Un premio en tiempos políticamente interesantes

30 abril, 2019 at 8:40 am

Ángel Viñas

El domingo por la tarde regresé del País Vasco, a tiempo suficiente para seguir por el canal internacional de TVE la noche electoral. Los días precedentes estuve en la villa foral para recibir, ex aequeo con los profesores Sir Paul Preston y Xabier Irujo y el comisario europeo para la Ayuda Humanitaria, Christos Stylianides, el premio Gernika por la paz y la reconciliación correspondiente a este año en su décimoquinta edición.  En la anterior lo recibieron Daniel Baremboin y Helena Maleno, activista española por los derechos humanos.  Escribo estas líneas apresuradamente para no faltar a la cita de este martes en el blog. Los amables lectores disculparán que no lo haya pulido tanto como es mi costumbre.

El 26 de abril, día en el que se conmemora, recuerda y llora el dolor causado en tal fecha del año 1937 por el bombardeo de la aviación nazi-fascista, regresa siempre, año tras año. En este se iniciaron el lunes 1 de abril, pero el núcleo fundamental se centra, como es lógico, en torno al día aniversario. Tiene un protocolo perfectamente milimetrado y orquestado. Sus elementos fundamentales son el ulular de las sirenas y el minuto de silencio en el preciso momento en que sonaron el día del bombardeo; el responso y la ofrenda floral en memoria de las víctimas, que se hacen en el cementerio municipal con presencia de delegaciones de ciudades mártires, organizaciones ciudadanas y autoridades (un acto de solemnidad sobrecogedora); la que tiene lugar ante el busto de George Steer, el periodista de The Times que anunció en Londres y Nueva York la destrucción (al igual que hicieron otros colegas que representaban otros medios de la época). Por la mañana se hace la entrega de los premios. Por la tarde suele haber una marcha ciudadana con candelas encendidas.

Suelen añadirse elementos adicionales. En este año han destacado cinco.  La víspera tuvo lugar  en el Museo de la Paz, la proyección inaugural de dos documentales. Uno de ellos cuenta cómo vieron los testigos el bombardeo. Sus manifestaciones proceden de la colección de recuerdos que recogió William Smallwood en los años de la dictadura y que se han publicado hace pocos años (no es un libro que utilicen los cantamañanas que siguen escribiendo a tontas y locas sobre el 26 de abril de 1937). El segundo reproduce los testimonios de niños y niñas, hoy ya ancianos, con sus recuerdos de aquel trágico momento. Cada documental, que vierte en una segunda pantalla acciones e imágines brillantamente digitalizadas,  tiene una duración de doce minutos. El resultado es espectacular. A partir del sábado pasado la proyección se reproducirá continuamente en una sala habilitada al respecto en el piso superior del Museo, que tan pronto llega esta temporada visitan numerosos grupos de escolares y turistas españoles y extranjeros.

El segundo nuevo elemento ha sido la inauguración formal de un refugio (un búnker) construido para que en él se refugiaran los obreros de los Talleres de Gernika, uno de los dos establecimientos fabriles con que en 1937 contaba la localidad. Se ha abierto y renovado para señalar como estaba en aquella fecha gracias a la generosidad de los propietarios del establecimiento. Podemos imaginar cómo estaría la gente en él apretujada bajo el sonido estridente de las sirenas de alarma y el polvo que se desprendiera del techo, sin apenas luz.

El tercer elemento es una exposición de cuadros sobre la vieja Gernika debidas al pintor gernikés Julen Munitis. En ella destaca un tríptico infernal en el que aparecen los dos dictadores fascistas, cuyas fuerzas llevaron a cabo la destrucción, y Franco, responsable último de la misma. Gracias a su amable autorización la figura que acompaña este post es una de las fotografías que con el móvil pude tomar. No me siento orgulloso de ella (no soy buen fotográfo) pero espero que dará una idea.

El cuarto elemento ha sido la concesión de un nuevo premio que recibe el nombre de George Steer y materializado en un pesado busto del mismo. Se otorgará a periodistas o corresponsales de guerra que se hayan distinguido por sus reportajes sobre conflictos contemporáneos. El receptor ha sido Mikel Ayestarán por su multifacética actividad informadora sobre el conflicto del Oriente Medio. A mi me ha faltado siempre, en mi educación diplomática e internacional, la comprensión profunda del mismo. Leeré con atención los tres libros que sobre él ha escrito Mikel.

El quinto y último elemento fue otra ofrenda floral ante el nuevo monumento a los gudaris en una plaza renovada. Tuvo lugar el 27 por la mañana, después de otra ofrenda ante el busto del alcalde de Gernika en el año del bombardeo, José María Labauria.  El monumento representa a dos gudaris bajo una ikurriña desplegada al viento y se encuentra muy próximo al Museo de la Paz. Los dos últimos elementos, junto con el restaurado búnker, se incorporarán  al repertorio habitual.

La conmemoración suele tener una vertiente historiográfica. Hace dos años los profesores Preston, Irujo (el mejor historiador sobre el tema de Gernika) y servidor disertamos sobre varios aspectos del bombardeo. Nuestras disquisiciones aparecieron posteriormente, junto con otras, en la colección de obras que edita el Museo. No suelen consultarla los mariosabihondillos de toda la vida, pero en ella figuran aclarados muchos de los temas controvertidos que han esmaltado la literatura. No en vano el bombardeo de Gernika es el hecho bélico que más títulos y controversias ha despertado desde el mismo momento de su realización dentro del conflicto español e internacional por interposición que fue la guerra civil.

Este año se había previsto que quienes hemos sido distinguidos con el preciado galardón (por el cual los tres estamos profundamente a quienes propusieron nuestros nombres y al jurado que decidió en nuestro favor) retornáramos al tema central de la verdad histórica y de la mentira historiográfica que ha rodeado, desde 1937, el bombardeo.   Nos habíamos distribuído los papeles. Servidor había pensado romper, de nuevo, una lanza en favor de Herbert R. Southworth, aunque su biografía y su seminal libro, El mito de la Cruzada de Franco,  ya los ha reeditado hace años Sir Paul Preston en la versión hoy disponible en formato de bolsillo y a un precio sumamente módico.

En mi opinión, este primer libro de Southworth contiene todos los elementos esenciales en torno a los cuales han girado las mentiras sobre el bombardeo. Hace algunos años, cuando se planteó la posibilidad de dar a conocer algún clásico sobre la guerra civil, no dudé en recomendar a la Editorial Comares, la reedición de la monografía de Southworth sobre la destrucción de Guernica que apareció  en 1975 y amplió a un volumen de más de quinientas páginas lo escrito en el anterior. Me reservé la posibilidad de hacer una pequeña puesta al día siguiendo su metodología y el resultado fue un epílogo de más de cien páginas. Quise aprovechar la ocasión con dos finalidades:

  • La primera fue el deseo de unir mi modesto nombre al suyo. Siempre he sido un admirador de Southworth. Ambos estuvimos en Gernika ya en abril de 1977, ante un mar de ikurriñas recién legalizadas, para explicar, junto con otros colegas y testigos, nuestros descubrimientos sobre el bombardeo.
  • La segunda estribó -lo escribo sin el menor pudor- en pulverizar las mentiras que han esmaltado las sucesivas versiones sobre el mismo que fue publicando el general de división en el Ejército del Aire Don Jesús Salas Larrazábal y que aún pululan por la literatura y en las versiones que circulan por internet.

Desgraciadamente los mejores planteamientos se los lleva el diablo. El día en que debía viajar desde Londres el profesor Preston tuvo una indisposición, nada grave pero sí muy aparatosa. Hubo que improvisar. El resultado fue un diálogo entre Xabier Irujo y servidor en el auditorio de la Casa de la Cultura bajo el mando y la batuta del moderador Fernando Garate (ex”huésped” del “Hotel Carabanchel” en tiempos franquistas y una figura muy conocida en la villa). Ambos seguimos su batuta y explicamos nuestras tesis a una audiencia de en torno a un centenar de personas. Alargamos la sesión hasta una hora avanzada y dimos respuesta a las preguntas, muy variadas, que sobre Gernika, la memoria histórica y la exhumación de Franco (para servidor una ruptura sicológica, si se produce, en el seno de la sociedad española) nos dirigió el público.

En el margen, me harté de hacer preguntas sobre cómo veían mis interlocutores la situación política actual tanto en el País Vasco como en el resto de España  en la víspera de las elecciones generales. Sus resultados de anteayer no me sorprendieron demasiado. En un intervalo me permití el lujo de ver en el móvil el mítin de Las Rozas que dio VOX en Las Rozas, cerca de Madrid. Como este es un blog de historia, prefiero no detenerme en él. Sí me recordó la retórica y los argumentos de un tiempo que quizá muchos ya habrán olvidado pero que para un historiador de la guerra civil y de la dictadura siguen estando muy presentes.

Personalmente me siento muy honrado por el galardón. Cuando en la Comisión Europea estuve de director de derechos humanos y ayuda a la democratización me dejé la piel durante varios años pronuncié muchos discursos y tuve numerosas intervenciones públicas. Por diversas razones que he expuesto en un libro nada de lo que hice -e intenté hacer- fueron suficientes para una recompensa de tal categoría. Me siento muy feliz y muy agradecido al Ayuntamiento (es decir, al alcalde Don José María Gorroño y a todos los concejales del mismo, con muchos de los cuales coincidí en el repetido disfrute de la gastronomía vasca ) y al Museo de la Paz de Gernika (representado por Iratxe Momoito y Ana Teresa Núñez). Me prometí continuar en mi tarea de desmontaje de los mitos franquistas que todavía contaminan la historiografía española, aunque en el futuro sea probablemente con instrumentos complementarios de la EPRE.