VOLVIENDO AL TAJO: SEPTIEMBRE DE 2021

7 septiembre, 2021 at 8:30 am

ÁNGEL VIÑAS

Al reemprenderse las actividades escolares me gustaría poder decir que vuelvo a ellas, a través de este blog, con renovadas fuerzas. Por desgracia, no sería del todo cierto. En los últimos tiempos he estado trabajando en cuatro proyectos. Dos en colaboración y otros dos solito. De los primeros he terminado uno. No me corresponde el principal papel, que han asumido los dos compañeros restantes. Me he limitado a escribir una biografía, género que se me da bastante mal. Espero que el libro resultante salga durante este curso. No gustará a muchos autores y lectores en la derecha española y que tanto saben, o dicen que saben, sobre la represión republicana, pero que casi ignoran la propia o vuelven, casi siempre, al tema de Paracuellos…

Confieso que la continuada pandemia y las medidas restrictivas subsiguientes han sido demoledoras para quienes, como servidor, tratamos de abordar cuestiones sobre las que no se había escrito antes,  escrito poco  o escrito mal. Personalmente siempre he pensado que para repetir lo que otros han investigado bien no merece la pena escribir. Por el contrario, no tengo inconveniente en sacar los colores a quienes, sobre lo que me interesa, no lo han hecho adecuadamente en mi modesta opinión.  Este curso seguiré, pues, tratando de ver claro en algunos de los capítulos de nuestra historia en los que, por falta de EPRE, no había podido avanzar más, pero que hoy sí será posible hacerlo tras sucesivas rondas de desclasificaciones. Hay, evidentemente, que estar al loro y aprovechar las ocasiones. Una de ellas me la deparará el caso Juan de la Cierva. Otro, y permanente, el general Francisco Franco.

A lo largo de mi carrera, en la Universidad y en la Administración, he aprendido varias cosas. Entre ellas que a los españoles no nos gusta demasiado ser objeto de ironía y sarcasmo. Los aplicaré ahora. Me siento, en gran medida, poco vulnerable porque tras pasar casi cuarenta años fuera de España estoy acostumbrado, afortunada o desgraciadamente, a otras mores.

El descubrimiento de nueva EPRE sigue siendo una tarea penosa y más en la actualidad porque dirigir a distancia la búsqueda de papeles lleva tiempo, consume energías y, no en último término, absorbe muchos fondos. (Incidentalmente, brindo esta reflexión al darling de la derecha española, catedrático jubilado en una Universidad norteamericana, que no la ha practicado nunca y, me temo, dada su provecta edad -más avanzada que la mía- que tampoco lo hará en el futuro. Se necesita una cierta experiencia de archivos, lugares que él no ha frecuentado).

De todas maneras, confío en que los resultados a que llegue estén en consonancia con mis expectativas. Demostrarán, una vez más, lo que nunca me he cansado de afirmar una y otra vez en este blog. No hay historia definitiva, porque como el pasado no existe, a lo único a lo que podemos acogernos es a las representaciones que de él nos hacemos. La gran diferencia entre unos historiadores y otros la marca el análisis crítico y contextualizado lo más generosa y ampliamente posible de las evidencias que de tal pasado vayamos descubriendo en el incontenible proceso histórico.

En este verano me he sentido atraído por dos de las tres conmemoraciones que en él se han celebrado: el centenario de Annual y el quinto (!!!) centenario de la toma de Tenochtitlán. Historia esta última, para mí, muy vieja. Por el contrario, no me ha llamado la atención el 450 centenario de la batalla de Lepanto. Pero, además, la crisis de Afganistán y el torbellino de noticias que ha generado me han tenido muy ocupado, siquiera como mero lector. Al fin y al cabo, se vive en el presente (que mañana será pasado).

Las razones de mi interés son distintas. Me han preocupado desde hace tiempo las consecuencias de las campañas de África en que se empeñó la Monarquía alfonsina y, como me ha llegado nueva EPRE, me he lanzado a pergeñar una docena de artículos sobre un tema que ya había tocado superficialmente. No revelo ningún secreto si digo que está relacionado con la no concesión de la Cruz Laureada de San Fernando al capitán Francisco Franco. Los resultados aparecerán poco a poco en otro medio digital. Confío que gusten a muchos y disgusten también a muchos otros. Aspiro, como se verá en el último artículo, a incitar a la publicación -por quien la tenga- de más EPRE. Si no hay historia definitiva, tampoco hay historiadores de este carácter.

La conquista de México, que ha generado tantas discusiones en los últimos tiempos, es lo que más me ha atraído. Por dos razones: la primera porque desde que tenía unos 16 años me impactó mucho el libro de un periodista republicano (que también escribió sobre Annual), Luis de Oteyza. Se titulaba Los dioses que se fueron. Me lo regaló un tío mío. Hoy cabe encontrarlo de lance en internet, pero prefiero mantener el recuerdo porque si lo leo es casi seguro que no me gustará. Luego me fui haciendo una pequeña colección de novelas sobre la conquista de Mesoamérica en varios idiomas. Todavía conservo algunas, pero de la mayoría ya me he deshecho. En mi casa no caben muchos más libros.  

Explico esto porque después de las novelas pasé a convertirme en lector de historia. Para mí, la biografía de Cortés de Salvador de Madariaga, así como el libro de lord Hugh Thomas, me parecieron deslumbrantes. Siempre he tenido un poco a México en mi corazón desde que fui por primera vez en los años setenta. Viene esto a cuento porque en este verano he leído un libro de Camilla Townsend, The Fifth Sun. A new history of the Aztecs, que confío se publique pronto en castellano. Hacía tiempo que no había vuelto al tema, pero Townsend me ha recordado algo a lo que, oscuramente, he ido llegando al buscar conexiones sobre la escritura de la historia y sobre las relaciones entre historia y memoria.

Los lectores no tendrán dificultad en comprender que este último es un tema que va a estar en el candelero en los próximos meses tan pronto como empiece a debatirse en el Congreso de los Diputados el Anteproyecto de Ley de Memoria Democrática.

Townsend, una historiadora norteamericana de la que no conozco otra obra, ha vuelto a los textos en náhuatl de las memorias que pergeñaron los descendientes de los aztecas derrotados por Cortés y sus aliados indígenas (que constituían, con gran diferencia, la mayor parte de las fuerzas vencedoras) y que habían reflejado en las transcripciones hechas por los religiosos españoles que se preocuparon de estudiar sus costumbres y su pasado. Eran, por así decir, la memoria “colectiva” -tal concepto dicen algunos historiadores y sociólogos que no existe y que solo existe la individual. En este caso sí cabe emplear el adjetivo “colectivo” porque no hay otras memorias individuales. Las transcripciones de hace varios siglos se han transformado en EPRE, un recurso singular que abre una ventana sobre la mejor comprensión de un pasado remoto.

De aquí la importancia de seguir recuperando recursos culturales o recuerdos transmitidos entre las generaciones que permitan documentar los sentimientos, las reflexiones, los miedos y las angustias de quienes fueron objeto de represión por los sublevados y los perpetradores de 1936 en adelante. En esto la historiografía española sigue las huellas de otras corrientes extranjeras que desde hace muchos años se preocuparon por dejar constancia en todo lo posible de los recuerdos e impresiones de los supervivientes de la Shoah. Que el actual gobierno de Varsovia trate de obstaculizar la exploración del pasado polaco está en consonancia con los berridos de su derecha más brava. Roguemos al Señor porque la nuestra, carpetovetónica, no les imite cuando llegue su momento.

Así, pues, no hay que jugar, como hace una parte del PP, Ciudadanos y sobre todo Vox, con la denigración de la memoria. Con minúsculas y con mayúsculas. Ambas conforman un pasado  que no termina de pasar porque, con todos los respetos al recuerdo de los millones de víctimas de la Shoah, el “equivalente” español son las víctimas de la represión franquista.

Un resumen de la Causa General, aparecido en 1943 y que una editorial astorgana ha publicado ya en tercera edición con el subtítulo, ¡oh, cuán intencionado!, de “la otra memoria” y un prólogo del historiador cortesano por excelencia del franquismo, Ricardo de la Cierva, cumple para los vencedores tal función de recuerdo. Sin embargo, se trata de un somerísimo trasunto del tipo de información recogida en varios millares de legajos, hoy perfectamente accesibles al público en el portal de archivos españoles, PARES.

Debo establecer la hipótesis que dicho resumen, que careció de seguimiento, escogió los aspectos más duros de la supuesta vesania republicana. Como si esta estuviera en los genes de la izquierda de la época (algunos médicos militares los buscaron afanosamente) y hubiera sido, como la franquista, una actividad desarrollada con el consentimiento, impulso y dirección de las autoridades.

En este sentido, me permito hacer una sugerencia a la editorial de la Universidad de Extremadura: ¿por qué no republica una obra agotada, que hace cerca de quince años ya puso en el mercado, de Raúl C. Cancio Fernández, Guerra civil y tribunales: de los jurados populares a la justicia franquista (1936-1939)? La investigación, desde luego, no ha parado en este transcurso del tiempo, pero sería una buena forma de acompañar el debate parlamentario que abrirá la LMD. En su momento, Cancio puso en contexto la realidad pasada y sobre la cual incidió la LMH de Rodríguez-Zapatero.

Así, los amables lectores y el público en general tendrán la oportunidad de constatar hasta qué punto han avanzado, han retrocedido o se han estancado los portavoces de la derecha en sus repetitivas cantinelas de cara a un tema todavía tan sensible. Y, naturalmente, el reflejo correspondiente que de ello harán sus tribunas mediáticas y sus influencers, que también tratan de mantener enhiesta su “representación” del pasado, a pesar de todas las evidencias acumuladas en contra. Los sublevados mataron mucho más. Es lo que todavía hay que escamotear.

¡Feliz rentrée! y ¡feliz vuelta al tajo!