CALUMNIA …. QUE ALGO QUEDA (II)

8 febrero, 2022 at 8:30 am

ANGEL VIÑAS

En el post anterior lancé una batería de preguntas abiertas a un periodista que no identifiqué. Supongo que a cualquiera de los amables lectores le será posible hacerlo acudiendo de nuevo a la preciosa ayuda de Mr. Google. Me preocupó mucho que, en diciembre de 2021, es decir, tan solo hace dos meses (si la revista salió antes habría que corregir esta afirmación) hubiese divulgado al amplio mundo lector que el presidente del Consejo de Ministros republicano durante la guerra civil, Juan Negrín, había llegado a un pacto con nadie menos que Stalin para hacer de España una “unión de repúblicas socialistas ibéricas”.

Titulé el post “Calumnia… que algo queda” porque tamaña estupidez no es del todo nueva. Sin embargo, que yo sepa no se había descargado generalmente con tamaña crudeza sobre los anchos hombros de D. Juan Negrín. Por otra parte, es lógico pues Negrín fue, en mi modesta opinión, el único hombre de Estado que apareció en el enturbiado cielo republicano durante la guerra civil. ¡Hay que ir a por él! No sea que la historia lo trate bien.   

Ahora bien, hasta el momento, en lo que se me alcanza a saber, nadie ha demostrado documentalmente tal calumnia. Por ejemplo, exhibiendo el supuesto pacto con Stalin. Así, pues, pregunté abiertamente de dónde tan inquisitivo periodista habría tomado tal noción.

Lo hice de forma retórica porque ya habían indicado algo parecido, aunque menos crudamente, algunos otros, pero sin referencia a un pacto explícito. Es esto lo que, de ser cierto, elevaría al para el común de los mortales inmarcesible olimpo al periodista en cuestión. Obligaría a repensar a los modestos historiadores que hemos escrito algo sobre Negrín todo el contexto internacional de la guerra civil y, por supuesto, las relaciones bilaterales hispano-soviéticos. Incluso la política exterior y de seguridad de la URSS, tout court, en aquella época. Palabras mayores. No logro explicarme cómo los historiadores y periodistas afines al PP o, ¡cielos!, a VOX, que de todo hay, no se han hecho de lo que sería, caso de ser cierto, una bomba informativa.

Al abordar la cuestión en un momento pretérito servidor se concentró, por razones de espacio, en un autor que había indicado algo en una dirección parecida y que presumía, hace años, de historiador. Por razones que han aparecido más o menos someramente en los medios,  se fue años más tarde a tomar el sol en Miami y ya no participa en los actuales, y a veces grotescos, debates “mediáticos” del tiempo actual.  

En El HONOR DE LA REPÚBLICA, que publiqué en 2008 pero que no me he visto obligado a revisar en una nueva reedición que apareció el año pasado y que cualquier hijo de vecino puede encontrar en librerías o pedir por Internet, mencioné a dicho “experto” y naturalmente, a sus “fuentes”. Eran de tercera o cuarta mano y, encima, distorsionadas (véanse, por ejemplo, pp. 489 y siguientes de mi libro). En términos muy generales, por supuesto, afirmó: “una de las consecuencias que se extraen de la antigua documentación soviética es que (…) Negrín ya había llegado a un acuerdo con los agentes de Stalin para implantar en España una dictadura similar a las que oprimieron Europa oriental tras la segunda guerra mundial”. A esculpir en letras de oro si tal aserto hubiese sido documentable.

Se trataba de un autor cuyo polifacetismo y producción literaria tuvieron escasos paralelos en el mundo de las letras españolas e incluso universales. No por la calidad, sino por su volumen. No es fácil escribir y publicar dos o incluso tres libros al año sobre los temas más diversos y durante un largo período de tiempo. Un prodigio de la naturaleza (o un mecanismo correctamente engrasado de “negros” y “copiadores”, aunque ignoro si bien o mal pagados).

Siempre ha sido una sorpresa para mí que nadie se haya hecho eco de si tal asombroso autor ha llegado al Guinness. Ciertamente lo habría merecido bajo un renglón, que creo inexistente, de número de páginas impresas o de toneladas de papel escritas bajo su nombre. Si me equivoco y ha conseguido tal marchamo confío en que algún amable lector me rectifique. Solo los no sabios no cambian jamás de opinión.

Servidor se atrevió a especular si su “fuente” no habría sido una información que José María García-Valdecasas, colaborador y discípulo de Negrín, había transmitido a uno de sus primeros biógrafos, el ya fallecido Joan Llarch. Negrín, añadió, se había negado. Cabe especular si las vociferaciones de VOX y de otros sectores super-filofranquistas no pesarán demasiado sobre los ordenadores de una nueva generación.

Se comprende, pues, que el denodado periodista que ha mencionado el “secreto” del supuesto “pacto” Negrín-Stalin haya dado un paso más hacia adelante. Un paso, todo hay que decirlo, de gigante. Claro que no habría sido, precisa, un pacto directo sino por personas interpuestas: “los agentes de Stalin” en España. Tampoco señaló cuáles, algo de cierta importancia. Naturalmente, al igual que su predecesor se ha cuidado mucho de citar documentos.  Pero lo nuevo radica en una palabra milagrosa: “pacto”.

En su momento servidor dio a conocer varios acuerdos bilaterales hispano-soviéticos que se protocolizaron en buena y debida forma. En dos casos con todos los detalles típicos de  la feliz conclusión de negociaciones intergubernamentales por medio de plenipotenciarios debidamente acreditados. Por parte soviética se trató en tales casos del encargado de Negocios en España. Otros acuerdos se negociaron por medio del embajador español en Moscú que naturalmente informó de ello a Negrín, cuyas instrucciones seguía.

Quizá por mala suerte no vi el pacto a que alude tan arrostrado periodista. Tampoco encontré la menor referencia a él, antes o después de su presunta conclusión. Y eso que manejé masas de documentación republicana y soviética a lo largo de varios años, algo de lo que cabe dudar que el distinguido periodista del “secreto” haya sido capaz de hacer, Nada, absolutamente nada, apuntó hacia la meta por él anunciada.  Pero, en fin, no especularé. A lo mejor, le es posible demostrar lo contrario. Si es así, servidor se alegrará. Lo escribo sin la menor reticencia. NO HAY HISTORIA DEFINITIVA.

Ningún historiador es capaz de abarcar la totalidad de un pasado que se ha esfumado. Por consiguiente, que ya no existe y que no podemos recuperar, reconstruir, analizar o explorar con detalle. Lo más que podemos hacer es alumbrar vetas, cuanto más significativas mejor.

Dos consideraciones se imponen respecto al aserto insertado en “Secretos de la guerra civil”.  La primera es muy simple: mientras no se demuestre lo contrario, se trata de una burda MENTIRA. Mentira gorda, con mayúsculas. Mentira elevada a la enésima potencia. Porque, ¿dónde está el supuesto pacto?

                                                   Nowhere

Es decir, en ningún sitio. Al menos nuestro brillante autor no lo ha indicado. Una lástima, pero supongo que ha buscado afanosamente en los archivos españoles, franceses, ingleses, norteamericanos, italianos, alemanes o soviéticos. Incluso no excluyo que pueda afirmar que lo ha hallado en algún archivo privado. Por ejemplo, en el de un agente del SIPM (Servicio de Información y Policía Militar) de Franco. O en el de algún detenido por la BPS (Brigada Político-Social), de triste recuerdo en el franquismo.

Ahora bien, si fuera así, y esta es mi segunda consideración, también habría que dudar en principio, porque no encajaría con lo que demostrablemente se sabe de las relaciones entre la República Española y la URSS durante la guerra civil. Este es un tema ya algo trabajado (aunque faltan facetas e incluso paneles enteros por explorar, pero no se preocupe el periodista en cuestión; estoy en ello).

Varios autores y protagonistas de las más diversas procedencias se han acercado al tema. Sirvan de muestra aleatoria y por orden alfabético nombres como los siguientes, Andrew, Bayerlein, Bolloten, Broué, Carley, Castells, Cattell, Davies, Dimitrov, Dullin, Ehrenburg, Elorza/Bizcarrondo, Firsov, Gorodetsky, Haslam, Howson, Jorge, Khlevniuk, Koltsov, Kowalsky, Maisky, Orlov, Payne, Poharskaya, Pons, Puigsech Farràs, Radzinsky, Roberts, Rybalkin, Schauff, Skoutelsky, Starinov, Sudoplatov, Témime, Togliatti, Ulam, Volkogonov, Ziemke entre muchos otros. Ninguno lo menciona. Los dos últimos historiadores, norteamericanos por más señas, que han abordado la gestión de Stalin en aquellos años, tampoco lo han hecho. ¡Qué dolor, qué dolor, que pena!

El aserto, pues, hecho por el periodista objeto de estos comentarios me parece que es mas bien una de las numerosas mentiras podridas que encajan entre las muchas esparcidas por los vencedores de 1939. Todo para justificar por qué hubo una guerra civil, por qué fue preciso ganarla y por qué con ello España prestó un inmenso servicio a la civilización cristiana y occidental (también a la nazi-fascista, pero afirmar esto último ya no es aceptable hoy).

La pregunta fundamental es: ¿por qué sacar la mencionada calumnia a la luz del día en diciembre de 2021? Se me ocurren varias razones.

La primera y fundamental es, simplemente, porque la sublevación contra la República en julio de 1936 hubo que disfrazarla con argumentos especiosos que justificaran, en el sentido deseado por los vencedores, la mayor catástrofe de la historia de España desde la Guerra de la Independencia. Incluso cabría afirmar que a su lado quedan chiquitas otras guerras y guerritas que también han asolado el suelo patrio desde, quizá, Indívil y Mandonio hasta 1936-1939.

En segundo lugar, porque igualmente hubo que justificar la implantación de la dictadura franquista. Recordemos que esta no fue prevista en ningún momento ni por los conspiradores ni por los sublevados. Ocurrió por la intervención del azar: el asesinato de José Calvo Sotelo y la muerte en accidente del teniente general José Sanjurjo, es decir, la desaparición de escena de los líderes político y militar de una conspiración orientada, en último término, por el deseo de restaurar la Monarquía. Con el beneplácito, hay que suponer, de aquel paradigma de todas las virtudes históricas y guerreras patrias que fue Alfonso XIII. Recordemos Annual.

En tercer lugar, porque la “historia” que desde el primer momento marcaron los vencedores respondió al principio supremo del “calumnia, que algo queda” en el Dictamen sobre la ilegitimidad de poderes actuantes en 18 de julio de 1936. Tan sublime documento lo redactaron no solo los defensores políticos, militares e ideológicos de los sublevados sino, para más inri, incluso algunos de los ilustres conspiradores de los años de paz. ¡No iban a contar algo diferente a los subterfugios y mentiras con que instigaron la preparación de la sublevación!

En cuarto lugar, porque la historiografía franquista, profranquista o filofranquista siempre aplicó el socorrido mecanismo de “proyección”. Es decir, achacar al enemigo las actuaciones y comportamientos que tipificaron los propios. Así, un inexistente pacto entre la República y la URSS sirve para encubrir los pactos que sí se firmaron y protocolizaron debidamente entre la autodenominada España nacional y las potencias del Eje. Con la Italia mussoliniana ya a finales de 1936 y con la Alemania nazi en 1937 (que en una primera fase no estaba tan interesada en amplios acuerdos) con tres de naturaleza económica y comercial. TODOS ELLOS SECRETOS. POR NO HABLAR DE, en un tiempo ulterior, EL TAMBIÉN SECRETO Tratado de Amistad y Cooperación entre la gloriosa España Nacional y el Tercer Reich.  Esto último antes de que estallara la guerra europea, pero ya ilustrado por la salida, con un portazo escasamente cortés, de la Sociedad de Naciones el 1º de abril de 1939. ¿No lo sabe nuestro inquisitivo periodista? Lo he explicado en el penúltimo capítulo de La otra cara del Caudillo (reeditado varias veces) donde los lectores podrán comprobar todos los artilugios que se desplegaron para que dicho tratado permaneciera en la más absoluta oscuridad. Incluso eminentes historiadores pro-franquistas lo ocultaron o disminuyeron en importancia, en aplicación del fundamental eslogan del TODO POR LA PATRIA.

En lo que a Negrín y la URSS se refiere los amables lectores pueden estar tranquilos. Si es cierto lo que se afirma habitualmente de que una mentira que se repite mil veces termina convirtiéndose en “verdad” (Hitler dixit, Goebbels también) no deja de ser igualmente cierto que “antes se coge a un mentiroso que a un cojo” porque, como la sabiduría popular germánica señala, “las mentiras tienen patitas cortas”.

No es de extrañar que en las batallas culturales que tienen lugar en la España de nuestros días los bulos, los “trumpismos” y las mentiras mondas y lirondas se presenten con todo desparpajo como verdades inmanentes con el fin de desvirtuar vergonzosamente el pasado y “trasladar” hacia el futuro las guerritas ideológicas y políticas del presente, enmascarando lo ocurrido. ¿En busca de la consecución de la hegemonía ideológica? Pues lo tienen difícil, salvo que logren implantar una nueva dictadura.

 En cualquier caso, lo que he examinado en estos dos posts ni es Historia ni, por supuesto, un “secreto”.  Es, simplemente, una de las muchas estupideces que circulan hoy y, en este caso, sobre las sufridas espaldas de Don Juan Negrín.

FIN