De nuevo el caso Balmes: carta abierta a un amigo lector

22 julio, 2014 at 8:00 am

Como he dicho en este blog, y he defendido en todos y cada uno de mis libros, no creo que exista historia definitiva. He estado siempre en las antípodas de algunos historiadores pro-franquistas como, por ejemplo, Ricardo de la Cierva. Los historiadores podemos equivocarnos como todo el mundo. Nadie es ajeno al error, como ya previene un adagio clásico. Ahora bien, hay una distancia sideral entre equivocarse y engañar. Un servidor no engaña.

El caso Balmes, que ya ha surgido en este blog, es algo paradigmático para aproximarse al comportamiento real de Franco. Lo que la prensa de la época, y toda la historiografía subsiguiente, presentó como un accidente, no me parece que lo fuera en modo alguno. Se trató de un asesinato en toda regla que, en los términos del código penal y del código de justicia militar imperantes el 16 de julio de 1936, hubiera debido poner al posterior Caudillo en el sillón de los justiciables.

El asesinato se produjo en tiempo de paz y sin que ni siquiera se hubiera proclamado el estado de guerra (de manera ilegal e ilegítima) que cubrió con su tenue velo todos los desmanes y barbaridades a que se entregaron inmediatamente los sublevados en Canarias, Marruecos y allí donde triunfó la rebelión en la Península.

El “régimen del 18 de julio” nunca reconoció su origen ilegal e ilegítimo. Fundó en él su propia legitimidad. Todavía hoy pagamos las consecuencias.

Algún historiador (por ejemplo, Stanley G. Payne) se ha limitado a decir que no he ofrecido pruebas de que Franco ordenase el asesinato de Balmes. Es una argumentación indigna de un historiador como él. Los asesinatos, en general, no suelen ordenarse por escrito. Hay excepciones, pero el de Balmes no figura entre ellas. Argumenté y argumento que, mientras no se desmantelen los indicios que presenté (y otros que cualquier historiador puede allegar, por ejemplo siguiendo las pistas que dí), mi investigación tiene un altísimo grado de probabilidad. Afortunadamente, ya hay gente que está explorando en esa dirección.

Uno de los lectores de este blog, rastreando por el internet, ha encontrado –escribe- informaciones que “debilitan” mis tesis. Aduce, por ejemplo, que el Dragon Rapide tenía justificado el no volar al aeródromo de Los Rodeos porque en él había dificultades de aterrizaje. Yo señalé, por el contrario, que ir a Los Rodeos era lo más simple si de lo que se trataba era de sacar a Franco de Tenerife y llevarlo a Marruecos para que se pusiera al frente de la sublevación. La argumentación sobre los riesgos de Los Rodeos había sido ya utilizada por algunos historiadores pro-franquistas. Gracias a la inapreciable ayuda de mi primo hermano, expiloto, que voló cientos de veces a Los Rodeos en los años sesenta, dejé claro que, en su autorizada opinión, no era válida. Pues bien, el amable lector a quien me refiero la ha impugnado refiriéndose a unas declaraciones del director de LAPE (Líneas Aéreas Postales Españolas) en las que, al parecer, afirmaba la “peligrosidad” del aeródromo. Tales declaraciones se hicieron a principios de junio (supongo que en Madrid) a un periodista de La Gaceta de Tenerife y, según dice el lector a quien me refiero, no se publicaron hasta pocos días antes de la sublevación militar. Silencia que se trataba de un periódico de tendencia clerical y, si se me permite la expresión, “meapilista”.

No se identifica al autor de tales declaraciones. Mi primo hermano me ha aclarado quién era. Se llamaba César Gómez Lucía y no ha encontrado evidencia documental de que hubiese volado al citado aeropuerto. Según informaciones de internet, fue retirado de la dirección de LAPE en abril de 1936 y sustituído por el comandante Carlos Núñez Mazas, quien desempeñó un papel descollante en las FARE durante la guerra civil. Después de ésta Gómez Lucía fue director gerente de IBERIA. No podía ser un “rojo” peligroso. No ya en internet sino en los Anuales Militares de España que tengo en casa, los de 1934 y 1936, Gómez Lucía no estaba ya en activo, como aparece en el de 1927, que también tengo. En cualquier caso, las presuntas declaraciones de Gómez Lucía no coinciden con la realidad.

Que Los Rodeos fuese un campo de tierra no era un problema para el aterrizaje o despegue del Dragon Rapide, un avión pequeño y muy versátil sin problemas para operar en Tenerife. Respecto a las condiciones meteorológicas, que examiné detalladamente en mi investigación, es cierto que a veces hay en Los Rodeos viento fuerte del norte (turbulencia) y que también se forman nubes bajas (efecto niebla), pero esto es bien conocido, sin problemas irresolubles para la operación, excepto los retrasos que puedan ocasionarse. Al piloto, que no está sólo para operar con sol, se le exigía ya en 1936 cierto grado de pericia y buen criterio. El capitán Webb era un buen profesional y podría haber volado a Los Rodeos. La calificación de que se tratase de un aeródromo peligroso es excesiva. Casos complicados son La Palma (antigüa), Funchal, Guatemala, Bilbao con viento sur (amén de un largo etcétera), pero siempre se ha operado en ellos con la precaución y las limitaciones necesarias.  Si lo hubiera requerido el «plan de ruta» el Dragon Rapide hubiese aterrizado en Tenerife pero siendo obligado, de acuerdo con el plan trazado, acudir adónde iba a producirse un futuro entierro, ¿qué objeto tenía ir a Los Rodeos?

 

Franco no podía airear su plan y la prensa, controlada suavemente por los militares (luego por la fuerza) no hizo el menor hincapié en la posibilidad de que no fuera un accidente. Sus versiones inmediatas solo tenían que cubrir 24 horas. Sí conoció el plan el asesino –a quien el inmarcesible Caudillo siempre dispensó después un trato de favor que nadie ha explicado. También es probable que lo supiera el general Orgaz, residenciado en Las Palmas por el Gobierno y con quien es posible que  Franco hablase de las posibilidades en su visita a la capital grancanaria a finales de mayo. Al fin y al cabo, alguien expuso públicamente durante su transcurso cómo el Ejército podría oponerse a una revuelta izquierdista.  Orgaz, no lo olvidemos, también había tratado de contratar un avión del servicio postal de la Lufthansa (matrícula D-APOK, bautizado con el nombre de “Max von Müller”), por si el Dragon Rapide no acudía a tiempo.

 

Puestos a jugar al ratón y al gato, algo de lo que siempre disfruto cuando se trata de abordar los mitos franquistas, ¿quién me puso sobre la pista del asesino?. Pues un historiador proclive a mantenerlos. La encontré leyendo uno de los numerosos libros del académico de la Historia e insigne medievalista profesor Luis Suárez Fernández al cotejar una de sus habituales, ¿cómo llamarlas?, distorsiones. Si a estas horas no lo ha identificado habrá dado prueba de escasa sagacidad. Un colega y amigo mío, a quien ya he citado en este blog, tardó exactamente diez minutos en hacerlo tras leer las informaciones que ofrecí en mi investigación.

 

Laus Deo.