PENSANDO, AMABLEMENTE, EN LA ÚLTIMA OBRA DE UN ACADÉMICO DE LA HISTORIA

24 noviembre, 2015 at 8:30 am

Ángel Viñas

Unas cuantas consideraciones sobre fuentes y metodología

Imaginar que en cuarenta años de intensa dedicación al tema «Franco y su tiempo» el profesor Luis Suárez Fernández, miembro eminente de la RAH, no haya dicho nada válido es, naturalmente, absurdo. Separar el trigo de la paja en su abundante y prolija obra tampoco es tarea para investigadores de escasa energía («faint-hearted«). Ignoro si ya se le habrá dedicado alguna tesis doctoral. La merece. La suya es una obra reveladora en numerosos aspectos. Más que sobre él, que también, lo es sobre su generación, sobre la dictadura y sobre la cultura oficial de la España en que desarrolló su carrera política. Está basada en una metodología extraña: en la creencia de que basta con compilar (ciertos) hechos sin, supuestamente, la menor interferencia opiniática para llegar a conclusiones válidas intemporalmente. Una auténtica proeza en el plano hermeneútico que, de ser correcta, habría de permitir a nuestro ilustre autor ascender a los altares de la más gloriosa historiografía patria.

ARCHIVO guerra civilSu obra última, publicada a la provecta y envidiable edad de 91 años (¿llegará a verlos quien estas líneas escribe?), ha sido valorada, desinteresadamente sin duda, por la editorial como «un alarde de independencia (sic) [que] rompe con las líneas predominantes en nuestra historiografía, de uno y otro lado (sic), para presentar una visión meditada y casi ‘revolucionaria’ que a todos sus lectores va a sorprender».

Esta valoración conjuga elementos ciertos y otros, en mi entender, menos ciertos. Entre los primeros he de destacar el de la sorpresa. Me he quedado literalmente helado leyendo numerosas cosas. Son tan «revolucionarias» como «revolucionario» fue el GAN. (Para quienes no se muevan bien en el terreno de los acrónimos se trata del «glorioso alzamiento nacional»). No me parecen ciertas las afirmaciones de que se trata de un «alarde», tampoco que sea «independiente», que «rompa» y que la visión sea «meditada».

Desbrocemos unos cuantos detalles de poca monta.

El libro tiene 568 páginas de texto y una notabilísima característica. Está totalmente desprovisto de notas y de referencias. El autor afirma que se basa en obras anteriores. Las relevantes son dos: una referida a la guerra civil que data de 1999 y otra a la segunda guerra mundial de 1997. Son a su vez reelaboraciones de otras anteriores, que tengo en mi casa pero que no suelo ya consultar pensando que todo autor mejora en sus obras posteriores las precedentes.

Bien. En los últimos quince o veinte años la historiografía ha registrado avances muy considerables. Sin embargo, la bibliografía que menciona el profesor Suárez es extremadamente parca. Tiene solo 50 títulos, casi todos de autores españoles. De ellos unos 20 son posteriores a 1999. Se mencionan tres archivos públicos (el militar de Ávila, el del MAEC y el de la FNFF) y cuatro privados (de Muñoz Grandes, Varela, Vega Latapié y Yagüe). El autor no se ha molestado en consultar absolutamente ningún archivo extranjero y tampoco pone en su lista ninguna obra que no sea en castellano. Dado que trata un tema con más que evidentes conexiones internacionales sorprende un pelín que no parezca estar al día de lo que en los últimos años se ha publicado en francés, inglés, alemán o italiano. Puede deberse a varios factores: ombliguismo, desconfianza en autores extranjeros (solo menciona siete, entre ellos a Payne), monolinguismo o, simplemente, algún «ligero» sesgo personal.

De todas maneras, dado que la obra carece, insisto, de toda referencia es imposible saber lo que hay en ella de la propia cosecha o de la de otros autores. Tampoco cabe identificar si los utiliza bien o mal o, ¡cielos!, no los utiliza. Estos interrogantes son permisibles porque, como ya he mostrado en alguno de mis artículos y más recientemente en La otra cara del Caudillo, el profesor Suárez no es demasiado fiable en cuanto al uso de las fuentes que dice haber utilizado.

El autor se escuda (p. 17) en que las fuentes ya las dio en sus obras previas. Es una mala argumentación. ¿Quién va a comparar las fuentes indicadas en ambas con lo que escribe en su último producto literario? Hay que saber, además, que las escasas referencias a fuentes primarias que figuran en aquellas obras son muy escasas en la que versa sobre la guerra civil y que las signaturas han cambiado en las que utilizó para la segunda guerra mundial y que corresponden, exclusivamente, a los fondos de la FNFF. ¿Cómo es posible, se preguntará el lector? ¿No ha utilizado el archivo militar de Avila, el del MAEC o los privados?

Para responder a estas preguntas he tenido la santa paciencia de recorrer las notas y referencias de las obras de nuestro preclaro autor de 1997 y 1999. Salvo que mis ojos y mis entendederas no sean ya lo que fueron, ¿se creerá ese lector incrédulo que he encontrado una sola referencia a los archivos privados, militar de Ávila o del MAEC? La respuesta es no. No las hay. Punto. Las únicas indicadas son los fondos de la FNFF. Quienes quieran descender por el pozo de conocimientos del profesor Suárez tendrán que ir a la misma, cotejar las referencias que él dio con las actuales, leer los documentos y comprobar si algo de lo que dice no será, ¡oh, cielos!, alguna tergiversación.

Es más, sospecho (por las pocas calas que hasta ahora he efectuado en esta magna obra última) que el autor, siguiendo el imperecedero ejemplo del profesor Payne, practica con entusiasmo el bien probado método del copiar y pegar, pero en esta ocasión sin referencia alguna a fuentes.

En mi modesta opinión (y siguiendo la no menos imperecedera máxima de que antes se coge a alguien que tergiversa que a un cojo) es preciso abordar Franco y el III Reich con ciertas prevenciones en cuanto atañe a fuentes, metodología, análisis y contextualización.

Si escribo así es porque en estos momentos estoy, por fin, aproximándome al final del libro que seguirá a La otra cara del Caudillo y que para tratar de uno de los temas centrales que también aborda el opus del distinguido académico de la Historia he rastreado documentos por una decena de archivos españoles y extranjeros y porque mi bibliografía, en seis idiomas, supera ya los 200 títulos. Ni que decir tiene que todos ellos los he consultado y que los referencio debidamente allí donde los utilizo. Cualquier lector podrá seguir mi argumentación sin muchas dificultades.

Admito que nada de lo que antecede garantiza calidad. Fuentes, primarias o secundarias; las referencias apropiadas; el análisis crítico de las mismas (los documentos no hablan); su contextualización y una metodología apropiada son lo que permite, quizá, mejorar la comprensión de lo que ocurrió en un segmento del pasado, por definición incognoscible en todas sus vetas.

En el caso que aquí nos ocupa nuestro insigne académico pide a sus lectores:

– Que le crean en virtud de su mera palabra.

– Que acepten la proposición de que con innominadas e innominables fuentes ha podido explicar «unos hechos tal y como sucedieron en la realidad».

– Que ha rehuído, al hacerlo, «cualquier clase de juicio de valor»

– Que él no ha pretendido juzgar «sino explicar» para informar al lector de que «así fueron las cosas».

Bien, habrá que tomarle la palabra. En los próximos posts haré unas cuantas consideraciones ligeras sobre algunos de los aspectos que más me han llamado la atención de la obra del profesor Suárez desde el comienzo de la guerra civil hasta el comienzo de la europea. Solo pretendaré poner de relieve los más fundamentales, es decir, los que permitirán a terceras personas apreciar la calidad del gigantesco esfuerzo que ha llevado a cabo nuestro eminente autor.

(Este post está cerrado el 7 de noviembre ya que tres días más tarde me habré ido de viaje).