SOBRE LA RECONSTITUCIÓN DE UNA GRAN BATALLA

23 junio, 2015 at 8:30 am

 

El viernes y el sábado pasados, 19 y 20 de junio, tuvo lugar la reconstitución de la batalla de Waterloo. Fue una primicia en Europa tanto por el tiempo invertido en su preparación como por los inmensos medios desplegados. Las reconstrucciones de acontecimientos históricos son un fenómeno que, importado de los países de habla inglesa, en particular de Estados Unidos, se han generalizado en casi todos los países europeos. Las más frecuentes se refieren a episodios de la Edad Media pero también se llevan la palma las referidas a la epopeya napoleónica. Las que recrean episodios de la antigüedad suelen ir en tercer lugar.

P1020580La batalla de Waterloo fue un acontecimiento decisivo. Liquidó la pugna franco-británica por la supremacía en Europa, fortaleció -aunque no duraderamente- el orden europeo negociado en el Congreso de Viena, abrió las puertas a la expansión ultramarina británica y fortaleció el comercio entre los dos lados del Atlántico. Más de dos siglos de guerras intra-europeas casi incesantes desembocaron en una paz precaria pero en la que las llamaradas bélicas fueron contenidas hasta la guerra de Crimea. Localizadas, como las carlistas, o tendentes de garantizar la posición de preeminencia de Prusia en el mundo germánico, no desembocaron en un conflicto general. El capitalismo se desarrolló a marchas forzadas, la pugna contra los regímenes absolutistas continuó y la burguesía irrumpió en el espacio político. Le siguió, ya avanzado el siglo, el movimiento obrero. En los cien años que siguieron a Waterloo se sentaron las bases del mundo moderno.

En este cuadro general no es de extrañar que lo que suele denominarse epopeya napoleónica ocupe un lugar singular. Al fin y al cabo fue una de las consecuencias de la revolución que trastocó el Antiguo Régimen y con ello Europa y el mundo.

En el caso concreto de Bélgica, Waterloo alumbró una primera manifestación de lo que, en el siglo XX, terminaría siendo el Benelux. A las tierras holandesas se les agregaron las arrebatadas a Francia. La idea estribó en crear un Estado tampón que rodease en parte a los franceses y sirviera de escudo protector de las islas británicas. Cuando los belgas se sacudieron la dominación holandesa en 1830 la función pasó a desempeñarla el nuevo Estado bajo la protección de una garantía británica. En 1914 fue uno de los resortes que llevaron a la primera guerra mundial.

No extrañará por ello que en Valonia, la parte sureña y francófona de Bélgica, se pusiera en movimiento ya en 2010 una detallada planificación para festejar adecuadamente el bicentenario. Se creó una organización ad hoc, se conjuntaron los esfuerzos de las cuatro comunas en cuyos territorios se desarrolló la batalla y se movilizaron recursos públicos y privados para preparar las conmemoraciones.

Ha habido críticas acerca de si el asunto merecía la pena pero la proximidad de 2015 ha inducido mejoras sustanciales en los lugares de memoria relacionados con la guerra de hace doscientos años antes que potenciarán el turismo en la región. Un turismo, no hay que olvidarlo, que figura entre los más antiguos de la Europa nórdica pues los primeros «tour operadores» fueron británicos y organizaron, ya a los pocos años, expediciones de turistas para visitar los lugares relacionados con Waterloo. En todo caso, la idea ha estribado en que las conmemoraciones tengan el mínimo impacto sobre las finanzas públicas. A juzgar por los datos de asistencia y por los esfuerzos de mercadotecnia para vender todo tipo de recuerdos la operación no ha despegado con mal pié. Las autoridades se han comprometido a dar a conocer los datos financieros a finales del actual ejercicio.

Las primeras estimaciones hablan de la presencia en el lugar de la reconstitución de entre 60.000 y 70.000 espectadores. Los billetes no eran baratos. Los recreadores, en torno a los 6.500, procedentes de 52 países, han recibido solo unos pequeños emolumentos. Los uniformes y armas ligeras los han aportado ellos mismos.

Esto lleva a otra consideración. ¿Qué es lo que mueve a que tanta gente se muestre dispuesta a participar en este tipo de recreaciones? Ya se han escrito varias tesis doctorales al respecto en, por lo menos, Francia y Alemania. La prensa de ambos países ha publicado entrevistas. Los académicos han efectuado (no podía ser menos) sesudas reflexiones. ¿Deseo de escapar a la monotonía de la vida cotidiana? ¿Interés por el pasado? ¿Curiosidad por experimentar, siquiera aproximativamente, una forma de vida muy alejada de la moderna? ¿Deseo de hacer un tipo de vacaciones diferente?

Lo cierto es que las recreaciones se hacen en la Europa occidental, central y oriental. En el caso de la epopeya napoleónica pueden servir de ejemplos, para las dos últimas, las batallas de Borodino (7 de septiembre de 1812) y de Austerlitz (2 de diciembre de 1805). La primera una rotunda victoria rusa. La segunda, la batalla perfecta ganada por Napoleón.

En el caso que ahora nos ocupa, la reconstrucción se hizo en dos fases y de una forma que no había visto nunca. El escenario era muy grande (unos cuatro kilómetros cuadrados). Lo constituían los campos de la comuna de Braine l´Alleud, próximos al monumento erigido por el rey de Holanda en honor de la victoria: es un león de fiero semblante que mira hacia el sur, hacia Francia. Los agricultores habían sembrado los campos con cereales del tipo que dominaba hace doscientos años, en particular una variedad muy resistente de centeno.

En tal escenario no es fácil que los espectadores puedan seguir los detalles de la reconstitución. De aquí que la coreografía de masas tuviese un papel especial. Se reflejaron algunas acciones sobresalientes. En una primera noche el ataque francés contra las posiciones aliadas (inglesas, alemanas, belgo-holandesas), para lo cual se construyeron a escala dos remedos de las granjas en torno a las cuales se desarrollaron dos grandes maniobras de diversión. En una segunda noche se coreografió la respuesta aliada. Quien esto escribe estuvo sentado en la tribuna de detrás de la línea defensiva anglo-holandesa, así que pudo contemplar mejor la respuesta que el ataque francés.

Atender a los gustos de los 60 o 70.000 mil espectadores no podía ser cosa fácil. Los comentarios en francés, holandés e inglés fueron superficiales y se repitieron en las dos noches con escasas variaciones. Para quienes hubieran leído algo de la batalla serían insuficientes. Quienes no supieran nada, no se enterarían demasiado. Afortunadamente la prensa belga, francesa, holandesa y alemana, pero sobre todo la primera, había hecho un gran despliegue de informaciones en los días precedentes.

P1020567¿Qué me impresionó más? Una banda militar del Ejército francés, en uniformes de época perfectos, y dirigida por un oficial cargado de condecoraciones, interpretó, de manera que no dudo en calificar de magistral, el himno escocés por excelencia: Amazing Grace. Una manifestación modesta, pero emocionante, de que una cosa es la historia y otra, muy diferente, su recreación como espectáculo.