En torno a la leyenda que se fabricó Serrano Suñer (III)

22 noviembre, 2016 at 8:30 am

Angel Viñas

Como he señalado en los posts anteriores la mejor forma de empezar a ver cómo el poderoso cuñado de Franco empezó a poner los ladrillos para fabricarse una leyenda a su medida ante la opinión exterior (en este caso británica) y ello como paso previa a la destinada al consumo interno (y luego externo por la vía de la traducción francesa de la primera versión de sus memorias) estribó en poner en conocimiento de su interlocutor, Bernard M. Malley, agregado de prensa adjunto en Madrid lo que habían sido sus propósitos y sus cuitas. Naturalmente es imposible tomar sus manifestaciones al pie de la letra. En primer lugar, porque fueron transmitidas por Malley que, imagino, no tomaría notas en la entrevista. Pudo hacerlo, desde luego, pero lo más normal es que pusiera sobre papel su memorización tan pronto como se encerrara en su oficina. Es una técnica que he utilizado millares de veces, al igual que innumerables colegas y amigos. En segundo lugar, porque al hacerlo probablemente se le deslizaron errores. Así que en la transcripción de la conversación señalaré en notas a pié de página mis observaciones más importantes. El memorándum que Malley sometió a su embajador y que este transmitió a Londres decía lo siguiente (que reproduciré en varios posts con el fin de no alargar cada uno).

CITA

“La línea principal del largo parlamento de Serrano Suñer fue su política a favor de Alemania durante los tres años en que fue ministro (1939-1942). Dejó absolutamente en claro que fue amigo de Alemania e Italia y que dirigió la política exterior de España con una orientación favorable a la causa del Eje. Fue pro-Eje porque estaba convencido, mientras fue ministro, de que Alemania iba a ganar la guerra[1]. En ningún momento su juicio estuvo oscurecido por los prejuicios de la guerra civil[2]. Sabía perfectamente que no había ningún general español que no estuviera seguro de que Alemania ganaría[3]. Mucho antes de llegar al Ministerio de Asuntos Exteriores el 17 de octubre de 1940, la gran mayoría de todos los sectores sociales en España creía que el Imperio británico estaba condenado[4]. El fue pro-alemán y estaba orgulloso de haberlo sido porque los intereses vitales del país no podían defenderse mejor de otra manera en aquel tiempo. Si en la perspectiva de un triunfo alemán España hubiese permanecido estrictamente neutral hubiera tenido escasas esperanzas de que se le escuchara favorablemente en relación con sus aspiraciones sobre Marruecos a expensas de Francia y el deseado retorno de Gibraltar no se habría convertido en realidad[5].

[No pude por menos de pensar que esta descripción inicial de la política pro-alemana de S. S. es la negación completa de la “perfecta” neutralidad española que Franco tuvo la arrogancia de exponer en su carta a Mr. Churchill[6] y que posteriormente sus ministros, su máquina de propaganda y sus apoyos eclesiásticos tanto se han esforzado en difundir. El rechazo de esta “neutralidad” española lo ha caracterizado recientemente el obispo de Orense como “una injusticia odiosa”. Sin embargo Serrano Suñer, cuyas funciones como ministro de la Gobernación y de Asuntos Exteriores fueron en gran medida equivalentes a las de un jefe de Gobierno, reconoce la política nada neutral que se siguió durante tres años y, de hecho, mantiene y trata seriamente de justificarla como algo indispensable para defender los intereses de España en el período anterior a los desembarcos aliados en el Norte de África][7].

Serrano Suñer continuó afirmando con rotundidad que fue la amistad, y solo la amistad, lo que impidió que Hitler pasara por España hacia Gibraltar[8], que España nunca fue neutral mientras él fue ministro. España no podía serlo porque habría sido una locura. Una política pro-alemana era esencial. Alemania tenía que estar contenta en todos los aspectos salvo el que implicaba la participación militar activa en la guerra[9]. Aparte del hecho de que Franco no estaba entusiasmado con la idea de tener a un gran ejército extranjero dentro de las fronteras españolas, la situación de España tras la guerra civil era difícil. Los consejos de guerra funcionaban diariamente[10]. Las cárceles estaban llenas de prisioneros políticos y los problemas de alimentación y transporte eran muy agudos. En tales circunstancias el país tenía que gobernarlo una Administración improvisada que se enfrentaba a inmensos problemas económicos y sociales y muchos  otros, complicados por la situación bélica europea[11].”

FIN DE LA CITA

Interrumpo aquí el memorándum de Malley sobre su conversación con Serrano. Ya en esta parte se observan dos notas típicas del exministro: egocentrismo y desprecio absoluto por las condiciones materiales en que se encontraba la sociedad española, en un período que fue de auténtica hambruna. Algo que, por lo demás, los británicos conocían perfectamente.

(Continuará)

[1] Esto, como es sabido, fue uno de los temas esenciales de sus ulteriores memorias.

[2] Tal afirmación desapareció en los escritos dirigidos al público y es rotundamente falsa.

[3] Falso. Quizá Serrano buscase la comprensión de sus interlocutores británicos. En sus memorias de 1977, p. 288, mencionó a Muñoz Grandes, Yagüe, Juan Vigón, que sí lo estuvieron. De Aranda dijo que lo fue solo al principio. No mencionó a los que no lo fueron. Esta es la única frase de Serrano que una historiadora británica, Jill Edwards, utilizó  en su libro al referirse a la entrevista.

[4] Falso. Los británicos, que habían hecho sus propios análisis durante la guerra, es difícil que creyeran tal exageración.

[5] Tal afirmación podría considerarse como representativa de la más cruda Realpolitik serranista. Pero en sus memorias (1947, pp. 151s)  escribió algo muy diferente: “Si no nos sumábamos al vencedor, ¿cómo librarnos de ser ocupados? (…) La neutralidad químicamente pura, una neutralidad sin palabras, sin actitudes, sin gestos de amistad, habría sido nuestra catástrofe”. Otro tipo de “Realpolitik”, esta vez de tendero.

[6] Enviada a través del duque de Alba con fecha 10 de octubre de 1944. Franco no le autorizó a que la entregara hasta el 21 de noviembre.  Alertaba del peligro comunista y proponía una especie de pacto europeo occidental en contra. Alabó al Reino Unido. La misiva generó un debate en el interior del Gobierno en el que, al final, se impuso la voluntad contemporizadora de Churchill con respecto al dictador. La respuesta tardó un mes, tras largas discusiones. Es un episodio bien conocido y analizado.

[7] Lo que va entre corchetes es, obviamente, un comentario de Malley. No es el tipo de técnica que yo seguiría.

[8] No es cierto, aunque es posible que Serrano lo pensara así. Lo que realmente ocurrió se ha descrito en la historiografía.

[9] Este fue el núcleo de la leyenda franquista y que Serrano utilizó para alzarse como el redentor de la “no beligerancia” española.

[10] En sus memorias (1947, p. 127) Serrano utilizó, sin embargo, otro de los motivos caros a la propaganda franquista:  el mayor problema, impedido por la guerra exterior, habría sido “el de la generosa y total asimilación de la masa vencida, el problema de la liquidación de la guerra civil”. La comparación con la caracterización en itálicas (mías) deja traslucir una notable falta de pudor.

[11] Correcto, pero nada de ello fue absolutamente dirimente. Tampoco apareció en sus memorias dos años después.