En torno a la leyenda que se fabricó Serrano Suñer (V)

6 diciembre, 2016 at 9:44 am

Angel Viñas

Con este post finalizo el relato que Serrano Suñer hizo al agregado de prensa adjunto de la Embajada británica en Madrid. En el relato del exministro destacan tres orientaciones: la primera, y más importante, la “justificación” en términos ligeramente racionales de su política; la segunda, sus omisiones -ni fue sincero ni pudo serlo en aquellos momentos de espera a lo que podría ocurrir en la escena internacional; la tercera, su odio malayo a los franco-falangistas que le habían dejado caer como una vulgar colilla. Lo significativo, sin embargo, de este pequeño episodio no es el relato de Serrano sino su acogida en Londres. Lo veremos en los próximos posts.

CITA

“Serrano no tardó en darse cuenta de que en Falange había señales “no oficiales” de actividades alemanas. No formaban parte de los acuerdos adoptados en Berlín[1]. La duplicidad de algunos de sus “amigos” falangistas y sus intrigas personales con la embajada alemana fueron uno de los recuerdos más amargos de aquel período para él. “Yo”, afirmó, “fui un amigo del Eje pero nunca un servidor suyo. Manuel Valdés, subsecretario del partido, fue un caso de escándalo”[2]. Mientras Serrano Suñer decía esto, yo pensaba en otros “casos de escándalo” de los que él sabía como ministro de Exteriores y a los que prestó todo su apoyo y aliento. Sin embargo, no había ido a entrar en controversias con él sino a escucharle y obtener toda la información que pudiera.

8117228250_e2e0b68487_o[No albergué la menor duda de que en junio de 1941, cuando Serrano Suñer estaba plenamente convencido de la victoria alemana, divisó una gran ocasión para cumplir su promesa a Mussolini y tomar alguna parte en el aspecto militar de la guerra. El ataque alemán contra Rusia lo explotó al máximo la máquina de propaganda y pronto se alentó un ambiente de odio. Mostró que España todavía se encontraba, moralmente hablando, en un estado de guerra civil. El resultado fue la creación de la “División Azul”. Por fin, España daba un apoyo militar a Alemania. Quizá fuese insignificante cuantitativamente pero era un “gesto”. Tenía el apoyo de todo el partido, el Ejército lo aceptó y recibió las bendiciones de todos los reaccionarios del país, clérigos y no, cuya única preocupación era salvaguardar sus bienes y personas][3]. Franco esperaba que ello le proporcionase alguna influencia al final y, por consiguiente, una participación en el botín. La idea consistía en entrar abiertamente en guerra tan pronto como la Gran Bretaña se doblegara. Los Estados Unidos, naturalmente, todavía no habían entrado en liza[4].

Hacia el verano de 1942 Serrano Suñer dijo que empezó a sentirse preocupado por la creciente potencia de la aviación británica y la determinación norteamericana de utilizar al máximo sus inmensos recursos. Al mismo tiempo las intrigas de Falange comenzaban a amenazar su posición como vice-presidente  de la Junta Política. Arrese, una mediocre criatura hecha por Serrano Suñer, se convirtió en gobernador civil de Málaga después de que se le condenara a muerte por traición[5] y pretendía ponerse en primera fila. Su ambición no tardó en verse cumplida cuando entró en el Gobierno como secretario general del partido.

Al acercarse la conmemoración de la fecha del “Glorioso Movimiento” (18 de julio), Serrano Suñer –quien dijo que durante meses no había estado en El Pardo excepto cuando se le llamaba por cosas de rutina- pensó que mejor sería visitar a Franco. Fue a verle y le preguntó por el discurso que el Caudillo iba a dar, como en años anteriores, el 18 ante el Consejo Nacional. Le respondió simplemente, y con un gesto infantil, que no necesitaba su ayuda. No le enseñó el borrador y cuando escuchó las alusiones a la guerra en él contenidas se quedó helado[6].

[Recuerdo que este fue el discurso en el que Franco afirmó que Mr. Churchill había vendido el Imperio británico por 50 destructores y dijo a los EEUU que los aliados habían perdido la guerra][7]. Desde aquel día, señaló Serrano Suñer, la ruptura salió a la superficie. Por lo que dijo parece ser que entonces él mismo se dedicó a todo tipo de intrigas, incluso las más bajas, en el partido y desafió a sus enemigos al jugar a su mismo juego. El resultado fue el atentado con bombas hecho el 15 de agosto contra el ministro de la Guerra, general Varela, y cuyo capítulo final fue la ejecución de Juan José Domínguez, esbirro de Serrano Suñer.

En este punto se me ocurrió pensar en que los apologistas de Franco acentúan, a favor de su “neutralidad”, el despido de su ministro de Asuntos Exteriores y el nombramiento de nuevo del anglófilo Jordana. Esto no es así. Sabemos que a Serrano Suñer le echaron las intrigas del partido[8] que se aprovecharon del desprestigio que le provocó su asociación con personajes como Domínguez, el autor material del atentado, y José Luna, el instigador y organizador. Las relaciones de Serrano Suñer con sus compañeros de Gobierno, Varela (Guerra), Galarza (Gobernación) y con varios prominentes generales eran ya muy tensas[9]. El general Espinosa de los Monteros, embajador español en Berlín, dimitió como consecuencia de una discusión con Serrano Suñer[10]. La versión del militar era que el ministro había negociado con Hitler sin consultar con él, un procedimiento irregular que solo podía llevar a su dimisión.

De la noticia sobre la formación de la “División Azul” se enteró el embajador en una recepción cuando Ribbentrop le invitó a levantar su vaso en honor de “la fuerza expedicionaria española” a Rusia. Era la primera vez que Espinosa lo oía[11]. Serrano Suñer afirma que Espinosa regresó a España con la idea fija en hacerle caer. Se puso en contacto con sus enemigos dentro del partido y en Burgos –el mando estratégico más importante en aquellos momentos- se dirigió a los oficiales y jefes de la guarnición y a las autoridades civiles el mismo día de su llegada y le atacó violentamente[12]. Esto significaba el cese del general o la dimisión del propio Serrano. Franco no estaba todavía dispuesto a prescindir de su cuñado. El mando de Espinosa terminó súbitamente y quedó arrestado durante algún tiempo[13]. Más tarde, en situación de disponible, tuvo tiempo suficiente para continuar su vendetta. Por último socavó la posición de su enemigo con rumores de que Serrano Suñer estaba intrigando para echar a Franco y ponerse en su lugar. “Esto” –añadió- “puede parecer absurdo pero a mi cuñada (la mujer de Franco) y a mi sobrina, la Srta. Franco, se les dijo algo así para envenenar su corazón contra mí cuando en realidad yo había dado al Jefe del Estado los mejores años de mi vida”.

En el curso de esta larga conversación –en realidad se trató casi de un discurso- tuve que rogarle en repetidas ocasiones que cerrrase las ventanas de la habitación porque hablaba demasiado alto. Serrano no dijo una sola palabra contra el carácter de su cuñado como persona,  pero era fácil advertir el intenso odio que sentía hacia la casta militar en todas sus alusiones a los generales[14]. Estaba convencido de que habían terminado para siempre los días de los “pronunciamientos”. “Franco” –dijo- “es el último de los generalitos”[15] (una expresión sudamericana). En relación con el Partido el volumen de ropa sucia que sacó Serrano Suñer solo puede caracterizarse de repugnante. No mencionó en ningún momento la guerra civil o a los “rojos”. No pude por menos de recordar las entrevistas con él que presencié. Siempre despotricaba contra los “rojos” y sus atrocidades. Ahora le tocaba el turno al Partido.

(Firmado) B. Malley”.

FIN DE LA CITA

Los lectores podrían pensar. ¿Y esto es todo? La respuesta es no. Serrano estaba en Babia y no era un buen conocedor de la escena internacional. No sospechaba lo que pudieran conocer los británicos de su política y la de su cuñado. Menos comprensible es que no se cuestionara acerca de lo que de ella pudieran contener los documentos alemanes capturados por los aliados. Se los pasó por el arco de triunfo en las memorias de 1947 y, lo que ya es el colmo, en las de 1977. Un “genio” de política exterior.

Abreviaturas: DDI: Documenti Diplomatici Italiani (Documentos diplomáticos italianos)

(Continuará)

[1] No hay la menor referencia a tales acuerdos en la documentación sobre su visita. Sí es cierto que los nazis emprendieron algunas actividades potencialmente subversivas para acelerar la entrada de España en guerra. Las estudió Hans-Jörg Rühl en su tesis doctoral, que se publicó en España en los años de la transición. Fueron, todo hay que decirlo, un tanto amateur.

[2] Correcto. Camisa “viejísima”, también destacó por su perruna lealtad a Franco.

[3] De la cosecha del agregado de prensa adjunto. Esta mezcla entre relato de una conversación y comentarios propios demuestra que Malley no era un profesional.

[4] Este párrafo también  constituye una interpretación de Malley y no una reproducción de lo dicho por Serrano. Las itálicas son mías.

[5] Ignoro si esta afirmación es atribuible a Malley o a Serrano. Si fuera a éste hubo que esperar a sus memorias de 1977 para que explicara lo sucedido. En ellas, pp. 190-194, Arrese, a quien criticó duramente, no aparece como condenado a la pena capital en relación con los sucesos de Salamanca que acompañaron la creación del partido único en 1937. Entre líneas puede leerse que Franco, después, no le tuvo mucho aprecio y que Serrano le salvó de que pasara un mal cuarto de hora con Queipo. Sorbre Arrese, un “pelota”  consumado, Paul Preston ha hecho comentarios muy apropiados en su biografía de Franco.

[6] Fue un discurso muy famoso en el que afirmó que Inglaterra, aliada con Rusia, había perdido la guerra.

[7] Confusión  total de Malley que se equivocó totalmente. En un post ulterior veremos cómo el Foreign Office rectificó el despiste.

[8] Esto es, más o menos, correcto pero el relato de Malley sobre lo que le habría dicho Serrano resulta  deshilachado y poco esclarecedor. En las memorias de 1977, pp. 364-372, Serrano reconstruyó con gran detalle su versión del episodio al que atribuye su cese. No se produjo, afirma, por razones de política exterior, lo que creo que es correcto. Destaca en ella su profundo disgusto con muchos de sus antiguos camaradas, en proceso acelerado de conversión en lacayos de Franco.

[9] Obviamente Serrano no hizo mención a nada de ello en sus memorias. Tanto el ministro de la Gobernación (Galarza) como del Ejército (Varela) recibían sobornos vía Juan March. El primero culpó del atentado a “agentes al servicio de una potencia extranjera” (obviamente falangistas hipergermanófilos) que habían tratado de asesinar al segundo.

[10] Serrano obró para provocar su dimisión con el fin de colocar en su lugar al conde de Mayalde, a fin de fortalecer su propia posición en Berlín. En un escrito de quejas a Franco,  Espinosa de los Monteros contó un par de casos curiosos. Dos secretarios de la embajada no custodiaron debidamente las claves y solicitó su relevo. Serrano se negó y trasladó de Berlín a otro secretario nombrado a petición del embajador.  En una segunda ocasión von Ribbentrop  convocó a Espinosa y le pidió que se desplazara a Madrid para comunicar a Franco lo que le había dicho. Escarmentado, Espinosa redactó por si acaso una nota de queja. Ignoro si vio a Franco pero parece que la entregó ya que se conserva en la FNFF.

[11] Evidentemente esta versión se trata de un añadido-comentario de Malley.

[12] Si esto es lo que efectivamente afirmó Serrano, no entró en detalles. El embajador italiano, Francesco Lequio, consideró a Espinosa como una persona ponderada y de sentido común. Informó a Roma que el general había acusado a Serrano de “traición y de deslealtad”. DDI,  IX, vol. 8, doc. nº 481. Un episodio más de los muchos que relató sobre los choques entre el ministro y los militares. Serrano contraatacaba con declaraciones a periodistas extranjeros y haciendo publicar artículos en la prensa que le era adicta.

[13] El mando de la VI Región Militar no lo tomó Espinosa hasta enero del año siguiente y lo mantuvo solo durante unos meses. En sus memorias de 1947, p. 258,  Serrano lanzó contra el general un dardo afilado. En sus conversaciones con Saña, p. 205, se ensañó y le atribuyó dar coba a los alemanes para que le protegieran y para que Serrano no le quitara de su puesto.

[14]  De manera diluída también lo expuso en sus memorias.

[15] Franco Salgado-Araujo, primo hermano de Franco, en sus con frecuencia poco fiables memorias subraya en repetidas ocasiones la actitud de Serrano ante los uniformados. Dos ejemplos: «Sentía cierta superioridad respecto a los militares profesionales…. su formación intelectual, el ambiente universitario de la época … y el desconocimiento de la técnica militar y de los planes de estudios de las academias del Ejército … contribuyeron a que tuviera de la oficialidad profesional un concepto no muy bueno en cuanto a cultura y estudios»; «nos consideraba como personal de ligera cultura; opinaba que no hablábamos más que de asuntos profesionales y que no sabíamos nada de ´derecho romano y humanidades´», pp. 220 y 302 respectivamente.