MARÍA ROSA DE MADARIAGA ÁLVAREZ-PRIDA IN MEMORIAM

12 julio, 2022 at 8:30 am

ANGEL VIÑAS

En el lapso de unas cuantas semanas se nos han ido dos historiadores. La primera, María Rosa. El segundo, Fernando García de Cortázar. Conocí a ambos. La primera me sirvió de fuente para informarme de cuestiones sobre Marruecos, de las que yo tenía -y tengo- poca idea. El segundo participó conmigo, amén de dos supervivientes más y otros historiadores ya fallecidos, en el programa ESPAÑA EN GUERRA que TVE emitió en los años 1986 y 1987 con motivo del cincuentenario de la guerra civil.

Del fallecimiento de Fernando ha dado cuenta la prensa. Lógico también si se piensa en su actividad publicística y en sus quehaceres ciudadanos en los años oscuros del terrorismo etarra. Del de María Rosa, no he visto demasiado en internet. Entre los publicados destacan el de EFE, al día siguiente de su fallecimiento (https://www.efe.com/efe/espana/cultura/fallece-maria-rosa-de-madariaga-historiadora-especialista-en-el-rif/10005-4841935), la sentida necrológica bajo la pluma de un eminente arabista, Bernabé López García, que la conocía bien (María Rosa de Madariaga, la gran historiadora del Rif | Opinión | EL PAÍS (elpais.com), publicado el pasado 4 de julio, y de una referencia en Desperta Ferro (https://www.despertaferro-ediciones.com/2022/fallecimiento-de-maria-rosa-de-madariaga/).

No escribiré aquí acerca de Fernando. Sí lo haré, con cariño, de la primera. No por razón de género sino por admiración. A María Rosa la conocí, hace ya muchos años, por intermedio de Carmen Negrín. Eran los tiempos en que me afanaba por escribir sobre el entorno internacional que maniató a la República durante la guerra civil en varios aspectos esenciales y que tanto coadyuvó a su derrota.

María Rosa y Carmen eran colegas y ambas habían trabajado en la UNESCO en su cuartel general de París. A mi alegró mucho conocer personalmente a la primera porque había sido -y sigo siéndolo- un admirador de su obra. Cuando me disponía a recopilar literatura secundaria que pudiera servirme -o no servirme- para abordar lo que terminó siendo, entre 2006 y 2010, una tetralogía, entre ella figuraba su gran obra. Los moros que trajo Franco…. La intervención de tropas coloniales en la guerra civil. La publicó, en marzo de 2002, la editorial Martínez Roca. Un tocho de casi 450 páginas con base en EPRE extraída del Archivo General de la Administración (AGA), del Foreign Office, del Quai d´Orsay y del Servicio Histórico del Ejército de Tierra, de Vincennes. En aquel momento no podía pedirse más.

A mi me encantó, cuando en puridad no debía haber ocurrido. En aquella edición del libro, que es la única que he conservado, no figuran notas a pie de página ni largas disquisiciones más o menos académicas o más o menos quisquillosas sobre otros autores, sus errores y sus aciertos. Pero al leerla me di cuenta de que estaba ante una obra seria, muy seria. Luego se publicaron otras ediciones. En 2015 apareció una corregida y aumentada en Alianza, pero ya no las compré.

El título era toda una declaración de intenciones. Fue la primera línea de una de las cancioncillas republicanas que se hicieron famosas al principio de la guerra:

         Los moros que trajo Franco

          En Madrid quieren entrar.

          Mientras haya milicianos,

          Los moros no pasarán….

Por lo demás, no fue su primer libro. Este honor correspondió a su tesis doctoral, en francés, que dirigió el profesor Pierre Vilar en la Sorbona y que publicó la UNED de Melilla, unos años antes, bajo el título España y el Rif. Crónica de una historia casi olvidada. Yo no lo adquirí, a pesar de la admiración que siempre sentí por el director, íntimo amigo de Herbert R. Southworth, quien en puridad fue uno de mis maestros en metodología de la investigación histórica.

María Rosa tiene una entrada en Wikipedia. Es bastante sucinta y no he advertido en ella ningún error. Alguien la ha puesto recientemente al día ya que figura la fecha de su fallecimiento, a finales del pasado mes de junio.

Era licenciada en Filosofía y Letras, rama de filología románica, y había llegado a la Universidad procedente del Liceo Francés de Madrid. No extrañará que, disgustada con el ambiente de la España de Franco, ansiara salir, como tantos otros, en busca de nuevos horizontes. Tras un pequeño paso por la DGS, los encontró en Inglaterra, pero sobre todo en París. Por informaciones personales he sabido que a su madre no le gustaba que se marchara e incluso, en algún momento, le escondió el pasaporte.

En qué momento ingresó en el PCE no he podido determinarlo, pero es posible que fuera antes de viajar a París ya que perteneció al grupo fundador de la editorial Ciencia Nueva. El caso es que en la capital del Sena se bandeó, como tantos otros de varias formas durante algún tiempo. Un nieto del gran escritor ruso Leon Tolstoy le abrió la puerta para entrar en la UNESCO. En aquel entonces era el jefe de la división de traducción La conexión probablemente pudo establecerse gracias a Isabel de Madariaga, especialista en la Rusia del XVIII. Fue la muy respetada hija de Don Salvador, hiperpolíglota y perfectamente incrustada en la sociedad británica, particularmente en la administración y círculos universitarios londinenses. Sus estudios sobre Catalina la Grande la hicieron acreedora a una fama universal. Servidor llegó a conocerla brevemente.

El recorrido de María Rosa en la UNESCO no es interesante en este caso. Baste con señalar que después de varios años en labores de traducción y revisión (en los cuales coincidió con Julio Cortázar) pudo dar un salto al sector de Cultura. Fue en el seno de la división encargada del seguimiento del encuentro de dos mundos. Esto, evidentemente, encajaba más con uno de sus intereses más antiguos relacionados con el norte de África, a su vez consecuencia de su temprano compromiso e interés desbordante por los avatares de la lucha anticolonial.

Su primera idea fue escribir una tesis sobre dicho tema, pero en París decidió optar por algo más manejable. En la familia se recuerda el impacto que le produjo una noticia que daba cuenta del fallecimiento de Abd el Krim. Al preguntar a su madre quién era la respuesta fue que se había tratado de un moro que, de haber ganado en la lucha contra los españoles, no habría habido franquismo. Esta anécdota la recordó el propio Pierre Vilar en la sesión de defensa de su tesis en la Universidad de la Sorbona, hacia 1988, cuando, medio en broma medio en serio, señaló que la madre había hecho un “raccourci historique” muy acertado.

Para entonces, en París, María Rosa había estudiado intensamente árabe y se empapó de las glorias y fracasos de la historia colonial francesa, como tantos otros que, por aquella época e incluso antes, veíamos en el país vecino una inspiración en comparación con la mediocridad que reinaba en la España de Franco. En su nuevo puesto pudo contribuir con su enorme conocimiento sobre la cultura musulmana. Publicó para la UNESCO sobre El Andalus y sobre la influencia y convivencia de la cultura musulmana en el mundo latino

En algún momento, que no he podido determinar, María Rosa dejó, como tantos, el PCE. Sé, por la familia, que no quiso decírselo a su tío dado el anticomunismo de Don Salvador. Este terminó enterándose por terceras personas y, curioso, le preguntó a su sobrina por qué no se lo había dicho. María Rosa respondió que por no disgustarlo y él, muy tranquilo, inquirió si era de los prochinos o de los prosoviéticos.

En Dialnet hay una lista de sus publicaciones más importantes. No es una lista despreciable para alguien que no trabajó en el mundo universitario: 21 artículos en revistas especializadas y de divulgación; 13 colaboraciones en obras colectivas y 4 libros, además de los dos mencionados: Breve historia de Marruecos; Marruecos, ese gran desconocido; Abd-el Krim El Jatabi; La lucha por la independencia; En el barranco del Lobo: las guerras de Marruecos y España y el Rif. Crónica de una historia casi olvidada.

Aparte de ello María Rosa estuvo presente en periódicos digitales y participó en las controversias históricas del presente. Nos enviábamos algunos de los artículos que pudieran interesar al otro. No puedo ocultar cuanto le agradó mi serie de 17 artículos sobre los manejos, maniobras, mentiras y subterfugios utilizados por Franco para ver si le daban la Cruz Laureada de San Fernando por su tan proclamado “heroísmo”.

De convicciones reciamente republicanas no tuvo grandes dificultades en convencerme de firmar un manifiesto en favor de una tercera República.

El mes pasado pensé en ella y en la sorpresa que, como gran conocedora del Ejército sublevado que se forjó, en gran parte, en las campañas de Marruecos, podrían quizá producirle los tres artículos que pienso publicar en los próximos días sobre una figura tan mitificada como el general Francisco Franco VC, con nueva evidencia primaria relevante de época.  

Por desgracia, una rápida enfermedad, que no tenía por qué ser mortal, se adelantó. Permanecerá en mi recuerdo. Solo le deseo que la tierra le sea leve y que su esfuerzo como historiadora no caiga en el olvido.

Descanse en paz.

NB. Deseo agradecer a Carmen Negrín y a Elena Sánchez de Madariaga su amabilidad en compartir conmigo algunos de sus recuerdos de María Rosa.