El olvido del general Francisco Patxot: un SOS

25 octubre, 2016 at 8:30 am

Angel Viñas

¿A cuántos españoles les sonará hoy este nombre? A mí me abrió un interrogante cuando hace años leí las memorias de Francisco Serrat Bonastre, un diplomático catalán que no pudo aguantar vivir en la España proto-imperia franco-falangista. Era entonces el secretario general de Relaciones Exteriores de Franco, una especie de “proto-ministro” de Asuntos Exteriores, entonces olvidado en las brumas del pasado. 

1420916899_479279_1420918948_sumario_normalComo en esta semana estoy en Ciudad Real, Salamanca, Zamora y A Coruña dando conferencias, he releído lo que escribió Serrat. Sus memorias las edité y publiqué hace un par de años y, por lo que sé, tuvieron buena acogida entre los lectores. Me alegro porque la atmósfera del Burgos y de la Salamanca que pintó Serrat no es como aparecía en la prensa de la época o como describieron muchos de los turiferarios de Franco, entonces y después.

Uno de los pasajes que más me impresionó fue el que Serrat dedicó a una visita que le hizo Pepita Patxot (utilizo el nombre del marido). Este se había sublevado en Málaga. No tuvo éxito. Fue malherido, ingresado en el hospital y sacado a la fuerza de él. Ni que decir tiene que le pegaron cuatro tiros. Algo similar ocurrió en otras guarniciones, si bien en las más conocidas (Madrid, Barcelona) los mandos que intentaron sublevarse fueron traducidos ante sendos consejos de guerra que adoptaron las decisiones correspondientes, con frecuencia la pena capital en aplicación de los principios del Código de Justicia Militar vigente en la época.

2914c02bc1ce467f57cef4a54e1b98eeEl general Patxot Madoz no corrió la misma suerte. Fue asesinado. Se afirma que en represalias por un bombardeo de Málaga por las tropas rebeldes. Su esposa, que pudo salvarse trasladándose al Protectorado donde tenía amigos, tardó meses en llegar a las capitales de la “España nacional” y en Salamanca trató de entrevistarse con Franco. Había leído un artículo sumamente despectivo para con su marido escrito en Sevilla, entonces bajo el contro, del general Gonzalo Queipo de Llano, un asesino miserable.

Pepita Patxot buscaba la rehabilitación del buen nombre de su difunto esposo. Explicó pormenorizadamente a Serrat lo que este le había contado en el hospital cuando iba a visitarle. El relato difiere muy sustancialmente de la versión propagada en Sevilla (e incluso de la que ha cristalizado en la historiografía). La viuda confesó que ambos generales no se llevaban bien. Serrat no dejó constancia de que ella u él conocieran un vitriólico artículo del propio Queipo de finales de julio en el que tachó a Patxot de sinvergüenza, entre otras lindezas. Este artículo ha pasado a la historiografía.

Serrat hizo lo que pudo, que no fue mucho. Trató de convencer a la viuda de que sería difícil ver a Franco. Quizá, sin embargo, él podría dejarle un escrito. Sugirió alternativamente que se entrevistara con el teniente general Francisco Gómez-Jordana, que conocían de su época de Tánger, y que era entonces presidente del Tribunal Supremo de Justicia Militar. Intervino en el cotarro el asesor diplomático del ya pomposo jefe del Estado naciente, compañero de Serrat, que también conocía a Patxot de Tánger. Digamos que era otro indeseable. Su nombre merecería haberse perdido en las brumas del pasado salvo porque fue la persona que suministró a Franco en Santa Cruz de Tenerife un pasaporte diplomático para que pudiera pasar al Marruecos francés cuando se sublevara. Más conocido es que fue largos años embajador en Venezuela e Italia. Totalmente desconocido era que también fue la persona que tendió una trampa a Serrat para desembarazarse de él, pero esto es otra historia.

Pepita Patxot se quedó sin ver al jefe del Estado. Como Serrat dio tanta importancia a este episodio, he querido indagar un poco más en él. Me he encontrado con dos dificultades:

La primera es que ignoro el apellido de soltera de su viuda,  Josefina o María José. Parece como si la tierra se la hubiese tragado. Con ello me ha sido imposible rastrear su pista. ¿Tuvieron hijos? ¿Quedará algún familiar? De aquí que este post contenga un SOS por si algún amable lector pudiera darme noticia.

La búsqueda tiene, sin embargo, un interés histórico objetivo. Cuando por diversas razones he vuelto a ocuparme del tema,  lo primero que he hecho ha sido consultar la hoja de servicios del general Patxot. Como muchos lectores sabrán estos documentos administrativos suelen plasmar el recorrido de sus titulares a lo largo de su carrera militar, desde el principio al fin. A veces, incluso, contienen informaciones complementarias con ella relacionadas que pueden tener un interés algo más que personal. Son útiles imprescindibles para cualquier historiador interesado en temas militares. Sin que por ello quepa ignorar sus limitaciones.

Pues bien, la hoja de servicios del general Patxot no defrauda. Plasma su recorrido por el ejército de la época y se detiene en su larga estancia en Tánger, en donde coincidió con Serrat que era a la sazón el ministro de España (el representante oficial de mayor rango). Por cierto que  no glosé ni reproduje las partes de las memorias que dedicaba a su gestión en la ciudad internacional. Son, en mi modesta opinión, las más significativas (sin excluir las que edité) porque arrojan una luz novedosa sobre la atmósfera de la comunidad diplomática, las intrigas entre los representantes de los distintos Estados con intereses en Tánger y en el Norte de África y porque no estaban destinadas a su publicación.

Afortunadamente, el embajador Juan Serrat ha pasado esta parte a uno de los más distinguidos conocedores españoles de Tánger y del Marruecos del primer tercio del siglo XX, el profesor Bernabé López García, que las publicará con los debidos comentarios. Al menos el destino historiográfico de Serrat en puestos sensibles no se habrá perdido para la posteridad. Tampoco se perderán sus impresiones sobre Patxot: sin desconocer que no tenía demasiados amigos entre sus compañeros, Serrat le levantó un monumento. Hablaba perfectamente el árabe, muy fluídamente el francés, conocía  a la perfección las dimensiones políticas, militares y diplomáticas, la idiosincracia marroquí y tangerina y pasó catorce años lidiando con ambos registros. Así que leí la hoja de servicios con avidez.

Es obvio que se trataba de un arabista entregado. Entre 1911 y febrero de 1924 prestó servicios en el Tabor de la Policía Marroquí de Tánger. Su carrera posterior le llevó a la Oficina de Marruecos en la Presidencia del Directorio Militar y luego a la jefatura de Tropas Indígenas. Mandó el Regimiento de Infantería Wad-Ras nº 50. Combatió en Marruecos. Sin embargo, su hoja de servicios empieza a flaquear a partir de 1928. Los detalles desaparecen. Esto no pudo ser por casualidad.

Lo que quedan son tres certificados firmados por el propio Patxot. En uno recoge que en julio de 1928 fue ascendido a general de brigada. En otro enuncia los servicios prestados en 1930. Por el tercero y último, relativo a 1931, sabemos que mandaba la primera brigada de la primera División, en Madrid; que fue cesado el 25 de mayo y que hasta el 29 julio no se le nombró general de la XII Brigada de Infantería. Ya a mano, y como apresuradamente, se menciona fuera de certificado que permaneció al frente de la misma hasta que, por Decreto del 8 de enero de 1935, pasó a mandar la IV Brigada. Esta tenía dos regimientos, uno en Algeciras y otro en Málaga.

De su destino en Andalucía no hay más rastro. Tampoco sobre sus actividades relacionadas con la conspiración y su triste suerte. La burocracia militar, sin duda por orden del mando, decretó que el fin de la carrera e incluso de la vida de uno de los sublevados del 18 de julio quedara en el más oscuro e impenetrable de los vacíos oficiales.

En estas condiciones, ¿sabría alguien cómo dar con eventuales descendientes del general Patxot o de su viuda Pepita?