UNA PUGNA CONTRA LA DISTORSIÓN: INVESTIGANDO EL PASADO (VIII)

1 junio, 2021 at 8:30 am

Ángel Viñas

Por muy gánster que fuese Mussolini -y lo demostró en grado sumo, tanto en la preparación de la conquista Etiopía como en España- era evidente que el envío de aviones de bombardeo modernos no podía hacerse ANTES de que estallara en esta última el golpe prometido. ¿Cómo se justificaría su llegada a los sublevados, fuese en algún aeródromo en las costas del Mediterráneo o en África? Incluso el Dragon Rapide hubo de disfrazar su vuelo. Ahora bien, DESPUÉS de que se iniciara la sublevación ya fue otra cosa. Los relatos de Arrarás y Bolín sirvieron para velar la realidad con decenas de distorsiones. Se encontró un subterfugio cómodo: los franceses habían empezado a ayudar a la República.

Que todavía se mantenga esta superchería es notable. Los Documenti Diplomatici Italiani, que cualquier hijo de vecino puede consultar on line, lo desmienten. Lo que el embajador fascista en París, Vittorio Cerruti,  afirmó, con razón, era que había rumores de que un ministro del Gobierno de París y el presidente Blum estaban considerando la ayuda. Se lo pongo fácil a quienes duden: que acudan,  en la p. 413 de mi último libro, a la referencia a los documentos números 589, 598 y 601 del 22 y 23 de julio. Algún “entendido” aludió incluso al cargamento de un barco en Marsella, el Ciudad de Tarragona. Se basó en otro telegrama de Cerruti, que lo enunciaba como posibilidad. Nadie de entre tales opinantes se ha paseado, a lo que parece, por los archivos franceses, empezando por el mejor acuñador de tal falacia, un general de División en el Ejército del Aire desgraciadamente ya fallecido.   

¿Cómo salir del atolladero? Para aclarar las dudas ningún historiador español (salvo uno), ni francés, ni alemán, ni italiano, ni inglés, ni norteamericano ni australiano ni canadiense, etc se ha molestado, que yo sepa, en darse un paseo por el Château de Vincennes, donde se guardan los fondos del equivalente francés del SHM. Servidor ya lo había hecho muchos años antes de 2020. A ellos volví. De los doce bombarderos Savoia Marchetti objeto del primer contrato uno se había hundido en aguas del Mediterráneo, otro se había estrellado junto a lo que entonces era un villorrio miserable y un tercero había planeado suavemente para posarse en las inmensas playas norteñas. Casi llegando a Nador. Les había faltado gasolina para  aterrizar en destino.  De haber volado de otra manera, pensaron los franceses, hubieran alcanzado su objetivo, como lo habían logrado los nueve aviones restantes.

Naturalmente, ya que sobre mi no ha descendido descendido jamás la blanca paloma, ni por asomo se me ocurrió obviar que en un libro de Jaime Martínez Parrilla, publicado para mayor INRI por el Ministerio del Ejército en 1987 (!!!!) (ha llovido algo desde entonces), se había hecho una referencia a la documentación francesa respecto a aquel incidente.

Evidentemente Martínez Parrilla no tenía entonces ni idea de los contratos del 1º de julio, pero la historiografía avanza con EPRE y con sucesivas reinterpretaciones de la anterior a la luz de otra posterior. No siguiendo los procedimientos metodológicos y heurísticos del alabado profesor Payne. En mi último libro he dedicado más de 20 páginas (de la 395 a la 416) a encuadrar el incidente del aterrizaje forzoso en el marco del acto de gansterismo fascista, de la política de Mussolini y de las reticencias francesas.

Los militares, gendarmes y políticos del país vecino no eran idiotas. Las declaraciones de los pilotos y tripulantes no fallecidos no se las creyeron en lo más mínimo. Los aviones eran de guerra, iban armados, tenían portabombas … y sus colores y signos de nacionalidad habían sido eliminados. De forma chapucera, todo hay que decirlo. Además, contaban con la documentación de bordo. Tampoco se habían dejado en tierra las pertenencias personales de algunos de los “viajeros de negocios” que volaban hacia Melilla. Se conservan los resúmenes de los interrogatorios y los resultados de la exploración de los dos bombarderos no desaparecidos en las cálidas aguas mediterráneas.

Ahora bien, quizá recordarán los amables lectores que en ¿Quién quiso la guerra civil? servidor había anotado, como he indicado en un post precedente, el nombre de los pilotos. Uno de ellos, que pereció, se llamaba Baldi. Era un oficial en activo de la Regia Aeronautica, las fuerzas aéreas fascistas. ¿Qué dijo uno de los supervivientes del forzoso aterrizaje en Saidía, amablemente interrogado por los franceses? Se trató del que llevaba documentación a nombre de Furio Giliberti, de profesión periodista, en una ciudad (Rovigo) del Véneto, cuando le tocó cantar la palinodia ante un, suponemos, experimentado comisario de policía. El amigo Giliberti declaró lo siguiente: a) que lo había reclutado a principios de julio un piloto de la empresa Savoia-Marchetti (sic); y b) que tal piloto le había pedido que, a su vez, tratase de reclutar a otro más para realizar una expedición al extranjero. Desgraciadamente a Giliberti no le dio explicaciones adicionales. Lógico. En un Estado policial fascista se viajaba fuera de Italia como la cosa más natural del mundo.

Sin embargo el apellidado Giliberti “se pasó”, probablemente para hacerse simpático a su interrogador y, como dicen que suele ocurrir en tales casos, dio más detalles. Nadie, que se desprenda de la documentación recogida por los franceses, le obligó a ello. Así informó del nombre del piloto de la empresa (que no tenía como nombre el de Savoia-Marchetti sino el de Società Idrovolante Alta Italia, según reconoció más tarde Ciano ante el embajador de Francia). El comisario en cuestión, puntilloso, lo  anotó. Se trató de un tal “Bardi” (al menos  así lo transcribió).

Pero ¿quién era “Bardi”? Los franceses no podían saberlo en Marruecos. Servidor sí lo supo al leerlo.  No era ni más ni menos que el apellido de un piloto en activo de las fuerzas aéreas fascistas (y no de la empresa) llamado Baldi.

¿Por qué considero importante este detalle que al amable lector puede parecerle absolutamente nimio? Por una razón muy simple.  Ttrabajando en 2018 en la documentación del archivo de la Aeronáutica en Roma descubrí los nombres de los pilotos y copilotos de aquella primera expedición. En mi libro de 2019 los había indicado. Entre ellos figuraba el mencionado Baldi. No hay que tener un elevado coeficiente intelectual para establecer la conexión entre los contratos, la SIAI, la Regia Aeronautica, Baldi, los preparativos antes del 18 de julio para poner en marcha la expedición (nueva documentación, camuflaje de medio pelo), el imprevisto accidente…. y desprender, sin heroicos esfuerzos mentales, la línea de continuación entre la firma de los contratos y que poco después la maquinaria bélica italiana se pusiera en marcha de cara a apoyar, vía el primero de ellos, el auténtico asalto a la República (no el que se achacó al pobre Alcalá-Zamora) de quienes llevaban meses y meses al frente de la conspiración. Lo que David Jorge había descubierto en los archivos de la SdN no fue un camelo. Respondía a una realidad.

Quedan huecos. Sabemos que quien preparó el operativo fue el subsecretario de Aeronáutica, el general Giuseppe Valle. El ministro del ramo, Benito Mussolini, no iba a  molestarse en descender a tales detalles. Que su “subse” obrara por cuenta propia sin informar al Duce es totalmente descartable. Que la SIAI, empresa vigilada por el Estado como todas las demás del sector, pudiera comprar a otros proveedores hidroaviones amén de cazas Fiat CR 32 así como así, sin que las autoridades se enteraran, es una hipótesis que podemos echar a la papelera. Desgraciadamente el general Valle no consideró oportuno legar a los archivos de la Aeronática italiana la colección de documentos que hubiera, tal vez, podido conservar. Les dejó, eso sí, un volumen impresionante de fotografías. Desgraciadamente, para nosotros poco significativas.

Cabe establecer, pues, una cadena de relación causal entre los contratos del 1º de julio, el comienzo de los preparativos, la aparición en el horizonte documental de un piloto en activo, el reclutamiento (en servicios especiales) de toda una serie de oficiales de la Regia Aeronautica, el paulatino desplazamiento de aviones tomados a diversas unidades de la misma desde los aeródromos del norte al que se encontraba más al sur de la isla de Cerdeña y, por consiguiente, también el más cercano a las costas de África…

En esa cadena falló el eslabón más débil. Con un poco más de gasolina, estimaron los franceses, los tres bombarderos hubiesen podido llegar a Melilla, donde se les esperaba ansiosamente.  No en vano, mientras se hacían los interrogatorios en el villorrio, en torno al aparato posado en las playas habían ocurrido dos significativos hechos. El primero que un cabo de la guardia civil había pasado la frontera, desarmado, con la sana intención de informarse acerca de las posibilidades de repostado. El segundo que una avioneta había sobrevolado el aparato y arrojado un paquete con uniformes del Tercio y un papelín en italiano para que dijeran que eran soldaditos de la guarnición de Nador. “Esperen a que les hagamos llegar dos bidones de gasolina… No se metan en la boca del lobo”.

Claro que quedan enigmas. Si subsiste alguna EPRE, habrá historiadores que avancen más. Establezco como puntos de partida los siguientes:

  • Ni Mussolini, ni nadie entre los dirigentes monárquicos o militares de la conspiración, pudo sospechar que Calvo Sotelo y Sanjurjo perecerían en el corto lapso de una semana, el 13 y el 20 de julio respectivamente.
  • Tampoco pudo sospecharlo Franco, dispuesto a dar el salto del tigre (es un decir, porque los tigres no vuelan) de Canarias a Marruecos desde, por lo menos, la mitad de junio si no, como sugerimos en un libro anterior, tres semanas antes.
  • Los italianos, en contra de lo que se ha dicho y repetido hasta la saciedad, no pensaban que con su intervención inicial vía 12 bombarderos darían una ayuda sustancial al golpe.
  • Los monárquicos les habían dado a entender, a través de Sainz Rodríguez, que lo que podía ocurrir era que se produjese un conflicto corto. Por eso se contrataron más aparatos.
  • Mussolini, en vías de aproximación al Tercer Reich, debió de creer que una intervención en España, limitada pero dotada con armamento modernísimo, podría rápidamente inclinar el fiel de la balanza del lado de los sublevados.

Y, como la fortuna suele sonreir a los audaces, ¿qué hicieron los franceses? En contra de los posibles, aunque no demostrados, temores mussolinianos, se inhibieron. Al tiempo que los militares y policías en Marruecos protocolizaban la fechoría fascista,  en París se optaba por sugerir la “no intervención”. Políticos educados en la tradición racionalista de las escuelas primarias, liceos y escuelas superiores de Francia no quisieron en modo alguno quedarse descolgados de la nanny británica. Si no se habían movido ante la remilitarización de Renania en el mes de marzo, ¿cómo correr el riesgo de enfrentarse con el Tercer Reich y la Italia fascista?

Desde antes del primer momento el destino de la República española quedó inserto en el campo de juego definido por las grandes y medianas potencias en la escena europa.  No ha terminado de reconstruirse del todo, pero en cualquier caso es imposible no pensar que la historiografía continuará separándose de las leyendas y mitos metafranquistas o parafranquistas. No parará el proceso de actualización de las “representaciones” que será menester llevar al ánimo, al conocimiento y a la conciencia de futuras generaciones de ciudadanos españoles. Y seguir clamando, mientras tanto, por la mayor disponibilidad de EPRE en archivos públicos y, sobre todo, privados. ¿Dónde están los de Alfonso XIII, Juan de Borbón, Orgaz, Mola y Franco como comienzos de una larga serie?Al menos en lo que se refiere a los dos primeros, la Corona debería dar, en mi humilde opinión, alguna respuesta. ¿O tiene miedo?

(continuará)