Polémica sobre Juan de la Cierva (y III)

12 febrero, 2019 at 8:27 am

Ángel Viñas

En la diversificación de actividades del ingeniero, que verosímilmente se acentuó en la segunda mitad de agosto de 1936, lo que ha podido documentarse (y que servidor reinterpreta) es que hizo caso, como era lógico, a una orden de Mola para viajar a la Alemania nazi con el fin de aclarar la situación en materia de suministros. Hitler había decidido apostar por Franco. Sus emisarios llegaron a Berlín mucho antes que los de Mola, que se había basado en viejos contactos monárquicos generalmente de tipo comercial e industrial. Franco, desde Tetuán, apostó por la línea del partido, tras una primera aproximación por la vía de un militar conocido suyo. Es un tema sobradamente conocido.

El resultado es que Franco recibió armamento desde el exterior por dos vías. La alemana y la italiana. Esta última esencialmente por razones logísticas pues era más fácil enviar a Marruecos por vía aérea y marítima. A Mola no le quedó más remedio que aguantarse, aunque tras hablar con algún militar italiano logró que una pequeña parte se le remitiera a Vigo.  Más tarde optó por hacer sus propios pinitos en Alemania. Lo que podía esperar era utilizar otras vías. No necesariamente las de los arsenales, sino las de los traficantes o mercaderes de armas. Las primeras las controlaba Göring rígidamente tanto en el plano militar como en el económico. Las segundas daban margen. ¿Quién era la persona de que Mola podía fiarse? Juan de la Cierva.

El hecho es que en septiembre Juan de la Cierva estuvo en Berlín. El 19, al día siguiente de su regreso a Londres, escribió a mano una carta a Mola en la que rindió cuenta de los resultados de su misión. Había sido un viaje azaroso que emprendió desde París y en el que, mientras dormía en el coche-cama del tren que lo llevaba a la capital alemana, intentaron robarle papeles y dinero. Es imposible saber si se trató de un caco o de otra alternativa.

Nada más llegar, de la Cierva se puso en contacto con Canaris. Lo identificó como la persona “que se encarga de la ayuda al Movimiento”. No creo que ya lo hubiera visto antes porque esta descripción fue totalmente inexacta. La ayuda dependía del operativo militar montado por Göring. El servicio secreto militar de Canaris (Abwehr) se ocupaba de otras materias colaterales. Por ejemplo, de la coordinación con la ayuda italiana. A principios de agosto se había encontrado en Bolzano con el general Mario Roatta, director del SIM (Servizio Informazioni Militare) que conocía perfectamente las circunstancias en las cuales Mussolini había decidido ayudar a Franco.

La carta de Mola no se ha encontrado en ningún archivo. Al menos que servidor sepa.  Tampoco es de extrañar porque después de su accidente mortal en junio de 1937 todos sus papeles, su diario de guerra y los materiales con los que al parecer estaba escribiendo una historia del “Alzamiento” se esfumaron por arte de magia -y de un pelotón de soldados- de su cuartel general.

Ahora bien, el informe de su enviado a Mola revela que estaba al tanto de los arreglos hechos tanto en Berlín como en la España controlada por Franco en relación con la ayuda alemana. Gracias a que Canaris lo puso en contacto con otras personas se enteró además de que el marqués de las Marismas del Guadalquivir (José Ignacio Escobar, posteriormente marqués de Valdeiglesias) había encargado cinco millones de cartuchos de 7 m/m. La entrega se había concertado para agosto, pero le dijeron que se trataba de un error y que la fecha prevista era realmente septiembre. Esto permite comprobar que, efectivamente, Escobar había contratado el suministro en uno de sus viajes cuando Mola intentaba, por su cuenta, allegar armamento. El señor marqués (un pronazi de cuidado) se expandió con multitud de detalles ya de difícil contrastación en sus propias memorias (pero sí indicó que el suministro previsto era de diez millones y que se fabricarían en Alemania).

La idea con que se topó de la Cierva fue que los nazis pensaban aprovechar el viaje de retorno a España de un barco a punto de llegar a Hamburgo, el Girgenti, cargado de cobre. Es un caso muy conocido ya que se trató del primer envío de Franco a cuenta de la deuda que representaban los primeros suministros de armas. De la Cierva insistió en que había que darse más prisa y convenció a sus interlocutores para utilizar otro barco en el que se cargaran inmediatamente cuantos cartuchos pudieran apañarse. De todas maneras, no era posible enviar las cinco toneladas. Con dos habría que aguantarse. Esto significa que el Estado alemán no estaba detrás de la operación.

La gestión del ingeniero resultó en que el 19 de septiembre salió para Vigo el Kamerun, con los dos millones de 7 m/m, dos mil fusiles del 7,92 con otros dos millones de cartuchos y 875.000 cartuchos de pistola.

Había otro pedido en tramitación que había hecho un exagregado naval, el capitán Génova, de 1750 fusiles alemanes y que de la Cierva aceptó a aumentar a 2.000. Abonó los gastos extra porque prácticamente todo lo demás ya se había pagado desde Londres. Los 3 millones de cartuchos de 7 m/m restantes saldrían para Vigo poco más tarde y el cargamento lo completarían 1500 toneladas de carbón.

La complejidad de estas operaciones clandestinas se manifiesta en que fue entonces cuando el ingeniero se enteró de que los cartuchos los suministraba una fábrica austríaca y no polaca como habían dicho los intermediarios. (Notó que la cosa no hacía gracia a los alemanes). Encargó, por si las moscas, otros cinco millones en Alemania a entregar en un plazo máximo de tres semanas. Hacia el 5-10 de octubre llegarían a Vigo. El pago también se efectuaría desde Londres.

Nada de lo que antecede tenía que ver con Franco. Canaris informó al ingeniero que a este se le enviarían semanalmente cinco millones de cartuchos, según había pedido, y que se tardaría de 10 a 15 días en hacer la primera expedición. De la Cierva insistió en la urgencia. La respuesta fue que si los españoles proporcionaban una muestra de cartuchería se ahorrarían dos o tres días pues pensaban enviar un aeroplano a España para recogerla. “Saqué del bolsillo lo que V. me dio y entonces me dijeron que estaban casi seguros de poder hacer el primer envío en una semana”, escribió de la Cierva. También se enteró de que alguno de los traficantes nazis de armamento había arreglado compras de armas en Finlandia para la República y que pensaba, tras cobrarlas, quitar algunas partes de su mecanismo para inutilizarlas. (Un ejemplo de sabotaje que se repitió innumerables veces)

Cumplida esta misión, el ingeniero se dispuso a cumplir otras que tanto Mola como Franco le habían encargado. Se puso a sus órdenes con un ¡Viva España! En diciembre Juan de la Cierva pereció en un accidente de aviación. Salvo que se demostrara que en aquellos cometidos no hubo hecho gala de su proverbial energía sería difícil argumentar que Juan de la Cierva no puso toda su lealtad al servicio del autodenominado “Movimiento Nacional”.

Por lo demás, hasta ahora se ignora que poco después de la entrevista Canaris se desplazó rápidamente a España, en donde habló con Queipo de Llano y Franco. Que sepamos fue su primera visita tras la sublevación. Un militar italiano lo escoltó a su partida. De lo que departieron no se ha encontrado constancia.

(La carta a Mola, escrita a mano, se encuentra en el Fondo Maiz, en el Archivo Real y General de Navarra donde la consulté. El Centro Documental del Bombardeo de Gernika guarda una copia. La reprodujo Maiz en sus memorias póstumas Mola frente a Franco, pp. 331-334, y le dio una interpretación delirante. La ligó a conexiones previas, nunca demostradas, de la Abwehr con los conspiradores antes de la sublevación, aunque nada de ello se desprende de la carta misma).

 

FIN