De mitos e historia a la Résistance (I)

11 octubre, 2016 at 8:30 am

Angel Viñas

El juego dialéctico entre los dos primeros conceptos ha generado una discusión interminable que se remonta a la antigüedad clásica, si no antes. En la actualidad siendo siendo tan relevante como hace casi tres mil años. Naturalmente ha habido cambios. Hasta el siglo XIX los historiadores no tenían pretensiones científicas. Hoy las cuidan -o cuidamos- con celo. Nos referimos, para ello, a evidencias. Deseamos decir algo sobre el pasado que sea verdadero. Somos conscientes, sin embargo, de que el pasado es un país lejano y que en él las cosas se hacían de forma muy diferente.

sten_gun_france_ww2-102La discusión se ha visto arropada por el cambiante papel del historiador en el espacio público. Incluso en los períodos de más acendrado culto al positivismo, un sinnúmero de historiadores se comportaron como servidores del poder. ¿Hay que recordar nombres? Los historiadores forjaron interpretaciones del pasado que venían a robustecer la concepción que de sí mismos fueron fabricándose los modernos Estados nacionales. La historia ha sido, desde el XIX, uno de los puntales del nacionalismo, desde el moderado al más extremo, al servicio de una determinada idea de la “construcción nacional” y de la “nacionalización” de las clases sociales en apoyo de la defensa de los intereses inmanentes del Estado ya nacido o, incluso, por nacer.

En la época contemporánea, y en el contexto europeo, ese juego dialéctico entre historia y mito se advierte con particular claridad en el caso de un país que nos es muy próximo: Francia. De él recibieron impulsos intelectuales los historiadores españoles decimonónicos. En él fueron a estudiar muchos de los alevines de historiadores, profesionales o aficionados, que pusieron su granito de arena a la construcción de una “épica nacional” española.

El análisis historiográfico de estas aportaciones ha generado en los últimos veinte o treinta años discusiones sin cuento. Pero, como quien esto escribe es un modesto contemporaneista, no puede llegar a abordar la vertebración histórica ni del XIX ni del primer tercio del XX. Con intentar aprender algo a partir de los treinta treinta del pasado siglo me conformo.

Vienen estas mini-reflexiones a cuenta porque en un reciente viaje a Londres me ha subyugado uno de los últimos productos de la historiografía británica sobre un país que siempre está de moda: Francia. Y no la Francia eterna, cara a De Gaulle, sino la Francia forjada en el crisol de las pugnas políticas de los años treinta en los estertores de la Tercera República y en la bajada a los infiernos que representó su derrota en el primer año de la segunda guerra mundial.

Es una historia que los británicos han contado muchas veces aunque, lógicamente, mucho menos que los franceses mismos. La pieza fundamental que articula las reconstrucciones del pasado efectuadas por unos y otros es el juego entre el pretendido “Nuevo Estado” francés, es decir, la Francia de Vichy, y sus soportes políticos, económicos y sociales (la “colaboración”), y la Francia combatiente que jamás tiró la toalla, ya fuese en el interior (la Résistance) o en el exterior (los franceses libres liderados, no sin dificultades, por el general de Gaulle).

51qdbturvtlRobert Gildea, catedrático de Oxford, enamorado de Francia a la que ha dedicado trabajos de referencia, acaba de publicar en libro de bolsillo (la edición en cartoné apareció el año pasado) una nueva historia de la Résistance, bajo el sugestivo título de Fighters in the Shadows, es decir, Luchadores en la sombra.

Es una empresa gigantesca. La segunda guerra mundial y el papel de Francia en ella es, para los franceses, el equivalente de nuestra guerra civil, sus antecedentes y sus consecuencias. La literatura existente es inmensa. Los franceses, claro, tienen la nada desdeñable ventaja de haber podido comenzar a escribir su historia inmediatamente después de retornada la paz, en 1945. Nosotros tuvimos que aguantar hasta 1975, cuando empezaron a aflojarse los tentáculos de la censura. En suma, los franceses nos llevan no solo treinta años de ventaja sino también treinta años de libertad, una libertad para discutir, interactuar y debatir tanto en términos nacionales como internacionalmente.

No nos será fácil ponernos a la altura epistemológica y metodológica de los contemporaneístas franceses o, ¿por qué no decirlo?, también de los británicos. Pero cualquier observador más o menos objetivo habrá de concluir que a lo largo de los últimos cuarenta años los españoles hemos hecho nuestros propios pinitos y, bien que mal, hemos “nacionalizado” en buena medida una historia que nos fue arrebatada por la dictadura.

Gildea comienza su reconstrucción de la epopeya de la Résistance como haría cualquier historiador que se precie. Ha trabajado en primer lugar en una amplia gama de archivos contemporáneos (todos abiertos, a diferencia de lo que ocurre en el país del Señor Rajoy) y ha absorbido un impresionante volumen de literatura secundaria, predominante -aunque no exclusivamente- francesa. Y, ¿de qué punto de partida sale? Pues, precisamente, de la contraposición entre mito y realidad. Es decir, entre la construcción ideológica que da sustento a una determinada interpretación de la historia, ya sea gaullista, comunista o vichyista, y lo que cabe desprender de masas de documentación que examina críticamente y que contextualiza como es debido. Los grandes enfoques del profesional, no de los aficionados.

El tema de Galdea es Francia pero su metodología es aplicable a otros países. No es nueva, pero sí poderosa. No elude la calificación ética. Tampoco la valoración moral. No es lo mismo escribir sobre los resistentes que sobre los nazificados, fascistizados o neutralizados.

El estudio de las diversas formas en que se ha conceptualizado el fenómeno de la Résistance a lo largo del tiempo, desde 1945 hasta nuestros días, da juego a Gildea para emitir un mensaje universal para el trabajo del historiador y para continuar descifrando la eterna contraposición entre mito e historia. Abundaré en ello en los próximos posts y así me tomaré un respiro del atosigante trabajo sobre la guerra civil, sus antecedentes y sus consecuencias.

(Continuará)