Algo de lo que me ha intrigado al escribir ¿Quién quiso la guerra civil?

23 abril, 2019 at 8:29 am

Ángel Viñas

 Al terminar un libro queda una sensación de gozo mezclada, al menos en mi caso, con otra de infinito cansancio. No exagero si confieso abiertamente que tal sensación tiene todos los visos de ser algo duradera. Me ha dejado agotado, pero el blog sigue. En este post voy a hacer un breve comentario sobre un aspecto de los muchos que me han intrigado. Otro se me ha ocurrido cuando un amigo y colega me ha hecho llegar un libro que acaba de publicar a su vez y a él me referiré en un próximo post.

El citado aspecto se refiere a las implicaciones de una de las conversaciones que Franco sostuvo, tras llegar al Protectorado de Marruecos, con el agregado militar a la misión italiana en Tánger, entonces ciudad internacional. Por los descubrimientos efectuados en su momento por mi buen amigo el profesor Morten Heiberg sabemos, aunque yo no hice mención de ello, que el jefe de la misión era un diplomático, Pier Filippo de Rossi del Lion Nero, con un pasado que da algo que pensar. Había estado a cargo de un departamento muy confidencial en la DG para los italianos en el extranjero, intimamente relacionado con los servicios de inteligencia y la red de confidentes fascistas en el exterior. Luego pasó al Ministerio de Exteriores, pero su ficha personal está en blanco en lo que se refiere a sus funciones en el mismo, algo de por sí sospechoso. Sus contactos con la policía eran, en todo caso, muy estrechos. Que en 1935 se le destinase a Tánger, un punto sensible en el Norte de África, es verosímil que no fuera casual y que obedeciese a un mero cambio rutinario de destino.

Su agregado militar, el comandante Giuseppe  Luccardi, era miembro del SIM (Servicio de Información Militar), un aparato creado por Mussolini para potenciar las actividades de inteligencia en el extranjero y que recibía informes de todos los agregados militares. Con el conflicto de Abisinia y bajo el mando del coronel Mario Roatta el SIM estaba llamado a tener un desarrollo fulgurante. En la guerra civil española se transformó definitivamente en un instrumento político de la dictadura. No es de extrañar que la segunda guerra mundial se le disolviera. Por lo pronto, y siempre según Heiberg, Luccardi recibió instrucciones de poner en marcha una red de informadores y agentes en la zona. Evidentemente, no se limitaría a los estrechos confines de la bella ciudad tangerina.

Luccardi anudó contactos con  jefes y oficiales del Ejército de África. Ya en mayo de 1936 había informado a Roma de la agitación de cara a un futuro levantamiento. Por desgracia, la documentación del SIM que he estudiado en lo que queda de los legajos relevantes para tal período es demasiado parca en cuanto se refiere al trasfondo de tales relaciones. Lo que sí parece fuera de duda es que los militares prestos a sublevarse mantuvieron a Luccardi al corriente de  sus planes. No profundicé en esto en mi libro, por falta de EPRE.

En todo caso, lo anterior sugiere preguntas para las cuales no he encontrado respuesta documentada. La primera es si tales contactos eran conocidos o no del teniente coronel Juan Yagüe, que preparaba el levantamiento. Sorprendería que no estuviera al tanto. La segunda es si Yagüe informaría o no a Franco. No hay que olvidar que entre ambos hubo comunicaciones que hasta ahora no se han localizado en su totalidad. Se conoce simplemente alguna que otra pieza. No cabe, pues, descartar la posibilidad que durante el mes de junio Franco hubiese tenido in mente la conexión con Italia.

Añadamos otro elemento sobre el que tampoco he hallado EPRE. Por las memorias de Pedro Sainz Rodríguez se sabe que estaba en contacto con el general Luis Orgaz. Ahora bien, este llegó a Las Palmas de Gran Canaria a finales de mayo como “residenciado” en dicha capital por orden del Gobierno republicano. Ya había purgado una pena similar años antes en el mismo lugar. Es decir, conocería a los elementos locales. Orgaz participó en la recepción que se ofreció a Franco en su primera visita oficial a Las Palmas en la que se le rodeó de todos los honores debidos a su cargo. Fue una visita importante porque en ella, tal y como se desprende de las memorias de su primo hermano y ayudante, el entonces teniente coronel Franco Salgado-Araujo, al comandante del archipiélago no le extrañó lo más mínimo que uno de los subordinados del general Balmes le hiciese llegar la noción de que estaba dispuesto a todo (“si fuera preciso prescindiría de sus jefes superiores”). Franco, encima, en vez de arrestarlo de inmediato se lo contó a su primo. Posiblemente encantado.

Orgaz, además, estuvo en el mes de junio en la península y sería extraño que no hubiese tomado contacto con Sainz Rodríguez y sus compañeros de la UME. Aunque es posible que también aprovechara el tiempo para irse de juerga… Y Orgaz, no lo olvidemos, estuvo con Franco en Santa Cruz de Tenerife hablando a solas pocos días antes de la sublevación.

Mi tesis es que no cabe descartar que Franco tuviese alguna idea, por muy imperfecta que fuera, de los contactos con los italianos. De aquí que sus conversaciones con Luccardi y De Rossi tengan una relevancia superior a la que se les ha atribuido. ¿Sería demasiado especular si en ellas afloró la idea de reforzar las gestiones de los monárquicos alfonsinos? Solo los papeles privados, si existen, de Franco, Orgaz y Yagüe podrían arrojar luz sobre tales conexiones. O las de algunos de sus subordinados. No cabe olvidar que SEJE, instalado cómodamente en su omnímodo poder, dio una orden perentoria al coronel director del Servicio Histórico Militar en 1944: de contactos con extranjeros de cara al “Alzamiento Nacional” a la hora de escribir su historia, rien de rien.

En todo caso, lo que más me ha impresionado de los contactos probados con los italianos en Marruecos es que el 2 de agosto Franco confiara a Luccardi sus planes de que, una vez pasado a la península, tenía la intención de iniciar la marcha hacia Madrid no por la vía más directa, la del paso de Despeñaperros, sino por la más larga, es decir desde Sevilla hacia Badajoz. Lo que Franco dijo en aquella fecha puede significar varias cosas. La primera que no quería exponerse a ningún riesgo, como el que podría derivarse de la llegada a Despeñaperos de tropas fieles al Gobierno republicano. La segunda, que el que corrieran las suyas propias disminuiría al penetrar por una región no demasiada poblada y desde la cual era posible conectar fácilmente con Portugal en caso de peligro para las columnas. Esto, a su vez, lleva a sospechar (que no a demostrar) que Franco podría haber estado al tanto de los esfuerzos realizados por Sanjurjo por conseguir una actitud favorable de los portugueses a los planes de la sublevación española. No cabe olvidar que, entre los papeles de Sanjurjo hasta ahora localizados, y que ha dado a conocer el profesor Fernando del Rey, los planes estrictamente militares brillan por su ausencia.

En definitiva, la versión tradicional que presenta a Franco más o menos aislado en Canarias, que se decide a participar en la sublevación algo tarde (lo de que fue una consecuencia del asesinato de Calvo Sotelo cabe tirarlo a la papelera) y que fueron su genio e ingenio los que le llevaron a conectar con Luccardi, podemos descartarla. Por mucho que aquel embustero redomado que se llamó Luis A. Bolín se arrogara -con todas las cautelas necesarias- el haberle sugerido que le autorizase su viaje a Roma.

Las cosas cambian cuando se introducen en la ecuación las variables ligadas a la conexión previa con Italia. Es verosímil que Franco pudo ponderar su significado mientras continuaba aprendiendo a jugar al golf en los meses de mayo y junio en su relativa “soledad” en Santa Cruz de Tenerife. No es de extrañar que de la maleta o maletas cargadas de documentos a que Franco Salgado-Araujo se refirió en sus memorias nunca más se supo. Salvo que, lógicamente, estén olvidados en algún remanso de los archivos militares.

Por cierto, con esta alusión me permito corregir una afirmación que figura en la página 19 de mi libro. Lamenté que no se hubiera localizado la memoria pormenorizada del fiscal general del Ejército de Ocupación, el entonces coronel Felipe Acedo Colunga y que, ya general de división del Cuerpo Jurídico del Aire y “killer” burocrático uniformado,  publicó su “biografía” de Calvo Sotelo. Hace poco, Francisco Espinosa me ha regalado una fotocopia. El original estaba mal indexado en el archivo militar en el que, por fin, la ha encontrado. Cuando la dé a conocer a más de uno se le caerán las escamas de esos ojos que se niegan a leer el tipo de reflexiones que albergaron los militares insurrectos en materia de represión. Redentora, eso sí.