VA DE ESPÍAS (y II)

29 marzo, 2022 at 8:30 am

ÁNGEL VIÑAS

Gracias a Sorge y a su frenética actividad Stalin pudo jugar al póker con los japoneses y retirar potentes fuerzas armadas de Siberia. Con ellas trató de contrarrestar la ofensiva nazi en su frente occidental. Así, sin colmar de bendiciones a su espía alemán pudo incidir decisivamente en la marcha del ya declarado segundo conflicto mundial. En el curso de este, y por una serie de canales, los soviéticos llegaron a enterarse de que los anglo-norteamericanos estaban trabajando en lo que terminaría siendo un artefacto de nuevo tipo en el arte de la guerra: la bomba atómica. Con su empleo sobre Hiroshima y Nagasaki en el verano de 1945 se abrió una nueva etapa en las relaciones internacionales de seguridad y, de hecho, en la historia política, económica, social y cultural de nuestro planeta.

Lo que antecede es una trivialidad que no ningún lector ignorará. Pero detrás de ella hubo muchos esfuerzos, no siempre bien conocidos, y como en el caso de este post muchos espías. La palma se la ha llevado el matrimonio Julius y Ethel Rosenberg, ciudadanos norteamericanos, que en plena oleada de macartismo pagaron con su vida, en la silla eléctrica, su condena como espías al servicio de la URSS. Fueron encontrados culpables de haber pasado secretos al antiguo aliado y entonces ya adversario claro y nítido. La literatura sobre el caso es inmensa.

Son menos conocidos dos episodios. El primero es que fueron los propios norteamericanos quienes desde principios de los años treinta cayeron, como incautos que eran, en las redes tendidas por el espionaje soviético. En Moscú se necesitaba información sobre los progresos yankis en materia industrial por lo general y de comunicaciones y armamento en términos específicos. No es mi tema en este momento. No tengo tiempo de leer alguna de las obras que no se han traducido al castellano, a pesar de mis recomendaciones. Con razón, probablemente. No es un tema que, imagino, despertará pasiones aunque a mí me ha sido útil conocer algo de ello.

En el segundo episodio que abordo ahora en este blog intervino decisivamente una antigua amante de Sorge, también alemana, también comunista y también coronel del GRU: aunque su nombre es conocido de los especialistas e incluso de muchos historiadores de las relaciones internacionales me atrevo a asegurar que no lo era del gran público. Cuando yo era joven e inocente y pasaba a Berlín Oriental casi todos los fines de semana lleno de curiosidad acerca del mundillo de la entonces llamada República Democrática Alemana, compraba libros -muy baratos- a mansalva. Tampoco me perdía ninguna obra de Bertolt Brecht.

Los primeros recuerdos de la vida de la espía de que trata este post no los captaron mis vigilantes antenas. Los había escrito bajo el seudónimo con el que ya había empezado a destacar como escritora y el nombre (alias) de Ruth Werne tampoco me dijo nada. En aquella época solía leer entonces a autores que habían publicado antes de la llegada del Tercer Reich en 1933 y que eran furibundamente antinazis.

Ahora, CRITICA ha publicado una muy leíble e interesante biografía de quien se llamó, de soltera, Ursula Kuczynski, Ursula Hamburger y Ursula Beurton, tomando como era costumbre en la época el nombre de sus dos maridos, el primero alemán y el segundo  británico. La entrada que le dedica Wikipedia.es bajo su primer apellido retraza su vida a grandes rasgos y está escrita por alguien que no es español. Si es traducida de otro idioma, la verdad es que es pésima.

Para quienes estén interesados en saber cómo funcionaban los agentes del GRU, la biografía de Úrsula que ha escrito el conocido periodista británico Ben MacIntyre se lee como una novela. Y es que Úrsula, comunista desde sus jóvenes años y persistente en la fé hasta su último suspiro, fue una espía sorprendente.

‘Agente Sonya. Amante, madre, soldado, espía’, Crítica, 2021

Fue la espía que contribuyó a que los supersecretos de la fisión nuclear en los que participaba destacadamente un compatriota suyo, el eminente físico alemán nacionalizado británico Klaus Fuchs llegaran rápidamente a Moscú.

La operación era tan secreta que Fuchs no se arriesgó nunca a pasarlos directamente a los soviéticos. Los pasaba a Úrsula que los entrega tan pronto llegaban a sus manos a un agente incrustado en la propia embajada soviética en Londres. Desde aquí volaban o se se transmitían a Moscú donde el propio Stalin los ojeaba. De su oficina pasaban a los científicos. No es de extrañar que la URSS forzara luego la fabricación de su propia bomba atómica. Como en los años treinta y antes de la segunda guerra mundial ya ocurría a marchas forzadas con las patentes norteamericanas en materias industriales y de armamento. ¿Quién dijo que la historia no se repite nunca?

Cuando servidor se interesaba por el funcionamiento de las economías de dirección centralizada, según el modelo soviético, tuve incluso la humorada de leer algunos artículos del hermano de Ursula, un economista muy conocido llamado Jürgen Kuczynski. Incluso saltó a la prensa alemana occidental porque participó como experto en el primer proceso de Auschwitz, cuyos pormenores seguí con gran atención.

Pues bien, sentados estos recuerdos que me ha traído a la memoria la biografía de Macintyre, debo decir que me ha impresionado gratamente. En primer lugar, se lee casi como una novela. En segundo lugar, está muy descargada de referencias y de notas a pié de página y las pocas que hay van al final. Y, en tercer lugar, el autor sabe sostener el ritmo narrativo. No me ha gustado, sin embargo, la introducción de diálogos entre los personajes y de los que no sabemos si se los ha inventado el autor resumiendo sus lecturas o si figuran en los libros consultados. Claro que esto puede ser, simplemente, el reflejo de la minuciosidad del historiador académico. Siempre es necesario dar fuentes. Los lectores tienen que tener la posibilidad de, sin realizar esfuerzos supremos, comprobar las referencias en cuestión. Si, por un azar, como hacen algunos “despreocupados”, son falsas o inventadas, la maldición del lector sagaz caerá sobre ellos.

Ursula se cruzó con Sorge en lo que solía denominarse “la puta de Oriente”, es decir, el inmenso burdel que era Shangai en la primera mitad de los años treinta. En tanto que Sorge se desplazó al cabo de un par de años a Japón, Úrsula siguió en China, viajó por el norte del país ya como espía soviética, emparejada con otro. Pasaron innumerables peripecias, pero tuvo la suerte de que el GRU la llamase a capítulo para destinarla a Suiza. Aquí pasó una parte de la guerra, sirviendo de enlace de otros espías comunistas, hasta que se presentó la oportunidad de trasladarse a Inglaterra.  Fue posible gracias a su matrimonio con un inglés que había combatido en las Brigadas Internacionales en la guerra civil española.

En un pueblito de la Inglaterra profunda y lo más rural posible Úrsula siguió laborando por la causa hasta que recibió órdenes de servir de conducto por el cual pasaría a un compañero disfrazado de diplomático los informes que le pasó puntualmente Klaus Fuchs.

Macintyre despliega todo su sarcasmo -que es mucho- para burlarse de los servicios de contraespionaje británicos (MI5) que, si bien llegaron a sospechar de Úrsula, no lograron ponerle la mano encima. De sus críticas solo se salva otra mujer (una de las pocas que entonces trabajaban en el MI5). Nos informa de que John le Carré la inmortalizó como “Connie” en su trilogía sobre la pugna entre Smiley y Karla, su oponente soviético. Quizá la serie más interesante de la guerra entre espías de verdad que se libró en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo.

Conscientemente me atengo de revelar los detalles de una vida aventurera, tras el disfraz de ama de casa, buena madre y refugiada que rápidamente se adaptó a las circunstancias de su entorno.

Muy diferente de la obra de Matthews, el relato sobre la vida y milagros de Úrsula, que siempre utilizó el apodo de SONIA en su actividad de espionaje y que nunca renunció a sus convicciones comunistas, nos muestra otra faceta de los historiadores de espionaje. Con un toque humano a lo largo de todas y cada una de sus páginas.

Para leer en momentos de ansiedad y de búsqueda de calma, la calma que suele anteceder  a la tempestad, hoy materializada en la guerra de Ucrania.  

FIN