Segunda República: mitos e historia. Una reflexión. (II)

30 octubre, 2018 at 9:27 am

Ángel Viñas

En general los historiadores somos curiosos aunque también hay quienes no lo son y se dedican a regurgitar versiones y/o  mitos conocidos. Con frecuencia a sabiendas de ello. En este post voy a hacer una sugerencia que no conozco que se le haya ocurrido a ninguno. A pesar de que puedo identificar por lo menos un ejemplo parecido, no tengo esperanzas de que salga adelante, pero al menos quisiera dejar plantada la semilla. Existe un libro compendio de casi todos los mitos sobre la Segunda República del franquismo triunfante. Es curioso que sean muy pocos quienes a él acudan. Me ha servido de guía y lo he citado en todas las ocasiones en que ha venido a cuento  en función de mis propias investigaciones.

 

En efecto, si hubiera un solo texto en que todos ellos se dan cita, con autoridad y flema pero sin bibliografía, es el que aquí se cita. Hoy ya no suele consultarse. Se trata de una publicación oficial por los cuatro costados. Un producto del Servicio Histórico Militar (SHM), a su vez una dependencia entonces del Estado Mayor Central del Ejército. Más oficial, imposible. En alguno de los posts de mi blog he hecho referencia a tal obra. Se suponía que iba a ser el primer tomo de una historia oficial de la guerra. Obviamente se consideró que precedentes como los de Aznar, Arrarás o Lojendio, por mencionar unos solos cuantos ejemplos, no lo eran. Esta se basaría en la documentación acumulada por la dictadura, tanto propia como de los vencidos. Se guardaba, para colmo, en el mismo SHM. No había que recurrir a grandes desplazamientos ni a buscar papeles. Estaban en casa y en ella se encontraba un equipo de historiadores que, como militares, estarían en condiciones de enjuiciar los episodios bélicos.

El primer volumen de tan magna obra se publicó en 1945 bajo el título HISTORIA DE LA GUERRA DE LIBERACIÓN 1936-1939. Por desgracia inmensa para los historiadores del futuro, los siguientes volúmenes ya no salieron. Se preparó un borrador del segundo, que consulté en EL PRIMER ASESINATO DE FRANCO para aclarar la interpretación oficial de ciertos temas en relación con la supermitificada conspiración que llevó a cabo Franco en la primavera de 1936. El volumen publicado versó sobre los antecedentes de la guerra y es muy interesante porque, lógicamente, no se refiere a episodios militares. Es una interpretación del proceso, esencialmente político, que condujo al 18 de julio.

Los episodios militares, despojados de connotaciones políticas, se dejaron para una serie, muy conocida, en la que bajo la dirección del coronel José Manuel Martínez Bande, un grupo de historiadores de uniforme utilizó a su manera la inmensa documentación  propia y del adversario para describir campañas y batallas, con arreglo a una concepción de la historia militar que era la predominante en su época. No es difícil encontrar ejemplares de aquella serie de monografías que siempre publicó una conocida editoria, la Librería San Martín. En mi juventud podían adquirirse fácilmente en una tienda asentada en la mismísima Puerta del Sol madrileña.

Pero volviendo al primer volumen publicado su tono general quedó ya reflejado en su segunda cubierta en la que en colores sobrios (kaki fundamentalmente) se reprodujo, resguardada por una página de papel cebolla, la ESPADA DE LA VICTORIA REGALADA POR ESPAÑA A SU CAUDILLO.

Ni que decir tiene que este primer volumen es algo más que interesante. Es absolutamente vital para comprender la concepción que de la Segunda República tuvo el régimen triunfante. Innecesario es decir que muy probablemente si no Franco al menos sí algunos miembros de su guardia pretoriana debieron de leer el manuscrito. En todo caso, a Franco se le consultaron diversas cuestiones. No sabemos cuántas aunque sí varias de ellos se referían a los últimos detalles del proceso. Su análisis y contextualización formarán parte de mi próximo libro.

Una exposición preliminar tomó como punto de partida una cita de Ortega y Gasset de su ensayo “Historia como sistema” y se plantea la cuestión que desde siempre ha sido un motivo de inquietud para muchos historiadores. ¿Para qué sirve la Historia? Con mayúscula. Le siguió otra que reflejaba la magnitud del tema: a saber, el porqué de la inquietud de los hombres y mujeres desde casi los albores de la humanidad en esforzarse por “reconstituir pacientemente los sucesos del pasado. Los historiadores militares dieron su respuesta: “porque en él esperamos descubrir la clave de nuestro futuro”. Precisaban que no porque la historia se repitiera, no,  “sino porque pasado, presente y porvenir no son más que secciones circunstanciales de una corriente universal de acontecimientos cuyo sentido interesa al hombre descubrir, ya que el enigma de su propio destino se halla incluido en ella”.

Esta formulación daría pie a numerosas reflexiones. Es tan buena o tan deficiente como otras parecidas. Añadían los militares, con buen tino, que la “Historia no debe limitarse a la narración escueta de los hechos; además de reconstituirlos con la mayor exactitud posible, ha de interpretarlos y comprenderlos, desentrañando su significado”. En principio, no tengo objeciones mayores a esta formulación, teniendo en cuenta el momento en que se escribió. Para entender ese significado convenía y conviene conocer y estudiar los antecedentes. A tal objetivo sirvió el primer volumen de la nunca concluida HISTORIA DE LA GUERRA DE LIBERACIÓN.

El porqué no siguió quizá se encuentre en los voluminosos legajos del SHM. Ahora que la Ministra de Defensa ha iniciado, con mano segura, la desclasificación de los archivos militares más allá de lo que  había concebido su antecesora Carme Chacón, es posible que algún investigador esté en condiciones de dar respuesta a tal cuestión. No podía ser una pretensión sin límites y los miembros del SHM declararon que su intención estribaba en llegar a alcanzar no exclusivamente “al público erudito, ni siquiera a los cultos o los semi-cultos, sino que aspira a obtener la mayor difusión posible, aun entre aquellos no conocen o conocen imperfectamente nuestro pasado; precisamente para inculcarles este conocimiento que les falta, tan necesario a todos los españoles”.

Un esfuerzo, pues, sumamente loable. Se trataba de construir un relato, un frame, algo que permitiera interpretar el cómo llegó a producirse un acontecimiento determinado –la “guerra de Liberación”. Una tarea gigantesca y a la cual han dedicado sus esfuerzos muchos de los historiadores de mi generación y que continúan en la actualidad muchos otros, más jóvenes.

En consecuencia, el SHM no se arredró ante la idea de examinar los antecedentes de aquella GdL y, empezó, por los remotos (génesis, apogeo y decadencia de la Hispanidad), lo cual plantea problemas muy serios que no pretendo abordar en este blog porque ¿qué era la Hispanidad?. En todo caso, de un total de 457 páginas se dedicaron unas veinte, muy poco en verdad, teniendo en cuenta que las dos últimas cuestiones fueron las “luchas civiles” de siglo XIX.

Podría discutirse acerca de la elección como “antecedentes próximos”: abarcaron la Restauración y el reinado de Alfonso XIII. Se les dedicaron ya doscientas páginas. En puridad, y aunque  personalmente no esté de acuerdo, es un enfoque que tiene defensores. Sin ir más lejos, es el que aceptó Ricardo de la Cierva que también al escribir un supuesto primer tomo sobre los antecedentes de la guerra civil lo comenzó en el cambio de siglo. Por no hablar de otras obras menores, en mi opinión, pero que deberían no faltar en toda biblioteca que se precie de recoger los mitos franquistas y en general de la derecha española. Estoy pensando en la Historia política de las dos Españas, de José María García Escudero, en cuatro volúmenes, y que consiguió mucha difusión en los años del tardofranquismo.

Pero, a pesar de que ambos autores, aunque de origen y trayectoria diferentes, divulgaron los grandes mitos franquistas sobre la Segunda República, sus trabajos no tienen el carácter que la obra del SHM. Esta fue un producto oficial y basado sobre, en principio, un acervo documental al que aquellos superdotados autores (vistos los honores que se les concedieron) no podían  aspirar. Así que yo me quedo con el SHM y no en vano porque a los años de la Segunda República le dedicaron casi la mitad de la obra: desde la página 245 a la 457. No está nada mal.

En mi modesta opinión, a tal ejemplo de la sabiduría histórica de los guardianes de las esencias del régimen vencedor en la recién terminada contienda habría que elevarle un monumento y sugiero encarecidamente a los responsables de la apertura de los archivos militares que contemplen una posibilidad: esta es, ni más ni menos, que la reimpresión de la obra con el aparato crítico necesario que podrían abordar unos cuantos historiadores especializados, tanto en la Edad Moderna, como en el siglo XIX, en el reinado de Alfonso XIII y la Segunda República. Tal esfuerzo contribuiría a situar el origen genuinamente franquista de los mitos que sobre esta última aún pululan en ciertos sectores de la sociedad española.

¿Hay ejemplos de los que podría tomarse nota? El que más rápidamente me viene a la mente es el de la edición crítica de Mein Kampf por el Instituto de Historia Contemporánea de Munich. Pocos fueron los que leyeron el tocho original (yo solo leí de él en una biblioteca universitaria lo que me interesaba para mi trabajo), pero no cabe duda de que, deglutidas sus conclusiones para la comprensión de los más tiernos infantes en la Alemania nazi, probablemente ejerció una influencia muy considerable.

Cabría objetar que eso costaría mucho dinero y que en estos tiempos de grandes necesidades sociales los recursos monetarios deben dirigirse hacia otros fines más apremiantes. Por eso que no quede: alguien podría comprometerse a reunir a un grupo de historiadores (conjugando generaciones, tendencias y géneros) para demostrar cómo, a pesar de todas sus declaradas buenas intenciones, el franquismo optó por guardarse las espaldas y no dejó nada al azar. Tal edición crítica serviría para desenmascarar a los cantamañanas y regurge-mitos que han invadido el espacio público en términos de frame en los últimos veinte años. En cualquier  caso, en mi próximo libro haré una contribución individual a su desmontaje pero que, por definición, siempre se quedará corta.

El próximo post hará una referencia a bibliografía recomendable.