Las motivaciones tácticas, los mandos franquistas y la Legión Cóndor

20 junio, 2017 at 8:30 am

Ángel Viñas

La historia de la Legión Cóndor es bastante conocida. Aunque la gran masa de documentación que generó fue destruída en uno de los bombardeos de Berlín en la segunda guerra mundial, los mandos alemanes ordenaron una multitud de análisis en profundidad sobre su papel, las operaciones en que participó, las dificultades que encontró, las experiencias que realizó y las lecciones que podrían extraerse de su empleo de cara a la planificación de la futura guerra aérea, etc. Muchos de tales estudios se conservan.

No hay que pedir a los gacetilleros pro-franquistas que se desplacen a los archivos militares de Friburgo y analicen pormenorizadamente tales estudios. Un breve resumen breve se conoce desde hace muchos años de la pluma del exteniente coronel de la USAF Raymond L. Proctor. Su libro, aunque a veces se cita, no parece que se haya abordado desde la perspectiva que nos ocupa en estos posts.

Digamos simplemente que los problemas con que se toparon los alemanes fueron muy numerosos. Entre ellos el que mayor atención ha recibido de los historiadores pro-franquistas es la sorpresa de los rubios aviadores de la Cóndor al tener que combatir contra sus homólogos soviéticos. Resultó que, en general, el material alemán era de bastante inferior calidad. Por otro lado, una cosa era la guerra sobre el papel, tal y como se diseñaba en Berlín, y algo muy diferente la que se dirimía en España.

Además, los mandos franquistas se mostraron pedigüeños. Habían recibido una perita en dulce y, naturalmente, quisieron degustarla  hasta los límites de lo posible. Las consignas del documento 113 se revelaron, en un principio, ilusorias. La Cóndor se convirtió en un apagafuegos y se la empleó de las más diversas formas y en los más diversos papeles. Todos ellos, sin excepción, de naturaleza táctica. Las premuras no daban tiempo para contemplar grandes maniobras estratégicas.

Así que, en el plano táctico, nada mejor que estandarizar procedimientos. Algo que por otra parte era necesario para introducir a la Cóndor en apoyo inmediato de las fuerzas franquistas, en particular del Ejército de Tierra. No conozco a ningún autor, pro-franquista o pro-Cóndor, que haya profundizado en este terreno. Tal vez porque todos ellos siguen deslumbrados por las proezas en combate de los jóvenes guerreros rubios del Norte.

Es sorprendente, en particular, que tampoco figure de forma prominente en ninguna de las tres versiones del bombardeo y destrucción de Gernika debidas al general de división en el Ejército del Aire Jesús Salas Larrazábal. Comblemos, un pelín, tan desafortunado vacío.

Las peticiones de apoyo a la Cóndor se hicieron a través de formularios estandarizados que provenían de la Jefatura del Aire, es decir, del general Kindelán. Supongo, y no es demasiado suponer, que de uso estaría enterado Franco. Las emitía la 3ª Sección, es decir, la de Operaciones. Especificaban el objetivo de la petición, las referencias oportunas para evitar despistes y, cuando era preciso, se adjuntaban los anexos correspondientes. Todo, como se ve, algo burocrático pero imprescindible entre fuerzas aéreas que no compartían ni un idioma en común ni tradiciones comunes.

Los formularios se dividían en tres secciones: información, misión y ejecución. Algo absolutamente normal. En lo que respecta a información se incluían apartados sobre la situación propia, el enemigo y la misión de otras fuerzas aéreas (solo había dos: las italianas y las propias). La segunda sección, generalmente breve, especificaba la tarea que debía cumplirse. La tercera, muy interesante, desglosaba la idea general de la maniobra; la constitución de la fuerza y la organización del mando correspondiente; las condiciones de la ejecución; los enlaces y comunicaciones; eventualidades y, por último, diversas prescripciones. Los formularios identificaban los destinatarios y el número de copias. Las órdenes iban numeradas correlativamente. Todo normalito, pero de lo que se desprende una conclusión inequívoca: era mejor no dejar mucho al azar.

En un mundo ideal el historiador iría rápido y veloz, como corresponde, a buscar las órdenes que se hubieran emitido en el entorno temporal de Gernika. Hélas! Una mano misteriosa las ha hecho desaparecer. Para mi ensayo sobre los fallidos intentos del general Salas Larrazábal de exonerar al Alto Mando franquista no encontré ninguna. Pero sí hallé algunos ejemplares de los formularios ya estandarizados que se utilizaron para cursar peticiones a la Cóndor en diciembre de 1936.

El momento es muy importante. Significa que tan pronto como desembarcaron las últimas unidades de la Legión y empezaron a entrar en combate, alguna mente privilegiada se preocupó de organizar un sistema de transmisión de órdenes que fuese claro y transparente. Pregunta: ¿podría haberse puesto en práctica sin que el augusto Generalísimo no hubiese tenido conocimiento de él? Para mi, la duda ofendería.

Teniendo en cuenta que el Ejército de Franco no era el de una tribu de zulúes en el siglo XIX, no hay que esforzarse demasiado para concluir que desde el primer momento el mando español se preocupó de integrar la actuación de la Cóndor en sus dispositivos de guerra. Las órdenes siempre fueron precisas con respecto al objetivo.

Así, por ejemplo, el 9 de diciembre se pidió a la Cóndor que aprovisionara el Santuario de Santa María de la Cabeza; el 13 que bombardease El Carpio, Montoro, Bujalance y las trincheras y avanzadas enemigas; el 19 que reconociera las vías de comunicación que conducían a la zona de operaciones de Córdoba. Como vemos, tres tipos de operaciones. Naturalmente hubo muchísimas más. Destaca un aspecto que ya fue constante en aquella época temprana: el apoyo aéreo a las fuerzas de tierra y de naturaleza esencialmente táctica. Apoyo que en la campaña del Norte sería fundamental.

¿Y de quién procedían las órdenes? Pues del general jefe del Aire o del general en jefe del Ejército del Sur, el villano Queipo de Llano. ¿Cabría extrapolar a la campaña del Norte y pensar que los actores serían el mismo Kindelán y el terrorista sin fisuras que fue Mola? La respuesta es afirmativa.

Las misiones que hemos indicado se detallaron específicamente y se dieron informaciones sobre el contexto (“idea general de la maniobra”). Sobre la constitución de la fuerza se cursaron instrucciones precisas cuando se involucraba la aviación propia pero, prudentemente, se dejó al mando de la Cóndor la determinación de sus unidades. El receptor nominal era, naturalmente, su jefe de EM, el coronel (el empleo inmediatamente superior al que tenía en la Luftwaffe) Wolfram von Richthofen. Esto último, incidentalmente, significa que el cargo no lo ostentaba Alexander von Scheele, a pesar de que diversos historiados pro-Franco lo presentan así.

Que al mando franquista le preocupaba sobremanera el tema de la coordinación se advierte en las descripciones relativas a las condiciones de ejecución, enlaces y comunicaciones y restricciones eventuales. Cuando la participación italiana era deseada también se especificaba su naturaleza (“una patrulla de Fiat”, en servicio de protección; “no actuarán sin previo aviso ninguna otras fuerzas aéreas distintas de las de la Legión Cóndor”).

En definitiva, como señalaron Proctor y Corum, pero sin extraer demasiadas conclusiones en este tema, los planes y deseos españoles se transmitían a la Cóndor a través de sus responsables y se hacían desde las alturas de los mandos franquistas correspondientes.

Naturalmente, podría plantearse alguna pregunta. Por ejemplo, eso fue en diciembre de 1936 o en enero de 1937 pero, ¿en Gernika?

Así que, como verán los amables lectores, ya vamos acercándonos al tema de las responsabilidades.  Y aquí hay que volver al general Salas.

En la tercera y última versión de sus camelos al respecto (publicada por la editorial Galland) Salas continuó sacando pecho. En la página 339, anexo 63, recopió el ya adelantado en la segunda, de 1987, página 66), sin indicación de fuente (¡faltaría más!) y reprodujo un precioso documento. Argumentó que Franco, después de denegar a Sperrle la autorización de bombardear Bilbao, dio instrucciones por escrito al respecto y Kindelán transmitió al supuestamente prepotente comandante en jefe de la Cóndor el 6 de enero de 1937.

Un lector pro-franquista apresurado respiraría. Haría mal. Sin duda impulsado por su entusiasmo negacionista lo cierto es  Salas “se pasó”. Es correcto que las instrucciones de Franco establecieron taxativamente que “sin orden expresa no se bombardeará ninguna ciudad ni centro urbano” (punto nº 1). También lo es que en el punto nº 3 se ordenó que “cuando se bombardeen objetivos militares en las poblaciones o próximos a ellas, se cuidará de la precisión del tiro con objeto de evitar víctimas en la población no combatiente”. El lector respiraría aliviado a la vista de tan precisas instrucciones.

De ahí a concluir que los alemanes obraron a capricho solo hay un paso. Esto es, por cierto, lo que ya adujeron aquellos adalidades del honor de Franco que fueron Vicente Talón y Ricardo de la Cierva. Lamentablemente, la presunta solicitud del Generalísimo por los “rojos” o los “separatistas” está totalmente fuera de lugar. Salas reprodujo, sí, el documento pero “se olvidó” comentar y explicar que el segundo punto de las instrucciones afirmaba, no menos taxativamente, que “esta clasificación (sic) sufrirá modificaciones parciales según las circunstancia y su vigencia terminará el 31 de enero”. Las itálicas son mías.

Es decir, tales instrucciones no sirven de guía, salvo que se hubieran ampliado, para lo que ocurrió a finales de abril de 1937. Que yo sepa nadie ha publicado tal ampliación y, en cualquier caso, ¿quién ha demostrado que en Gernika no se dieron cita aquellas “circunstancias” que modificaban las instrucciones?.

No se preocupe el lector: todavía hay más. En él próximo post desharemos otro mito franquista y pondremos a Sperrle en el lugar que le correspondía a tenor del famoso documento 113.