Hay que salvar la leyenda del accidente del general Balmes y también el honor de Franco (IV)

25 septiembre, 2018 at 8:30 am

Ángel Viñas

Me quedé a media argumentación en el post anterior. Lo hice para mantener viva la atención del lector, quizá aburrido por estas disquisiciones. Son, sin embargo, importantes. La historia no es lo que ocurrió sino lo que, al cabo de un largo, complejo y tortuoso proceso de debates, los historiadores consensuan qué es lo que ocurrió y cómo cabe interpretarlo. Y la experiencia muestra, no hay ningún debate histórico de altura que pueda considerarse definitivamente cerrado. Hoy no tenemos las certezas de nuestros antepasados de los siglos de las Luces, pero eso no quiere decir que todo valga. El Sr. Platón pertenece a la “escuela” de que toda la República fue un desastre: violencia, exclusión, podredumbre política entre las izquierdas. No busque el lector otra cosa. Su obra encaja en un pasado historiográfico perfectamente determinado, en el que el “caso Balmes” aparece en coordenadas muy precisas.  

 

Por ello, en 2018 el Sr. Platón no tiene inconveniente en afirmar:

“Su tesis quedó invalidada por Moisés Domínguez Núñez, que publicó en 2015 En busca del general Balmes, basado en los documentos que Viñas fue incapaz de encontrar. Tres años después, Viñas intentó reivindicar su acusación con un nuevo libro que volvía a basarse en la especulación, sin aportar más argumento que una crítica de la autopsia efectuada al general, una autopsia que en su libro anterior negaba que se hubiera producido, para enmascarar el supuesto asesinato, pero que Moisés Domínguez pudo localizar y reproducir”.

Las negritas son mías. Me obligan a interponer un ¡alto! EL PRIMER ASESINATO DE FRANCO no fue una obra exclusiva. Repito que conmigo colaboraron, en varios capítulos esenciales, un expiloto y un patólogo. Incluso en la extraña hipótesis de que el Sr. Platón tenga experiencia de pilotar aviones y simultáneamente se haya licenciado y/o doctorado en Medicina y Cirugía, me parece que su pasión le enturbia el entendimiento. Me propongo, en este y en el post final de esta pequeña serie dedicada al caso Balmes (para otros habrá una segunda), hacerle una rectificación en toda regla.

En primer lugar, quizá la apresurada lectura que el Sr. Platón ha hecho de nuestro grueso volumen no le ha permitido constatar que la obra del Sr. Domínguez sí figura en nuestra bibliografía. A él nos referimos en las páginas 13 y 14 del prólogo. Está inmortalizado con su nombre y apellidos en las páginas 80, 193 y 296 en notas al pie. En la página 17 del indicado prólogo explicamos que nos referimos a una crítica del libro de Domínguez Núñez efectuada por el profesor Roberto Muñoz Bolaños (y que el Sr. Platón prefiere ignorar) para adoptar, con el debido reconocimiento a dicho autor, la caracterización de “aficionado a la historia”. Con este apelativo, que reitero aquí y ahora, lo denominamos a lo largo de todo el libro. No se trata de un apelativo injurioso ni, creo, despectivo. No es un desdoro ser aficionado. Yo lo soy, por ejemplo, a las novelas de espionaje. He leído muchas. Nunca me he atrevido a escribir una. Si hubiéramos hecho caso a ese señor, por considerarlo historiador, habríamos utilizado otro calificativo. A nosotros, por un afán de economía que no de despiste, solo nos interesó su absurda obrita sobre la leyenda franquista de Balmes.

Los lectores que hayan ojeado nuestro libro me permitirán que reproduzca aquí lo que escribimos en la página 13 del prólogo de EL PRIMER ASESINATO DE FRANCO. Habrá otros amables lectores de este blog que no lo hayan ojeado. En general, en todas mis obras, o aquellas en las que he sido coautor, he tratado de que las intenciones queden claras bien sea en el prólogo o en las conclusiones. También de que cuenten con un índice onomástico por lo menos y, cuando por razones de tiempo ha sido posible, incluso con un índice analítico, siempre para favorecer al lector. En el prólogo de mi libro SOBORNOS anuncié en lo que estaba trabajando, aunque hubimos de retrasarnos al esperar, estúpidamente todo hay que decirlo, que se nos diera acceso a una documentación a la que al final no nos dejaron acceder. Era, claro está, en la España del Sr. Rajoy. A lo mejor ahora, cuando el PP no está en el gobierno, a otros sí los dejarán. Invito desde aquí al Sr. Platón a que colme, si puede, tal laguna. ¿Qué es lo que escribimos en el prólogo?

“La tesis que ligó el asesinato de Balmes al vuelo del Dragon Rapide suscitó cierta controversia. En 2015 un aficionado a la historia publicó una réplica. Con prudencia dejó de lado absolutamente todo lo que se refería a la aeronave -según él, un hidroavión- y sus circunstancias. Defendió, con nuevos argumentos, la versión tradicional del accidente en un tono ácido y despectivo que ha hecho las delicias, no sorprendentemente, de la Fundación Nacional Francisco Franco y de algunos de los autores que con ello colaboran.

Tales documentos fueron las declaraciones del único testigo que presenció el suceso, un “informe de autopsia”, que se elevó a la categoría de prueba irrebatible, y un conjunto de declaraciones de jefes y oficiales de la guarnición grancanaria donde se enfatizó que Balmes apoyaba activamente el “Glorioso Movimiento Nacional” y que había fallecido “en acto de servicio”.

Desde la primavera de 2015 varios medios de comunicación, y sobre todo numerosas cabeceras digitales, han expandido este tipo de afirmaciones. Con ocasión del 80º aniversario del estallido de la sublevación, historiadores, y en especial publicistas de la derecha pro-franquista más extrema, alcanzaron el paroxismo al ensalzar las virtudes de tal investigación y la “ínfima” calidad profesional de quien había osado oponerse a la versión acuñada durante decenios por la dictadura. No sin insultos personales, como parece ser la tónica en tan denodados defensores de su “verdad” histórica”.

En tales condiciones, tampoco es sorprendente que el Sr. Platón no haya tenido inconveniente, él que se autodeclara experto en temas militares, en convalidar implícitamente la referencia al hidroavión de su apadrinado. Tampoco dice mucho en su propio favor que solo se ciña al caso de la autopsia. En primer lugar, no fue una autopsia. Si la reconoce como tal, ¿dónde están las credenciales como patólogos de los Sres. Domínguez Núñez y la suya?  Servidor no las tiene y por eso acudí a un experto de bien probada y documentada experiencia a fin de que diseccionara en dos capítulos los elementales -para un médico- errores anatómicos de lo que fue una mera cobertura, impuesta por los militares a dos forenses civiles. En lenguaje poco académico, una “charranadita”. Un camelo, que sigue siéndolo por mucho que haya acudido a algún experto foráneo sin proporcionarle la debida documentación de contexto, antes y después.

Dicho aficionado descubrió dos documentos más que no menciona el Sr. Platón. La declaración del único testigo y la de diversos oficiales y jefes de la guarnición varios años después de los hechos. Hemos tenido particular placer en desmontar la credibilidad de la primera en el capítulo 7 (“Un testigo único que miente”, en aplicación del principio clásico del testis unum, testis nullus, que ya he aclarado en este blog) y las afirmaciones de aquella serie de distinguidos patriotas que se prestaron, la Superioridad manda, en el capítulo 8 (“Lo que da de sí un expediente de pensión”) a encubrir el asesinato en el que verosímilmente todos ellos fueron cómplices por activa o por pasiva. Quizá con las prisas para introducir su media página en el texto, al Sr. Platón no le dio tiempo de leerlos.

Lo cual no le impide afirmar:

“La nueva obra de Viñas es tan poco rigurosa como la anterior. Se basa en negar validez a cualquier prueba, testimonio o argumento que niegue su tesis de partida. Esta última -un asesinato ordenado por Franco- carece de seriedad”.

Quien, me temo, carece de todo rigor y credibilidad es el Sr. Platón que termina su media página afirmando:

“A pesar de basarse en la investigación de Domínguez, no cita su libro y le tacha de “aficionado”, lo que constituye una descalificación gratuita y esencialmente falsa”.

Otro error (en una próxima serie de posts que me permitiré escribir para regocijo de mis amables lectores aludiré a algunos más graves). Hemos utilizado los documentos que yo no conocía y que sí halló el Sr. Domínguez. No se negó nunca. Es más, en la página 13 del prólogo declaramos:

“Desde esta introducción subrayamos nuestra felicitación más cordial al descubridor de aquellos nuevos documentos”.

Es una declaración absolutamente sincera, que reitero. Pero no nos basamos en su investigación. Al contrario, la repudiamos desde la primera a la última página. Alguien que descarta de entrada la pieza clave de la conspiración de Franco, el Dragon Rapide, y no sabe contextualizar una chapuza de autopsia cuya absurdez puede entreverse mirando en Wikipedia la posición relativa de los órganos afectados por un supuesto autodisparo de pistola no merece demasiadas menciones. Aun así, para tranquilizar a los lectores de este blog, las páginas en las que lo citamos, bajo el apodo de “aficionado”, son las siguientes: 31n, 32, 176, 198n, 206, 267n, 271n, 273n, 294n, 295n, 304n, 321n, 337, 514n, 547, 566. Ni él ni el Sr Platón podrán quejarse de que lo hayamos ignorado.

Uno hubiera pensado que después de tan encendida defensa de quien hemos denominado “aficionado de la historia”, unidos ambos en defender el supuesto honor sin mancilla ni mácula de Franco, el Sr. Platón se habría servido de sus “descubrimientos” para aportar nuevos documentos que clarifiquen el desgraciado final del general Amado Balmes. No lo ha hecho.  También carece su opus de índice onomástico, lo que dificulta identificar nombres, pero en sus notas a pie de página Domínguez Núñez aparece solo una vez y solo para afirmar que el general Balmes era monárquico. Esto me da pie para hacer algunas consideraciones sobre contextualización.

El papel del historiador es complejo. Debe analizar e interpretar el pasado. Es, como dice un amigo mío, Santiago Gómez Reino, “el forense de la historia”. Se basa en hechos, sucesos, actuaciones, decisiones, etc. que comparten ciertas características en común: deben ser documentables, pero ninguno puede comprenderse aisladamente. Es preciso situarlos en contexto de manera crítica, analizando su consistencia interna y externa, si se trata de documentos, y en su relación con otros, generalmente muchos otros. Y en esta doble operación es en la que se muestra la pericia, o la impericia, del investigador. Que de todo hay en la Viña del Señor.

(Continuará)