Más sobre el primer asesinato de Franco
Hace unos años publiqué en La conspiración del general Franco un análisis en el que demostré que las versiones habituales de que Franco se decidió a participar en la sublevación del 18 de julio después de la muerte violenta de Calvo Sotelo no son correctas. En mi opinión se decidió un mes antes y su viaje a Marruecos, vía Las Palmas, tuvo que ver con la posibilidad de coronar con éxito, como así ocurrió, su primera operación subversiva: el asesinato por uno de sus hombres de confianza del general Amado Balmes, jefe de la guarnición de Gran Canaria.
La Fundación Nacional Francisco Franco se rió de mi. En las redes algún que otro franquista recalcitrante me puso como chupa de dómine. Gajes del oficio. En aquel libro cité, de pasada, el nombre de quién consideré posible ejecutor. No lo identifiqué como tal pero supongo que no despisté a ningún historiador militar. Un amigo mío gran conocedor de la represión, Francisco Espinosa, acertó con el nombre en cinco minutos. No planteé un problema insoluble. Ríe mejor quien ríe el último.
En este post voy a dar alguna pista adicional. Ya saben mis lectores que lo que hay detrás de los hechos se averigua, a veces, con lo que se encuentra en los archivos. Pues bien, otro amigo mío, rastreando por uno de ellos, poco visitado, ha tenido la amabilidad de enviarme un documento que confirma mis sospechas.
La persona en cuestión fue objeto de un trato favorable por parte de Franco hasta límites inauditos que nunca se explicaron pero que siempre sorprendieron a sus compañeros de armas. Esta sorpresa, además, tuvo consecuencias. No las relaciono con los informes que el SIPM circuló sobre él y que no fueron precisamente muy positivos. El hecho es que hubo de abandonar el Ejército. La mano protectora de Franco volvió a extenderse sobre él y no tardó en encontrar acomodo en otro sector de la inmensa burocracia de nuevo cuño que creó la dictadura. Su puesto no tuvo nada que ver con aspectos militares. Un hombre para todo.
Ahora bien, lo que se desprende del nuevo documento es que tampoco brilló demasiado en él. Los arrostrados historiadores parafranquistas que bucean en los papeles de Franco a lo mejor lo encuentran. No está clasificado ni se consideró tampoco secreto. Fue, simplemente, una nota –sin firma- elevada al Caudillo, Generalísimo, Jefe del Estado, presidente del Gobierno y Jefe Nacional de FET y de las JONS. No la tiró a la papelera.
El informante señaló que la gestión de aquel caballero era ineficaz. Nadie le hacía caso en los Ministerios con los que debía relacionarse. Su cargo era inoperante. Aspiraba a otro que mencionó, pero que me callo. Hablaba mal de uno de los generales (no demasiado amigo de Franco) que, según él, le había perseguido con saña. Lo atribuyó a motivos que no aparecen en el expediente del caso. Me atrevo a señalar que esto no es de por sí sospechoso. ¡Cuántos documentos ocultan motivos espurios!. Lo que sí es sospechoso que el mencionado caballero se atribuyera conocimientos de economía y que por eso deseaba ocupar algún cargo que le permitiera contar en el futuro con los haberes pasivos de general. Todavía no había cumplido sesenta años y no disponía de otros recursos que su modesto retiro por lo que vivía con grandes privaciones. Era “Vieja Guardia” y su lealtad al Caudillo le haría llegar hasta los mayores sacrificios.
Este es el texto de la nota, expuesto de forma indirecta. La última frase podría, en puridad, haber rezado que dicha lealtad “ya se la había hecho llegar”. A lo mejor incluso lo decía así. Es impensable que Franco no se acordara de él. Habían transcurrido poco más de veinte años desde la eliminación de Balmes y esta es una de esas cosas que difícilmente se olvidan. El caballero en cuestión, según las informaciones publicadas en el diario ABC, había ido a ver a Franco al Pardo en varias ocasiones por aquellas fechas. No sabemos, claro, si Franco recordaría los informes del SIPM. En cualquier caso para nuestra argumentación la nota que nos sirve de apoyo para este post es suficientemente explicativa.
Los lectores se preguntarán. ¿Y qué hizo Franco? Pues lo normal. Le concedió otro puesto mucho más importante que el que tenía y parecido al que deseaba. Eso sí, para su desempeño no se necesitaban conocimientos de economía. Bastaba una fidelidad a toda prueba. Ya cuando estaba en ese puesto el hijo de una persona que le conoció me ha contado que solía explicar que Franco le estaba agradecido porque había contribuído a evitar que algunos malvados secuestraran a Doña Carmen Polo. Así explicaba la protección de que disfrutaba. Franco le reiteró años después, no muchos, su confianza y le concedió un puesto similar en otro lugar.
Lo que dicho caballero hizo el 16 de julio (dejar fuera de combate al general Balmes siguiendo instrucciones de Franco) representa dos cosas: la fecha en la que el comandante general de Canarias cruzó el Rubicón (tres días después de la muerte violenta de Calvo Sotelo pero la eliminación de Balmes obviamente la había planeado antes) y la culminación de una operación encubierta en la que ningún historiador franquista ha querido meter la nariz. La sublevación militar empezó, pues, el 16 de julio y la inició Franco. Un mérito sin duda el de adelantarse a Mola y a los conspiradores del Ejército de Marruecos pero que caía dentro de la categoría de asesinato, mondo y lirondo, en los términos del Código Penal entonces vigente.
Espero que los historiadores franquistas, con estos pequeños datos adicionales, no tengan dificultad en identificar el nombre de aquel caballero y que salgan briosos a la palestra a defender el dudoso honor de Franco.