Segunda República: mitos e historia. Una reflexión. (I)

23 octubre, 2018 at 8:35 am

Ángel Viñas

Los posts anteriores, con los que he reanudado este blog tras la pausa veraniega, los escribí en julio/agosto, bajo el impacto de un accidente doméstico. Empezaron a publicarse en un período en que arreció la discusión pública sobre la exhumación de los restos mortales de Franco, la memoria histórica, los ataques al Gobierno, el tema catalán y el consiguiente enfurecimiento de las discusiones en las redes sociales. En el ínterin, liberado de tener que escribir un post cada semana, me dediqué a lo mío, a buscar EPRE sobre temas controvertidos de nuestra historia contemporánea (que para mí empieza en 1931)  en busca de nueva luz sobre alguno de ellos. Inevitablemente, tras la publicación de EL PRIMER ASESINATO DE FRANCO, me he concentrado en ciertos aspectos de la conspiración anti-republicana.  

La  preocupación  que ahora tengo no data del verano.  En realidad, ya me daba la lata cuando  escribía dicha obra con mi primo hermano Cecilio Yusta y el  patólogo Dr. Miguel Ull. No sé todavía cuándo llegaré a su fin, aunque mi deseo sería que fuese el año próximo cuando se cumplirá el LXXX aniversario del final de la guerra civil. No de la campaña, como le gusta decir a Francisco Espinosa. Ya tengo el argumento perfilado y en el último mes me he pasado largo tiempo recogiendo EPRE de varios archivos. Ahora he recopilado demasiada.

A lo largo de este tiempo he ido reflexionado sobre las agrias discusiones que todavía levantan en el cuerpo social hispano la historia y la memoria (conceptos no  sinónimos) de la Segunda República. Tratar de dar una explicación razonada a las causas y motivos de tales discusiones requeriría un tratamiento pormenorizado que aquí no puedo hacer. De todas maneras, se ha escrito largo y tendido al respecto. Quien quiera saber algo tiene una abundante literatura a la que acudir. Recuerdo simplemente que en la red pueden encontrarse dos compilaciones bibliográficas en las que he participado. En ambas, expertos más avisados que servidor han desgranado sus ideas. Una de ellas, un número dedicado a la guerra civil de STUDIA HISTORICA. EDAD CONTEMPORÁNEA, de la Universidad de Salamanca, se elevó incluso a la página de mi blog.

Partiré en estos posts, que no serán demasiado numerosos ni tampoco demasiado largos, de una premisa fundamental que descompondré en cuatro afirmaciones. Cada una podría dar lugar a disquisiciones más prolijas, pero eso lo dejo para otro momento.  Mi tesis es que la larga dictadura franquista creó un canon histórico muy bien trabado y trabajado para justificar su advenimiento y explicar, a su manera, el proceso por el cual se llegó a la guerra civil. Este canon

  1. Estableció como hecho irrefutable que su 18 de julio, fecha fundacional, fue absolutamente imprescindible para evitar que la PATRIA (siempre con mayúsculas) se despeñara por el precipicio de la revolución.
  2. En consecuencia, el 18 de julio fue el fin de una etapa desgraciada y el comienzo de una nueva en la ESPAÑA (también con mayúsculas) que fue capaz de exorcizar los demonios que la venían acechando.
  3. La guerra civil –“Cruzada” o “Guerra de Liberación”-, terminó siendo  absolutamente necesaria y estuvo ampliamente justificada, a pesar de todas las calamidades –innegables- que llevó consigo.

Sentadas estas tres premisas, las consecuencias son inevitables:

  • La República, desbordada, incapaz, turbulenta y en definitiva un desastre para España, no podía ni debía ser la fórmula del futuro.
  • Franco apareció como la figura capaz de emprender una nueva etapa al término de la cual se habrían superado los antagonismos de antaño.
  • El Caudillo por la Gracia de Dios, bendecido de la Iglesia y promotor del desarrollo de la PATRIA, resultó ser el hombre providencial para superar un riesgo absolutamente existencial.

Ninguna de estas premisas y ninguna de estas consecuencias responde a los hechos. Son mitos. Mitos, en su momento, movilizadores. Mitos que subsisten en determinados sectores de la sociedad española. ¿Y qué fue la República? En un documento de la época que glosaré en el próximo libro apareció como una anomalía en la historia de España. Como la primera República, solo que mucho más desgraciada.

El papel del mito (sobre lo cual se han escrito millares de volúmenes en las ciencias sociales) consiste para mí en este contexto:

  • Presentar deseos, anhelos o figuraciones como si se tratara de hechos reales.
  • Proyectar una determinada interpretación de tales hechos como si hubiera tenido existencia real.
  • Desvirtuar las acciones concretas de los hombres, en un tiempo concreto, que llevaron a la guerra civil y a la dictadura.

Todos ellos pueden reducirse a uno: la República fue un régimen de perdición. Este mito fundamental se declina hoy de otra manera: fue excluyente, no permitió el juego político democrático, no quiso dar cancha a la oposición, estranguló las conciencias, permitió el auge de los extremismos, amenazó con la descomposición de España. Mitos que surgen de una falaz interpretación del pasado, pero que tienen efectos movilizadores y que pretenden configurar una cierta vía hacia el futuro.

En este camino han dejado de ser efectivas, y no se recurre a ellas, algunas proposiciones en su tiempo absolutamente fundamentales. La más importante es la siguiente: la aviesa garra de Moscú se extendió, golosa, sobre la piel de toro para convertirla en un satélite comunista desde el cual fuera posible dar el salto a la Europa occidental (y por tanto a la civilización cristiana). Con su guerra civil la España católica prestó un servicio vital al mundo libre que, desgraciadamente, tardó demasiado en reconocérselo.

Ha sido sustituida por dos. La primera es que los socialistas, bolchevizados, desgarrados en querellas internas, se rindieron con armas y bagajes a los comunistas y consintieron en hacer el papel que desde Moscú se les asignó. La segunda que la izquierda continuó desempeñando en la guerra civil, muy aumentado, el papel terrorista y destructivo que ya había tenido en los años precedentes de supuesta paz. Y aquí se citan, siempre, el octubre de 1934, la violencia callejera, los asesinatos y, por supuesto, “Paracuellos”. Siempre en línea directa. Los eclesiásticos añaden su propia coda: la República empezó a perseguir a la Iglesia desde 1931, así que tras el 18 de julio lo único que hizo fue continuar su obra destructora.

Acepto que esta exposición, necesariamente limitada, no hace justicia a todas las posiciones anti-republicanas. Incluso en las mencionadas hay muchos más matices, pero los indicados están presentes, de una u otra manera, en la mayor parte de las discusiones, sobre todo en las redes sociales, en la actualidad.

Ignoran que sobre la República y la guerra civil el número de libros escritos es, literalmente, abrumador. Según Eduardo González Calleja sobre la primera podría cifrarse en torno a los 6.000 (sin contar los artículos). Según Sir Paul Preston, el número de libros referido a la guerra civil supera ya los 25.000 (es posible, claro, que entre las dos categorías se dé una cierta superposición).

En mi modesta opinión, para el historiador la situación se presenta como sigue:

  • Es imposible leer más o menos 30.000 volúmenes en una vida útil (digamos de 50 o 60 años) de investigador.
  • Es posible señalar que, en términos generales, todo lo que pueda decirse sobre la República y la guerra civil ya se haya dicho, por alguien, en algún momento, en algún lugar (dejando de lado las vertientes individuales no descollantes y las circunstancias locales).
  • Por consiguiente, uno de los desafíos que tiene el investigador es separar el trigo de la paja, comprobar si algún aspecto de lo dicho o escrito es contrastable, documentable, o no.
  • En este caso el progreso historiográfico depende críticamente de:
  • La disponibilidad de fuentes. Cuantas más, mejor.
  • La aplicabilidad de paradigmas (artilugios conceptuales a través de los cuales se analizan tales fuentes, muy diversas y de categorías múltiples)
  • Los paradigmas no son estáticos. Dependen de los avances en ciencias conexas con la historia y del momento concreto en que se aplican.
  • El resultado es, pues, que el conocimiento histórico, tributario de EPRE y

paradigmas, no puede estar desconectado de las realidades presentes. Una

forma de decir que los hombres (y mujeres) escriben la historia desde las coordenadas de su tiempo.

En resumen, ni hay historia definitiva ni puede haberla. No es solo que cada generación escribe su interpretación del pasado, es que por definición esta es siempre PROVISIONAL en mayor o en menor medida.

En el próximo post hablaré de la historia de la Segunda República.