Hay que salvar la leyenda del accidente del general Balmes y también el honor de Franco (II)

11 septiembre, 2018 at 8:30 am

Ángel Viñas

Espero que a los amables lectores se hayan olvidado de las sonrisas que pudiera haberles suscitado el primer post de esta temporada. En el de hoy voy a hacer una demostración de cómo no conviene menospreciar la tan menospreciada EPRE. Todo historiador tiene que reconocer que no escribe historia definitiva y que incluso aunque se limite, modestamente, a presentar un estado de la cuestión, este también es cuestionable si choca con EPRE que el historiador, por las razones que sean, ha desconocido o ignorado.  En el post anterior, me había asombrado que un autor, al que todavía no he citado por su nombre, acudiera a la suprema autoridad del capitán Pollard para caracterizar a la Srta. Dorothy Watson como una “chica inocente”, una “polluela”, pero sin mencionar ni identificar la referencia de donde la extrajo. También admití que, si bien gramaticalmente tal acepción es imposible en inglés, podría haberse tratado de un uso personal.

 

La interpretación de nuestro distinguido autor choca no con una cita de Pollard treinta años después (1966) sino, estrictamente, con la de 1936. Servidor se basó en esta última para caracterizar a Dorothy Watson, es decir de la época. Me pareció un aspecto tan nimio que no se me ocurrió dar la referencia concreta, aunque sí en términos generales.

Antes de pasar a la contextualización (tarea inexcusable para toda EPRE) debo constatar un hecho esencial: la bibliografía utilizada por tan eminente crítico (que me parece algo parca para un tema como es el de los antecedentes y desarrollo del golpe de julio de 1936) está casi exclusivamente en castellano. Solo cuenta con una excepción. El libro de una amiga mía, Angela Jackson, sobre las mujeres británicas y la guerra civil. Es cierto que incluye a historiadores extranjeros (una media docena en ediciones siempre en castellano), pero no lo hace por ejemplo con otros reconocidos como Preston, Graham, Gabriel Jackson, Thomas, Beevor, Heiberg y me quedo corto. Todos ellos también han escrito sobre el período. Esto podría inducir al lector a pensar que dominar literatura en idiomas foráneos no es uno de los fuertes de tan distinguido autor. Por otro lado, ni siquiera citar, aunque sea para criticarlos, a extranjeros traducidos -salvo la relevante excepción de Payne, con nada menos que tres obras- podría permitir atisbar que adolece de un cierto sesgo, que no caracterizaré. También indicar la propensión a un tipo determinado de literatura que tampoco calificaré.

Son disquisiciones que solo marginalmente vienen al cuento. Lo que sí viene al cuento es la omisión, quizá querida, de la EPRE de 1936. Sin embargo, tan estimable autor podría haberla encontrado no en una sino en tres fuentes. La primera, y quizá más importante, es la que durante muchísimos años y sobre todo en el mundo de habla inglesa ha hecho autoridad. Se trata de la autobiografía de Douglas Jerrold, Georgian Adventure. La edición que tengo en casa data de 1938. Es la publicada por The “Right” Book Club. A lo mejor hubo otras, pero para mí esta es significativa porque forma parte de una colección de libros de tendencia inequívocamente derechista en la época. No cabe desconocer la obra que, ¡ay!, nuestro autor ignora.

Jerrold era un periodista y publicista inglés de hoy diríamos extrema derecha a quien cité extensamente. En su autobiografía describió cómo su amigo Luis A. Bolín (entre paréntesis: un embustero quintaesenciado) fue a buscarlo para ver quiénes podrían viajar con él en el Dragon Rapide. Jerrold, tras descartar varios nombres (también de extrema derecha), pensó en Pollard. Ambos se desplazaron con Juan de la Cierva a su casa, le convencieron y entre los cuatro decidieron que también irían dos chicas en el avión. Una fue Diana Pollard y la otra una amiga suya, Dorothy, a la que no encontraron fácilmente porque estaba “repartiendo pollos” (“delivering chickens”). Al final la pescaron. Servidor pensó, quizá ingenuamente, que si repartía pollos es porque tenía que ver algo con pollos. Todo esto hubiera podido leerlo nuestro estimado autor en la página 373 de mi libro de hace siete años, no de ayer.

La segunda EPRE la ofrece Angela Jackson, ya mencionada, que utilizó una grabación hecha por Diana Pollard en 1992 y que, naturalmente, citaba. Me facilitó sus notas, pero como a mi me interesaban otros aspectos acudí a la grabación misma que se guarda en los archivos del Imperial War Museum de Londres. Todo esto también lo expliqué en mi libro de 2011 (p. 11). Escuchamos atentamente la grabación, hicimos (mi mujer es británica) una transcripción y en ella apareció que Dorothy ayudaba a los Pollard con sus gallinas, imagino que en algún corral de su casa, pues vivían en un pueblecito del campo. (Incidentalmente, el único libro en lengua inglesa que menciona nuestro distinguido autor es el de Angela, pero solo para aludir a un tema tan importante históricamente como que Diana temía que si no viajaba en el Dragon Rapide su padre la considerase apocada o cobarde). La sorpresa ante esta única referencia no es una necesariamente una crítica. Es una demostración de cierto pasmo. Cada historiador elige lo que considera significativo. Ángela escribió sobre las mujeres británicas en la guerra civil y Diana Pollard y Dorothy Watson fueron las primeras de que hay constancia que presenciaron uno de los primeros, si no el primer, capítulo.  Servidor se pregunta si, en el contexto del golpe, es lo suficiente para mencionar el libro de Angela como el único que nuestro autor ha utilizado en inglés.

Poco después de mi trabajo en 2011 apareció otro título en el mercado británico de un periodista inglés, Peter Day. Lo compré por si se me había escapado algo y ya hice referencia a él en la segunda edición, en 2012, ampliado después de hablar con la familia Balmes. El libro de Day se ha publicado años más tarde en castellano. No lo adquirí, pero en cualquier caso nuestro distinguido autor tampoco lo cita, algo de por sí más que llamativo. Pues bien, Day transcribió una parte de la grabación que a mí no me interesaba. En ella, página 25, cita a Diana hablando de Dorothy. “También querían [es decir, Bolín, de la Cierva, Jerrold y su padre] otra chica, porque una no sería suficiente”. La frase que sigue a esta es: “We had some battery chickens and Dorothy Watson … [looked after them]. Este segundo paréntesis es de Day. ¿Mi traducción sobre la marcha de esta pequeña referencia? “Criábamos unos cuantos pollos [y D. W. los cuidaba]”. Es decir, los Pollard, en su casa, tendrían un corral, una huerta o lo que fuera y lo utilizaban no solo para plantar frutales y hortalizas sino también para tener pollos. No sé cómo el traductor de Day lo habrá reproducido, pero es difícil que no mencione a estos simpáticos animalitos.

¿Cómo se denomina en castellano a una chica que haga las funciones que se atribuían a Dorothy? No puede ser una pollera porque, según el DRAE, pollero o pollera son personas que tienen por oficio criar y vender pollos. “Polluela”, término afectivo y que es como nuestro imaginativo autor lo traduce, no existe en el DRAE. Sí existe polluelo con la acepción de cría de ave. Servidor cortó por lo sano y amalgamó las ocupaciones de Dorothy: trabajaba con pollos y ayudaba a la familia con ellos. Me atuve a lo dicho por Jerrold y por Diana Pollard, por así decir a la EPRE. ¿Dónde está mi comicidad?

También di otra referencia. Esta vez al artículo de un periodista inglés, Christopher Farman, publicado en The Guardian el 25 de junio de 1966. (Lo cita nuestro autor en su bibliografía, y de manera indirecta en la p. 621, quizá porque supo de él por conocimiento innato).  Recogió unas declaraciones de Pollard hechas poco antes de su fallecimiento. Pues bien: esta es la prístina fuente de la que se sirve, aun cuando hay que esforzarse un poco en establecer el enlace.

Espero que los amables lectores, si no se han aburrido con este post, se rían con el próximo.

(Continuará)