Un post de espera: ¿Hacia la nacional-recatolización de la escuela y de las FAS?

3 abril, 2018 at 8:21 am

Ángel Viñas

En las últimas semanas he aprovechado la ventaja de que es fácil resumir, sintetizar o divulgar aspectos relacionados con el “caso Balmes” ya que durante prácticamente año y medio no he hecho otra cosa que trabajar con el Dr. Miguel Ull y mi primo hermano Cecilio Yusta en el libro que salió a la venta el pasado mes de enero.  Ahora necesito introducir un compás de espera antes de pasar a un tema distinto, pero no tan diferente. En los últimos años, para bien o para mal, he trabajado sobre la necesaria desmitificación de la figura de Franco. Yo no lo hago desde una perspectiva presentista, pero, agotado por la conceptualización de mi próximo libro, me veo obligado a escribir unas líneas sobre un aspecto que me resulta particularmente preocupante.

 

En las últimas semanas se han agolpado varios fenómenos que apuntan en una sola dirección. En primer lugar, nos hemos enterado del proyecto conjunto de los Ministerios de Educación, Cultura y Deportes y de Defensa de incorporar al curriculum de la enseñanza primaria rudimentos de educación de la seguridad y defensa. Son proyectos a los que se verán sometidos los niños de entre seis y once años de edad. Naturalmente, no podrán elegir por sí mismos. Lo harán sus padres por ellos.

Pero quien hace la ley hace la trampa. La “asignatura” no parece que sea exactamente obligatoria pero los padres que no quieran que la cursen sus tiernos retoños solo tendrán la opción de elegir otra asignatura tan significativa como Religión.

Esto a mí me huele sospechosamente a un intento de revival de dos de las tres “Marías” que teníamos que cursar en la enseñanza media y superior en los, quizá para los titulares de ambos Ministerios, poco problemáticos tiempos del franquismo. Para los más jóvenes que no tengan recuerdos propios de las “Marías” diré que comprendían un abanico de Religión, Formación del Espíritu Nacional y Deportes. Fácilmente se comprende que estas “Marías” a las que hacíamos poco caso estaban teóricamente destinadas a contribuir a la formación de los súbditos de Franco como ectoplasmas de aquellos monjes y soldados tan caros a la Iglesia y a Falange. En busca, claro es, del bien superior -ascender al imperio de los cielos y conquistar (es un decir) el imperio de la tierra.

Como los tiempos han cambiado, es muy de agradecer que los políticos y funcionarios que han intervenido en la preparación de tales proyectos hayan corregido el tiro (nunca mejor dicho). Ya no se blandirá la espada para arrebatar nuevas tierras (el tiempo del colonialismo ha pasado). Tampoco se predicará con la cruz por tierras de infieles. Estamos en período de retracción.

La espada servirá para garantizar la “seguridad nacional” y despertar la conciencia de defensa frente a los riesgos exteriores, sobre todo el de la inmigración. ¿Y la cruz? Moneda de cambio para una Iglesia, esencialmente nacionalista y reaccionaria en gran parte de su cúpula, porque hoy es obvio que nuestros obispos, arzobispos y cardenales ya no pueden recurrir al Gobierno (como en los tiempos felices del nacionalcatolicismo) para que les ayude a combatir el error de todos los que no comulgan con los dogmas de la SMIC.

Ahora bien, como por la gracia de Dios vivo desde hace más de treinta años en el extranjero y estoy acostumbrado a hablar y trabajar con todo tipo de gentes, he preguntado a otros padres, de otras nacionalidades, todos de la Unión Europea, y no he encontrado a ninguno que haya sabido responderme si en sus países de origen sus niños se educan, a la tierna edad de los seis a los once años, bajo principios como los que parecen desprenderse del nuevo programa que auspicia la Señora Ministra de Defensa (que Dios guarde). En consecuencia, he acudido a Mr Google.

Dado que el único país, que yo conozca, de la UE es el Reino Unido cuyos soldados vienen combatiendo prácticamente todos y cada uno de los años desde 1939, si no antes, he visitado la página de los OTC (Officer´s Training Corps), de recia solera, puesto que la institución se creó en 1906. No hay la menor referencia a ejemplos a nivel de Secundaria y mucho menos de Primaria.

Por curiosidad, he ojeado el tema en Francia. No he encontrado mucho, salvo la obligación para todos los jóvenes franceses de entre 16 y 25 años de participar en una jornada, de ocho horas y media, sobre defensa y ciudadanía. Se extiende un certificado que es preciso presentar a cualesquiera pruebas o exámenes sometidos al control de las autoridades públicas (bachillerato, universidad, carnet de conducir, etc.). En la jornada se abordan cinco módulos: la defensa es necesaria (vivimos en un mundo inestable); tenemos que disponer de una respuesta adaptada (nuestro sistema de defensa); con el compromiso ciudadano, cada uno tiene algo que aportar, via la reserva militar o el servicio cívico; la importancia de la seguridad automóvil y el módulo final sobre ciudadanía joven.

Pero de ahí a que los niños se vean impelidos a aprender, a cantar o al menos conocer los himnos de las distintas armas (no el de la Infantería, que es un poco dramático) y de las Fuerzas de Seguridad del Estado, media un trecho largo. Esto es lo que, entre otras actividades, se sugiere que hagan (¿saltando en corro?) los escolares de primaria españoles.

Como soy bastante lerdo, me pregunto y pregunto a la Excma. Sra. Doña María Dolores de Cospedal en qué ejemplos de los países de nuestro entorno se han basado sus eficientes funcionarios, civiles y militares para diseñar el programita con el que quieren convencer a esos padres de que es mejor que sus criaturas se familiaricen con las armas que con el incienso. Sin duda, esto es un reflejo de las necesidades del Estado: se requieren soldados, policías, guardias civiles para que España pueda seguir aportando su granito de arena a la defensa de Occidente. Menos para que se les despierte la vocación de acudir a seminarios cada vez más vacíos en una sociedad crecientemente descristianizada.

Sin embargo, puedo equivocarme. También la Sra. de Cospedal ha decretado que, en los pasados días de dolor, la enseña nacional ondee a media asta en los cuarteles y edificios militares, supongo que en señal de sumisión de las tropas a la voluntad del Santísimo.

Pero, ¿qué Santísimo? Es una pregunta pertinente porque España va camino de convertirse en una sociedad multicultural en la que, guste o no, conviven gentes de variadas religiones y/o de ninguna, y no veo la razón constitucional o legal por la cual los aspirantes a soldaditos o a suboficiales y oficiales tendrían que ser necesariamente católicos. ¿Vamos dejar fuera de nuestros Ejércitos y fuerzas de seguridad a protestantes de variado pelaje, musulmanes, judíos o librepensadores?

En España no tuvimos nunca un remedo del affaire Dreyfus, que sentó las bases de la Francia moderna. Aquí, los políticos y militares que han tenido vara alta desde 1939 han sido mas bien antidreyfusardos. Cabía, sin embargo, pensar que, tras el desarrollo de algunos de los principios relevantes de la Constitución y las reformas militares emprendidas, la unción de la espada y la cruz terminaría por deshacerse, como en cualquier Estado moderno de nuestro entorno.

Lamento haberme equivocado. La “recatolización” de nuestras fuerzas armadas y de seguridad no es una buena señal. Esperemos que los partidos políticos que no comulgan con ruedas de molino hagan algo, porque de lo contrario seremos -más de lo que somos ya- un nuevo ejemplo de hazmerreir para, al menos, la vertiente occidental de la Unión Europea, el tradicional polo de atracción de nuestros ilustrados.

¡Ah! ¿Y qué pasó con aquella asignaturita que se llamaba “Educación para la Ciudadanía?