Una avalancha de literatura académica sobre la guerra civil

25 abril, 2014 at 12:38 pm

Por encargo de la dirección de una revista académica española en los últimos meses hemos estado colaborando en la preparación de un número monográfico más de una treintena de historiadores españoles y extranjeros. De, al menos, tres generaciones; de un numerosas universidades españolas y no españolas; hombres y mujeres; con especializaciones muy diversas. La idea ha estribado en que analizáramos, desde el punto de vista de su particular relevancia como expertos, la literatura española aparecida desde 2006, cuando tuvo lugar el primer congreso internacional sobre la guerra civil en Madrid, hasta el año 2013. Para los autores extranjeros el período a considerar es mucho más amplio. No son frecuentes, en efecto, análisis bibliográficos sobre literatura extranjera, excepto quizás las más próximas a nosotros, es decir, la francesa o la inglesa. En esta ocasión la red se ha extendido de forma mucho más amplia: abarca, por ejemplo, la literatura nórdica y la de los antiguos países del Este. En estos casos, nunca, que yo sepa, se había hecho algo similar en España.

Una treintena de artículos, en grados diferentes de revisión en la actualidad, han explorado no menos de quinientos o seiscientos títulos. Cuando la revista aparezca el próximo otoño habrá ocasión que comentar sus resultados. En mi impresión personal los historiadores españoles podemos estar tranquilos.

  1. A pesar de todas las dificultades creadas por la evolución política en algunas Comunidades Autónomas y al nivel del Gobierno central, la revisión de los mitos de la historiografía franquista avanza de manera implacable. La combinación de la nueva evidencia primaria relevante de época que ha ido emergiendo de penosas investigaciones en archivos generales, provinciales y locales y de nuevos métodos y perspectivas analíticos aplicados a su interpretación ha alcanzado grados de sofisticación notables.
  2. Como ocurre en el resto de los países miembros de la Unión Europea, y en muchos fuera de ella, las historias nacionales han solido cultivarse, en primera línea, por historiadores de los correspondientes países. Ello nunca ha impedido, obviamente, que historiadores de otra nacionalidad se ocupen también de las mismas. Los británicos han hecho grandes aportaciones a las historias de, por ejemplo, Alemania, Francia, Italia, Rusia y, por supuesto, España. Lo mismo ocurre con respecto a otros países por parte de historiadores franceses, alemanes, norteamericanos, italianos. Esta hibridación es normal y debe saludarse con entusiasmo. ¿Qué sería de nosotros sin la mirada profunda, y no española, de Paul Preston, Helen Graham, Gabriel Jackson y tantos otros? ¿Cómo no saludar la escuela de historiadores británicos sobre España que ha creado el primero?
  3. Lo que no era nada normal era que la historia contemporánea de España se hiciera básicamente desde el exterior. El franquismo, hipernacionalista o hiperespañolista, nunca estuvo en condiciones de admitir que historiadores españoles escribieran la historia de su propio país en relación con las épocas conflictivas: República, guerra civil, dictadura. Sin exagerar en lo más mínimo puede decirse que la historia de la contemporaneidad española se hace hoy, esencialmente, en España.
  4. A pesar de ello, muchas editoriales españolas sienten un gran respeto hacia lo que producen historiadores extranjeros, con independencia de que su calidad sea buena, regular, mediocre o deleznable. Casi todo se traduce. Sin embargo, y como la experiencia demuestra hay países como Alemania, Francia, Inglaterra, Italia y Estados Unidos en los que todavía no ha penetrado en ciertos círculos de historiadores la debelación sistemática del canon franquista que se ha producido en España.
  5. Esto es muy notable en los antiguos países del Este. El colapso del comunismo y de su ideologizada historiografía ha dejado un vacío que han empezado a rellenar, con respecto a España, historiadores improvisados cuyo única baza es que son  suficientemente anticomunistas. Todo lo que huela a izquierdismo en la literatura española es, por definición, sospechoso y rechazable. España se ve a la luz de sus experiencias propias.

¿Debe esto preocuparnos? Sin duda es molesto pero la culpa, si la hay, no radica en los historiadores españoles. En cualquier caso,  la batalla por la historia no se da en el extranjero. Se da, y se dará, en nuestro país. De aquí que la constatación de que en los últimos siete u ocho años se hayan identificado varios centenares de títulos sobre las más diversas temáticas en relación con la guerra civil es una noticia nada desdeñable.

Es una muestra, en efecto, de que los historiadores españoles estamos cumpliendo con nuestro deber.  Hemos sometido el canon franquista a la dura prueba de la contrastación empírica y epistemológica. Aunque sobreviven autores pro o neofranquistas, como demuestran desgraciadamente muchas de las entradas del Diccionario Biográfico Español, podemos estar razonablemente seguros de que el futuro no les pertenece. De hecho, en mi opinión, ni siquiera tienen futuro.