UNA LUPA EXTRANJERA SOBRE LOS EJÉRCITOS FRANQUISTAS (y V)

7 enero, 2015 at 8:30 am

No me he detenido a rastrear en los archivos británicos lo que los militares y diplomáticos de esta nacionalidad comentaron, ya fuese en Madrid o en Londres, acerca de las informaciones que les llegaran sobre la Unión Militar Democrática (UMD). Es imposible que no supieran nada. Fundada en septiembre de 1974 la UMD se desarrolló en la clandestinidad y con fuertes medidas de seguridad. Aun así, las detenciones se iniciaron en julio del año siguiente. Es un proceso que ha estudiado con detenimiento su gran historiador Fidel Gómez Rosa.

UMD Logo La primera comparecencia pública de la UMD, en París, tuvo lugar en octubre de 1975, poco antes de que Franco cayera enfermo. Generó gran expectación. El tenor de muchos comentarios, aunque no sabemos el de la embajada en Madrid, es que el supercontrolado Ejército franquista se agrietaba. El procesamiento de los detenidos se alargó durante varios meses y sus abogados defensores constituyeron la flor y nata de una parte de la oposición política: Enrique Tierno Galván, Manuel Jiménez de Parga, José María Gil Robles, Fernando Álvarez de Miranda, Joaquín Ruiz Jiménez, Raúl Morodo, etc. En marzo de 1976 se reunió el primer consejo de guerra que juzgó a los «úmedos» más significados y los condenó a diversas penas de prisión, casi siempre con la accesoria de separación del servicio. Ni que decir tiene que desde la cúpula de las Fuerzas Armadas, donde la aparición de la UMD, había causado gran preocupación, se presentó a sus integrantes bajo una perspectiva profundamente distorsionadora.

En el análisis de las FAS que, como hemos indicado en el post anterior, hizo el brigadier Dawson hay una breve referencia a la UMD. Se limitó a señalar que sus miembros se beneficiaron del Real Decreto de Amnistía del 29 de julio de 1976 (BOE del 4 de agosto). Subrayó que, en puridad, las actividades de la UMD habían sido superadas por los acontecimientos dado el ritmo trepidante de la liberalización política ya a toda marcha. Según las noticias que le habían llegado, la impresión dominante entre las autoridades militares era que no había habido una penetración izquierdista grave en las FAS (con independencia de que a los «úmedos» se les había colgado injustamente tal marchamo). Dawson señaló que había salido a la luz cierta actividad de tipo comunista en forma de propaganda difundida clandestinamente por una (fantasmagórica) Unión Democrática de Soldados. Informó a Londres de que en las alturas de las FAS se consideraban controlables tales desviaciones de la disciplina.

El 7 de enero de 1977 el embajador Wiggin fue a visitar a Gutiérrez Mellado. Se conocían superficialmente y tenían amigos comunes. El vicepresidente del Gobierno le confió que los tres meses que llevaba en el cargo le habían parecido muy interesantes pero no del todo de su agrado. Subrayó una cosa que después daría mucho que hablar: su deseo de ver a España como un miembro más de la Alianza Atlántica. (Señalo aquí que Gutiérrez Mellado había sido uno de aquellos pocos militares de alto rango que se sentían profundamente heridos por la forma en que los norteamericanos trataban a los españoles. No es una casualidad que en la negociación de 1974/75 de la renovación de los acuerdos él y el embajador Carlos Fernández Espeso -uno de los pocos diplomáticos que más sabía de temas militares- coincidieran en calificar con el duro adjetivo de «cipayo» el comportamiento ante Washington del orgulloso -de puertas adentro- régimen franquista. Ambos me lo confirmaron separadamente).

En 1977 Gutiérrez Mellado explicó a Wiggins que le preocupaban mucho más los problemas económicos, en verdad acuciantes, que los políticos. Entre estos destacaba la actividad de un grupo de lunáticos entonces conocido como el GRAPO. La carectización es del propio general.

Wiggin, lógicamente, preguntó acerca de los rumores sobre conspiraciones militares que entonces ya corrían por los mentideros de la Villa y Corte. Gutiérrez Mellado disminuyó su importancia pero se mostró deprimido por su amplia difusión. Afirmó que se había lanzado una campaña entre los militares con objeto de sembrar disensiones entre ellos. Citó como ejemplo un rumor a tenor del cual el Gobierno habría decidido, nada menos, que favorecer la salida del Ejército de tres promociones enteras de oficiales porque habrían sido penetradas por elementos subversivos.

El vicepresidente subrayó que no había que subestimar la credulidad de ciertos sectores militares en aceptar como hechos las más absurdas suposiciones. Detrás de la campaña se encontraban integristas de la extrema derecha que tenían como portavoz al diario Alcázar. (Me atengo a las expresiones que utilizó Gutiérrez Mellado). No albergaban, afirmó, el menor escrúpulo en difundir las calumnias más venenosas. En comparación los intentos desde la izquierda de influir en las FAS eran bastante débiles. Lo preocupante era que los ultras hubiesen tenido tanto éxito en influir en un número considerable de jefes y oficiales que, por muy conservadores que fuesen, eran básicamente gente sensata y de tendencias moderadas.

Wiggin comentó a sus superiores que le había extrañado la importancia que Gutiérrez Mellado atribuía a tal campaña aunque no dijese nada que pudiera interpretarse como la menor señal de temores a una agitación militar seria.

De dar crédito a esta versión de las palabras del vicepresidente para asuntos de la Defensa el historiador debe preguntarse qué hubo realmente detrás de la dureza con la cual el establecimiento militar trató a los «úmedos». Seguidamente debería compararla con la mano blanda que, durante tanto tiempo, mostró ante los círculos que pululaban en torno del Alcázar. Pocos años más tarde se comprobó que era en estos, naturalmente, donde germinaba la subversión. Siempre «patriotas».

Como conclusión de estos posts podríamos decir que para los analistas británicos las FAS del franquismo fueron un tanto impenetrables. Quienes mejor las conocieron, los norteamericanos, subordinaron la aplicación de sus análisis a los imperativos de la política de su país. Apoyaron, dentro de límites estrictos, la modernización material y técnica, aun cuando ello supusiera ligar las FAS más aun a Franco. La evolución que en ellas se produjo provino del interior. Uno de los catalizadores más importantes fue la UMD.

La postura británica fue más ambivalente. Reconoció la complejidad de las FAS y también su lealtad hacia Franco y a su régimen. En ello los británicos guardaron, creo, mayor distancia que los franceses y los alemanes. Solo al final de la dictadura, y bajo la influencia de la revolución de los claveles, se detecta un cierto toque de alarma, siempre menos histérico que el norteamericano. De todas formas, parece evidente que en el análisis, siquiera somero, de la información transmitida a Londres no aparece el menor argumento que haga suponer que los británicos no creyeran en que las FAS fueron uno de los bloques más poderosos del sostén de la dictadura. La idea, cara a algunos tratadistas ulteriores que aquí no calificaremos, de que no hubo poder militar en la España de Franco y sí militares con poder dentro del régimen podemos lanzarla tranquilamente a la basura.

Para casi todos los observadores y analistas de los países OTAN el giro histórico lo determinaron el fallecimiento, por fin, del general Francisco Franco y el comienzo del proceso de transición. Como a tantos otros miembros de la Alianza a los británicos lo que más terminó preocupándoles fue la eventual desestabilización de una plataforma geoestratégica como la peninsular.

Al final se cumplió la línea estratégica que los aliados occidentales habían perfilado de cara a España en la segunda postguerra mundial. La «cuestión española» habrían de resolverla los propios españoles. Solo cuando la transición interna estaba ya encarrilada, los apoyos externos, a veces divergentes e incluso contradictorios, se hicieron sentir fuertemente. Los alemanes se pusieron en cabeza. Los franceses, los suecos y los británicos, les siguieron. Los norteamericanos hicieron rancho aparte.

Todo es, naturalmente, otra historia. ¿Y los años de Franco? Un larguísimo interregno en la evolución histórica de la sociedad española. Con muchos puntos negros. Con mucha sangre vertida. Con mucho dolor reprimido.

Quizá muy a pesar del actual gobierno la batalla historiográfica por escudriñar el pasado franquista está en pleno desarrollo. Bienvenida sea. En el futuro deberemos hacer mejor uso de los archivos extranjeros. Las referencias históricas que un sector de la sociedad española pueda tener con respecto a la dictadura no dejarán de sufrir heridas irreversibles. No es factible poner indefinidamente vallas al campo ni límites a la investigación en el contexto de la Unión Europea. Si quebró el cierre de archivos tras el franquismo, no es demasiado pretender que también quiebre el que ha introducido el Gobierno del PP.

(Fin de la serie)