Se nos ha ido un gran historiador militar

7 mayo, 2019 at 8:30 am

Ángel Viñas

El pasado 30 de abril, recién llegado de Gernika, recibí un correo. El coronel Carlos Blanco Escolá había fallecido plácidamente a los 86 años de edad. Nos conocimos primero por correspondencia. Había sido lector suyo desde hacía tiempo, incluso cuando estaba trabajando en la Comisión Europea. Nos vimos por fin personalmente en Zaragoza, donde vivía, en diciembre de 2016. Puedo precisarlo porque me dedicó un libro y lo fechó el día 13 de tal mes. Era un hombre recio, marcial, muy directo, muy simpático, lleno de ilusiones y volcado en escribir. Deja tras de sí una obra que perdurará. En aquellos momentos proyectaba una serie de ensayos más o menos entrelazados. Ignoro qué habrá sido de ellos y hasta dónde habría llegado. Me chocó que afirmara, con rotundidad, que el general Mola había sido víctima de un sabotaje. El coronel Blanco era piloto civil, según me dijo. Así que supongo que sabía de lo que hablaba, pero lo cierto es que me mostré muy reservado.

En el tema de Mola soy muy suspicaz porque mi primo hermano, Cecilio Yusta, quien tanto me ha ayudado en el desentrañamiento del famoso, y oscurecido cuando no vilmente manipulado, asunto del Dragon Rapide, siempre me ha contado que él mismo había hablado con personas que habían visto salir el avión de Mola, con un piloto al mando de esos “lanzados” y de quienes más vale ver con algo de precaución. El despegue fue tal que entre los que lo presenciaron se comentó algo así del tenor “menuda h… se va a pegar”. Yo me fío de mi primo que también ha esclarecido a mi satisfacción otro de los “enigmas” de la guerra civil: el trastazo que se dio el avión en el que el piloto Juan Antonio Ansaldo transportaba al teniente general José Sanjurjo y cómo tan heroico aviador lo encubrió más o menos arteramente en sus no siempre fiables memorias.

Carlos Balnco Escolá. La incompetencia militar de Franco, Alianza, Madrid, 216 págs.

Pelillos a la mar. Para mí, el coronel Blanco está indeleblemente ligado a uno de sus libros que alcanzó un éxito nada desdeñable: La incompetencia militar de Franco. Apareció en Alianza en 2000 e inmediatamente desató una gran polémica. Prefiero no dar nombres. Que todo un coronel sacara trapitos sucios del Generalísimo, máximo responsable de las actuaciones de los ejércitos en operaciones durante la guerra civil, no era cosa que se leyera todos los días hace una veintena de años. Pensé en él cuando no hace tanto tiempo se hizo pública una soflama suscrita por varios centenares de jefes y generales ya jubilados en la que se proclamaron las altas virtudes castrenses del general Franco. Luego, algunos de los candidatos de Vox a las recientes elecciones generales, también militares, también las han ensalzado. Me pregunté si tan esforzados soldados habrían sentido alguna vez la tentación de leer a su compañero. O a algunos otros militares como Cardona que también habían escrito algo al respecto (en términos de guasa recomiendo su deliciosa obrita Franco no estudió en West Point).

Carlos Blanco demostró que la incompetencia que dio título a su obra estaba inscrita en la personalidad y ejecutoria del flamante joven oficial que desembarcó en Marruecos. Muchos han sido los autores que han observado que en el Protectorado (un territorio de aproximadamente una extensión parecida a la provincia de Badajoz) no era fácil aprender y poner en práctica las estrategias y tácticas de una guerra moderna. Blanco fue algo más allá.

Si no recuerdo mal me dijo que, en su calidad de profesor de Historia Militar en la Academia de Zaragoza, había podido consultar la hoja de servicios de Franco incluído el capítulo dedicado a la guerra civil. Ciertamente en su libro no identificó este extremo, quizá por prudencia. Cualquier lector puede observar que la bibliografía solo menciona obras publicadas pero, si se fija un pelín, verá que el texto contiene alusiones al citado documento.

Como ya señalé en la obra que escribí con mi primo hermano y el Dr. Miguel Ull, El primer asesinato de Franco, de la hoja de servicios de Franco existe una publicación que hoy, por desgracia, solo se encuentra en bibliotecas y no en todas. Un fallo primoroso. Privar a los lectores españoles y extranjeros del acceso a tan recomendable fuente primaria. El Ministerio del Ejército franquista cometió, en mi opinión, un gravísimo error.

Afortunadamente, una parte fue editada por un coronel de Caballería (como Blanco Escolá) llamado Esteban Carvallo de Cora, en Madrid, en 1967, bajo el título Hoja de servicios del Caudillo de España Excmo. Sr. Don Francisco Franco Bahamonde y su genealogía, sin la menor indicación de editorial. Por desgracia se detiene en el año 1926. Lo que sigue es una sarta de alabanzas, más o menos desaforadas, pero no una transcripción. Y, para colmo de parabienes, el original de la Hoja (o la Hoja original) se encuentra en paradero desconocido. Al menos no he logrado averiguar en qué archivo se halla. A lo mejor la conserva la familia como oro en paño y, aunque lucha porque no exhumen los restos mortales de su antecesor, no se atreve a darla a conocer.

Se trata de una situación absolutamente anormal, porque es obvio que la Hoja debió  mantenerse al día muchos años más después de 1926. Por lo menos hasta 1935. Lo que pasó con ella después solo Dios lo sabe. No resulta inverosímil que circulara una versión, debidamente redactada, para oficiales superiores que tuvieran que saber algo de ella por razón de su cargo. Un historiador curioso podría derivar conclusiones que no encajan necesariamente en el canon consagrado por la historiografía franquista.

En todo caso, a cualquier lector de La incompetencia que se detenga en las páginas 81 a 103 le sorprenderán un pelín, frente a la leyenda, los análisis  que hizo Blanco sobre las circunstancias de los ascensos de Franco a primer teniente y luego a capitán y más tarde a comandante. No se produjeron por actos heroicos ni por hechos de armas sobresalientes. Más bien por la movilización de rasgos de carácter a los que el futuro Caudillo se atuvo durante toda su vida: astucia, argumentaciones tras bambalinas, autopropaganda y, en sus momentos, un pelín de  audacia burocrática. Y, ciertamente, fue la llamada de la PATRIA a exponerse al supremo sacrificio, de otros por supuesto, la que le impidió adquirir algo de formación militar avanzada en la Escuela Superior de Guerra (ESG). Pero, eso sí, ascendió y dejó detrás de sí a un montón de oficiales y jefes mucho más antiguos que él. Las ventajas de tener hilo directo con Palacio.

Antes de La incompetencia Blanco había publicado una excelente monografía sobre la Academia General Militar de Zaragoza entre 1928 y 1931, que apareció bajo el sello de Labor en 1989. La prologó Gabriel Cardona que, desde las primeras líneas, resaltó que el autor no solo era militar sino también licenciado en Historia. Y, como tal, se basó no solo en un conocimiento exhaustivo de la historia militar española sino también en un bosquejo de normas pedagógicas que había escrito el coronel Miguel Campins (número uno de su promoción en la ESG), subdirector y jefe de estudios de la Academia, y que -al menos que yo sepa- todavía no se ha hecho público. Se trata de un texto de doscientos folios, fechados en Gerona en 1932, y que Blanco encontró en el museo-archivo de la AGM. Según afirma, tales normas solo se siguieron en la medida en que Franco le permitió desarrollar algunas actividades en las areas en que se sentía más disminuido, pero que no pesaron en la orientación general de la  enseñanza y el espíritu (¡oh!, el espíritu) impartidos en la Academia e imbuidos de “africanismo”.

Aparte de otros libros (por ejemplo, Franco y Rojo. Dos generales para dos Españas o Vicente Rojo, el general que humilló a Franco), me causó una gran impresión su última obra, General Mola. El ególatra que provocó la guerra civil. En él Blanco hizo un uso punzante del poco conocido libelo  El pasado, Azaña y el porvenir, que -no es una casualidad- no aparece en las supuestas Obras Completas del sanguinario general. Algo incomprensible dado que no es excesivamente difícil encontrarlo en bibliotecas e incluso, por un módico precio, en librerías de segunda mano.

En definitiva, con el coronel Carlos Blanco Escolá ha desaparecido desgraciadamente un historiador militar, demócrata, antifascista, antifranquista, enamorado de su profesión y a mil leguas de quienes siguen tendiendo mitos sobre una de las figuras y una de las etapas más sombrías del pasado de España.

Descanse en paz.