EN EL PERÍODO DESPUÉS DEL JALEO SOBRE JUAN DE LA CIERVA

12 octubre, 2021 at 8:30 am

Quien controla el presente controla el pasado ….

Ángel Viñas

Un antiguo refrán castellano con, al menos, dos variantes (“el mejor -o mayor- desprecioes no hacer aprecio-“ y/o “no hay mejor desprecio que el no aprecio”),figura hoy reseñado en el Centro Virtual Cervantes con su correspondiente equivalencia en otros diez idiomas. El significado que atribuye dicho Centro al uso que del mismo hizo, al parecer, el anterior presidente del Gobierno Don Mariano Rajoy en una determinada ocasión creo, en mi modesta opinión, que no se corresponde con la normal acepción del mismo en el lenguaje común.  Para muchos otros y para mí no apreciar implica, esencialmente, despreciar, defecto o virtud a los que acudo con cierta frecuencia.  

Supongo que algo similar hace el Gobierno de la Región de Murcia. Y, en consecuencia, sus terminales mediáticas. No en vano solicitó dos informes con los cuales aplastar la negativa del Gobierno de España a atender una petición de las autoridades autonómicas sobre la denominación del aeropuerto regional.  Uno de ellos me lo ha transmitido amablemente el profesor Javier Guillamón que lo hizo a petición del Rector de la Universidad. Del segundo informe no sé nada. No ha traslucido. El copyright supongo que corresponde al autor, aun cuando hubiera estado bien retribuido.

A mí, francamente, me importa un comino lo que el gobierno de Murcia piense de un servidor. Sin embargo, que hasta ahora, que se sepa, ni siquiera haya dicho ni pío al desafío que en buena y debida forma les lancé hace dos o tres semanas puede obedecer a una creencia basada en alguno de los siguientes fundamentos:

  • Tenemos razón. No nos la quitará nadie.
  • Viñas es un historiador indigente y no hay que hacerle el menor caso
  • Si respondemos, a lo mejor tiene algún cartucho de recambio y nos hace la pascua.

Puede haber otras explicaciones.  Alguien tendrá que explicar por qué no se publica el informe de un “brillante” historiador que, al parecer, ha demolido (supongo que con gran acopio documental) mis tesis sobre don Juan de la Cierva. ¿De dónde las habrá sacado? Misterio.

La más interesante, desde mi punto de vista, es la primera hipótesis, porque entronca con la batalla que, según se afirma por ciertos terminales mediáticos, la izquierda española en general, y servidor en este caso concreto, están llevando a cabo con el fin de distorsionar la HISTORIAAAAA y ganar hoy la guerra que perdieron (por su propia perversidad) en los campos de batalla hace más de ochenta años.

Como quien esto escribe es algo lento de mollera y considera que el pasado ya no existe, entender la sucesión de hechos que ocurrieron en él y preguntarse por qué, me ha llevado muchos años, mucho esfuerzo, mucho dinero y muchos quebraderos de cabeza. No soy como Stanley G. Payne, a quien últimamente cito con frecuencia porque desde que era un jovencísimo profesor ya sabía lo que tenía que saber para escribir más o menos el mismo libro por lo menos una docena de veces. Desde luego sin preocuparse de haber pisado un solo miserable archivo (salvo el de la FNFF, aunque con escaso éxito).

Lo que hoy creo haber documentado me ha supuesto la friolera de cerca de treinta años, la visita a más o menos cuarenta archivos (estatales, subestatales, públicos y privados) en media docena de países y hacerme con una biblioteca particular de varios millares de libros. ¿Resultado? En ese pasado que ya no existe, las cosas no fueron como nos las contaron los historiadores franquistas y como, con algunas mejoras en cuanto a presentación se refiere, han seguido repitiendo sus epígonos, muy vehiculados por la FNFF.

Que en la dictadura hubiese una interpretación básica y única posible era comprensible. El, para algunos, glorioso régimen de Franco mantuvo una censura prácticamente de guerra hasta la Ley 14/1966, de 18 de marzo. No fue precisamente una disposición que abriera las compuertas a lo que ya se había escrito en el extranjero Eso sí, permitió a una serie de autores afines a la dictadura que actualizasen mínimamente algunos (no demasiados) de los mitos en que se sustentaban los cuentos tradicionales.

Para comprender el amplio abanico tradicional sigue siendo una obra absolutamente imprescindible la de Herbert R. Southworth, El mito de la Cruzada de Franco, que dio a conocer Ruedo Ibérico en París. Dicen los enterados que al berrinche que se cogió el nunca olvidado profesor Manuel Fraga Iribarne (un genio entre los numerosos genios que florecieron durante la dictadura) siguió la creación en su Ministerio de (Des)información y Turismo de una unidad especializada en preparar la contraofensiva, quizá con la idea de reeditar antiguas glorias imperiales a lo Carlos I o Felipe II.

La  encargó al aspirante Ricardo de la Cierva, técnico de Información y Turismo, que ya en su primera obra sobre la política española en este sector había derramado abundantísima baba en su dedicatoria a un invicto general: es decir, al personaje impoluto e inmaculado que llevó a los Ejércitos Nacionales a la victoria sobre el enemigo. Pásmense los lectores: el anarquismo, el socialismo, el comunismo, el liberalismo, la masonería y un montón de ideas nefastas no, nefastísimas, que se habían desarrollado a partir de los principios de la Reforma, la Ilustración, la Revolución francesa y, ¡cómo no!, la soviética. ¡Abajo, pues, los siglos XVIII y XIX! ¡Vuélvase a la España imperial de la contrarreforma!

Por mi parte, he llegado a ciertas conclusiones operativas que he apoyado (ya sé que hay quien dice que eso de los documentos es algo decimonónico, positivista, absurdo) lo mejor que he podido. Eso sí, siempre abierto a que se me demuestre que los he interpretado mal (algo que inevitablemente ocurre a quien, por desgracia, no goza de los privilegios de la presciencia ni de la infalibilidad, en los que tanto abundan otros).

Este tipo de relato, basado en un conjunto de documentos de los que se encuentran huellas en los archivos que poco a poco han ido desclasificándose, parece como si estuviera escrito en chino a los historiadores del tipo Payne. ¿Dónde figura el menor reflejo en el libro que ha escrito y reescrito -con gran éxito- tantas veces?  

¿Es su pasado igual al que servidor describe? No. ¿Es el pasado que ahora quiere “recuperar” una futura Asociación Nacional de Víctimas del Frente Popular? No. ¿Es el pasado que enciende las pupilas de los historiadores de VOX? No. ¿Es el pasado al que se refirió, en presencia de Don Pablo Casado, callado como un muerto, uno de los exfundadores de tal partido hace poco? No. ¿Es el pasado que hace titilar las papillas gustativas de los políticos del PP murcianos? No.

Todos nos hacemos representaciones del pasado, pero unos las documentan en su origen, evolución y afloramiento. Otros, no. Es decir, por un lado, hay historia (no tanto de derechas o de izquierdas, sino documentada o no) y, por otro, camelos. El más importante del pasado español en el siglo XX es el origen de la guerra civil.

Dado que su responsabilidad activa recae en un sector de las derechas, es hasta punto lógico que quieran apartar de sí ese cáliz de amargura. No hubiera habido guerra, claro, si la República hubiese cortado la subversión. No lo hizo. Se redimió como pudo. No dejando caer las armas y tratando de compatibilizar revolución y guerra o guerra y revolución. Por supuesto que ni en marzo, ni en abril, ni en mayo, ni en junio de 1936 se esperaba una. La revolución fue una de las consecuencias del golpe semifallido y semiexitoso. La dictadura de Franco también.

Esto es lo que hay que desfigurar hoy, al igual que se desfiguró desde 1936, porque como bien dijo Orwell quien controla el presente, controla el pasado y quien controla el pasado controla el futuro. Así, que ojo al futuro. ¿No ha dicho el señor Casado que cuando llegue al poder, supongo que con la ayuda de VOX, eliminará todas las leyes aprobadas en la presente legislatura por la izquierda? Y, entre ellas, la todavía no nacida Ley de Memoria Democrática.

Por supuesto, en una democracia no demasiado combativa como la española, pero tampoco peor que otras que nos circundan, corresponderá a la ciudadanía elegir a sus gobernantes con los ojos bien abiertos. En recuerdo de sus antepasados y con la mirada puesta en la futura educación de sus hijos y nietos. Desde luego hay que reconocer al señor Casado un mérito: quien avisa no es traidor.  

En otros países acosados en su tiempo por los fascismos, dado que la suerte de las armas les fue adversa, se tomaron medidas precautorias. También en la República Federal de Alemania. El PP, que tanto alardea de su amistad y connivencia con la CDU/CSU, debiera tomar nota de que con los dineros públicos se subvenciona desde hace muchísimos años una Bundeszentrale für politische Bildung, con el fin de fortalecer el sistema democrático a través de la difusión de material destinado a popularizar conceptos elementales de la democracia plural y de las diversas opciones políticas en escena. ¿Sería pensable algo así bajo un Gobierno del PP? Solo hay que recordar el “pollo” que montó contra una inocua asignatura denominada “Educación para la ciudadanía”. Lógico. No quiere ciudadanos. Prefiere adictos y, a ser posible, que sigan meciéndose en la cuna en la que anidan los consabidos huevos de la serpiente.