MIRANDO HACIA ATRÁS Y HACIA ADELANTE EN EL FINAL DE CURSO 2021-2022

19 julio, 2022 at 8:30 am

ÁNGEL VIÑAS

El curso académico ha terminado. También va a hacerlo el político. Las vacaciones -sean como sean- están a la vuelta de la esquina. Es hora de hacer balance y de pensar un poco en el próximo curso. Servidor lo hará refugiado en casa. Sin salir mucho de ella. Escribiendo mañana y tarde. Este es el resumen de lo que ha sido un triste curso académico.  El próximo espero que sea algo diferente para este blog.

En septiembre viajaré a España. En octubre me operarán de cataratas y, si todo va bien, espero poder abordar la continuación de este blog desde otra perspectiva. Por varias razones.

La semana pasada pensé que había puesto fin a un libro para el que, a trancas y a barrancas, he ido recopilando EPRE durante al menos los últimos siete años. A veces con suerte. Otras veces sin ella. Por fortuna me ha tocado leer las pruebas finales de la obra magna de un amigo y colega (Ricardo Robledo) que me obliga a ampliar un par de cuestiones. El texto final lo remitiré a la editorial a principios de septiembre.  Aparecerá, si nada se entrecruza, en algún momento el año que viene.

Advierto que se trata de un “tocho” de casi 600 páginas. Aunque lo he escrito con toda la soltura posible, abordo temas muy discutidos sobre la guerra civil. La EPRE que he ido recopilando me ha obligado a discrepar de muchos autores que antes que servidor han escrito sobre el mismo tema. Me apresuro a señalar que, aparte de quienes no han sabido, querido o podido refutar los incrustados mitos franquistas o para-franquistas, entre ellos figura un cierto número de historiadores muy reputados, en general norteamericanos o de lengua inglesa. Algunos no tienen la menor idea de la historia de España. Otros sí, pero parece ser que no pueden vencer sus preconcepciones ideológicas o, al menos, disciplinarlas. Confío en que en algún momento pueda comentar algo sobre él en este blog. Será una de sus orientaciones,

De forma inmediata habrá otra. El pasado mes de junio llovió mucho en Bruselas y con fuerza. En el tejado se abrió una gotera. El agua se desparramó sobre la buhardilla, el último refugio en donde guardo desde hace muchos años libros y papeles.  Los primeros estaban en estanterías y no les ha pasado nada. Sobre los papeles sí cayó el agua. No se han estropeado muchos porque -mosqueado- subí y los aparté de debajo de la maldita gotera. Los he ido poniendo después en otras estanterías, viejas y nuevas.

Me llevé una sorpresa.  

Creía haber enviado, hace ya muchos años, a la biblioteca de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense no solo un montón de libros. También un montón de papeles relacionados con mi tesis doctoral (data de 1973). Creí que ya no los necesitaría. Igualmente trasladé los que se referían a mi tercer libro. Versó sobre la política comercial exterior de España entre 1931 y 1975. Lo elaboré con cuatro colegas y amigos. Apareció en 1979 y me sirvió para desmontar unos cuantos mitos franquistas (uno de los más importantes lo ha reverdecido hace unos meses un estimado colega que, naturalmente, parece ignorar el tocho en cuestión. Está en muchas bibliotecas españolas y extranjeras (me preocupé de que eso ocurriera, porque las ventas de tres volúmenes con un total de 1.500 páginas fueron mínimas). Cuando los envié pensé que ya no tendría que volver a ellos. Me equivoqué. También quedaron unos cuantos papeles.  

Al reorganizar los documentos que se mojaron o que corrieron peligro de mojarse me encontré con numerosas fotocopias que databan de mis primeras investigaciones en los años setenta del pasado siglo. Evidentemente, se me había olvidado enviarlos a la Facultad, porque ni me acordaba de ellos. Como ya han pasado casi cuarenta años es muy verosímil que muchos los hayan localizado otros historiadores. O a lo mejor no. Me llevará tiempo distinguir los unos de los otros.

Así que el próximo curso lo que pretendo hacer es acudir a los papeles no conocidos o insuficientemente estudiados y, de vez en cuando, traer este blog los resultados de mis reflexiones.

Ya he identificado algunos temas que he rozado en libros posteriores a aquellos, pero cuya EPRE subyacente no llegué a utilizar simplemente porque me había olvidado de ella.  Tales temas me servirán para demostrar hasta qué punto son pertinentes dos de las máximas que vengo exponiendo en los últimos tiempos: No hay historia definitiva. Tampoco hay historiadores definitivos. Uno cree haber agotado prácticamente alguna cuestión y de pronto aparecen nuevos o desconocidos papeles y hay que rellenar huecos, realizar cambios o apuntar hacia nuevas preguntas y nuevos interrogantes.

Se me ha acusado de exagerar la importancia de la EPRE. Quizá con razón. Pero resulta que son los hombres -y las mujeres- los sujetos activos de la historia. Que obran en condiciones dadas, con perspectivas acuñadas por el peso de sus experiencias y de sus pasados, y que a veces tratan de modificar su presente siquiera mínimamente. Son argumentos banales.

También lo es, o debería serlo, que los historiadores que tratamos de reconstruir parcelas del pasado no actuamos como si fuéramos mejillones (o langostas, que son más apreciadas). Después de darle muchas vueltas resulta una verdad de Perogrullo. Todos tenemos nuestro corazoncito, nuestras ideas, nuestra ideología y, como solía decir José Luis Sampedro, uno de mis maestros, todos vemos el mundo en torno nuestro y su pasado a través de una retícula axiológica. Quien lo niega, quiere engañar a sus lectores si no es que se engaña a sí mismo.

¿Es, pues, imposible decir algo verdadero o, al menos, cierto sobre el pasado? En el caso más habitual de describir acciones humanas, la respuesta es negativa. De ellas quedan reflejos en documentos, en papeles, en objetos, en construcciones, en fosas, en cadáveres … Son evidencias susceptibles de contrastación y de análisis. Y esto sí se acerca a un procedimiento que no es solo literario. También es científico. Aunque sea blando.

Nunca he creído que el positivismo decimonónico de von Ranke et al sea la única respuesta metodológica más apropiada para comprender el pasado. De hecho, la historiografía hace ya mucho tiempo que utiliza otros instrumentos, simplemente porque han surgido otras áreas temáticas de interés. Tampoco la escuela de los Annales es la única alternativa posible. En los últimos cincuenta o sesenta años se ha experimentado con otros enfoques y los historiadores somos parte de lo que suele denominarse una comunidad científica.

Personalmente juzgo por los resultados. Y, para mí, estos estriban en demostrar si nuestras afirmaciones y nuestras hipótesis contienen algo de verdad sobre el pasado, un pasado que ya no existe y sobre el cual solo tenemos “representaciones” (en la terminología más adecuada, “Vorstellungen”). Esa porción de verdad es la que puede comprobarse aplicando un procedimiento no intuitivo ni tampoco meramente literario. Debe de apoyarse en “pruebas”.

Expandir ese “algo de verdad” (comprobable) es, pues, para un servidor la tarea del historiador. Tengo la seguridad de que si la futura Ley de Memoria Democrática aprobada la semana pasada en el Congreso de los Diputados, lo es también por el Senado y entra en vigor RÁPIDAMENTE, abrirá las puertas para avanzar en una profundización radical en el conocimiento de ese pasado. Es lo que ha ocurrido en otros países de nuestro entorno, también sometidos a dictaduras represivas, sangrientas, y no creo que los españoles seamos genéticamente incapaces de hacer menos.

Lo que se abre ante nosotros será también, no puede ser de otra manera, una tarea interdisciplinaria, segmentada y colectiva. El tiempo de las religiones absolutas y de las verdades incontrovertibles ha pasado. Porque sabemos hoy mucho más sobre el pasado, entramos en una etapa en la que poco a poco nos iremos dando cuenta de que, a pesar de lo mucho conocido, es más lo que todavía queda por conocer.

Desde esta perspectiva, me dedicaré a preparar el próximo curso y a abordar también el siguiente libro. No es el que acabo de terminar. Es otro nuevo. Veremos si consigo llevarlo a buen puerto.

Felices vacaciones. Deseo a todos un excelente verano. Hasta el 6 o 13 de septiembre.