El general Francisco Franco y su curiosa hoja de servicios (XI)

21 enero, 2020 at 8:30 am

El joven teniente/capitán en una obra reciente

Ángel Viñas

Tras haber dado su iracundo rapapolvo a los profesores Sir Paul Preston, Manuel Tuñón de Lara y Santos Juliá, a este de forma más matizada pero con una cortedad indescriptible y teniendo muy en cuenta que los dos últimos no pueden responderle, servidor tiene el honor de haber sido objeto de las amables atenciones del general Don Salvador Fontenla. Reconozco con suma satisfacción que me concede más espacio que a Tuñón y Juliá (algo en mi modesto entender disparatado y que desde luego no merezco). Su pluma, donosa, se refiere a mi persona con brío, como corresponde a un antiguo legionario y paracaidista de pro. No me resisto a reproducir su caracterización. Por supuesto, ni me río ni pretendo que los amables lectores lo hagan. Estamos delante del juicio implacable e inapelable de un investigador que no se ha visto contaminado por gota alguna de la producción de quienes denomina “seudohistoriadores”.

 

Dice así:

“Angel Viñas Martín, escorado hacia la izquierda, emplea la historia como arma política y tiene una guerra personal declarada contra Franco. Él mismo ha reconocido ser “un historiador apasionado y totalmente antifranquista” (sic). Actualmente lidera el grupo que podríamos denominar “historiadores antifranquistas” (sic). Aunque la mayor descalificación (sic), proviene de la Fundación de Veteranos de la Brigada Abraham Lincoln, que lo ha definido como “historiador guerrero” “.

Voy a hacer de esta caracterización un pequeño test para demostrar algunas de las cualidades que adornan al general Fontenla como historiador y que tienen un denominador común: no ir a las fuentes.

  1. He buscado en Google “Franco +Viñas+guerra”. Salen algo más de 4.00.000 hits en las más variadas combinaciones. Haciendo un pequeño recorrido por las primeras páginas no he encontrado ninguna en la que se recoja la frase que tan eminente autor me atribuye. No niego, desde luego, mi vocación antifranquista. La considero algo normal, incluso muy positivo, y la reitero aquí. No la he ocultado nunca, así que no puedo afirmar que haya hecho ningún descubrimiento.  Sobre si mi carácter es apasionado no puedo juzgar. Cuando escribo suelo pensar antes pero, que yo sepa, no nos conocemos personalmente.
  2. Más importancia tiene el que confiese mi ignorancia respecto a que tampoco sé en qué se basa tan leído general para atribuirme un liderazgo que en modo alguno ostento. Puede ser que se refiera sibilinamente (forma adverbial que él atribuye al profesor Santos Juliá) al hecho de haber dirigido la obra En el combate por la Historia. No fui yo quien se autopropuso. Me incitaron a ello el editor Gonzalo Pontón y el profesor Josep Fontana (qepd). Sobre la misma diré algo más abajo.
  3. Pero es la supuesta “descalificación” que me atribuye la que responde a un rasgo congénito en el general Fontenla. NO VA A LAS FUENTES. De haberlo hecho habría observado, en primer lugar, que tal supuesta Fundación solo existe en su imaginación. Sí existe una publicación en inglés, The Volunteer, creada bajo el auspicio de aquellos veteranos y que hoy dirige el profesor Sebastiaan Faber, catedrático del Oberlin College, en Estados Unidos. Buen colega y amigo. Las fuentes que nuestro estimado general podría haber consultado, pero que no ha hecho, son las siguientes:
  4. En una entrevista en castellano, Faber introdujo aquella caracterización en un sentido Fue su traducción de “historiador de combate” que, de verterse literalmente al inglés,  puede inducir a error. Quizá el general Fontenla lo ignore. Por cierto que al citar del inglés es muy recomendable entender lo que se cita y verterlo en castellano, que no es necesariamente lo que puede decir el traductor de Google. Al general Fontenla me parece que le ha pasado lo que ya le ocurrió a Don Miguel Platón, ilustre periodista en papel de historiador, con la poultry girl del capitán Pollard, a que ya aludí en este blog. Me sirvió en algunos de mi posts para destapar su ignorancia profunda del idioma de Shakespeare. Con evidencias. Eso no quiere decir que el general Fontenla no lo chapurree e incluso que lo hable de forma más que aceptable. Lo ignoro.
  5. Para solaz y comprobación de los lectores, doy los vínculos: http://www.albavolunteer.org/2013/01/the-spanish-bloodlands-angel-vinas-warrior-historian/). Por si prefieren una versión en recio castellano cabe acudir a http://www.sinpermiso.info/textos/tierras-de-sangre-espaolas-ngel-vias-historiador-de-combate), página a la que se llega fácilmente desde la primera. No será posible decir que no sirvo en bandeja de plata la posibilidad de contrastar mi aseveración. La demostraré adicionalmente con unos cuantos ejemplos.
  6. Ahora hay que especular. ¿De dónde se habrá inventado nuestro estimado general tales infundios? No hay que buscar mucho. Del repetido trabajito de un profesor titular que, a su vez, interpreta mal lo que escribo. Pero, por desgracia, tal caracterización tampoco se encuentra en la fuente que aduce tal émulo malogrado de Ranke. Algo similar sí. Pero, siempre hay un pero, no se refiere a mí sino a la caracterización que yo hice del doctor Herbert R. Southworth, uno de mis mentores. La escribí en función de las alabanzas que le prodigó el profesor Pierre Vilar al comentar su obra sobre la destrucción de Guernica, tesis que defendió en la Sorbona. Un clásico. Una obra, por cierto, que he actualizado para destrozar sistemáticamente la reputación de un compañero del general Fontenla, solo que en el empleo superior, al que él no ha llegado, de general de división.
  7. No voy a citar a dicho profesor titular (de quien el profesor Alberto Reig hizo un personaje central en un libro titulado La crítica de la crítica. Inconsecuentes, insustanciales, impotentes, prepotentes y equidistantes). La cita que a mí se refiere la ha inventado. La original, relativa a Southworth, pueden encontrarla los lectores en http://www.sinpermiso.info/textos/la-destruccin-de-guernica-a-los-muertos-les-debemos-solo-la-verdad.

En este texto resumí mi consideración del historiador norteamericano, bête noire de Ricardo de la Cierva y, por ende, de casi todos los escribidores profranquistas. Bien o mal, siguiendo a Southworth, he tratado de avanzar las fronteras del conocimiento con base empírica. Como hizo él. Para lograrlo es preciso que concurran, como mínimo, tres factores: curiosidad insaciable, trabajo duro  y analítico (no del tipo del general Fontenla que se autoaplica) y fondos adecuados. Como en el caso de Southworth. Respecto al último punto, y que recuerde, en los últimos veinte años no he recibido ninguna ayuda financiera. Es más, cuando me la ofrecieron la rechacé (en la dirección y contribución a un libro sobre diplomáticos al servicio de la República y en el comisariado, el año pasado, de la exposición subsiguiente).  Así, pues, en ese sentido sí podría afirmarse que soy un historiador libre de toda consideración crematística, pero apasionado por mi labor (encima me divierte) y que lo he reflejado, mal o bien, en una serie de libros, siempre con referencias abundantes y observaciones críticas, de esas que fastidian a los criticados.

  1. Sospecho que nuestro autor tampoco habrá leído el volumen ya citado En el combate por la Historia. Fue un contrapeso a varias entradas en el Diccionario Biográfico Español, publicado por la RAH, y en particular a la de Francisco Franco, debida a la pluma del profesor Luis Suárez Fernández. Suscitaron un gran escándalo y tuvo como modesto resultado que, al menos, dicha entrada se revisara de la pluma de otro historiador. Por cierto, nuestro estimado general tampoco debe haber ojeado la sucinta bibliografía de la magna obra de Suárez, ya que se ha quedado detenido en la primera edición de su hagiografía de Franco publicada por la FNFF en 1984 y que, para el período de que trato en estos posts no la ha actualizado, aunque sí lo ha hecho en el volumen que versa sobre Franco y el III Reich.
  2. Faber me citó extensamente y una de mis afirmaciones la reproduzco tal cual: “No hay uno solo de los historiadores neoconservadores o neofranquistas que no manipule o distorsione la evidencia histórica. Lo que venden son mentiras descaradas (…) En España, los mitos propagados por el franquismo han sobrevivido, convenientemente actualizados, y se movilizan en los conflictos políticos de hoy”.  Este fue el guion de En el combate por la Historia (título tomado de Lucien Febvre y que no estoy seguro que sea de los autores leídos por el general Fontenla). Pues bien: No retiro ni una sola coma seis años más tarde. Al contrario, me reitero en tales afirmaciones tras haber escudriñado algunos mitos adicionales que rodean a SEJE. El que más debería llamar la atención de un militar es que durante la guerra civil Franco se aprovechó para forrarse el riñón, mientras sus soldados morían y sufrían en las trincheras y/o se desangraban en los hospitales. Quizá el general Fontenla considere que tal tipo de conducta es perfectamente compatible con el HONOR militar que tanto recuerda en su obra.

Desde luego, él no comete la incorrección de autoadscribirse a ninguna corriente historiográfica. No. Eso no.  Él, informa -orgulloso- a sus lectores, ha pergeñado “un estudio analítico (sic), que pretende ser independiente y objetivo (sic)”. Tal vez, pero el resultado no es el que dice. No lo es porque, en contra de lo que se pavonea, no emplea materiales de primera mano,  ni evidencias primarias, ni ha trabajado en archivos, ni ha buscado documentación o  fuentes poco conocidas o desconocidas, como solemos hacer los historiadores que no queremos repetir la cantilena que otros hayan tarareado a lo largo de la literatura precedente. Ni siquiera plantea un “estado de la cuestión”. Y no es objetivo, aunque no creo que el Ministerio de Defensa haya financiado su obra. Por eso no he puesto un (sic) a su afirmación. Tampoco creo que al basarse solo en literatura publicada la redacción le haya costado demasiado.

Él, en efecto, solo utiliza obras de algo más de 40 autores (incluidos el propio Franco y su primo hermano). Los títulos del autor que más cita (cinco) provienen de un exterrorista reconvertido, al que yo tengo el gusto de no mencionar jamás. Me deja asombrado que solo acuda al profesor Payne con una obra de 1968 tan conocida como Los militares y la política en la España contemporánea, un tanto dépassée, pero no a los coroneles Cardona o a  Puell de la Villa, que han escrito extensa e intensamente sobre el Ejército, la guerra civil y el franquismo. Quizá como historiador de temas numismáticos, no hay que pedirle que añada títulos de ciencia política, sociología, sicología social, etc. El Franco militar antes de, en y después de la guerra ha dado origen a una abundante literatura multidisciplinar pero en la que, de una u otra manera, casi siempre está presente la dimensión del uniforme.

El curare de sus dardos los reserva el general Fontenla para el coronel Carlos Blanco Escolá, a quien califica de autor incompetente -dice- de “una obra esperpéntica”, que no se molesta en rebatir bajo el científico argumento de que  “se suma de forma zafia a la corriente historicista de moda contraria a Franco, con todos los tópicos típicos, sin un mínimo análisis crítico”.  Produce cierta hilaridad que ese enfoque no se lo aplique tan distinguido general y que se lo atribuya, en cambio, a un periodista autor de otro libro sobre el genio militar de Franco de cuyo nombre no quiero acordarme.

(continuará)