TODO MAESTRILLO TIENE SU LIBRILLO (Sobre investigación en historia contemporánea, II)

15 septiembre, 2015 at 8:30 am

Ante todo dos observaciones preliminares. No pretendo haber descubierto la pólvora. Tampoco merece la pena hacer referencia a las muchas dudas y a los más que numerosos recovecos que he ido recorriendo a lo largo de casi treinta años de investigación en archivo (salvo los que me dediqué a otras ocupaciones). Lo que haré es describir el estado actual de mi librillo.

26844-620-282Siempre he abordado los temas en los que he procurado abrir brecha por una razón primordial: una inmensa e insaciable curiosidad. Todavía no sé si innata o inducida. Soy de quienes creen que si no hay curiosidad, no se avanza. En este aspecto me considero un revisionista hecho y derecho, porque la metodología me impulsa siempre a revisar lo que he escrito. Tampoco he elegido sistemáticamente los temas que han sido objeto de mi investigación. A veces me los han sugerido. A veces han respondido a encargos o invitaciones. A veces los he elegido yo mismo (mi trilogía sobre la República en guerra).

En cualquier caso, ya se haya escrito antes mucho o poco o nada sobre tales temas, mi «librillo» exige los pasos siguientes.

1. Ante todo, y sobre todo, recopilar la más amplia base documental posible. Es irrelevante que se haya publicado o no. Hay que ir a las fuentes. Las citen otros autores o no. Son, por supuesto, de variadísima naturaleza y dependen del objeto de la investigación. Su análisis crítico y contextualizado exige verlas uno mismo. Esto era antes una tarea ímproba. ¿Quién no hay leído los recuerdos de Don Ramón Carande cuando transcribía, penosamente y a veces aterido de frío, los documentos del Archivo de Simancas? Hoy no lo es. En muchos archivos permiten hacer fotografías digitales. En otros los funcionarios hacen fotocopias de los documentos identificados. A veces, sin embargo, no hay más remedio que transcribir. Con el ordenador es fácil hacerlo, aunque lleve mucho tiempo. En cuanto a bibliotecas internet permite consultar los catálogos de las más importantes. Las funciones de búsqueda permiten unir conceptos y encontrar fuentes publicadas. No es un problema.

2. En ocasiones, por desgracia abundantes, encargar fotocopias o fotografías es costoso. Pero el primer mandamiento es que, por desgracia, la investigación, en general, lo es. Es necesario viajar, ir a varios -a veces, numerosos- archivos. Comprar libros. No es difícil gastar varios miles de euros. Hay becas y ayudas pero no siempre se consiguen. Yo he contado con apoyos financieros en cuatro ocasiones (mi investigación inicial en Alemania, la primera investigación sobre el oro de Moscú en Madrid, un estudio sobre la política comercial exterior de España de 1931 a 1975, también en Madrid, aunque con algunas excursiones a Londres, y la reconstrucción de la carrera diplomática republicana, de nuevo en Madrid). En todas las demás la financiación ha sido con mis propios recursos, haya indagado en Francia, España, Inglaterra, Estados Unidos, Alemania o Rusia.

3. En la búsqueda de documentación pueden invertirse muchos, muchos meses. Sin garantía de éxito. Ahora bien, un archivo lleva a otros. Una consulta a fuentes mencionadas en la literatura secundaria impulsa a husmear en archivos no imaginados a primera vista. Las indicaciones de los colegas pueden ser preciosas. No me cansaré, sin embargo, de subrayar que cuanto más amplias sean las fuentes localizadas, tanto mejores serán las posibilidades de llegar a nuevos conocimientos, incluso aun cuando se utilicen fuentes consultadas por otros autores. La regla de oro a seguir es no fiarse absolutamente de nadie. Hay que ver la documentación uno mismo.

4. Ante un abanico y un volumen de fuentes muy amplios es casi inevitable que la sensación inicial sea de desconcierto, incluso de congoja a veces amarga. ¿Cómo dominar una masa de papel de, quizá, muchos metros de longitud?. Las preces no ayudan. En tales casos lo primero que hago es ordenarla cronológicamente. Por una razón simple. El pasado fluye en el tiempo. Lo que ocurrirá mañana no tuvo lugar ayer sino, que se produce, precisamente, al día siguiente de hoy. Los acontecimientos, las decisiones, se encadenan. Unos son consecuencia de otros o se ven antedatados por otros. Es preciso dejar de lado, en esta etapa, toda consideración en cuanto a la presentación literaria. Los flash backs, u otras fiorituras de presentación, vendrán después.

5. La ordenación cronológica, dependiendo del tema, puede ser muy amplia o muy estrecha. En algunos casos cabe hacerla por años, o por semestres, o por meses, o por semanas. En otros puede ser necesario a acudir a la distribución por días, incluso por horas. Hecha esta tarea tediosa llega el momento de la lectura. Exige también mucho tiempo. Para poder dominar la evidencia acumulada no es preciso leerse de golpe tres metros de documentación. Yo empiezo siempre por la primaria. Puede procederse por etapas. De lo que se trata es de tener un primer contacto con el pasado reflejado en la documentación amasada. Si, como es de esperar, en esta última conviven diversas temáticas, después de una primera lectura convendrá clasificarla según temas, pero siempre cronológicamente. Hay que ir distinguiendo de forma separada la naturaleza de los diversos procesos que han ido, conjuntamente, marcando el pasado.

6. Normalmente el investigador empezará en este momento a atisbar cosas que desconocía o en las que no había reparado. Llega el momento de tomar una decisión drástica y es en este momento en el que, tengo la impresión, mi «librillo» quizá se diferencie del de otros. Ojo: una vez más no pretendo dar una regla general. Lo único que pretendo es poner al descubierto mi forma de proceder. Me sirvió en Alemania en 1971. Me ha servido ahora, escribiendo tranquilamente en Bélgica, pero con fondos españoles, para redactar el libro que sale en este mismo mes.

7. Lo que hice entonces, he hecho desde entonces y aplicado es ponerme a escribir. ¡A la carga! A escribir, claro, sobre la base de la evidencia acumulada. Antes era materialmente bastante tedioso con las máquinas mecánicas o luego eléctricas (las famosas IBM). ¿Quién no se acuerda del recorte y del pegado físico sobre el papel de párrafos cuando había que rectificar? Hoy, con los ordenadores, es infinitamente más fácil.

8. Cuando he explicado a mis alumnos que mi primera reacción es la de escribir he visto siempre impresiones de incredulidad. ¡Pero si el investigador no sabe nada, o muy poco, del tema! ¿Y lo que se haya escrito al respecto? ¿Qué habrán dicho otros autores? Cabe hacer una docena de objeciones más a ese activismo que consiste en pasar a la acción inmediatamente. Sin embargo, no me cansaré de subrayar este aspecto que, al menos a quien esto escribe, le parece el más importante del «librillo» que utilizo. La continuación la semana que viene.