La chapuza del ministro García-Margallo y los archivos de Exteriores

11 febrero, 2014 at 2:48 pm

La decisión del ministro García-Margallo de trasladar al Archivo Histórico Nacional y al General de la Administración la documentación de su Ministerio dejará una mancha imborrable sobre su gestión. Los historiadores de las generaciones presentes y quizá de la futura se ocuparán de que no desaparezca fácilmente. Su golpe de audacia no tiene precedentes en la historia contemporánea de España. Rompe nítidamente una línea consolidada desde el fallecimiento del general Francisco Franco. Carece, que yo sepa, de paralelos en ningún país de Europa occidental en la forma imprevista y arbitraria en que se ha efectuado. La justificación de estas afirmaciones es la siguiente:

  1. Desde hace más de un siglo los archivos del Ministerio de Estado (luego de Asuntos Exteriores) han ocupado un lugar preferente en la atención de centenares de historiadores, españoles y extranjeros. Son tales historiadores quienes se han ocupado de trazar, con desigual fortuna, los avatares de la política exterior española y los altos y bajos de la relación política, económica, diplomática y cultural de España con el resto del mundo. Tras el cierre que impuso la dictadura franquista empezaron a reabrirse en 1976 gracias al esfuerzo del ministro Marcelino Oreja y del subsecretario, embajador José Joaquín Puig de la Bellacasa, quienes liberalizaron el acceso a la documentación  hasta finales de la segunda guerra mundial. Un proceder que les honra.
  2. Los ministros Fernando Morán y Francisco Fernández Ordóñez fueron más allá y abrieron, con excepciones temáticas perfectamente definidas y dictadas por motivos de seguridad nacional, el acceso a la documentación tras plazos de inconsultabilidad relativamente cortos: 25 años. En su momento, algunos funcionarios criticaron, de puertas adentro, esta generosidad. Hoy observamos que un Estado como el británico, que se enorgullece a justo título de su historia, ya ha introducido ese mismo plazo para una gran cantidad de documentos. Los de relaciones exteriores se sitúan, según los casos,  en torno a los treinta (o cincuenta o setenta y cinco) años. En Estados Unidos, quizá el país más abierto, es posible acceder gracias a una ley de libertad de Información a documentación incluso sensible tras plazos bastante reducidos. Siempre con excepciones, definidas por ley.
  3. Gracias a esa liberalidad en el acceso que acordaron Morán y Fernández Ordóñez los historiadores hemos podido cruzar documentación española y extranjera para identificar cómo fue desarrollándose la política exterior española al igual que las percepciones foráneas sobre ella y/o abordar la situación interior durante los oscuros años de la guerra civil y de la dictadura tal y como la veían los representantes extranjeros.
  4. El acceso es igualmente posible para todos esos años en los archivos franceses y alemanes, donde ya empiezan a abrirse los documentos correspondientes a la transición. Recientemente la prensa ha informado de la consultabilidad de las actas de las reuniones de los Consejos de Ministros británicos de 1984. Naturalmente, para los interesados en nuestra política exterior española las percepciones y decisiones extranjeras son importantes pero no obvian la conveniencia de conocer las perspectivas españolas. En cualquier caso, la apertura de los archivos foráneos crea un círculo virtuoso.
  5. Romper la posibilidad de entrecruzar documentación extranjera y española es el resultado objetivo de la decisión del señor García-Margallo, quizá en la ingenua creencia de que así se impiden  que salgan a la luz los esqueletos (es decir, las bobadas y tonterías –y a veces algo más- de Franco, ministros y altos funcionarios durante la dictadura).  Al menos durante algún tiempo. Así que, nada perezoso, dispuso que los archivos históricos, al parecer hasta 1980, saliesen fuera del Ministerio.
  6. Esto no es solo una labor logística, como ocurre con el traslado de los enseres de los miembros del servicio exterior cuando se trasladan a destinos fuera de España. Tiene implicaciones muy serias. Sorprende que los asesores del señor ministro (salvo que no sean de la Casa) hayan hecho caso omiso de lo que ello significa. Ciertamente no podría pedírseles que tuviesen experiencia o conocimientos sobre cómo se preparó la emigración de los archivos diplomáticos del Quai d´Orsay al nuevo centro de documentación en La Courneuve en los alrededores de París. O cómo funciona el sistema de consulta de los documentos diplomáticos rusos en Moscú, custodiados en un depósito fuera de la capital. O la forma en que en los Archivos Nacionales británicos se trata la documentación del Foreign Office. Con todo, al señor ministro no pueden haberle faltado oportunidades de enterarse. Un par de instrucciones en demanda de información, de esas que tan bien sabe preparar la Secretaría General Técnica, le hubieran ahorrado las maldiciones que, me temo, recaerán sobre su nombre en el futuro.

Continuará.

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