En respuesta a un amable comentarista

10 marzo, 2021 at 8:30 am

Ángel Viñas

Ayer se publicó en EL PAIS en red un artículo con una entrevista que me hizo uno de sus periodistas, Manuel  Morales, en relación con el libro que hoy sale a la venta. Reproduzco el vínculo:

https://elpais.com/cultura/2021-03-09/los-errores-de-azana-que-facilitaron-el-golpe-del-36.html

La editorial me avisa de que en los pocos comentarios que había suscitado ayer había uno que era el siguiente:

Angel Viñas tiene 80 tacos? Pero si parece un chavalín…

A mí eso de «en los archivos de Roma vi» me suena raro… si tiene pruebas, debería reproducirlas. Zanjaría muchos debates sobre las causas de la Guerra.

El lector lo firma con el seudónimo de “HigoChumbo de la Mata”, indudablemente muy gracioso, pero indescifrable.

Le agradezco ante todo sus buenas palabras hacia mi foto. Es verdad que no aparento los años que tengo. Será porque he llevado una vida relativamente virtuosa y, en lo posible, sana. Además, la pandemia no me ha dejado mucho margen para incrementar la magnitud de mis pecados. También le agradezco la pregunta que me hace en la segunda parte de su comentario.

Como no sé responder en la misma web de EL PAIS, y no me imagino ni por asomo, que dicho periódico, al que agradezco la entrevista muy encarecidamente, vaya a darme espacio para ilustrar a “HigoChumbo”, me permito hacerlo (un día señalado como es hoy para el autor del libro) por medio de este comentario.

Cualquier historiador que se precie, y más si es académico y se expone a las críticas -o elogios- de sus colegas, suele dar sus referencias. Además, si publica un libro con la esperanza, que es la mía, de que lo lea el mayor número posible de personas, se preocupa de ponerlas de relieve.

El resultado de mis pesquisas en los archivos de Roma (Ministerios de Asuntos Exteriores y de Defensa -Ejército de Tierra y Aeronáutica- y Archivo Central del Estado) lo expuse en mi libro de 2019 ¿Quién quiso la guerra civil? Historia de una conspiración. En este abordo el tema desde el ángulo complementario de por qué la República no la paró.

También indico en él las referencias (la evidencia primaria relevante de época) en que me baso. Cuando, en un momento, se me olvidó apuntarla, lo indico. En cualquier caso expongo el documento en que la encontré, a saber el expediente personal de un capitán de navío, agregado naval en la embajada en Roma, que figura en los archivos del Ministerio de Estado/Asuntos Exteriores que se hallan en el AGA. Cualquiera puede ir a ellos y verificar que no me inventé nada.

En ambos libros, en el 2019 y en este, he incorporado anexos (más gruesos en la presente ocasión) en los que he reproducido los documentos que me han parecido más importantes. En una segunda categoría, porque encajan con la narrativa, van en el texto mismo. En una tercera los comento, pero no los reproduzco por diversas razones (son largos, prefiero añadir mis observaciones al paso de la narrativa, intercalo cosas que no vienen en ellos, etc.).

De entre los centenares de documentos que he manejado dos son los más importantes: los contratos que Pedro Sainz Rodríguez firmó con los italianos el 1º de julio de 1936 sobre suministros de aviación y la minuta preparada por los funcionarios italianos de cara a la entrevista de Antonio Goicoechea con Mussolini en octubre de 1935. Los primeros los reproduje con todos sus anexos en un libro colectivo de 2013 y reimpreso el año pasado (Los mitos del 18 de julio) y sin los anexos en la historia de la conspiración. En el que hoy aparece no venía a cuento. Los republicanos no se enteraron de ellos.

En ambos casos he dado la referencia. Para los primeros cualquier hijo de vecino puede pasarse por la Fundación Universitaria Española, en la madrileña calle de Alcalá, casi enfrente de la estatua de Espartero a caballo. Allí encontrará la copia original. No hay que ir a Londres, París, Washington, Berlín, Roma o Moscú. Sin dichos contratos, la conspiración queda coja, pero la tesis la he reforzado en el último capítulo del libro que sale hoy. Pedir más a un humilde historiador es como pedírselo a la luna. Tal vez haya más evidencias, pero dejo a otros el honor de encontrarlas.

Para los segundos, hay que ir a Roma, a los archivos de La Farnesina, y consultar en la carpeta “Nominativi”, el expediente “Rivolta Spagnuola, Nominativi, Italiani e Spagnuoli”, en la busta 1109.  Naturalmente, puedo equivocarme. Ya lo cuenta la conocida locución latina  errare, humanum est (los lectores podrán aprender sobre la misma en  https://fr.wikipedia.org/wiki/Errare_humanum_est,_perseverare_diabolicum).

En la página 19 de mi nuevo libro no es difícil encontrar una explicación de mi norma de conducta: No existe historia definitiva. Porque si se trata de historia, no lo es por definición. Si es definitiva, no será historia. Es un principio heurístico al que siempre me he atenido. Y para quien se moleste, y probablemente habrá muchos a quienes el libro que hoy sale les moleste, les recuerdo la máxima de Oscar Wilde que lo preludia: Sarcasm is the lowest form of wit, but highest form of intelligence.

En el refranero castellano hay una expresión también muy apropiada: “quien se pica, ajos come”.