El general Francisco Franco y su curiosa hoja de servicios (VII)

10 diciembre, 2019 at 8:30 am

Su primer y mitificado momento estelar

Ángel Viñas

La historia del juicio contradictorio a que Franco fue sometido muestra algunas características del protagonista. La primera es que la no concesión sino el rechazo de la laureada pudo, muy probablemente, dejarle un sentimiento de frustración, cuando no de rencor. La segunda que las oscuras maniobras que puso en movimiento no le dieron el resultado apetecido. Estas maniobras han permanecido envueltas en tinieblas, pero no fue la primera vez que las había practicado. Vamos a dar ahora una marcha atrás con el fin de aclarar las circunstancias precisas en que se produjo su primer ascenso por sedicentes “méritos de guerra”. En este post reproduciré algunos de los párrafos relativos a las hazañas militares de Franco en su primerísima época. Mi intención es divulgarlas y plantear la pregunta fundamental: ¿podría afirmarse que, tal y como están transcritas, son susceptibles de haber justificado su  ascenso de primer teniente a capitán? O, por el contrario, ¿dan soporte a la tesis del coronel Blanco Escolá de que el ascenso respondió a otros factores, entre ellos la intriga y el servilismo de Franco hacia sus superiores?.

 

Se sabe que el paso a primer teniente, su ascenso inicial, lo fue por rigurosa antigüedad. Luego se ha dicho que los sucesivos lo fueron por méritos de guerra. En los posts anteriores no nos hemos detenido en la tesis del coronel Blanco Escolá de que el ascenso de capitán a comandante fue debido, sobre todo, al jaleo que montó tras su grave herida y que fue una concesión graciosa de S. M. el rey Alfonso XIII. Lo que hubo detrás ha quedado esclarecido en base a la versión  que se conoce desde hace más de cuarenta años de su publicada hoja de servicios.

A primer teniente Franco ascendió por Real Orden de 13 de junio de 1912 (DO, nº 158) cuando estaba destinado en el Regimiento de Infantería de África nº 68, acampado entonces en Ras Medua. De aquí continuó, según la hojita del coronel Carvallo de Cora,

“en servicios de reconocimientos y seguridad hasta el día 25 de agosto de 1912, que marchó destacado a la posición de Uixams, donde quedó prestando servicio de seguridad. Por R.O. de 16 de noviembre de 1912 (DO, nº 160) se le concede la Cruz de primera clase del Mérito Militar con distintivo rojo, por haber estado sin recompensa durante tres meses en operaciones activas en la campaña de Melilla”. (Nota: siempre se ha dicho que en el Ejército de África llovían las medallas, siempre un aliciente para los militares de la época. Este parece ser un caso típico).

Después el joven primer teniente siguió en servicios de campaña sin que se mencione en su hoja de servicios el menor hecho relevante. Por R.O. de 15 de abril de 1913 se le destinó a las Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla y luego se incorporó a las unidades de operaciones de campaña de Tetuán. Tomó parte en los combates de Wad-Ras, Bini-Sidi y Benkarri. ¿Resultado? RAS, un RAS rotundo (como dicen los franceses, rien à signaler). Ciertamente disparó algunos tiros. Por ejemplo, en operaciones de reconocimiento, en la protección de un convoy, en la toma de una loma y cuando se trató de establecer un reducto. ¿Conducta distinguida o distinguídisima? RAS. Eso sí, de la nueva lluvia correspondiente le cayeron más condecoraciones [nota: un historiador escrupuloso indagaría en la distribución de “chapitas” entre la oficialidad para comprobar si Franco tuvo más o menos]

En una ocasión (¡oh, cielos!) apresó a una guardia enemiga y siguió participando en algunos combates. Con la columna del general de brigada Dámaso Berenguer “protegió los trabajos para la construcción de un blockhaus”.  Después tuvo lugar un hecho que, con la perspectiva que da el tiempo, quizá quepa caracterizar de trascendental, aunque no he visto que muchos biógrafos lo comenten como se merece.

El 13 de mayo de 1914 Franco fue nombrado ayudante segundo del primer grupo de compañías, mandadas por el comandante Julián Serrano Orive. Escoltó a los jefes de varios poblados (lo que no dio lugar a luchas fieras). En septiembre tomó parte con la columna Berenguer en combate. Quizá fuera en esta ocasión cuando Arrarás se inventó la admiración que el general empezó a profesarle. De esta leyenda se han hecho eco numerosos autores, pero la triste hojita de servicios en la versión del coronel Carvallo de Cora vuelve al RAS. Sorprendente, porque  menciona hasta los más leves detalles como que, de nuevo,  en la protección de la construcción de otro blockhaus Franco “sostuvo ligero tiroteo con el enemigo”. ¡Caramba! Franco y sus hombres dispararon contra los peleones moros. Una información que no podía faltar en el recuento de sus hazañas militares.

El 16 de enero de 1915, a las órdenes inmediatas de Serrano Orive, Franco “tomó parte en el combate que tuvo lugar para la ocupación de la Peña de Beni-Hosmar, siendo citado en el parte de este día como distinguido”.  ES LA PRIMERA VEZ QUE APARECE ESTA MENCIÓN en su hoja de servicios (más repitió, por ejemplo, el 3 de noviembre de 1915 y sobre todo el 24 de mayo de 1916, ya capitán, en las órdenes del Cuerpo y General, en este último caso en compañía de muchos otros). Suponemos que algo parecido ocurriría también con otros heroicos soldados en numerosas ocasiones y que igualmente se incorporaría a su respectiva documentación.

Nos deja, pues, un pelín “sorprendidos” que con tales “hechos de armas”, y no otros, según la versión del coronel Carvallo de Cora, hubiera ascendido a capitán con antigüedad de 1º de febrero de 1914 (!!!!). El historiador que lea entre líneas debería preguntarse ¿qué diablos habría hecho Franco desde su ascenso a primer teniente cuando nunca se le mencionó en ningún despacho, parte o notita elevada a la Superioridad?. Al menos no en una que debiese figurar en su hoja de servicios.

Así, pues, lamentando nuestra ignorancia de los criterios de distribución de chapitas y su número en las campañas en la época en tierras marroquíes, no podemos sino concluir que hasta 1º de febrero de 1914 Franco no parece que hubiese hecho absolutamente nada espectacular y, por lo que he podido ver en otros casos,  lo que sí había hecho era cumplir con su deber como tantos más. Claro que, en la mejor tradición burocrático-militar, había que justificar el ascenso y la hojita lo hace: “en recompensa por los méritos contraídos en los hechos de armas, operaciones efectuadas y servicios prestados desde el el 1º de enero a fin de abril del año de 1914”. Es decir, en cuatro meses absolutamente anodinos. ¿O se me escapa algún detalle? Si es así agradecería de todo corazón a los amables lectores que me informen. Mientras tanto, y en mi desconocimiento de la auténtica hoja oficial, si no se ha alterado, he de seguir el documento disponible que es el de Carvallo de Cora, elevando preces al cielo para que sea una copia exacta del original.

No hemos todavía hablado de Ricardo de la Cierva en este contexto. Lo que en la hoja de servicios no merece sino una breve mención (el 1º de febrero hubo un combate en Beni Salen, nada más y nada menos), tan destacado hagiógrafo lo identifica como el momento en que el general Berenguer “se fija insistentemente en el teniente Franco”. ¿EPRE? Absolutamente ninguna. Pero es que, además, en la hojita de servicios (siguiendo a Carvallo de Cora) al hecho de armas de Beni Salen  no lo adorna absolutamente NINGUNA característica. Se menciona como tantos otros y como en tantas otras hojas de servicios de las decenas de militares que hemos consultado.

El coronel Blanco Escolá adelanta una tesis muy verosímil: los méritos de Franco no fueron adquiridos en el campo de batalla. ¿Cómo pudo ocurrir esto? De forma muy simple. A falta de otra documentación fidedigna, Blanco plantea la hipótesis de que pudo ser una consecuencia de su cargo de ayudante del comandante Julián Serrano Orive. El joven primer teniente no había tenido demasiadas ocasiones de ejercer mando de tropas, pero sí muchas de camelar a su jefe más directo que era quien tenía que proponer su ascenso. “Franco, gracias a su proverbial astucia y su afán arribista, pero también a su imagen de hombre disciplinado, cumplidor, aparentemente dócil y servicial…, supo ganarse [su] confianza (…) hasta conseguir que le propusiera para el ascenso a capitán”. Es una posibilidad que, sin duda, los todavía hagiógrafos del gran soldado, que los hay, podrán desmontar con la adecuada documentación de la época.

Nada de lo que antecede significa minusvalorar el abanico de envidiables dotes, pero nos induce a pensar que, ya capitán, Franco se propondría tal vez conseguir un ascenso rápido a comandante. Añadió a sus indudables dotes de duplicidad y servilismo una conciencia aguda del valor de la publicidad orientada hacia su propia persona.

Lo que hemos expuesto hasta ahora son hechos. Hechos documentados. Sin embargo, hay que mirar algo en lo que pudo haber detrás, siguiendo la metodología de mi admirado Herbert R. Southworth. En mi modesta opinión, Franco quiso ir a por todas. Es decir, a por el ascenso y a por la Laureada. No le bastaba la primera opción. Más importante que esta hipótesis es una segunda. Cuando Franco consiguió que el ya comandante Lías Pequeño solicitase la reapertura en 1918 de su expediente de San Fernando, ¿qué le pasaría por la cabeza? ¿Ignoraba lo que habían dicho dos años antes sus propios compañeros? ¿Es verosímil creerlo? Si él depuso ante el instructor en el expediente de 1916/17, ¿nadie le sopló lo que se había logrado saber? Dentro del pequeño círculo de oficiales y jefes en el que sustanció el caso, ¿no hubo la menor filtración?. Misterio.

Después vinieron tiempos peninsulares, desde marzo de 1917 hasta septiembre de 1919 cuando se incorporó a la Legión. No hay felicitación alguna en su hoja de servicios hasta el 10 de septiembre de 1921. Realmente curioso.

Lo expuesto hasta ahora refuerza nuestra modesta opinión de que, cuando ya Franco duerme el sueño eterno fuera del mausoleo que ordenó construir a la eterna gloria de su Cruzada, sería conveniente avanzar un poquito más. Por ejemplo, dar a conocer el resto de su hoja de servicios, con los papeles y documentos anexos que procedan, más allá del año 1926 y hasta donde sea posible. Y TAMBIÉN, EN UN DESEABLE ESFUERZO DE CLARIDAD Y DESMITIFICACIÓN, LOS PAPELES QUE SUBYACEN AL JUICIO CONTRADICTORIO PARA LA LAUREADA Y EL EXPEDIENTE COMPLETO DEL MISMO.

Espero que ningún historiador o periodista se me eche encima si  reafirmo mi creencia de que se trata de una necesidad  absoluta. ¿Quién puede temer a los documentos del, para algunos, excelso Caudillo? Por no hablar, claro está, de sus papeles, que no son los que custodia con envidiable mimo la Fundación Nacional Francisco Franco.  ¿No dijo uno de esos apóstoles cuya escultura masiva, del cincel de Juan de Ávalos, figura en el mausoleo de Cuelgamuros que la “verdad os hará libres”?

La exhumación de Franco ha supuesto, en mi entender, traspasar una frontera. Con independencia de lo que se haga en el futuro con el mausoleo -y que dicha exhumación facilitará- queda todavía por abordar, en la mayor medida posible, los documentos de la actuación en la guerra y en la posguerra, como Generalísimo y como Jefe del Estado, como líder del único partido, fascista primero y fascistizado después en su recorrido histórico, y como garante  y motor de una represión sin paralelo en la historia de España.

No es venganza. Es favorecer, en la mayor medida posible, el avance en el conocimiento histórico. El pasado es algo que no pasa o que tarda mucho en pasar. Si los ciudadanos de los antiguos Estados confederados en USA no han olvidado “su” guerra civil a los más de ciento cincuenta años de terminada no puede pedirse a los españoles que ya olviden una guerra que, fuera de las operaciones militares, ocupó su vida diaria durante cuarenta años de dictadura. En cierto sentido, hay motivos para pensar que la guerra no terminó en 1939. Lo que terminó fue, como suele decir Francisco Espinosa, la campaña. La guerra empezó a terminar con el desmontaje del sistema institucional y político que se construyó en torno a un general felón que supo crear, amamantar y proteger hasta el final un canon basado en falsedades y/o distorsiones desde el principio al fin.

(Continuará)