Una placa en Capodistria

17 septiembre, 2019 at 8:30 am

Ángel Viñas

En el anterior post me he referido a uno de los lugares de historia que no conocía y que visitamos en Trieste. Desde esta ciudad descendimos por una autopista,  que no tiene nada que envidiar a las que discurren cerca del litoral español, hacia el sur a lo largo de la costa adriática. En Eslovenia el litoral no llega a los cincuenta kilómetros pero cuenta con lugares turísticos muy conocidos como Prian, Porto Rosso, Isola y Kuper. Bajo un calor de infierno visitamos el primero y el último. Capodistria, hoy rebautizado como Kuper,  fue, en tiempos lejanos, capital de la península de Istria. De aquí su nombre en italiano, que utilizo para titular este post.

 

Se trata de una pequeña ciudad muy pintoresca, con catedral y todo. El núcleo urbano es antiguo. Lo rodean barrios modernos y, en parte, con industria ligera. La passeggiata al borde del mar estaba muy concurrida: una mezcla de nativos y de turistas de varios países europeos y, por supuesto, norteamericanos. La mezcla lingúística no tenía nada que envidiar a la torre de Babel. El centro del núcleo urbano es una plaza de tono italianizado. A un lado se encuentra una loggia reconvertida en café. Enfrente se halla una parte del ayuntamiento en un edificio medieval. A la derecha están las oficinas de una Universidad de la que no había oído hablar jamás. En esta esquina nos topamos con varias placas en las que se recuerdan los nombres de aquellos ciudadanos de Kuper y de pueblos adyacentes caídos en la segunda guerra mundial luchando por la liberación del yugo nazi-fascista. Pero, ¡sorpresa, sorpresa!, también en las filas de las Brigadas Internacionales durante la guerra civil española. Esta última placa la colocaron en diciembre de 1970, año del jubileo (nótese la implicación católica) de Tito y de la Liga comunista de Eslovenia y de Yugoslavia, las organizaciones sociopolíticas de Kuper, Isola y Piran. Casi cincuenta años más tarde, allí siguen. Esto me parece que podría considerarse memoria histórica consensuada.

Los caídos de las Brigadas Internacionales, con nombre y apellidos, fechas y lugares de nacimiento y de muerte, fueron siete: Anton Babic, Ivan Debernardi, Nicola Depagner, Ivan Tremuli, Emilio Prioli, Salvatore Menis y Giordano Viezzoli. Sus nombres denotan la variedad de orígenes étnicos.

En España no abundan, que yo sepa, trabajos sobre la participación yugoslava en la guerra civil. Puede explicarse por la dificultad de acceso a los idiomas de la literatura que trata principalmente del tema: esloveno, croata y serbio. No he visto nada en macedonio. Las fuentes primarias no se encuentran, de nuevo que yo sepa, en francés, inglés, alemán o italiano sino en sus idiomas de origen. Hay, no obstante, traducidas memorias de políticos yugoslavos de las orientaciones más diversas. En lo que se refiere estrictamente a la participación yugoslava en las Brigadas y en la guerra civil, el libro más reciente -que se concentra en el impacto en Croacia- tiene una larga bibliografía en la que su contexto se explica por obras aparecidas, o traducidas, en inglés. La intrínsicamente yugoslava está disponible en los idiomas locales y un pelín en el último.

El autor es un historiador croata que en 2005 presentó una tesis doctoral en la Universidad de Washington sobre los comunistas y fascistas croatas y la guerra civil española. Hoy es profesor de la Universidad de Zagreb y ha colaborado con el profesor Juan Andrés Blanco y servidor en un libro colectivo en el que hemos pasado revista a la bibliografía reciente sobre la guerra civil tanto en España como en el extranjero.

En 2014 el Dr. Vjeran Pavlakovic, que tal es su nombre, publicó en Zagreb un libro basado en su tesis y en sus posteriores descubrimientos en archivos otrora yugoslavos. Lo tituló de manera muy sintomática: The Battle for Spain is Ours. Croatia and the Spanish Civil War. Aunque se concentra, obviamente, en el nuevo Estado croata surgido en 1991 de la desmembración de la antigua Yugoslavia, varios capítulos se refieren al Estado multiétnico creado tras la primera guerra mundial y que, tras la segunda, desembocó en la República Federativa Socialista de Yugoslavia (RFSY). No lo he visto citado en la literatura en castellano, pero quizá sea una omisión por mi parte.

La guerra civil española tuvo un impacto inmenso en la antigua Yugoslavia, no solo en su política exterior sino, y sobre todo, también interna. En esta última azuzó las tendencias anticomunistas de los partidos del establishment, con el comunista en primer lugar ya que había sido declarado ilegal. En la primera, acentuó la tendencia al acercamiento a las potencias fascistas que se había iniciado anteriormente.

Los antiguos combatientes yugoslavos en España gozaron de gran prominencia en la RFSY, en parte porque muchos participaron en puestos de organización y liderazgo en la guerra desencadenada por los partisanos contra los ocupantes nazi-fascistas, los yugoslavos partidarios de la Monarquía (chetniks) y las marionetas locales del Eje, en particular en Croacia con una brutal dictadura dirigida por un casi sicópata, Ante Pavelic, que murió en el exilio en Barcelona. El conflicto, iniciado tras la invasión italiana y alemana en 1941, tuvo pues una doble vertiente de guerra contra los extranjeros, pero también de guerra civil en la que los comunistas, dirigidos por Tito, lograron imponerse. Fue sumamente sangriento.

El impacto de los veteranos de España fue esencialmente cualitativo. Se ha estimado que cerca de unos 350 regresaron a Yugoslavia y que de ellos más de 250 se unieron a los partisanos. La diferencia se explica, en parte, porque había muchos gravemente heridos o discapacitados.  Otros, sin embargo, no aceptaron la visión ideológica de que en Yugoslavia se continuaba el combate iniciado en España.

Después de la segunda guerra mundial tales veteranos (generalmente caracterizados como “nuestros españoles”) ocuparon puestos de gran responsabilidad. En el Comité Central del PCY hubo no menos de veinte; varios fueron vicepresidentes de la RSFY  y/o ministros de Defensa y del Interior. Otros sirvieron como embajadores y altos cargos de los servicios de inteligencia. También hubo quienes se pusieron del otro lado tras el cisma entre Tito y Stalin y fueron encarcelados.

Cuando por edad dejaron de participar activamente en política muchos constituyeron la Asociación de Voluntarios del Ejército Popular de la República y redoblaron sus esfuerzos para promover la memoria de la guerra civil española y su propio papel. En el cuarto congreso que celebraron en 1971 en Ljubljana, uno de los participantes leyó una proclama ante Tito en la que afirmó que “en la guerra en las trincheras de España, con un fusil entre las manos, mostramos cómo ya luchábamos por la libertad e independencia de Yugoslavia. Nuestra guerra de liberación fue una continuación de la guerra española (…) En ambas y en la reconstrucción subsiguiente en Yugoslavia las diferencias entre sus naciones componentes nunca nos molestaron. Como hijos de ellas siempre luchamos en tierras extranjeras y en nuestro país tanto por nuestros derechos como por los de los demás. En la batalla siempre nos sentimos imbuidos, querido camarada Tito, del espíritu del yugoslavismo y del internacionalismo”.

No extrañará que en las pugnas internas intra-yugoslavas tales veteranos siempre sostuvieran sin vacilación la política del mariscal. Cuando Tito falleció en 1980 eran ya, sin embargo, muy pocos los que todavía estaban en activo, aunque algunos participaron en las controversias posteriores y se mostraron críticos con la deriva política. Todavía en 1986, al conmemorarse el cincuenta aniversario del estallido de la guerra civil, los veteranos tuvieron un último momento de exaltación, vinculándolo a las glorias de la tradición revolucionaria yugoslava. El último combatiente en España falleció en California en 2009.

Algo de lo que antecede es en lo que reflexioné al pasear por las calles de Kuper en una calurosa noche de agosto. El mismo día habíamos estado en Prian, abarrotado de turistas eslovenos y extranjeros bajo un sol abrasador. Eslovenia declaró su independencia en 1991, tras un breve conflicto con el Ejército Yugoslavo, pero todavía en las callejuelas del pueblito turístico cabe encontrar nombres de la tradición comunista, entre ellos a los fundadores, Karl Marx y Friedrich Engels.

Otro país. Otra memoria.