¡ALBRICIAS, ALBRICIAS!: UN LIBRO, ESPLÉNDIDO, DE UN NUEVO AUTOR, CARLOS PÍRIZ:

13 septiembre, 2022 at 8:10 am

EN ZONA ROJA. LA QUINTA COLUMNA EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (1)

ÁNGEL VIÑAS

He publicado, a propósito, el primer blog de la temporada sobre un tema diferente a este porque no me parecía sensato dar alaridos de alegría por la publicación de un nuevo libro a principios de curso. ¿Quién sabe lo que nos traerá entre los gritos de Casandra de tantos profetas que tratan de anticipar el futuro? Ahora, cuando ya todo el mundo ha vuelto al tajo y se inicia un nuevo año político y académico, deseo anunciar la aparición de un nuevo libro sobre la guerra civil que va a trastocar mucho de lo que sabíamos sobre la misma.

A decir verdad, por razones que desconozco el libro en cuestión se distribuyó sin alharaca alguna a principios del pasado mes de julio. Es de esperar que en estos momentos esté ya en disponible en todos los circuitos comerciales. Servidor se permitió llamar la atención sobre él en las redes sociales hace ya un par de semanas y anuncié comentarios más extensos. Tengo un interés particular en que su temática y su desarrollo lleguen a conocimiento de todos los lectores de este blog y de mis cuentas en Facebook y Twitter. Que lo adquieran o no, es algo sobre lo que no puedo influir, pero lo recomiendo muy vivamente.

Me inducen a ello dos factores. El primero es de índole, por así decir, personal. El segundo, profesional. Ambos actúan en el mismo sentido.

Al primer factor ya me he referido en este blog en algún momento. En el mes de julio de 2019 fui presidente de un tribunal de tesis de doctorado en la Universidad de Salamanca. Conmigo estuvieron el profesor Morten Heiberg de la Universidad de Copenhague (que participó por vía telemática) y la profesora Josefina Cuesta Bustillo, desgraciadamente fallecida el año pasado.

Teníamos que juzgar la tesis de un alumno del profesor Juan Andrés Blanco, amigo y compañero de varias aventuras editoriales y otras. Se la dirigieron él y el profesor Gutmaro Gómez Bravo. Ambos aseguraban una calidad excepcional. Yo conocía al doctorando. Nos habíamos visto en numerosas ocasiones y había seguido, a distancia, sus apuros, problemas, incógnitas y esperanzas que suelen ser acompañantes de todo proceso de investigación basado en evidencias primarias relevantes de época (EPRE). Hablar con él me retrotraía a mis años jóvenes, cuando también trataba de explicar un proceso que, en mi opinión, no se había alumbrado satisfactoriamente (debo indicar que volveré a él: no hay investigación que resista el paso del tiempo, sobre todo cuando este tiempo se mide en varios decenios).

Leyendo la tesis antes del examen me quedé en muchas ocasiones con la boca abierta: ante mí se descubría toda una problemática de la que no tenía mucha idea, a pesar de ser amigo de varios autores que habían escrito sobre la misma. Naturalmente, el doctorando los cita reconociéndoles su carácter innovador, que lo tuvieron, pero en historia no hay nada inamovible. Solo los cuentos de hadas lo son (como también los mitos franquistas).

A la experiencia de lectura de una tesis que recibió inmediatamente un sobresaliente por unanimidad y la recomendación de que se la considerase para la calificación máxima de premio extraordinario (que consiguió), me he referido en el prólogo de mi libro EL GRAN ERROR DE LA REPÚBLICA. No se me hubiera ocurrido escribirlo de no haber visto en ella algunas referencias documentales a EPRE conservada en el Archivo General Militar de Ávila. Me obligaban a ampliar mi libro anterior (¿QUIÉN QUISO LA GUERRA CIVIL?) pero, por recomendación de mi editora, Carmen Esteban, que nunca agradeceré bastante, lo que hice fue escribir otro. Recordé este episodio para información de todos los eventuales lectores. No soy autor que desee pavonearse con plumas ajenas.

Por consiguiente, he estado pendiente de que el nuevo y flamante doctor, CARLOS PÍRIZ, reorganizase su tesis y la descombrara de todo el aparato técnico, metodológico y del inevitable estado previo de la cuestión. Abordar tales temáticas es lo normal y lo que casi todo nuevo doctor en Historia debe hacer.   

Los lectores de este blog sabrán lo mucho que he repetido -y sigo repitiendo- una afirmación continuada: para abrir nuevos caminos en historiografía en materia de guerra civil el acudir a la documentación de archivos es prácticamente insoslayable. Quien no lo hace es difícil que innove, por muchos aires que se dé o que le den en estos tiempos de agitación en las redes sociales. De aquella necesidad fui consciente desde mis primeras aventuras en archivos extranjeros y españoles y no estará de más recordar que en estos últimos empecé a entrar, muy suavemente y con las debidas autorizaciones, en 1974, antes del fallecimiento del inmorible. Y ya a saco, en 1977, en condiciones infinitamente mejores.

El punto de partida de Píriz es muy razonable. La Quinta Columna no surgió como consecuencia demorada de un golpe de Estado convertido en guerra civil inesperadamente. Es que ya estaba latente en potencia como prolongación de las redes de la conspiración en base a la cual se había preparado dicho golpe. Lo que servidor hizo fue ligar tal conspiración llegando hasta los momentos preliminares de la República y postulando que en ella no hubo ninguna solución de continuidad. Y añadí dos temas exóticos: los SOS lanzados por sus directores civiles y militares (monárquicos todos ellos) a la Italia fascista y la vigencia irrestricta del acuerdo de marzo de 1934, desestimado por la mayor parte de los historiadores.

La clave estaba en dos factores que Píriz mencionó en su tesis: la aparición de la UME (aunque yo la ligué a la conspiración y dirección monárquicas) y una lista de miembros de la misma que compilaron en 1937 los servicios republicanos, quizá como consecuencia de una operación de infiltración que se prolongó durante 1935.

Así que ello me dio pie para un nuevo libro, en tanto que para Carlos Píriz se trató de un mero aperitivo para abrir el apetito. Ahora con su tesis ya reescrita publica lo más granado de sus descubrimientos y, como es lógico y natural, avanza un paso más en relación con sus antecesores. Es así como procede la investigación histórica, que no es un cuento de hadas sino una ocupación científica y sin pretensiones sobrenaturales. No refleja la forma en que se despliega la voluntad de Dios en el mundo terrenal ni tampoco el juego impersonal de fuerzas superiores a los seres humanos obligando a estos a obrar de una determinada manera y no de otra.

Allí donde triunfó el golpe la quinta columna evidentemente no apareció. Donde se formó fue en aquellos territorios (sobre todo núcleos urbanos) en donde fracasó y quienes la configuraron fueron aquellos conspiradores que lograron escapar a las garras de las autoridades o de los comités de vigilancia que florecieron como las setas tras las lluvias de otoño. Pudieron hacerlo porque sus elementos directivos, improvisados, no divisaron solución de continuidad entre las actividades que ya iban preparando contra las autoridades republicanas y de los partidos del Frente Popular y las que en muchos casos tuvieron que lanzar al fracasar el golpe.

Me ha llamado, por ejemplo, la atención el caso de Valencia. Desde el mes de marzo de 1936 estaban ya agitándose no solo en la guarnición sino también en los partidos políticos autorizados (singularmente entre los carlistas y los miembros de la Derecha Regional Valenciana). La fecha es importante. No le dieron al nuevo Gobierno ni siquiera un mes de respiro. Ponían al pie de la letra las consignas que Don Antonio Goicoechea (que en el infierno esté) transmitió al Duce en octubre del año precedente.

Como el golpe fracasó, algunos de sus líderes pasaron a la clandestinidad, se apalancaron tras nuevas identidades y se dispusieron a hacer el mayor daño posible a las autoridades constituidas o reconstituidas.

De notar es que pocos han sido los historiadores militares franquistas, o en los años de la dictadura, que trataron de reconstruir esta génesis. Uno clama por los Martínez Bande, Salas Larrazábal, Gárate Córdoba y demás componentes del Servicio Histórico Militar. ¿Dónde estaban? ¿En la luna de Valencia?

Carlos Píriz basa su relato en los documentos ya desclasificados que procedieron del SIM o de su sucesor, el SIPM y de otras organizaciones paralelas (SIFNE) que ya habían manejado parcialmente mis buenos amigos Morten Heiberg y Manuel Ros Agudo. En su caso, y gracias a las sucesivas rondas de desclasificación documental en el Archivo General Militar de Ávila, el abanico lo ha ampliado considerablemente. ¿Su procedencia? Los archivos de la dictadura y del SHM. Cerrados a cal y canto mientras duraron y todavía algunos años más.

(continuará)