gobierno que, en base a su mayoría parlamentaria, ha hecho literalmente lo que le ha venido en gana, con las comprensibles limitaciones emanadas de Bruselas a efectos económicos? ¿Una Patria en la que su celoso cancerbero se ha visto asaltado por una multiplicidad incomprensible para el común de los mortales de casos de corrupción, con el extesorero a la cabeza? Y, en lo que a un historiador respecta, ¿una Patria en la cual el señor ministro ha considerado de muy buen tono hacer todo lo posible para que la ciudadanía deseche la mal costumbre de no querer olvidarse del pasado?

Hace ahora cuatro años que D. Pedro Morenés se encontró al llegar a su nuevo despacho con un modesto expediente. Una comisión compuesta de funcionarios de Defensa, militares, archiveros e historiadores había venido estudiando miles de legajos para proponer una desclasificación documental en bloque. Ya que ninguno de los Gobiernos de la democracia ha tenido las agallas suficientes para enviar a las Cortes un proyecto de Ley de Secretos Oficiales radicalmente distinta a la aprobada por su sumisa incarnación franquista en 1968, me cuento entre quienes saludaron alborozados la brillante idea de Carmen Chacón, antecesora del Sr. Morenés, y a la que no tengo el gusto de conocer, de abordar una desclasificación masiva de los fondos de Defensa. En plano totalmente ortodoxo. Desde finales de los años setenta poco a poco, y con Gobiernos de distinto color, la apertura de los archivos del franquismo ha ido haciéndose sin prisas pero sin pausas. Dejando, eso sí, numerosas lagunas.

El procedimiento adoptado por Carmen Chacón fue muy claro y sencillito: se elevaría el proyecto de desclasificación a la comisión de subsecretarios, donde se discutiría o no, y luego al Consejo de Ministros. En este excelso foro no habría suscitado debate si los «subses» hubiesen dado luz verde. El nuevo ministro, sin embargo, no movió un solo dedito. El esfuerzo debió de parecerle colosal. Tan colosal que cuatro años más tarde el proyecto sigue durmiendo el sueño de los justos. ¿Desidia? ¿Desinterés? Probablemente. También algo más: miedo.

Por aquella época un amigo me hizo llegar una sinopsis del paralizado proyecto de desclasificación. Aludí a él en mi prólogo a las memorias de Francisco Serrat, exprotoministro de Asuntos Exteriores de Franco entre octubre de 1936 y abril de 1937. En ellas Serrat traza una imagen del dictador que no coincide con la que divulgó la hagiografía franquista y a la que siguen acudiendo algunos historiadores de esos que se autoglorifican como no de combate. Como si la búsqueda de la verdad documentable fuese un mero capricho de deleznables colegas izquierdistas, antifranquistas y, por consiguiente, poco creíbles.

Creo que, para sacar los colores al Sr. Morenés antes de que su gestión pase a la Historia (el futuro dirá cómo), es conveniente glosar mínimamente el proyecto de desclasificación. Afectaba a documentación procedente del Cuartel General del Estado Mayor de la Defensa, del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire y estaba limitado por la fecha mágica de 1968.

Su contenido permite desarrollar una teoría que pone el énfasis en dos elementos: miedo al pasado y desprecio, cuando no altanería, respecto al esfuerzo desarrollado bajo la predecesora. Que no se diga, y que por favor no lo digan historiadores a lo Payne o Suárez Fernández, que el pasado español bajo Franco fue tan rutilante y tan glorioso que no necesita esclarecimientos adicionales porque, más o menos, ya se conoce todo.

Ahora bien, ¿qué han dicho arrogantes historiadores neofranquistas, que los hay, o simplemente conservadores, que incluso abundan más, de los temas expuestos en la sinopsis? ¿Acaso se atreverán a poner negro sobre blanco que no son temas sugestivos? ¿Qué no merecen consideración? ¿Qué no añadirán nada nuevo al conocimiento?

El lector juzgará pero para eso es preciso saber, en primer lugar, de qué temas se trata en la todavía inaccesible documentación. Para ello hay que dividirla entre la que procede del actual Estado Mayor de la Defensa y la referida a las distintas Armas.

En lo que se refiere al primero tenemos: 1. Doctrinas de empleo de las unidades en operaciones y desarrollo de los conceptos tácticos o procedimientos de empleo; 2. Reorganización de las FAS o de unidades específicos de los Ejércitos así como de sus órganos directivos; 3. Documentación de las Juntas Interministeriales y Consejos Superiores en la que se exponen problemas y soluciones que interesan a diversos Ministerios; 4. Proyectos y programas para la construcción de armamento, materiales y equipamiento de las FAS y modernizaciones; 5. Planes de contingencia para hacer frente a posibles amenazas para la defensa nacional, etc. Todo ello anterior a 1968. Ya ha llovido desde entonces y, como podrá apreciarse, son temas de importancia o significación nada desdeñables.

Si se desciende al nivel de Armas tendremos para el Ejército de Tierra dos grupos de documentación. El primero cubre la guerra civil y el segundo el período adicional limitado por el corte del año 1968. Sobre la guerra, dado que ahora se cumple el LXXX aniversario de su estallido, habría sido muy reconfortante que ya se hubiera efectuado la desclasificación sobre temas tales como

6. Capitanía de Aragón y Gobierno militar de Logroño: Juntas de Defensa, movimientos de fuerzas, claves y cifrados, bandos, justicia militarm descruocuibes geográficas y topográficas; detención de extranjeros, censura; 7: Cuarteles Generales, Capitanías y Grandes Unidades: organización y despliegue de unidades, orden de batalla, estados de fuerza, movimientos de tropas, partes de operaciones, organización y planes de defensa, cartografía; 8. Gobierno militar de Logroño: orden público, censura, movimiento insurreccional, movientos de tropas; 9. Gobierno militar de Sevilla: 2ª División Orgánica, operaciones y orden público, justicia, tribunales de honor, sentencias, prisioneros desterrados, órdenes de operaciones, organización, disolución de cuerpos; 10. Capitanía de la V Región Militar y Gobiernos Militares de Zaragoza y Lérida: organización y planes de defensa, incidentes, orden público, operaciones; 11. Lo mismo con referencia a las Capitanías Generales de la VI y VIII Regiones Militares, Gobiernos militares de Lugo, Navarra y Guipúzcoa; 12. Comandancia General de Baleares: organización y planes de defensa, rebelión militar, espionaje; 13. Capitanía General de Canarias: incidentes, orden público, claves y criptografía; 14. Comandancia General de Ceuta y Cuartel General de las Fuerzas Militares de Marruecos: fortificaciones, convenios y tratados con Francia y Marruecos, desembarcos alemanes, gastos de armamento, memorias de la defensa de Melilla, política en el Protectorado de España en Marruecos, movimiento y reorganización de fuerzas, información Zona Española, Francesa y de las cabilas; información políticos militar, protegidos y agentes franceses, contabilidad del Servicio Secreto del Ejército, operaciones de la guerra civil.

El segundo grupo de documentación que llega hasta 1968 comprende adicionalmente: 15. Subsecretaría del Ejército: justicia, campos de concentración, batallones de soldados trabajadores, arrestos, denuncias, deserciones, sospechosos, sabotajes; 16. Comandancia de Obras y Fortificaciones de la IV, V y VI Regiones militares: línea de fortificación del Pirineo, documentación téncia de las Comandancias de Ingenieros, actas de las Juntas de Defensa y Armamento, elección y construcción de asentamientos, croquis, fotografía (en todos estos casos aunque la documentación fuese posterior a 1968 podría desclasificarse por completo); 17. 2ª Sección del Estado Mayor Central: boletines de información interior y exterior sobre la actividad de las Capitanía, Ejército Pirineos, Marruecos; 18. Capitanías Generales y Gobiernos Militares: justicia, campos de concentración, batallones de soldados, trabajadores, arrestos, den ¿uncias, deserciones, sospechosos, sabotajes; 19. Comandancia General de Baleares: organización defensiva y planes de defensa, incidentes, orden público, operaciones.

El mero enunciado de la anterior documentación, todavía no disponible para el público, hará salivar a más de un lector. Y también a los historiadores cuyo oficio es desentrañar el pasado aprovechando cualesquiera nuevas evidencias. Por ejemplo: ¿Qué guardarán los papeles respecto a la sublevación en Sevilla de un criminal consumado como fue el general Queipo de Llano? ¿O qué nueva luz arrojarán sobre la represión en Navarra, Galicia, La Rioja, León y gran parte de Castilla la Vieja, es decir, en zonas en donde no hubo, o apenas si hubo, operaciones militares? Es obvio que ello permitiría contrastar las tesis profranquistas sobre el carácter de su amable justicia, orientada a castigar a los malvados «rojos» culpables de todo tipo de culpas, entre ellas las de haberse «sublevado» contra el Glorioso Ejército Nacional, salvador de España.

También es posible establecer la hipótesis de el conocimiento de tal documentación permitiría apreciar en su auténtico valor el de numerosas obras de inmortales autores (Arrarás, Aznar, Salas Larrazábal, etc.), glorificadas por la historiografía franquista y de las que han «chupado» sin pudor alguno historiadores como de la Cierva, Payne, Suárez y tantos otros. El riesgo, evidente, es que tal vez sufrirían correctivos importantes. ¿Y en qué lugar dejarán esas masas de papel los tan exaltados fondos de la FNFF? Por no hablar de la todavía muy oscura posguerra, en la que los autores de aquellas cuerdas entran de puntillas. ¿Por qué será?

ANIVERSARIOS E HISTORIA: 1936 y 1986

12 enero, 2016 at 8:30 am

Ángel Viñas

Reanudo, como había prometido, mis posts. Estamos en un tiempo de incertidumbres y me pregunto si la historia sirve para algo, aparte de satisfacer el deseo de conocer y de confrontar los mitos del pasado con lo que, más o menos penosamente, los historiadores van descubriendo y escribiendo. En los últimos años, al hilo de ciertos aniversarios han salido libros que han puesto al descubierto vetas desconocidas y generado reinterpretaciones que no casan con las «verdades» aceptadas. Podemos pensar que en 2016 ocurrirá lo mismo. Dentro de mis modestas posibilidades trataré de contribuir a ello.

GCE_1026_Anon_GN1201En este nuevo año coinciden dos aniversarios con números redondos. Son los que más llaman la atención. También son importantes. El más destacado es, sin duda, el que hace el año LXXX del estallido de la guerra civil. En el segundo se conmemorará el año XXX del ingreso de España en las entonces Comunidades Europeas, hoy Unión Europea.

Son dos aniversarios totalmente antitéticos. En el primer caso se abrió el camino por el que hubo de transitar una España al margen de lo que fue ocurriendo en Europa e incapaz de participar en la gran aventura de la reconstrucción de la parte occidental del continente. Es cierto que el aislamiento no fue total. Geográfica y geoestratégicamente no podía serlo. Tampoco fue para lanzar las campanas al vuelo. Salvando las distancias también eso ocurrió con la Yugoslavia titista. La España de Franco, además, estuvo dominada en los aspectos esenciales de la seguridad nacional por una vinculación bilateral con Estados Unidos. No ocurrió con Yugoslavia, algo que suele olvidarse en la habitual perspectiva etnocéntrica de la literatura que se ha encargado de loar vehementemente los logros de la dictadura. En el segundo caso España inició el proceso de reordenación de sus grandes orientaciones estratégicas con una política de balanceo en el que se complementaron de tal manera que el juego resultante fuese de suma positiva.

Aniversarios parecidos han sido recordados. En el primer caso el entonces Ministerio de Cultura promovió hace diez años un primer congreso internacional sobre la guerra civil. Se celebró en Madrid con asistencia de decenas de historiadores, españoles y extranjeros, bajo la dirección de un comité de expertos entre los que figuraba, que recuerde, el profesor Santos Juliá, de la UNED. Llevó un tiempo considerable de preparación. Al fin y al cabo era el LXX aniversario. En comparación, los recuerdos organizados por una Universidad confesional que invitó a, por lo general, historiadores neofranquistas o parafranquistas quedaron totalmente deslucidos. Para mí, sin embargo, es inolvidable la grotesca ponencia de Ricardo de la Cierva con sus referencias al ya difunto Herbert R. Soutworth. No seguiré su desagradable ejemplo siquiera sea por simple elegancia.

Ninguna de ambas experiencias parece que se repetirá este año, aunque sobre la segunda alternativa no estoy en condiciones de pronunciarme. El Gobierno del PP, con su proverbial desprecio por el pasado a no ser que sea desfigurado a su gusto, no ha mostrado el menor interés al respecto. Así que todo hace pensar que serán de nuevo la iniciativa académica y periodística y el interés de algunas editoriales los que permitan que salgan, posiblemente, a la luz nuevas obras que reflejen o recojan los progresos en el conocimiento.

En este primer post de 2016 sí puedo reseñar que en los últimos meses he ido montando, con la ayuda del profesor Juan Andrés Blanco de la Universidad de Salamanca, una versión actualizada del trabajo de crítica e interpretación bibliográficos que, sobre la guerra civil, se publicó en la revista STUDIA HISTORICA. Dicha puesta al día implica revisar y ampliar lo entonces escrito e incorporar nuevas tradiciones historiográficas. A este respecto tenemos ya las de Australasia y Japón y están encargadas la holandesa y varias latinoamericanas.

Ya han empezado a llegar los primeros artículos que muestran que, como no podía ser de otra manera, en los últimos tiempos ha habido de todo un poco. Junto con nuevas investigaciones coexisten auténticos engendros. En varios casos tengo la impresión de que alguna editorial no ha sabido distinguir el trigo de la paja, con errores e «interpretaciones» de categoría.

Teniendo en cuenta el éxito de difusión de que ha gozado el número extraordinario de la revista académica digital HISPANIA NOVA sobre Franco, en esta ocasión la versión actualizada se hará en formato de e-book. Ello permitirá la difusión en la red.

Sobre la incorporación de España a la hoy Unión Europea se dispone de estudios sesudos y concienzudos (no el tipo de estupideces que han difundido ciertos biógrafos de Franco). Lo que no abundan son los libros o artículos escritos por protagonistas.

Personalmente no he dejado de lado totalmente tales aspectos. En 2003 publiqué un mamotreto en el que me apañé para cohonestar mi experiencia en la Comisión Europea con la formación de ciertas políticas en las que tuve el privilegio de participar, bien como oyente o como protagonista. Algo más tarde me esforcé en que el Ministerio de Economía y Comercio publicara un número monográfico de la revista académica INFORMACIÓN COMERCIAL ESPAÑOLA con artículos de funcionarios españoles que habían prestado también servicios en la Comisión.

De lo que en ambos casos se trató de hacer ver a los lectores que las políticas comunitarias las idean hombres, que las empujan hombres con intereses dispares y que quienes las ejecutan o supervisan, bien o mal, tienen nombres y apellidos. La noción, tan cara a los euroescépticos británicos, de los «faceless bureaucrats» de Bruselas es tan poco aplicable a la Unión Europea como cuando se aplica al estudio de la formación de las políticas nacionales.

En términos de aportaciones a la actividad de la Comisión me congratulo, además, en resaltar que varios compañeros también han plasmado sus memorias o sus análisis de lo que en ella hicieron o vieron. Los libros de Pablo Benavides (qepd) y del profesor Manuel Sanchís i Marco me vienen ahora a la memoria.

Sé, al menos, de dos proyectos editoriales que saldrán a la luz en este nuevo año. En el primero un grupo de expertos con conocimiento directo de la Unión Europea expondrá lo más granado de sus experiencias y reflexiones acerca del proceso de incorporación de España, al talante con el que políticos (entre ellos Enrique Barón, que llegó a ser presidente del Parlamento Europeo) y funcionarios españoles (entre ellos mis queridos amigos los profesores Francesc Granell y Manuel Sanchís) acometieron tal incorporación y cómo se desenvolvieron en sus nuevos cometidos.

El segundo se reflejará en un número especializado de la revista STUDIA HISTORICA, de la Universidad de Salamanca, dirigido por los profesores Sigfrido Ramírez de la Universidad de Copenhague y gran experto en la historia de la Comisión Europea y Víctor Fernández Soriano, de la Universidad Libre de Bruselas que acaba de publicar un libro sobre los derechos humanos en Europa y las dictaduras en el área mediterránea (1949-1977).

En tal número de STUDIA HISTORICA, que aparecerá probablemente en marzo, participo con un documento desconocido. Tras el referéndum sobre la permanencia en la OTAN en 1986, me encargué en el Ministerio de Asuntos Exteriores de diseñar un plan de acción a través de las Comunidades Europeas (Comisión y Consejo) para impulsar el interés de estas hacia América Latina. No sabía que con ello estaba sentando las bases para un giro copernicano de mi trayectoria profesional que duró más de veinte años.

El plan se condensó en una nota de una quincena de páginas que se comunicó oficialmente a la Comisión y al Consejo en el marco de la entonces Cooperación Política Europea. Fue el fruto de varios meses de trabajo intensivo en el que me dejé la piel. Ahora lo he retraducido del inglés original y aparecerá en ese número de STUDIA HISTORICA. Será un testimonio de hasta qué punto acertamos o no en nuestro enfoque. Muchas de las cosas en él expuestas se llevaron a la práctica. Otras, no. Obedecía a la máxima de que para alcanzar un cierto porcentaje de objetivos hay que ser ambiciosos porque, en la Unión, ya los recortarían.

En el segundo proyecto participamos no solo funcionarios y políticos como que terminamos desembocando en las Instituciones o que permanecieron en Madrid. Para ello el embajador Juan Antonio Yáñez-Barnuevo, a la sazón director del Departamento de Internacional del Gabinete del Presidente del Gobierno Felipe González, y quien esto escribe hemos reunido fuerzas. Nuestra idea ha sido la de condensar en el menor espacio posible los puntos fundamentales de la estrategia seguida para alcanzar en el mínimo de tiempo imprescindible la ansiada incorporación.

Naturalmente, los historiadores no nos movemos al compás de los aniversarios. Eso no sería sensato ni casa con la metodología histórica pero, ¿por qué no celebrar los aniversarios redondos, referidos tanto a desastres como a glorias?

No hay que reinventar la rueda. Lo que hacemos en España también se hace en el extranjero. A lo largo de los próximos meses intercalaré algún que otro ejemplo.