La Cóndor deja de ser el “bombero” de Franco

27 junio, 2017 at 8:30 am

Ángel Viñas

En los posts anteriores he hecho hincapié en el papel táctico de la Cóndor. El apoyo a las fuerzas de tierra, el bombardeo de posiciones republicanas, el dog fighting con la aviación soviética etc, no eran acciones en las que la Legión pudiera desplegar su fuerza al completo. De nuevo la destrucción de su documentación no permite colmar todas las lagunas. Tenemos que movernos por indicios. Eso sí, son suficientes para derrumbar otro de los grandes mitos franquistas: el genial estratega que según dicen fue Franco decidió por fin el 21 de marzo llevar la guerra al Norte y cursó las órdenes oportunas a la Cóndor.

El profesor Joseba Agirreazkuenaga presentó en el reciente simposio sobre el bombardeo de Gernika un plano fotográfico alemán de Bilbao en el que se reseñaban toda una serie de objetivos militares. Lleva como fecha la del 20 de diciembre de 1936. Se compuso cuidadosamente gracias a numerosas fotografías aéreas. Sobre su significación puede debatirse. Como señala dicho autor, después de estudiar detenidamente la prensa de la época, “las autoridades limitaron la información sobre el impacto de los bombardeos y los muertos, en particular después del del 4 de enero, para impedir nuevos asaltos a la cárceles y para que no afectara a la moral de la población”. Este bombardeo es muy conocido pues causó una reacción de venganza que condujo, según Carmelo Landa Montenegro, al asesinato de 225 personas encarceladas en varios lugares. Una reacción, por lo demás, única.

Es posible que hubiese una relación entre las consecuencias y las órdenes de Franco de dos días más tarde sobre el no bombardeo de ciudades, salvo autorización previa. No lo sé, pero para mi argumentación no es relevante.

Lo que sí es relevante es otro aspecto: el interés por actuar en el Norte al filo del cambio de año. Si fue solamente alemán, quizá Franco -obsesionado por Madrid- les llamase la atención. Si fue un interés conjunto pudo haber otras motivaciones. En ambos casos una conclusión se impone: en la medida en que lo que más necesitaba era que la Cóndor actuase de apagafuegos, Franco no dejaba rienda suelta a sus aliados. Tampoco cabe concluir necesariamente que Franco dedicara una especial atención al frente Norte a finales de 1936, como señala Muñoz Bolaños en una obra todavía muy calentita (p. 134).

Lo que está fuera de toda duda es que algunos nazis sí habían empezado a pensar en una ofensiva en la zona norte a principios de enero. El mapa aludido no es un suficiente indicio. Schüler-Springorum (p. 186 de su libro en alemán de 2010) indica que en el informe de un militar del Tercer Reich que visitó España figuraban como posibles objetivos en el Norte: “fábricas de armas y de municiones, instalaciones portuaria, depósitos de víveres y eventualmente ataques terroristas para apoyar negociaciones”. Las itálicas son mías y probablemente significan que por parte de algunos alemanes se las tenía en mente (tras la experiencia de los bombardeos de Madrid) para aflojar la moral de la resistencia vasca. El general Salas, escribiendo años después de Schüler-Springorum, todavía no se había enterado. Muñoz Bolaños (pp. 134s), por su lado, transforma erróneamente dicho informe en supuestas prioridades de Sperrle para la actuación en Vizcaya. Pues no. No está firmado por el general en jefe de la Cóndor y sí por un militar que visitó España.

Más interesante es que Salas recuperase un proyecto de operaciones de Mola fechado el 26 de enero y un boceto de plan firmado, antes del 9 de febrero, por el general jefe de la 6ª división para actuar en el Norte. Ahora bien, tan ensalzado autor en ningún momento menciona (como tampoco lo ha hecho ningún historiador pro-franquista que servidor conozca) que en el diseño de la campaña del Norte la contribución nazi fue muy importante y, probablemente, decisiva. También a Salas se le olvidó señalar que tales documentos ya los había reproducido Martínez Bande en su monografía sobre la guerra en Vizcaya y que los había caracterizado, con razón, de “idea primitiva para la invasión” de lo que quedaba de Euzkadi.

¿Por qué aportaron los militares nazis su savoir faire a una redeficinión estratégica? Tradicionalmente se ha indicado que los alemanes tenían sumo interés en hacerse con el control de la minería del hierro de Vizcaya. Este era una materia prima que, como las piritas, el Tercer Reich deseaba ardientemente para su rearme. Yo mismo he escrito algún artículo al respecto. Fue una condición necesaria pero no suficiente.

La documentación alemana hace pensar que también tuvieron un papel otras razones de tipo estratégico, militar y sicológico. Entre las primeras, la posibilidad de utilizar la Legión Cóndor en bloque, que era para lo que se había creado, a manera de puño de hierro que horadase las defensas republicanas. Desde el punto de vista militar para conseguir la superioridad material con respecto al adversario, eludiendo nuevas confrontaciones en un frente bien defendido como era el central. Finalmente, en una perspectiva de agrietamiento de la moral enemiga para compensar dos circunstancias negativas: el Jarama no había sido una victoria clara y Guadalajara fue la derrota táctica de un ejército, el italiano, aliado al español.

Sperrle nunca pensó que la ofensiva en el Norte condujera a la rápida conclusión de la guerra, pero sí que favorecería “la recuperación del prestigio de las armas nacionales” y que, tarde o temprano, determinaría el resultado en el Centro. Esto nos parece bastante más realista, con independencia de que está inscrito en la reconstrucción alemana de la campaña. En cualquier caso, no cabe descartar motivos adicionales que aquí no interesan.

Desgraciadamente no sabemos las razones de la inicial reticencia de Franco. Se afirma en general que estaba obsesionado con la captura de Madrid. Que lo había estado parece indudable, pero servidor ha argumentado que hacia febrero de 1937 se había dado cuenta de que a él lo que le interesaba era una guerra larga manteniendo a la par su casi inmaculado prestigio de general invicto. Este es un tema que requeriría un tratamiento pormenorizado. Este no es el lugar.

El hecho es que Sperrle y von Richthofen, amén de Mola y otros generales franquistas, unieron fuerzas y consiguieron que Franco diera, efectivamente, la luz verde a la ofensiva en el Norte el 20 de marzo. Ya Klaus Maier indicó que lo que el Generalísimo aceptó fueron las propuestas alemanas y de sus propios militares. Ergo, no se habían establecido de forma puramente endógena (hispánica) y  operando  los mílites franquistas en el vacío sin relación con la Cóndor. Sería, por lo demás, algo totalmente impensable dado que se habían acostumbrado a acudir a ella para cualquier cosa. No en vano Ries y Ring, poco sospechosos de “anti-condorismo”, calificaron la actuación de la Legión en el  período anterior como la propia de unos “bomberos” (Feuerwehr) de Franco. Por contraposición, en la futura campaña los planes de Sperrle eran que la Cóndor actuase tal y como se había previsto en el documento 113. Ni que decir tiene que con el beneplácito de Berlín.

El 24 de marzo von Richthofen se puso en marcha para discutir aceleradamente los detalles de la futura cooperación. Se multiplicaron las reuniones en Vitoria y Burgos. Naturalmente hubo un toma y daca. No en vano las culturas militares diferían. Las posibilidades de acción también. Por parte franquista participaron, amén de varios jefes y oficiales que no merece la pena detallar, los generales Kindelán, López Pinto y Solchaga y, como peón de brega, el coronel Juan Vigón. Este sería el hombre clave de la coordinación nazi-franquista.

Sobre el comienzo de la ofensiva ninguno sabía todavía nada, porque Franco se había reservado la determinación de la fecha. Para algo era el supreme commander. Lo que rápidamente quedó en claro es que, como ya señaló Maier, las fuerzas de tierra franquistas deseaban tener la máxima coordinación con la aviación. Los mandos subalternos españoles no eran particularmente tontos y comprendían, a nivel operativo, que sin los aviones nazi-fascistas el avance de la infantería se vería dificultado de manera considerable.

Cualquier historiador mínimamente competente puede acudir a la documentación alemana relevante en busca de mayores detalles. No es necesario que se desplace a Friburgo. No. Está depositada en copia en el Centro de Documentación sobre el bombardeo de Gernika en la villa foral. ¿Cuántos gacetilleros franquistas se han dado por allí un garbeo?

De lo que antecede, expuesto con toda brevedad, es prácticamente imposible no extraer dos conclusiones: la primera es la primacía absoluta de Franco y a cuyas decisiones se subordinó Sperrle, en cumplimiento de las instrucciones plasmadas en el documento 113. La segunda es que, de cara a la próxima campaña, españoles y alemanes empezaron a montar los pilares para una estrecha coordinación táctica y operativa y con participación algo más que directa de generales y jefes del Ejército del Norte. ¿Debemos suponer que Franco no se enteraba?

Salas, negacionista de la responsabilidad del mando franquista en la catástrofe de Gernika, se vio incluso obligado a reconocer, de forma indirecta, la primacía de Franco en la relación con los alemanes. Por ejemplo, al señalar que en enero se había negado a la supuesta petición de Sperrle de bombardear Bilbao en represalia por la ejecución de un aviador alemán derribado. Se trata de una información para la que no da fuente, salvo que se trata de un detalle que le transmitió verbalmente un amigo suyo que tampoco identifica,  pero el episodio en sí es muy conocido. [Que Salas pida que le crean sur parole es el colmo]. O al indicar que fue el “mando nacional” el que decidió (sic) concentrar en los aeródromos de Burgos y Vitoria el grueso de la Cóndor. Si lo decidió, es obvio que los alemanes  siguieron sus órdenes.

La ofensiva en Vizcaya dio comienzo, como es sobradamente conocido, el 31 de marzo de 1937. Le precedió una orden general de operaciones que Vigón firmó dos días antes, el 29, en nombre de Mola. En ella se incluyó un apartado muy sobrio: “El general en jefe de las fuerzas aéreas dispondrá la forma de cooperación durante la preparación y asalto a las posiciones”. ¿Y quién era el “general en jefe”? Alfredo Kindelán, receptor de la orden para su cumplimiento. Pero…

Muñoz Bolaños ha hecho mucho hincapié en que “Kindelán no iba a determinar los objetivos aéreos de la campaña”  (p. 144). Esta es una afirmación que va, lo quiera dicho autor o no, en el mismo sentido que una de las tesis principales de Salas: fue la Legión Cóndor la que actuó en operaciones aéreas como “autoridad suprema” en el Norte. A mi me parece, sin embargo, que no fue así y que  ambos autores  han desarrollado una argumentación basada en conocimiento imperfecto.  Probarlo exige un tratamiento específico. Es, en efecto,  un punto central. A decir verdad, el central para dilucidar la cuestión de las responsabilidades en la destrucción de Gernika.

Las motivaciones tácticas, los mandos franquistas y la Legión Cóndor

20 junio, 2017 at 8:30 am

Ángel Viñas

La historia de la Legión Cóndor es bastante conocida. Aunque la gran masa de documentación que generó fue destruída en uno de los bombardeos de Berlín en la segunda guerra mundial, los mandos alemanes ordenaron una multitud de análisis en profundidad sobre su papel, las operaciones en que participó, las dificultades que encontró, las experiencias que realizó y las lecciones que podrían extraerse de su empleo de cara a la planificación de la futura guerra aérea, etc. Muchos de tales estudios se conservan.

No hay que pedir a los gacetilleros pro-franquistas que se desplacen a los archivos militares de Friburgo y analicen pormenorizadamente tales estudios. Un breve resumen breve se conoce desde hace muchos años de la pluma del exteniente coronel de la USAF Raymond L. Proctor. Su libro, aunque a veces se cita, no parece que se haya abordado desde la perspectiva que nos ocupa en estos posts.

Digamos simplemente que los problemas con que se toparon los alemanes fueron muy numerosos. Entre ellos el que mayor atención ha recibido de los historiadores pro-franquistas es la sorpresa de los rubios aviadores de la Cóndor al tener que combatir contra sus homólogos soviéticos. Resultó que, en general, el material alemán era de bastante inferior calidad. Por otro lado, una cosa era la guerra sobre el papel, tal y como se diseñaba en Berlín, y algo muy diferente la que se dirimía en España.

Además, los mandos franquistas se mostraron pedigüeños. Habían recibido una perita en dulce y, naturalmente, quisieron degustarla  hasta los límites de lo posible. Las consignas del documento 113 se revelaron, en un principio, ilusorias. La Cóndor se convirtió en un apagafuegos y se la empleó de las más diversas formas y en los más diversos papeles. Todos ellos, sin excepción, de naturaleza táctica. Las premuras no daban tiempo para contemplar grandes maniobras estratégicas.

Así que, en el plano táctico, nada mejor que estandarizar procedimientos. Algo que por otra parte era necesario para introducir a la Cóndor en apoyo inmediato de las fuerzas franquistas, en particular del Ejército de Tierra. No conozco a ningún autor, pro-franquista o pro-Cóndor, que haya profundizado en este terreno. Tal vez porque todos ellos siguen deslumbrados por las proezas en combate de los jóvenes guerreros rubios del Norte.

Es sorprendente, en particular, que tampoco figure de forma prominente en ninguna de las tres versiones del bombardeo y destrucción de Gernika debidas al general de división en el Ejército del Aire Jesús Salas Larrazábal. Comblemos, un pelín, tan desafortunado vacío.

Las peticiones de apoyo a la Cóndor se hicieron a través de formularios estandarizados que provenían de la Jefatura del Aire, es decir, del general Kindelán. Supongo, y no es demasiado suponer, que de uso estaría enterado Franco. Las emitía la 3ª Sección, es decir, la de Operaciones. Especificaban el objetivo de la petición, las referencias oportunas para evitar despistes y, cuando era preciso, se adjuntaban los anexos correspondientes. Todo, como se ve, algo burocrático pero imprescindible entre fuerzas aéreas que no compartían ni un idioma en común ni tradiciones comunes.

Los formularios se dividían en tres secciones: información, misión y ejecución. Algo absolutamente normal. En lo que respecta a información se incluían apartados sobre la situación propia, el enemigo y la misión de otras fuerzas aéreas (solo había dos: las italianas y las propias). La segunda sección, generalmente breve, especificaba la tarea que debía cumplirse. La tercera, muy interesante, desglosaba la idea general de la maniobra; la constitución de la fuerza y la organización del mando correspondiente; las condiciones de la ejecución; los enlaces y comunicaciones; eventualidades y, por último, diversas prescripciones. Los formularios identificaban los destinatarios y el número de copias. Las órdenes iban numeradas correlativamente. Todo normalito, pero de lo que se desprende una conclusión inequívoca: era mejor no dejar mucho al azar.

En un mundo ideal el historiador iría rápido y veloz, como corresponde, a buscar las órdenes que se hubieran emitido en el entorno temporal de Gernika. Hélas! Una mano misteriosa las ha hecho desaparecer. Para mi ensayo sobre los fallidos intentos del general Salas Larrazábal de exonerar al Alto Mando franquista no encontré ninguna. Pero sí hallé algunos ejemplares de los formularios ya estandarizados que se utilizaron para cursar peticiones a la Cóndor en diciembre de 1936.

El momento es muy importante. Significa que tan pronto como desembarcaron las últimas unidades de la Legión y empezaron a entrar en combate, alguna mente privilegiada se preocupó de organizar un sistema de transmisión de órdenes que fuese claro y transparente. Pregunta: ¿podría haberse puesto en práctica sin que el augusto Generalísimo no hubiese tenido conocimiento de él? Para mi, la duda ofendería.

Teniendo en cuenta que el Ejército de Franco no era el de una tribu de zulúes en el siglo XIX, no hay que esforzarse demasiado para concluir que desde el primer momento el mando español se preocupó de integrar la actuación de la Cóndor en sus dispositivos de guerra. Las órdenes siempre fueron precisas con respecto al objetivo.

Así, por ejemplo, el 9 de diciembre se pidió a la Cóndor que aprovisionara el Santuario de Santa María de la Cabeza; el 13 que bombardease El Carpio, Montoro, Bujalance y las trincheras y avanzadas enemigas; el 19 que reconociera las vías de comunicación que conducían a la zona de operaciones de Córdoba. Como vemos, tres tipos de operaciones. Naturalmente hubo muchísimas más. Destaca un aspecto que ya fue constante en aquella época temprana: el apoyo aéreo a las fuerzas de tierra y de naturaleza esencialmente táctica. Apoyo que en la campaña del Norte sería fundamental.

¿Y de quién procedían las órdenes? Pues del general jefe del Aire o del general en jefe del Ejército del Sur, el villano Queipo de Llano. ¿Cabría extrapolar a la campaña del Norte y pensar que los actores serían el mismo Kindelán y el terrorista sin fisuras que fue Mola? La respuesta es afirmativa.

Las misiones que hemos indicado se detallaron específicamente y se dieron informaciones sobre el contexto (“idea general de la maniobra”). Sobre la constitución de la fuerza se cursaron instrucciones precisas cuando se involucraba la aviación propia pero, prudentemente, se dejó al mando de la Cóndor la determinación de sus unidades. El receptor nominal era, naturalmente, su jefe de EM, el coronel (el empleo inmediatamente superior al que tenía en la Luftwaffe) Wolfram von Richthofen. Esto último, incidentalmente, significa que el cargo no lo ostentaba Alexander von Scheele, a pesar de que diversos historiados pro-Franco lo presentan así.

Que al mando franquista le preocupaba sobremanera el tema de la coordinación se advierte en las descripciones relativas a las condiciones de ejecución, enlaces y comunicaciones y restricciones eventuales. Cuando la participación italiana era deseada también se especificaba su naturaleza (“una patrulla de Fiat”, en servicio de protección; “no actuarán sin previo aviso ninguna otras fuerzas aéreas distintas de las de la Legión Cóndor”).

En definitiva, como señalaron Proctor y Corum, pero sin extraer demasiadas conclusiones en este tema, los planes y deseos españoles se transmitían a la Cóndor a través de sus responsables y se hacían desde las alturas de los mandos franquistas correspondientes.

Naturalmente, podría plantearse alguna pregunta. Por ejemplo, eso fue en diciembre de 1936 o en enero de 1937 pero, ¿en Gernika?

Así que, como verán los amables lectores, ya vamos acercándonos al tema de las responsabilidades.  Y aquí hay que volver al general Salas.

En la tercera y última versión de sus camelos al respecto (publicada por la editorial Galland) Salas continuó sacando pecho. En la página 339, anexo 63, recopió el ya adelantado en la segunda, de 1987, página 66), sin indicación de fuente (¡faltaría más!) y reprodujo un precioso documento. Argumentó que Franco, después de denegar a Sperrle la autorización de bombardear Bilbao, dio instrucciones por escrito al respecto y Kindelán transmitió al supuestamente prepotente comandante en jefe de la Cóndor el 6 de enero de 1937.

Un lector pro-franquista apresurado respiraría. Haría mal. Sin duda impulsado por su entusiasmo negacionista lo cierto es  Salas “se pasó”. Es correcto que las instrucciones de Franco establecieron taxativamente que “sin orden expresa no se bombardeará ninguna ciudad ni centro urbano” (punto nº 1). También lo es que en el punto nº 3 se ordenó que “cuando se bombardeen objetivos militares en las poblaciones o próximos a ellas, se cuidará de la precisión del tiro con objeto de evitar víctimas en la población no combatiente”. El lector respiraría aliviado a la vista de tan precisas instrucciones.

De ahí a concluir que los alemanes obraron a capricho solo hay un paso. Esto es, por cierto, lo que ya adujeron aquellos adalidades del honor de Franco que fueron Vicente Talón y Ricardo de la Cierva. Lamentablemente, la presunta solicitud del Generalísimo por los “rojos” o los “separatistas” está totalmente fuera de lugar. Salas reprodujo, sí, el documento pero “se olvidó” comentar y explicar que el segundo punto de las instrucciones afirmaba, no menos taxativamente, que “esta clasificación (sic) sufrirá modificaciones parciales según las circunstancia y su vigencia terminará el 31 de enero”. Las itálicas son mías.

Es decir, tales instrucciones no sirven de guía, salvo que se hubieran ampliado, para lo que ocurrió a finales de abril de 1937. Que yo sepa nadie ha publicado tal ampliación y, en cualquier caso, ¿quién ha demostrado que en Gernika no se dieron cita aquellas “circunstancias” que modificaban las instrucciones?.

No se preocupe el lector: todavía hay más. En él próximo post desharemos otro mito franquista y pondremos a Sperrle en el lugar que le correspondía a tenor del famoso documento 113.

La Legión Cóndor y los mandos franquistas: el comienzo

13 junio, 2017 at 8:30 am

Ángel Viñas

En este post voy a desarrollar una reflexión sobre los comienzos de lo que terminaría siendo uno de los núcleos centrales de la discusión, al parecer cerrada definitivamente para los historiadores neo-franquistas, en torno a la destrucción de Gernika: la atribución de responsabilidades. Ni que decir tiene que los franquistas, puros y duros, se la echan exclusivamente a los alemanes. ¡Hay que salvar el honor militar de Franco!. Por ello una de las cosas que menos sorprende es la escasa atención que los historiadores españoles y extranjeros han prestado (salvo alguna que otra pequeña excepción) a las relaciones operativas entre los mandos franquistas y alemanes tal y como se configuraron tras la llegada de la Cóndor.

Que a ello no se haya dedicado con intensidad quien pasa por ser el gran manitú de las interpretaciones neo-franquistas sobre la destrucción de Gernika, el ya fallecido general de división Jesús Salas Larrazábal, no es sorprendente. Que ninguno de sus numerosos seguidores hayan osado adentrarse por terreno tan poco explorado tampoco. Así que cuando el año pasado el Ministerio de Defensa y la Comisión Española de Historia Militar de la Real Academia de la Historia publicaron un grueso volumen titulado Historia Militar de España en la edad contemporánea, de 1898 a 1975, me abalancé sobre él para ver si había alguna nueva revelación. Una decisión muy sabia, habida cuenta de la discusión que se ha reencendido con ocasión de este LXXX aniversario.
Tal volumen contiene un capítulo (“Guerra aérea sobre España”) escrito por el coronel de Aviación Don Jaime de Montoto y de Simón, diplomado de Estado Mayor y licenciado en Geografía e Historia. Lo recomiendo calurosamente como ejemplo de la tergiversación que subsiste en torno a las responsabilidades por la destrucción de Gernika. Además, contiene algunos errores fácticos que dicho autor hubiera podido subsanar fácilmente de haber leído alguna obra reciente sobre la Legión Cóndor (por ejemplo, la de Stephanie Schüler-Springorum). Así quizá no hubiese escrito que fue “un cuerpo de aviadores voluntarios” o que su primer jefe fue el coronel (sic) Alexander von Scheele. Desinformación y mezcla de churras con merinas. Von Scheele fue el comandante del primer grupo de aviadores alemanes que llegó a España a principios de agosto de 1936 y los componentes de la Cóndor fueron voluntarios en solo el aspecto formal. ¿Quién iba a negarse a seguir las “invitaciones” del mando a participar en una aventura en un país exótico?

El gran conocedor de la guerra aérea que sin duda es el coronel de Montoto no ha roto la menor lanza a la hora de ubicar la responsabilidad por el desastre de Gernika en el mando alemán y el  franquista.  Su argumentación, que continuaré en un próximo post, peca de inconsistente y de carencia de profundidad analítica. Por un lado, reconoce que “inicialmente Kindelán tuvo dificultades para ejercer el mando supremo de las tres aviaciones (nacional, Legión Cóndor y Aviación Legionaria), ya que al principio era el jefe de la fuerza más débil. Derrochó prudencia y diplomacia hasta que las circunstancias cambiaron y su autoridad fue plenamente aceptada por italianos y alemanes…” (p. 254).

Pero (esta preposición da mucho juego) por otro lado no dice en qué momento del tiempo ocurrió ni hace la menor referencia a la manifestación de las limitaciones impuestas por el doc. 113. ¿Cuándo, en efecto, cambiaron las circunstancias?). ¿Desdeñó Sperrle sus instrucciones? ¿O lo hizo, acaso, su sucesor? ¿O descubrió el mando alemán en Berlín que era mejor seguir las consignas de Franco? El lector del ilustre coronel se queda a la luna de Valencia.

Es necesario, pues, profundizar un poco en el tema. Me parece notable que, salvo error u omisión (de los que nadie está totalmente a salvo), sean escasos los historiadores, militares o no, españoles o extranjeros, que se hayan dado cuenta de la significación de algunas cuestiones, conocidas sí, pero poco analizadas.

1ª La Cóndor se envió para estimular una conducción más rápida de la guerra por parte de Franco y en la esperanza de que tomara pronto Madrid. ¿O no fue así? Dado que Madrid continuó resistiendo, el 18 de noviembre de 1936 el Tercer Reich y la Italia fascista reconocieron como Gobierno de España al aparatito ad hoc montado por Franco tras su “exaltación” a la Jefatura del Estado. El establecimiento de relaciones diplomáticas tuvo impacto en la representación alemana en la ya autodenominada “España nacional”. La asumió el general Wilhelm Faupel, nazi convencido, quien presentó credenciales a finales de mes, precisamente cuando terminaban de llegar la Cóndor y su impedimenta. Warlimont y von Scheele se marcharon, pero antes el primero tuvo que volver inmediatamente a Salmanca a petición de Faupel para que le echara una mano como asesor militar. Los dos pronto chocaron y Warlimont se trasladó poco después al Tercer Reich, donde recibió el mando de un regimiento de artillería. El 21 lo recibió el propio Hitler. El contexto, en el que se examinaba la posibilidad de acrecentar fuertemente la ayuda nazi-fascista, no es relevante para nuestros propósitos.

2ª Un historiador militar normalito se habría preguntado cómo se organizó de entrada la cooperación entre las tres aviaciones. El general Salas no lo hizo. El coronel de Montoto tampoco se lo ha planteado. Sin embargo, se trata de una cuestión importante. Se sabe desde tiempo inmemorial que los aviones de la Cóndor no tardaron demasiado en entrar en combate. Suponemos que bajo mando alemán pero en estrecha relación con el franquista. ¿Cómo se llevó a cabo esta cooperación en el plano operativo? No hay que olvidar que el doc. 113, tan mencionado por numerosos autores, fue silente al respecto.

3ª Hay que tener en cuenta otra circunstancia. El Ejército español, sublevado o no, no tenía la menor experiencia de colaboración con fuerzas extranjeras. Siempre había sido un ejército para el interior. A lo sumo podría mencionarse los cortos, y muy circunscritos, contactos con los franceses tras el desembarco en Alhucemas. No conozco a nadie (sin duda por remediable ignorancia) que haya profundizado en las enseñanzas que se extrajeron de aquella breve cooperación. Los alemanes e italianos, por el contrario, tenían  más, aunque tampoco demasiadas. Los primeros habían efectuado experiencias en la Europa central y oriental con los aliados austro-húngaros y turcos. También en el Oriente Medio. Los segundos, con la Entente en el frente italiano del norte, al menos a nivel de Estados Mayores. Es decir, en su apertura a otras culturas militares superaban netamente a los españoles. Con todo, es inevitable que hubiera contactos inmediatos sobre cómo organizar las operaciones futuras. ¿Alguien ha encontrado los papeles que las ilustren? ¿Dónde están las minutas que se redactaran por parte española? Misterio. ¿O no se redactaron? ¿Deberíamos concluir que los sublevados se comportaban como un ejército tribal?

4ª Creo que la respuesta a esta última pregunta, que ya se planteó Herbert R. Southworth, es negativa. Por ahora podemos suponer que las consideraciones tácticas predominarían sobre las estratégicas. Los nuevos aviones alemanes participarían en operaciones del primer tipo, contribuyendo a solventar todo tipo de urgencias. Es decir, salvo que se demuestre lo contrario Sperrle no podría aplicar todas las amplias prerrogativas de que disfrutaba para el empleo de la Cóndor. Su misión fundamental estribaba en ayudar a Franco y, mientras no se demuestre lo contrario, hemos de pensar que a ello se dedicó desde el primer momento. Hubiera sido muy interesante que el general Salas o el coronel de Montoto hubieran aplicado su inigualable conocimiento de los recovecos de la guerra en el aire a explorar esta primera fase de las operaciones de la Cóndor y la relación entre los mandos respectivos.

5ª Afortunadamente, un historiador norteamericano, el ex teniente coronel y aviador Raymond  L. Proctor suministra algunos detalles que, hasta cierto punto, permiten rellenar varias lagunas. Por él conocemos que Sperrle empezó a dictar órdenes el 5 de noviembre, antes de que llegaran los primeros contingentes de la Cóndor. Que Varela, en su ataque a Madrid, solicitó en varias ocasiones apoyo aéreo a la aviación alemana e italiana. También sabemos que el 15 de noviembre se registró la primera participación en combate de los aviones de la Cóndor cuando empezaron a bombardear -tal y como prescribía el doc. 113- los puntos de desembarco del material soviético. Que tres días más tarde se emplearon a fondo en el bombardeo de Madrid en acciones que duraron hasta el 22. Que el 27 sus aviones respondieron a peticiones urgentes de Queipo de Llano y descargaron repetidamente bombas sobre las tropas republicanas que cercaban el Santuario de Santa María de la Cabeza a la vez que dejaron caer cuantiosos suministros a sus defensores, etc.

Así, pues, como conclusión para este post cabe pensar que, mientras no se demuestre lo contrario, los nuevos apoyos aéreos nazis se concentraron en realizar operaciones de carácter esencialmente táctico. No se olvidaron otras de mayor calado potencial, como los intentos de interrumpir el suministro de armas soviéticas a la República. Señalemos, no obstante, que desde el primer momento hubo algunas fricciones entre los mandos franquistas y el alemán. En diciembre, una vez completado el envío de la totalidad de la Legión en su primera encarnación, Sperrle adoptó una decisión que disgustó a los españoles. Los aviones alemanes apoyarían la batalla por Madrid solo por la noche para limitar las pérdidas que pudieran ocasionar los cazas soviéticos. A tal efecto se concentrarían en el bombardeo de la carretera y el ferrocarril que comunicaban Madrid con Valencia.

No nos consta que de ello se derivasen consecuencias duraderas para la cooperación futura entre nazis y franquistas. Tampoco es exagerado afirmar que no tardarían en perfeccionarse las líneas esenciales de la misma en el plano operativo. Algo que, de nuevo, los historiadores pro-franquistas (no digamos nada de los gacetilleros de turno) se han abstenido cuidadosamente de abordar. A tal aspecto dedicaré el próximo post. Como los lectores observarán, conviene aproximarnos metódicamente al tema central de esta serie.

Condiciones para el empleo de la Legión Cóndor. Comentario.

6 junio, 2017 at 8:30 am

Ángel Viñas

Dado que el documento reproducido en el post anterior se conoce desde, por lo menos, 1950 cuando fue publicado en inglés, a los lectores no les extrañará que haya sido objeto de numerosas interpretaciones. Hay algunas, debidas a historiadores pro-nazis o pro-franquistas, realmente pintorescas. Aquí solo haré una exégesis interna, combinada con la adecuada contextualización del documento 113. Los lectores se darán pronto cuenta de que no se trata de un ejercicio vano y de que constituye la base para abordar uno de los aspectos más discutidos en relación con la destrucción de Gernika, seis meses y medio más tarde.

  1. Como pone de relieve la comunicación al embajador alemán en Roma, la decisión de enviar refuerzos aéreos a España se adoptó formalmente el 30 de octubre, pero esto no significa que fuese como reacción a la incipiente ayuda soviética a la República.

Ciertamente, que los soviéticos habían ya enviado hombres y armamento al Gobierno español lo sabían los alemanes. Pero no solo los alemanes. En los Archivos Nacionales de Londres se encuentran numerosos telegramas que dan cuenta de los rumores sobre la eventual ayuda soviética, que Moscú por cierto había espejeado claramente ante el Comité de No Intervención, caso de no detenerse el apoyo nazi-fascista a Franco. El anuncio, sabemos hoy, lo redactó el propio Stalin. Nazis y no nazis pronto tuvieron una prueba contundente. El torpedero Luchs fotografió en Cartagena el desembarco de la carga del Komsomol el 15 de octubre. El representante en España del Alto Mando alemán, teniente coronel Walter Warlimont, ordenó inmediatamente que aviones de los ya enviados a Franco bombardeasen el puerto. Es obvio que no lo haría sin concertación con los sublevados. En Cartagena había otros barcos, de distintas nacionalidades, y en la ciudad actuaban agentes consulares (honorarios o no). No hay que ser un lince para pensar que transmitieron informaciones a las capitales.

También sabemos que Franco (¡oh, Franco!) afirmó ante el cónsul general italiano en Tánger, cuando se entrevistó con él secretamente en Sevilla el 20 de septiembre, que existía una gran posibilidad de que los rusos intervinieran en España. Afirmó que planificaría su avance hacia Madrid para evitar que le cayese encima el mal tiempo antes de ocupar la capital y de que la ayuda soviética se materializara. Los británicos interceptaron el telegrama italiano. Sería muy interesante examinar sus prisas porque no da la impresión de que acelerara los preparativos. ¿Por qué?

  1. La fecha en que los alemanes empezaron a planear la formación del futuro “cuerpo de aviación” que menciona el documento 113 está muy discutida en la literatura. Numerosos historiadores proclives a Franco la retrasan todo lo posible para presentarla como reacción a la ayuda soviética. Otros, entre los que me cuento, la interpretan como medida preventiva. La inmensa mayoría que yo sepa no se entrevistaron con Warlimont. Aparte de servidor lo hizo, y dejó constancia de ello, el expiloto norteamericano Raymond L. Proctor. Según Warlimont, Canaris se entrevistó con Franco el 30 de octubre, es decir, en la misma fecha en que se envió el documento 113. Proctor afirma, citando a Warlimont, que Franco se sorprendió mucho porque no había pedido nada y, en realidad, “no lo quería”.

Podemos dudar de esta afirmación. A mi no me dijo Warlimont que estuviera presente en la entrevista entre Canaris y Franco. Lo que es más que probable que  sorprendiera al ya Generalísimo fuesen las condiciones pero no se dice no a una perita en dulce. Si había pedido en julio aviones a diestro y siniestro (léase a Hitler y Mussolini) y los había recibido en mucha mayor cuantía sin que nadie haya documentado protesta alguna por su parte, ¿iba a hacerlo a finales de octubre?  Digamos, de paso, que las afirmaciones y leyendas (como las asumidas acríticamente por R. Hidalgo Salazar y que tantos autores pro-franquistas han propagado a la mayor gloria del futuro Caudillo) son en parte una invención. Al menos no se ha encontrado ninguna evidencia que las respalde en el sentido de que no se mostrara encantado. Supondremos que Canaris, perro viejo en lides españolas, presentaría las condiciones con toda la suavidad posible. Algo que, por otra parte, también haría cualquier diplomático avisado.

Proctor tuvo, además, la oportunidad de poder entrevistarse con el comandante Hermann Plocher y el relato que de ello hace es muy plausible. Plocher fue destinado al grupo de planificación del futuro “cuerpo aéreo” a mitad de octubre. Los historiadores pro-franquistas se olvidan del episodio. ¿ Por qué? Porque significa que, por lo menos, antes de la llegada de la ayuda soviética a la República ya se había autorizado el comienzo del ejercicio de planificación.

  1. La fijación anti-soviética y pro-franquista de tantos y tan reputados expertos ha llevado a muchos a menospreciar una de las apreciaciones del posterior general Erwin Jaenecke, que estuvo en el ajo de la creación de la Cóndor. Según este militar, Hitler no estaba demasiado interesado en aquellos momentos en que la Italia fascista se hiciera con una posición demasiado fuerte en el Mediterráneo. A pesar de todas las simpatías entre los dos dictadores el amor no generaba retornos. Que Jaenecke luego aludiera a la ayuda soviética no debe hacer olvidar ese vectorcillo italiano.
  2. Pocos son los historiadores pro-franquistas, si hay alguno, que hayan hecho hincapié en que las decisiones de apoyo a Franco (político, diplomático, militar) se tomaron siempre en las capitales del futuro Eje. No hubo negociaciones con el general rebelde. Roma y Berlín decidieron siempre en función de sus propios intereses y apreciaciones. A veces tuvieron en cuenta a sus representantes sobre el terreno. En otras, no. Franco, con frecuencia a través de sus subordinados, terminó implorando más y más ayuda y a veces se le concedió en todo o en parte. O se la negaron. O le sometieron a chantaje, que de todo hubo en la Viña del Señor.
  3. La condición más importante de las expuestas a Franco fue, sin duda, la primera. El comandante en jefe alemán era quien sería responsable del manejo de la Cóndor y respondería únicamente ante Franco. Los autores pro-franquistas, en general, no han ilustrado demasiado bién cómo se instrumentó la coordinación con las fuerzas españolas e italianas. La llegada a la España de Franco de un contingente aéreo alemán con sus estructuras verticales de mando planteaba un problema estratégico, operativo y táctico. Sperrle no podría hacer lo que quisiera. Tampoco podía imponer sus concepciones como si estuviera actuando en una colonia imperial de antes de la Gran Guerra. Los italianos y los españoles no carecían de Aviación. ¿Cómo coordinar el empleo? Es obvio que esto no podía hacerse al nivel de Franco. ¿Había otros escalones con los que interactuar? Plantear la pregunta equivale a responderla: claro que la había. Era la Jefatura del Aire, al mando de la cual se encontraba nada menos que el general Kindelán.
  4. Este caballero tenía varias cualidades sobresalientes. Era monárquico a machamartillo. Solía visitar en Roma a Alfonso XIII. Estuvo metido hasta los ojos en la conspiración del 18 de julio. Sus contactos previos con los fascistas italianos están todavía por descubrir. Personalmente, me parece imposible que las negociaciones entre los monárquicos (calvosotelistas, de Renovación Española) y los fascistas para la adquisición masiva de material aéreo italiano antes de la sublevación se hicieran sin que él las conociera. ¿Quién podía dar el visto bueno a la firma de los contratos con la SIAI el 1º de julio de 1936? Algo en que los historiadores pro-franquistas, siempre prudentes, siguen sin querer inmiscuirse. ¡Quelle horreur! Calvo Sotelo a pachas con el Duce.

Kindelán fue, además, uno de los generales que con mayor vigor defendió la candidatura de Franco a la jefatura suprema de los sublevados por mor de su supuesto monarquismo. Parece raro que el Generalísimo no consultara con él en temas de aviación.

  1. Es más, suponemos que Kindelán incluso tendría algo que ver con Warlimont. Antes de que finalizara octubre de 1936 el Tercer Reich había enviado a España, según unos entusiastas de la Cóndor (Karl Ries y Hans Ring), 20 aviones Heinkel 46; uno He 50; 24 Heinkel 51; 2 He 60; 2 He 70; 2 Henschel 123; 28 Junkers 50; 3 Me Bf 109 y 5 correos. A lo mejor hubo más. No es importante para nuestros propósitos. ¿Con quién hablaba Warlimont acerca de su empleo? Algunas veces, suponemos, con Franco, pero lo más verosímil es que hablara con Kindelán. Con la llegada de los nuevos refuerzos, que respondían ya a otros planteamientos, los interlocutores inmediatos habrían de ser Franco y Kindelán. ¿O no?

Por eso en el próximo post no reproduciré verbatim ningún documento sino que exploraré cómo empezó a hacerse la coordinación entre tres fuerzas aéreas. Algo, todo hay que decirlo, que no me parece que ningún historiador pro-franquista lo haya documentado. No es una casualidad. Como tampoco lo es que el gran manitú de las “espirituales” leyendas sobre Gernika, el general Jesús Salas Larrazábal, haya pasado como un relámpago por el tema abordado en este post y el precedente. Si alguien no me cree que consulte su opus publicado en la meritoria editorial Galland Books, página 41. [Supongo que el nombre es un homenaje a tan heroico as de la Luftwaffe] y confirmará lo que escribo. Son cosas que pasan…