Kindelán se queja a Franco

11 julio, 2017 at 8:30 am

Ángel Viñas

En el post anterior dejé al lector en suspenso acerca de la significación atribuída por el profesor Roberto Muñoz Bolaños a una carta de Kindelán a Franco. Reconozco la importancia de su aportación. Es una carta que se ignoraba hasta la fecha en que él la dio a conocer. La carta se encuentra en el Archivo Histórico del Ejército del Aire en donde se halla depositada la documentación de Kindelán entregada por su familia no hace mucho tiempo. Una copia está en el Centro Documental del Bombardeo de Gernika donde la encontró dicho autor. Debemos estar agradecidos a la familia Kindelán y al profesor Muñoz Bolaños y yo lo estoy sin reserva alguna. Es obvio que la investigación empírica avanza con la aparición de nuevos documentos, en definitiva de nueva evidencia primaria relevante de época.

Ahora bien, esta EPRE tiene que ser analizada internamente en cuanto a su consistencia y contextualizada cuidadosamente para descubrir su significación profunda. Es lo que haré en este blog. En su carta, del 12 de abril de 1936, el general jefe del Aire se quejó a Franco de los aliados italianos y alemanes. En estos términos:

“Pero es un deber inexcusable, en el Jefe que suscribe, hacer presente un defecto, que la realidad ha puesto al descubierto; defecto que aminora el rendimiento de tan magnífico instrumento de guerra [la Aviación] y puede ser causa, en el porvenir, de algún suceso desagradable. No existe la necesaria unidad de mando de las Fuerzas Aéreas, que proceden con excesiva autonomía, con perjuicio, en muchos casos del Ejército de Tierrra (…)”.

Muñoz Bolaños subraya en itálicas parte del párrafo siguiente, que también dejo como él:

Ocurre, Excmo. Sr., que a veces por la autonomía excesiva de las aviaciones italiana y alemana se desaprovechan excelentes ocasiones de actuar desde el aire y en otras se deja en situaciones difíciles o incómodas a algunas tropas, por no obedecer los mandos aliados las indicaciones V.E. por mi transmitidas, juzgando la situación general con arreglo a su propio criterio, fundado en las informaciones fragmentarias o insuficientes que poseen, o deformado por prejuicios doctrinales. Así ha sucedido recientemente, con ocasión de las reiteradas órdenes de acción de cooperación con las tropas de la División Reforzada de Madrid, duramente atacadas, órdenes hasta hoy incumplidas”.

Curiosamente Muñoz Bolaños, buen historiador que no corta documentos a lo Salas, no subraya esta segunda frase. No cabe reprochar a Kindelán que no adujera ejemplos en sustento de su queja. Pero el caso es, y a su descubridor desgraciadamente parece que se le ha escapado, que el ejemplo citado por el Jefe del Aire no correspondía ni a la ofensiva sobre Vizcaya ni a la campaña del Norte entonces en sus comienzos. Kindelán se refirió, exclusivamente, al frente central. La redacción no admite duda.

Tampoco cabe pasar por alto la referencia de Kindelán a los “prejuicios doctrinales” por lo que se impone un comentario mínimo. Kindelán había sido uno de los primeros pilotos españoles. Había llegado a ser Jefe Superior de Aeronaútica a finales del reinado de Alfonso XIII. Como buen monárquico, no había aceptado la República. Se había dedicado a conspirar, con viajes a Roma en donde se entrevistaba con el exrey en su exilio. Mi particular sospecha sobre sus actividades en dicho terreno (no documentadas) es que probablemente estaba al corriente de las negociaciones en Italia sobre el suministro de material aéreo fascista que se concluyeron el 1º de julio de 1936 con los “contratos romanos” firmados por Pedro Sainz Rodríguez, que de aviación tenía  la misma idea que servidor tiene de filosofía medieval tibetana. Alguien, pues, tuvo que dar luz verde al resultado por parte de los conspiradores. El “técnico” de la conspiración era el teniente coronel Valentín Galarza era de Tierra y me cuesta trabajo pensar que lo hiciese. [Incidentalmente, me gustaría que alguna vez algún historiador neofranquista o parafranquista se atreviera a destruir con pruebas documentales que las inferencias que extraje de tales contratos, que cualquiera puede encontrar en un archivo de la calle de Alcalá madrileña, porque lo cierto es que han ignorado el tema].

Tampoco está documentado que Kindelán siguiera los avances en la utilización del arma aérea durante la primera mitad de los años treinta o que estuviera familiarizado con los desarrollos teóricos alemanes e italianos. Probablemente se había sentido más que satisfecho con las actuaciones de la Cóndor (y de la Aviazione Legionaria) en su papel de apagafuegos. Los bombardeos aislados, el apoyo a las tropas de tierra en acción y la lucha contra la caza y los bombarderos enemigos le habrían parecido de perillas.

No se ha encontrado que yo sepa, al menos todavía, que antes de la campaña de Vizcaya hubiese expresado Kindelán ante Franco críticas por el comportamiento de sus aliados. Es más, tampoco había dudado en dirigirse a Sperrle el 18 de enero de 1937 exponiéndole el problema que creaban los tanques rusos a las tropas “nacionales” al utilizarlos como anticañones. De aquí que le preguntara si no sería posible ensayar, contra ellos, el avión anticañón (sic) que tenía la Cóndor.

Sin embargo el 12 de abril Kindelán prosiguió en su queja a Franco afirmando que

“esta situación equívoca, no debe prolongarse un día más, por el riesgo que entraña, a juicio del General que suscribe. Precisa que exista un mando único, clara y plenamente aceptado por todas las Fuerzas Aéreas colaborantes (….) No se trata de cuestión de personas, todas dignas del máximo respeto, sino de principios militares; ni el Jefe del Aire pretende recabar la suprema autoridad indicando, como posible solución, de la que los Generales Sander [Sperrle], Manzini [Roatta] y Kindelán manden respectivamente las aviaciones alemana, italiana y española, bajo las órdenes del Generalísimo, transmitidas por intermedio de un general jefe del Estado Mayor del Aire”.

Al parecer el documento, que no he transcrito en su totalidad, se comenta por sí solo. Pues no. Para ello es necesario ponerlo en contexto.

Poco antes de que empezara la ofensiva en el Norte Sperrle hizo presente a Franco que era preciso contar con dos o tres brigadas más que las previstas y dotadas de la suficiente artillería para alcanzar la deseada ruptura del frente. Franco no aceptó. Con obligada sobriedad, el análisis posterior alemán de la campaña recogió tal carencia que, señaló, tuvo lamentables consecuencias. Fue una primera discrepancia.

El 2 de abril de 1937 Sperrle se dirigió a Kindelán indicándole que si las tropas no avanzaban con mayor rapidez no se entraría en Bilbao en el plazo previsto. El tan alabado historiador militar franquista, coronel Martínez Bande, en su narrativa de la campaña consideró que el juicio era un tanto sombrío, aunque con un fondo de verdad. Tuvo incluso la amabilidad de reproducir el escrito alemán. No comentó sin embargo los datos fácticos. ¿Había sido renuente la artillería? ¿Disparó poco o mucho? ¿Existía fuerte resistencia o no? ¿Hizo caso Franco de la invitación a visitar el frente?

El 11 de abril Sperrle subrayó, esta vez ante Franco, que si las operaciones llevaban tanto tiempo era porque no se había contado desde el primer momento con fuerzas suficientes. Es decir, Sperrle  se sintió obligado a “pasar” de Kindelán.  No estaba solo porque incluso el teniente coronel Antonio Barroso, jefe de la Sección de Operaciones del Cuartel General, pidió a Franco el refuerzo de las brigadas. No entro a enjuiciar si habría sido posible o no aumentar los efectivos. Martínez Bande se inclinó por la negativa con un argumento capcioso. No se disponía entonces de la gran masa de maniobra necesaria para estas operaciones.

Representativo de la forma en que los historiadores militares franquistas escribían la historia es el hecho de que tan distinguido coronel, regurgitando la documentación que entonces monopolizaba el Servicio Histórico Militar y a la que era difícil, cuando no imposible, acceder, se “olvidó” de abordar un aspecto fundamental. ¡Otro pillín!

Me expreso con un toque de ironía porque Martínez Bande ignoró la reacción de Franco al repetido “toque” de Sperrle, en el supuesto de que a Kindelán no se le hubiera olvidado dar cuenta del primero. Fue inmediata. Al día siguiente, 12 de abril, Franco solicitó al mando alemán que enviase al frente de Madrid todos aquellos aviones de que la Legión Cóndor pudiera prescindir en el Norte pues se necesitaban con urgencia en la región Centro.

Sperrle respondió el día 14 por escrito en alemán. Dejó absolutamente en claro, sin la menor sombra de duda, la relación entre el Caudillo y él en cuanto al empleo de la Cóndor.  Decía -en mi propia traducción- así:

Le informo nuevamente que tengo órdenes tajantes de utilizar la Legión Cóndor solo en bloque, de acuerdo con sus instrucciones, y no en partes aisladas. En estas condiciones se puso la Legión Cóndor bajo mi mando a disposición de V.E. en noviembre del pasado año”.

Es decir, después del período de bomberos, la primera condición del documento 113 subsistía plenamente. También la cualidad de Franco de emisor de órdenes, pero sujeta a la restricción ya conocida.  Sperrle comunicó a Berlín lo sucedido, es decir, consideró el episodio suficientemente grave. Esto es lo único que puede explicar que en el choque interviniese nada menos que el propio ministro de la Guerra alemán, el mariscal Werner von Blomberg. Es la única ocasión que conozco en que lo hizo. Se plasmó en un escrito dirigido a Franco. El mismo día en que recibió el telegrama de Sperrle, 14 de abril, von Blomberg envió una comunicación que nunca han mencionado los autores pro-franquistas, que yo sepa. Decía así:

En el interés de la tropa y de un éxito militar debo insistir en que la Legión Cóndor actúe siempre en bloque bajo las órdenes de su general en jefe, siempre y cuando este no decida de por sí y bajo su responsabilidad hacer una excepción”.

Es decir, existía una cierta flexibilidad. Sperrle podía autorizar una utilización algo menos estricta de la unidad bajo su mando, siempre y cuando pudiera defender tal excepción ante Berlín. No se trataba de imponer a Franco un ultimátum. Llama la atención que el mensaje se enviara en excelente castellano. Quizá no se quiso dejar al azar de una traducción local la eventualidad de una mala interpretación por parte del glorioso Caudillo.

Lo que antecede significa que Sperrle quería superar el período de apagafuegos. Su apuesta había sido por la desviación hacia el Norte. No se contaba con fuerzas suficientes y por ende no quiso o no pudo prescindir de aviones de la Cóndor. A Kindelán le dijo que en cuanto le fuera posible hacerlo, lo haría. En resumen, la carta Kindelán refleja que se había cogido un “pique” y que fue lloriqueando a Franco, quien sin pensárselo dos veces ordenó a Sperrle que obedeciera. Sperrle se negó. No estaba dispuesto a desviarse de los planes acordados conjuntamente.  Ni que decir tiene que tampoco Franco hizo caso a Kindelán en su propuesta de reordenar los canales de transmisión de sus órdenes. No era necesario. Ni lo fue días antes del bombardeo de Gernika. Ni lo fue después. Podemos afirmar, salvo demostración documental en contrario, que en marzo de 1937 Kindelán asumió el control operativo de toda la aviación, española y extranjera. Lo veremos en el próximo post.