Negrín y Cataluña (I)
Ángel Viñas
En la Biblioteca Central de la Universidad de Valencia se ha estado exhibiendo una exposición sobre la biblioteca particular que Juan Negrín conservó en París, ciudad en la que vivió de 1946 a 1956 tras su regreso de Londres. La selección de los libros que integran la exposición ha corrido a cargo del profesor Salvador Albiñana, que ha procurado representar en ella los múltiples intereses intelectuales del polifacético hombre de Estado. No es este el momento de abordar los significados de los libros representados, entre los que abundan varios de los publicados por la famosa Editorial España que Negrín fundó junto con Luis Araquistaín y Julio Álvarez del Vayo a finales de los años veinte. Sí quiero señalar que, para celebrar el cierre de la exposición, la Universidad de Valencia me había invitado el pasado mes de mayo a dar una conferencia conmemorativa. Cumplí el encargo y elegí como tema de la misma la relación que Negrín tuvo con Cataluña durante la guerra civil. La conferencia se publicará, espero, en la red de la Universidad. Sin embargo, teniendo en cuenta que el contenido podría interesar tal vez a los amables lectores que me hacen el honor de seguir este blog, y el hecho de que el tema catalán haya ocupado un lugar central en la política y discusiones del presente, voy a tratar de ampliarla, siquiera sea un pelín, en este y en los próximos posts. Innecesario es señalar que tanto una como otros se aferran a la máxima que aspiro a poner en términos operativos de que la historia no se escribe con mitos. Ni para la derecha, ni para la izquierda. Todavía no he podido, ni querido, apearme del burro de que los valores de la Ilustración siguen teniendo vigencia, incluso en estos tiempos de mentiras, fake news y populismos baratos. En el presente post recordaré algunos rasgos de Juan Negrín que me parecen imprescindibles para comprender los siguientes.
El catedrático de Fisiología de la Universidad Central profesor Juan Negrín López empezó a entrar en la historia política de España con su afiliación al PSOE en abril de 1929. Confirmó su entrada, con letras algo mayores, cuando fue elegido diputado a las Cortes constituyentes por la circunscripción de Las Palmas en junio de 1931. Dio un salto cualitativo en 1936 al asumir en la guerra civil la cartera de Hacienda. Llegó a su cota más alta al convertirse en mayo de 1937 en presidente del Consejo de Ministros. Encarnó la legalidad republicana en el exilio hasta 1945, cuando una conspiración de corte palaciego le precipitó en el abismo. En 1946 fue expulsado del PSOE, con tres docenas de sus compañeros, en circunstancias poco claras. Murió en París, en el exilio, en 1956. En la casa en que habitó el Ayuntamiento parisino colocó una placa conmemorativa que refleja este hecho. El 4 de febrero de 2008 me correspondió el honor de presenciar el acto en compañía de su nieta Carmen Negrín, del embajador de España Francisco Villar, del presidente de la Fundación Juan Negrín de Las Palmas, José A. Medina y de Gabriel Jackson, entre muchos otros.
No ha habido político alguno en el siglo XX más denostado y vilipendiado que Negrín. Lo fue por compañeros de su propio partido. Lo fue por representantes de un amplio abanico de fuerzas políticas que abarcan desde franquistas y neofranquistas a anarcosindicalistas, desde ciertos sectores comunistas a los trotskistas o semitrotskistas. Desde liberales de pro a gentes e intelectuales sin partido. Es más, lo fue durante muchos, muchos años. Sin embargo, y tras un largo silencio, en julio de 2008, en el 37 Congreso Federal del PSOE, fue rehabilitado con todos los honores y readmitido a la militancia a título póstumo junto con los compañeros que con él fueron expulsados. Carmen Negrín recogió el carnet que así lo atestiguaba.
Los archivos que su nieta donó en parte, digitalizados, al Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca y en su totalidad, digitalizados y en papel a la Fundación que lleva el nombre del político canario a Las Palmas de Gran Canaria, constituyen una fuente inagotable de información. Está por ver si la familia de su gran contrincante, el general Francisco Franco, hace lo propio con los papeles que, al parecer, nunca llegaron a la FNFF. Por lo demás no deja de tener bemoles que los papeles de Stalin sean hoy consultables en Moscú, incluso en lo que se refiere a los aspectos más sórdidos de su dictadura y no los de su homólogo español. Paradojas…
Toda una pléyade de historiadores, españoles y extranjeros (empezando por Juan Marichal, Manuel Tuñón de Lara, Ricardo Miralles, Enrique Moradiellos, Josep Puigsech, Herbert R. Southworth, Paul Preston, Helen Graham, Gabriel Jackson y un largo etcétera entre quienes también figura servidor) han defendido a Negrín. Todos se han batido a lo largo del tiempo contra una tradición que encabezaron las grandes luminarias de la historiografía franquista desde sus comienzos y que en el extranjero abanderó Burnett Bolloten, tras abandonar sus veleidades procomunistas. En esta línea le han seguido con denuedo Stanley G. Payne y numerosos historiadores de lengua inglesa, francesa y alemana. No puedo dejar de mencionar al gran prohombre, mitógrafo y encendido valedor de SEJE que fue Ricardo de la Cierva, de quien algo diremos en un próximo libro que he escrito con varios colegas.
La historiografía basada en fuentes primarias ha dado un mentís a los detractores de Negrín. Como ya señaló el New York Times en un artículo necrológico, el catedrático de Fisiología y expresidente del Consejo de Ministros nunca tuvo nada que temer de la historia.
En esta serie de posts me centraré solo en un aspecto de su compleja personalidad: los rasgos esenciales de su relación con Cataluña durante la guerra civil. En ella manifestó un patriotismo sin mácula y una voluntad de resistencia que no tuvieron sus críticos.
Es más que verosímil que este patriotismo fuese debido a la conjunción de dos factores ambientales: el primero su condición de canario alejado de la Península en su niñez, juventud y adolescencia; el segundo, su larga estancia en el extranjero, en la Alemania guillermina, a la que llegó para estudiar medicina cuando era un chavalito de 14 años. Fue en Alemania donde se doctoró en Medicina, se casó con una joven de origen ruso y empezó su vida profesional, empezando como tantos otros -incluso servidor- a trabajar como ayudante en la Universidad.
En resumidas cuentas: la formación académica, profesional y humana de Negrín tuvo lugar en el extranjero. Polifacético, políglota y científico, es un caso absolutamente único, por lo que sé, entre los presidentes del Gobierno españoles. Tampoco, todo hay que decirlo, eran frecuentes tales características entre sus colegas extranjeros de la época. Para introducir el tema de esta serie me parece imprescindible hacer una breve presentación de los comienzos de su carrera política.
En la primera legislatura republicana, de 1931 a 1933, Negrín no tuvo ningún cargo parlamentario de relieve. Fue elegido como uno de los cinco miembros de la comisión directiva del grupo socialista. Representó al PSOE en las comisiones de Estado, Hacienda y Presupuestos.
Su adscripción a tales comisiones se explica fácilmente. Hablaba idiomas, varios y bien. Su fuerte eran el alemán y el francés, pero también se manejaba en inglés, en italiano y en ruso. Más tarde aprendió, mejor o peor, otros. Su curiosidad lingüística fue insaciable. Parece obvio que en las circunstancias de los años treinta en España, esto era algo más que notable. Que formara parte de la comisión de lo que en la actualidad se denomina de Asuntos Exteriores resultaba lógico. También había estudiado Economía, sin llegar a graduarse. Esto no era tan raro como pudo parecer durante muchos años en España. La universidad alemana de la época se guiaba por los principios que había enunciado Humboldt. Los estudiantes gozaban de plena libertad para configurar su plan de estudio aunque es verosímil que el de Medicina se atuviera a un patrón preciso. Dado el carácter de las enseñanzas de Economía en la Alemania de su época, Negrín tuvo que sumergirse por fuerza en la historia económica, la hacienda pública y la sociología. Siempre con un sesgo historicista, que era absolutamente dominante. Su incorporación a la comisión de Hacienda también era lógico. Y, naturalmente, en un partido como el socialista de aquella época en el cual sus exponentes más notorios eran juristas, un diputado como él podía desempeñar también un papel importante en la comisión de Presupuestos. En esta, aparte de los temas propios, se veían otros como los de la sanidad y educación para los cuales el flamante diputado canario estaba más que cualificado. No participó en la limitada Comisión Mixta del Estatuto de Cataluña ni en la de Traspasos de competencias a la Generalitat, pero sí cabe suponer que un diputado disciplinado, trabajador, sistemático y con gran capacidad de análisis tomaría plena conciencia de los desiderata catalanes y, en general, de la problemática de la inserción de la Generalitat y sus futuras competencias en el marco jurídico y político general de España.
Negrín logró labrarse en las Cortes republicanas una buena reputación en los ámbitos de su competencia profesional. Viajó por diversos países, participó en reuniones internacionales y estableció contactos con políticos y correligionarios extranjeros. En particular, con los franceses. Su amistad con figuras relevantes de entre los socialistas del país vecino, sobre todo con Vincent Auriol y Jules Moch, data de aquellos años. Tuvo consecuencias para su gestión política ulterior e incluso para la evolución de la española en los años sucesivos.
(Continuará)