Lo que ya se ha averiguado en Canarias: más sobre el (presunto) asesino del general Balmes
Hace poco fui a Las Palmas para asistir a la inauguración de la nueva sede de la Fundación Juan Negrin. Como ha revelado la prensa en ella se custodiarán desde ahora los papeles de quien fue presidente del Consejo de Ministros de la segunda República así como ministro de Hacienda y Economía y de Defensa Nacional. En algún otro momento escribiré sobre lo que, en mi opinión, tal acto significa.
En este breve post quisiera informar a mis lectores que en Canarias hay gente que se han tomado muy en serio el desafío que lancé a los historiadores franquistas o parafranquistas acerca del “accidente” que costó la vida al general Amado Balmes el 16 de julio de 1936.
En la inauguración dos personas se acercaron a mi para preguntarme si no estaba pensando en un nombre determinado. Las dos habían acertado. Siempre he dicho que en mi libro sobre la conspiración de Franco había datos suficientes para identificarlo. Para mi fue un alivio. En el supuesto de que no llegue a redactar el artículo que desde hace tiempo tengo in mente la idea no se habrá perdido y, tarde o temprano, alguien escribirá algo del mismo tenor porque el margen de argumentación es, en verdad, reducido. Los papeles que me llevaron a dicho personaje están en el dominio público y es de esperar que otros aparezcan. O, por lo menos, que salga a la luz algún que otro testimonio.
Cuando daba clases en la Complutense desde Canarias me escribió un amable lector para decirme que él conocía a una persona que podría arrojar luz sobre el “accidente”. Inmediatamente pensé que podría ser algún descendiente del chófer del general que, evidentemente, presenció lo ocurrido y que se ha perdido en las brumas oscuras del pasado.
Me ofrecí a ir a Tenerife a hablar con él pero la persona en cuestión se echó atrás. Quizá se sintiera atemorizado. Una pena. Ahora bien, ello apunta a la posibilidad de que en las islas se encuentren más indicios. Cuando se recojan, el historiador o periodista canarios que lo consiga podrá salir al público y pregonar si me equivocado o no. El tema, en cualquier caso, no es baladí.
En mi opinión, el general Franco incurrió, como inductor, en un delito de asesinato, entendiendo por tal una muerte planeada cuidadosamente y que fue ejecutada con toda alevosía. Si a Al Capone se le metió en la cárcel no por los asesinatos y tropelías que ordenó, un solo asesinato bastaría para condenar a Franco ante cualquier tribunal que se atuviera a los procedimientos y a las penalidades previstas en el entonces vigente Código Penal. Sin remisión o justificación algunas. De ahí el valor simbólico del asesinato, planeado como el primer escalón que permitiría a Franco dar el salto a Marruecos para ponerse al frente del Ejército de África, dejando bien asegurada la retaguardia isleña. Al menos uno de los hagiógrafos más despreciables de Franco, historiográficamente hablando, se arrepentirá de haber sembrado falsas pistas, quizá para evitar que la atención se concentre en el nombre que él trató de ocultar.
Están muy de moda entre adolescentes las teorías conspiranoicas, que les resultan francamente atractivas. Como Ud. ya pasó de la adolescencia y yo también, resulta un poco chocante que se persista en la tesis de una conspiración con meras especulaciones. Tiene Ud. en contra los fondos judiciales militares, prolijos en causas sobre accidentes con armas, que se dieron en todo tiempo por mal funcionamiento del arma, o mal uso de la misma. Y me vuelve a asombrar tanta pasión y calificativo subidísimo de tono ¿Hagiógrafos despreciables? Por favor…
Estimado lector,
Le agradezco mucho sus amables comentarios. Permítame, si no le importa, unas puntualizaciones.
1. Le aseguro que no soy de los que lanzan teorías conspiratorias. Yo me muevo con los piés asentados sólidamente en tierra y de la mano de documentos.
2. Quizá Vd. haya visto los relativos al «accidente» del general Balmes. Si es así, ha tenido más suerte que yo que solo he podido acceder a algunos documentos periféricos. En cualquier caso, mi análisis de los mismos y de las circunstancias del caso quedó expuesto en mi libro sobre la conspiración del general Franco.
3. También en él señalé mis sospechas y di pistas para la localización del presunto asesino del general. Yo llegué a él siguiendo las desorientadoras indicaciones de alguien (a quien califico como lo hecho) y lo que quiero mostrar es que su maniobra se volvió contra él. Cualquier lector que analice atentamente mi libro no tendrá tampoco dificultad en averiguar a quién me refiero. Yo no miento.
4. Preguntará Vd. porqué no doy el nombre. Simplemente porque no me fio de la justicia española. No en lo que se refiere a asesinatos ordenados (presuntamente) por Franco. Ya recordará Vd. lo que ocurrió con el juez Baltasar Garzón. España es más laxa que, por ejemplo, el Reino Unido en lo que se refiere a la persecución de injurias o calumnias. Sin embargo, en el Reino Unido estos supuestos no pueden aplicarse a personas fallecidas.
5. Me conformo con pensar que, tarde o temprano, el nombre del asesino del general Balmes saldrá a la luz.
Agradezco mucho el trabajo del profesor Viñas, cuya lectura me está sorprendiendo por diversas razones.
Entiendo que en esta cuestión no es posible, ni de lejos, atar todos los cabos. ¿Sería posible precisar un poco más la postura del general Balmes ante el levantamiento inminente? ¿No fue tanteado debido a su reconocida afección a la República? ¿Acaso desconocía los preparativos del alzamiento?
Gracias de nuevo y reciba un saludo.
Muchas gracias. En respuesta a su pregunta me agrada informarle de que, en cuanto termine el libro que tengo entre manos y cuya salida está prevista para septiembre de 2016, volveré a ocuparme del «caso Balmes». No puedo, aunque quisiera, abordarlo ahora porque es imperativo que se publique el libro en cuestión. Se trata de la continuación de LA OTRA CARA DEL CAUDILLO. A mí me ha sorprendido lo que he ido descubriendo tras compulsar unos 12.000 documentos así que supongo que a los lectores (y a los historiadores pro-franquistas) les pasará lo mismo. Cordiales saludos
Pido disculpas por la fotografía, que ha sido incluida junto al comentario de manera inopinada. Quizás sea mejor suprimirlo.
No veo la fotografía.
Me gustaría comentar un detalle sobre el relato de la muerte del general Amadeo Balmes que me ha llamado la atención. Algo que todo militar aprende en el momento que inicia su carrera, sea soldado, o cadete en cualquiera de las academias militares, es que nunca se apunta a nadie con una pistola cargada, encasquillada, o de la que se duda su estado de carga, cuando se la está manipulando en un ejercicio de tiro, o durante su limpieza; y mucho menos a uno mismo. Ningún militar en su sano juicio apoyara una pistola encasquillada en su vientre para tirar del carro y sacar la bala atascada; la mención a esta costumbre del general Balmes, apoyar la pistola en el vientre, por la parte del cañon, para cargarla o manipularla, me parece un argumento falaz y muy dificilmente creible, aunque aparezca en la documentación sobre el suceso. Por esa misma razón se puede argüir que el geneeral era un individuo con inclinaciones suicidas, pues no otras tiene quien manipula de esa forma un arma de fuego cargada, o lo hace habitualmente. Un saludo.
Estimado amigo, estoy totalmente de acuerdo con Vd. Lo dije ya en la primera edición de mi libro titulado LA CONSPIRACIÓN DEL GENERAL FRANCO, en 2011. Me lo confirmó el añorado coronel y profesor Gabriel Cardona. Yo me acordé de un dicho que circulaba por mi familia del campo (o tal vez me lo dijo Cardona, ya no lo sé) que rezaba como sigue: «Del garrote del tío Gazaperas salieron tres tiros». Se trataba, al parecer, de un pastor o algo así.
El general no tenía la menor tendencia suicida, que yo sepa. No se suicidó. Lo suicidaron. A demostrarlo inequívocamente, más allá de toda sospecha o duda razonable, se destinará un libro que unos colegas y servidor estamos escribiendo. Naturalmente, trascenderá del caso. Muchísimas gracias por su atención y espero que no le defraudaremos. Cordiales saludos.