El aprovisionamiento de armas para la República (I)

1 marzo, 2022 at 8:30 am

Ángel Viñas

Vengo repitiendo desde hace años que, en materia de historia, lo que la Universidad española produce nos está poniendo a la altura de otros países europeos. Tiene la singularidad de que, como no podía ocurrir de otra manera después de casi cuarenta años de dominación “nacional-católica” y con ribetes más o menos falangistoides, la obsesión por nuestro pasado relativamente reciente es dominante.

La República, la guerra civil y el franquismo han sido temas destacadísimos en la investigación universitaria. En particular el estudio de la represión que ocupa  una plaza de honor en ella. Es lo normal en los países europeos de nuestro entorno en los que su propia contemporaneidad suscita un interés especial. Nada impide, por cierto, que fuera de la universidad periodistas arriesgados y otros interesados aporten sus averiguaciones, aunque los buenos no sean demasiados en comparación con otras culturas. Desde luego, aquí, y en tales espacios, bienvenidos sean.

Sin embargo, yo me pregunto ¿quién se tira tres, cuatro, cinco años trabajando en archivos, yendo de un lado para, incluso viajando al extranjero, para producir una obra que cumpla los objetivos deseables en, por ejemplo, una tesis doctoral? En el bien entendido de que se presente en una sobre los comités revolucionarios madrileños (que los sublevados y la historiografía universidad normal y no en alguno de los numerosos chiringuitos que han surgido en los últimos veinte o treinta años en nuestro país.  

Hace pocas semanas me ocupé de una de esas tesis. Versó posterior denominaron habitualmente como “checas”).  Inevitable y sugerente para algunos especímenes de la literatura filofranquista. Estos no olvidarán, sin duda, que su mentor máximo, Ricardo de la Cierva, ya denunció en repetidas ocasiones una siniestra maniobra oculta de la KGB (no se rían, por favor); ocupar el mayor número de cátedras posibles de Historia contemporánea con comunistas o demás compañeros de viaje.

Hoy vuelvo al subproducto de otra tesis doctoral. Miguel I. Campos, que la aprobó hace años en la UCM con las más altas notas posibles, acaba de publicar una versión muy retocada de la misma bajo el título ARMAS PARA LA REPÚBLICA.

‘Armas para la República. Contrabando y corrupción, julio 1936 – mayo 1937’, de Miguel Í. Campos. Crítica, 2022.

Debo confesar, y confieso, que tengo interés en el tema. Al autor le despertó el interés por la guerra civil el añorado Julio Aróstegui y le conozco desde sus tiempos de postgrado en la UCM. Co-dirigí su tesis y me he mantenido a lo largo de los años al corriente de sus investigaciones.

El tema de la misma fue surgiendo de manera inductiva, impulsado por dos constataciones. La primera, que el libro de Gerald Howson, ARMAS PARA ESPAÑA, aparecido en 1998 y poco después en castellano, ya tocó el tema. Howson era muy amigo mío. Raras eran las veces que iba a Londres y no charlábamos. Fue un investigador minucioso, entregado, gran conocedor de temas aeronáuticos (nunca olvidó la batalla de Inglaterra que le tocó vivir de chaval).  Su trabajo representó un avance considerable sobre las rotundas afirmaciones del entonces teniente coronel Jesús Salas Larrazábal, que había publicado su primera obra poco antes de que muriera Franco y hecho un notable ejercicio en materia de bean-counting, más bien descontextualizado.

Howson no quedó contento con su obra porque sabía que le quedaba mucho por explorar. Y siguió con él, reconociendo (una verdad de Perogrullo) que NO HAY HISTORIA DEFINITIVA. En mi trilogía sobre la República en guerra (que tampoco lo es) me dediqué marginalmente al beancounting, la contabilidad de suministros, pero procuré insertarla en el cuadro general de la no intervención y de la movilización del oro del Banco de España, tema al que ya había dedicado dos libros (que no expandí porque también era consciente de que me faltaba documentación).  Aunque avancé bastante (algunos no aportaron nada nuevo, pero proclamaron sus tesis como si fueran extraídas de las sagradas escrituras) tampoco quedé satisfecho en varios temas. Entre ellos el del aprovisionamiento en armas fuera de la Unión Soviética de la época.

El caso es que Miguel I Campos se pasó varios años escudriñando los voluminosos fondos del Ministerio de Estado (que Howson no pudo consultar intensamente) y luego pasó a los franceses (que Salas Larrazábal ni olió).  Terminó examinando fondos mexicanos de los que poco se sabía.

Siguiendo un enfoque esencialmente inductivo puso su atención en los complicados vericuetos por los que hubieron de introducirse las autoridades republicanas, un tema sobre el que un historiador aficionado anarquista había despotricado contra los “despreciables” políticos que no eran de la CNT o de la FAI.

Personalmente aconsejé a Miguel I. Campos que dejara de lado el caso de la URSS. Lo hubiera distraído, creo, de la necesidad imperiosa de esclarecer en toda la medida posible cómo las democracias occidentales contribuyeron a “cargarse” al régimen republicano. Que a un gobierno reconocido internacionalmente le cerraran la puerta de sus arsenales para hacer frente a una insurrección de parte del propio Ejército podría ser, hasta cierto punto, comprensible. Pero que, encima, le impidieran también abastecerse de armas en el mercado internacional fue la segunda de las grandes puñaladas -y, en este caso, casi mortal- que asestaron a la República y de la que nunca pudo recuperarse.

Otro alumno mío, David Jorge, escribió su tesis doctoral sobre la política que flanqueó la no intervención: orillar, de mala manera, la puesta en funcionamiento de los mecanismos previstos en el tratado fundacional de la Sociedad de Naciones. Así despojaron a la República de toda posibilidad de recurso a la misma. Lo hicieron de manera más aguda, más retorcida, más consistente y más implacable que en el caso de la invasión italiana de Etiopía. Con lo cual se cargaron también a la propia organización, que no fueron solo los japoneses imperialistas, los nazis y los fascistas.

Siempre creí que los libros que salieran de ambas tesis tendrían la virtud, para cualquier lector mínimamente desprejuzgado, de ponerle de relieve cómo el gobierno legítimo de España se encontró de golpe y porrazo ante una situación imposible. LA REPÚBLICA TUVO PERDIDA LA GUERRA CASI DESDE EL PRIMER MOMENTO.

La gran aportación de Miguel I. Campos en ARMAS PARA LA REPÚBLICA estriba en describir y analizar con gran lujo de evidencias primarias relevantes de época, republicanas, francesas y mexicanas dos aspectos esenciales: el primero, cómo y de qué manera la situación creada por la no-intervención estranguló al gobierno español; el segundo, todos los mecanismos, buenos, regulares y penosos, que los republicanos utilizaron para sortearla durante el primer año de guerra.

Campos, naturalmente, se apoya en una multitud de literatura secundaria que le permite situar su aportación en coordenadas más amplias. Hasta dónde se me alcanza a ver, no ha dejado de lado ninguna obra conocida. Desde los autores franquistas, pasando por los anarquistas, hasta los pro-republicanos, el plantel de trabajos consultados es muy considerable. Está muy lejos de un nuevo ejercicio de bean-counting.

Se detiene, no sin atisbar un pelín lo que tenía que venir después, en el momento en el que se produjo el fundamental cambio de gobierno de mayo de 1937. Entonces Largo Caballero (presidente del Consejo y ministro de la Guerra) fue sustituido por Juan Negrín (esa persona sobre la cual un notable periodista de ABC ha volcado duros dicterios dejando al descubierto su profunda ignorancia y su carencia de probidad intelectual) y por Indalecio Prieto en una nueva cartera de Defensa Nacional.

Personalmente le aconsejé que, en su tesis, se detuviera en aquel momento. De lo contrario, y de proceder con similar atención al detalle para el período negrinista-prietista, la tesis hubiera resultado prácticamente impublicable.

Incluso en Francia, país donde los historiadores de pro que querían fundar su carrera universitaria sobre las tesis de un doctorado de Estado, terminaron por abolirse estas. Uno de mis amigos, el profesor Jean-Marc Delaunay, fue uno de los últimos en seguir el viejo sistema. Su tesis ocupó siete u ocho volúmenes. Formé parte del tribunal que la juzgó en la Sorbona y recuerdo que a los pocos meses le ofrecieron, directamente, una cátedra. Se había tirado otros tantos años escribiéndola.

A Gerald Howson le hubiera gustado, estoy seguro de ello, conocer el libro de Campos. Falleció en plena tarea de investigación para ampliar y poner al día su libro. Gracias a la amabilidad de Sir Paul Preston he estado ojeado los preparativos que había comenzado. Lo cual quiere decir que estoy complementando, a mi manera, el libro de Campos, pero en el ámbito que él se ha abstenido de abordar. En este año terminaré la labor y, como siempre en mi caso, con nueva EPRE. Ríe mejor quien ríe el último.

Lean ARMAS PARA LA REPÚBLICA. Luego juzguen y comparen. Supongo que a muchos de Vdes les pasará lo que a mí: hay que tirar a la papelera gran parte de la producción historiográfica pro o filofranquista. Lo cual no impide que sigan saliendo obras “deslumbrantes” para cierto público, como ha ocurrido con los camelos que han firmado algunos ilustres soldados que ya he comentado en este blog. En el ínterin, ojeen una de las primeras reacciones en

https://www.elespanol.com/el-cultural/historia/20220223/odisea-republica-conseguir-armas-franco-negocio-nazis/652184930_0.html

(continuará)

Redacto este post al día siguiente de la invasión rusa de Ucrania. Quizá abra un nuevo capítulo en el atormentado curso de la Historia.