¿UNA BIOGRAFÍA DE FRANCO QUE PRETENDE NO SER PRO-FRANQUISTA NI ANTI-FRANQUISTA SINO RIGUROSAMENTE OBJETIVA?

28 octubre, 2014 at 9:00 am

En la última semana de septiembre se puso a la venta la anunciada biografía de Franco escrita por el profesor Stanley G. Payne y el periodista Jesús Palacios. En la contracubierta se afirma que “es el  primer estudio objetivo y desapasionado sobre la figura que gobernó España durante casi cuarenta años y que se convirtió en el líder político con mayor poder de la historia del país”. En mi modesta opinión, se convertirá fácilmente, y durante algún tiempo, en la biblia de la derecha.

 

Este blog no es el lugar adecuado para hacer una reseña de la obra. Sí lo es para exponer sinceramente un temor y un alivio.

El temor es humano y supongo que común y corriente. Cuando un historiador escribe sobre un tema y se entera de que otro u otros van a publicar algo sobre el mismo lo primero que se pregunta es algo así como ¿me machacarán el trabajo?, ¿descubrirán algo que no haya visto?, ¿utilizarán documentos que me hagan cambiar lo que estaba escribiendo? Confieso haber sentido tal temor y en anteriores posts así lo he insinuado.

Ahora, tras leer la reciente biografía, he dado un suspiro de alivio. No hay documentación nueva en los temas que me interesan. Es más, la que utilizan es una pequeña parte de la que yo he manejado. No me han pisado nada. Mis argumentos no sufren alteración. Eso sí, he debido introducir en mi texto o en las notas a pié de página algunas puntualizaciones en temas en que difiero radicalmente de tan ilustres autores. Quien calla, otorga. Cuando salga mi trabajito, ya más cerca del LX aniversario del fallecimiento del inmarcesible Caudillo, los lectores compararán.

No obstante, con un pequeño ejemplo quisiera ilustrar un modo de proceder recurrente que aflora en la nueva biografía. No hago crítica. Tampoco una mini-reseña. Es, simplemente, una muestra. Podría haber elegido otras.

En el capítulo X nuestros distinguidos biógrafos abordan, entre varios temas, el muy discutido de las ideas económicas de Franco. Para ilustrarlas citan de las memorias de Don José Larraz, el primer ministro de Hacienda en la postguerra civil. Franco le llamó el 6 de agosto para ofrecerle el puesto. Los autores recogen las primeras impresiones que consignó Larraz. Cito:

“Vio a un Caudillo ´con un aspecto más modesto que el de sus propios ayudantes; su traje de general estaba raído y viejo; los codos zurcidos, las borlas doradas de la faja más que desgastadas, casi ralas. Aquella cámara y su habitante exhalaban pobreza, austeridad´”.

La cita se encuentra en la página 282 de la biografía. Genera una imagen poderosa. Podría pensarse que tiene poco que ver con lo que el profesor Jordi Maluquer afirma que, con mucha indulgencia, podría denominarse “el pensamiento económico de Franco”. Pero dejemos esto de lado. Nuestros biógrafos podrían pensar, probablemente, que Maluquer es un “rojo” disfrazado.

Lo que es significativo de su metodología es que soslayen, eludan, ignoren, pasen por alto o escondan el juicio de Larraz sobre el “pensamiento económico” de su tan encomiado biografiado. Esto sí que me parece que debería figurar en la biografía,  si es que sus autores sienten la necesidad de acudir a la autoridad del antiguo ministro de Hacienda a quien citan en numerosas ocasiones.

Mi afirmación se basa en que Larraz hizo una amplia referencia al pensamiento mágico de Franco mucho más precisa que las impresiones que reflejó al recordar el uniforme. Nuestros biógrafos no pueden alegar que la desconocen. La mención del uniforme se encuentra en la página 181 de las memorias y no oculta entre sus 576 páginas. Figura, exactamente, en la 182, tres párrafos después de la cita anterior. ¿Y cuál fue?. Reproduzco:

“…Con sorpresa mía y, eso sí, sin perder el tono humilde y hasta balbuciente, comenzó a trazar su parecer y a dibujar las líneas de la política económica y financiera. Hizo una amplia declaración concerniente a la balanza de nuestro comercio exterior y a la permanencia de su déficit; examinó las partidas desfavorables; se manifestó entusiasta de una política autárquica à outrance; atacó la economía liberal; defendió con entusiasmo la economía dirigida; no recató sus íntimas preferencias por una revolución desde arriba impregnada de sentido social y anticapitalista; recriminó al paro obrero, con el que era preciso acabar; afirmó que España podía engrandecerse en dos lustros y pasar a ser una gran potencia europea; me expuso planes de obras, trabajos públicos, mecanización del ejército y dotación de grandes armadas aéreas y navales; creyó, rotundamente, que todo aquello podía financiarse con una leva sobre el capital y, en lo que fuera necesario, con creaciones de dinero, con billetes, porque eso –dijo- no era inflación (sic) (…) en torno de estas ideas el general estuvo discurriendo dos horas, con un consumo casi total de mi paciencia. En ocasiones hablaba de la ´depreciación´ del dinero. Al fin calló y me miró de modo profundo, sin duda convencido de que me había impresionado fuertemente. Y, en parte, era verdad”

Naturalmente cabría argumentar que la cita es demasiado larga. Podrían haberla recortado. Yo mismo lo he hecho un pelín.  Es difícil negar, sin embargo, que para entender el “pensamiento económico de Franco” es algo más instructiva que la mera alusión a su uniforme.

Nuestros avezados biógrafos probablemente no consideran la anterior cita interesante. Pero hay más. También soslayan, eluden, ignoran, pasan por alto o esconden la valoración final que Larraz consignó seguidamente en la misma página 182 de sus memorias. Puestos a utilizar al ministro en apoyo de no se sabe qué, pero relacionado con las ideas y obsesiones del excelso Caudillo, no llegamos a comprender la desaparición del juicio que Franco  mereció a Larraz. ¿Cuál fue? Transcribo:

¿Cómo precisaría yo la clase de cultura económica de mi ilustre interlocutor? Aquello no tenía sabor universitario, ni siquiera de Escuela de Comercio; tampoco era la visión experimental de un banquero, o de un hombre de negocios, o de un funcionario. Aquello era la cultura económica de un bizarro capitán de Estado Mayor, recién salido de la Escuela de Guerra [donde aprendiera desde la Física hasta el Derecho Internacional, pasando por la Química, la Táctica, la Estrategia y el Derecho Administrativo]… Con algo más, quizá algunas referencias o influencias de las economías totalitarias”.

¿Me dejo llevar por pensamientos malévolos? ¿Podría ocurrir que  nuestros estimados biógrafos hayan querido soslayar, eludir, ignorar, pasar por alto o esconder este implacable juicio de Larraz que no es demasiado elogioso para el tan alabado Caudillo?

Los lectores no necesitan acudir a las Memorias de Larraz, publicadas por la Real Academia de Ciencias Morales Políticas en el año 2006 y que probablemente ya solo encontrarán en bibliotecas.  No la anécdota del uniforme pero sí la referencia crítica al “pensamiento económico de Franco”  figura en un libro muy reciente que está hoy en todas las librerías. El de Jordi Maluquer, La economía española en perspectiva histórica, Pasado&Presente, pp. 201s. (He recuperado lo que hay entre corchetes ).

¿Y por qué reproduce  Maluquer la crítica de Larraz? Simplemente porque se trata de una información de importancia excepcional. Precisamente la que Payne/Palacios soslayan, eluden, ignoran, pasan por alto o esconden. No hay engaños. Larraz dedicó tres páginas a la entrevista y la encuadró histórica y políticamente.

La lectura de la nueva biografía, autocalificada de objetiva, proporciona las claves explicativas en el plano epistemológico y metodológico de tan notable ausencia. Habrá que explicitarlas en algún momento.