FRANCO,  DE HÉROE A FIGURA DE CÓMIC: UN NUEVO LIBRO (y II)

26 abril, 2022 at 8:30 am

ANGEL VIÑAS

Lamento la interrupción de este blog. Salvo un par de días en que mi mujer y servidor nos hemos dedicado a corretear por los bosques que rodean Bruselas, no he parado de trabajar. Tenía muchos cometidos que no admitían espera. Algunos de ellos han aparecido en otras publicaciones, un libro que saldrá en 2023 ya está enviado a la editorial y el que, con dos colegas, aparecerá a mediados de junio está casi listo para la imprenta. Este blog, que me lleva mucho tiempo, ha tenido que esperar. Lo siento.

Franco, de héroe a figura cómica de la cultura contemporánea’,
Matilde Eiroa San Francisco. Tirant Humanidades, 2022

En el post precedente inicié un canto laudatorio al último libro de la profesora Matilde Eiroa. No entré en su análisis. Es muy recomendable tanto para los lectores que crean saber mucho de Franco como para los que quieran empezar a saberlo. A ambos grupos les son aplicables las siguientes razones, creo que extremadamente adictivas en cada caso:

  1. El primer capítulo cubre un tercio del libro y es el que probablemente más interese a los lectores no especializados pero que, como servidor, ya son talluditos. Les hará recordar las oleadas de mezclas, en proporciones varias, de babas e incienso que durante la dictadura se vertieron sobre tan excelsa figura. Se encontrarán, de nuevo, con personajes como Arrarás, Millán Astray, Giménez Caballero, Beneyto, Bolín, Guerra Campos, Pemán, entre muchos otros aduladores con escaso sentimiento del pudor y de la vergüenza De todos ellos hay una lista en la p. 55.
  • También observarán la paulatina transformación de los mitos primigenios a medida que la dictadura se estabilizaba y daba paso a una pre-versión de las loas, hoy de nuevo frecuentes, de Franco como fundador (raras veces señalando que muy a pesar suyo) de la España moderna. En ocasiones con un tonillo de nostalgia: “le debemos tanto”, “vivíamos tan bien”, “fue una época de tal placidez” y con su “representación” ad hoc como “abuelito de la PATRIA”. Todo ello en un proceso de creciente “humanización” de su inmortal figura, porque las pasadas exacciones del “César” habían servido para algo muy positivo. Creó una España que ya contaba en el mundo (subtexto: no como ahora).
  • A los lectores menos talluditos podrá interesarles en particular, quizá, el segundo capítulo. Las argumentaciones se hacen más modernas. No en vano durante dicho período, hasta finales del siglo XX, convivieron o cohabitaron, pero no se tocaron, los ditirambos hagiográficos (que ya empezaban a pasar de moda) con las visiones de esos, para algunos, aguafiestas que somos los historiadores y que nos empeñamos en derribar símbolos, reputaciones, estatuas, etc. en vez de continuar babeando, como si la grandeza de SEJE no fuera algo incontestable y siempre inmarcesible. Así, por un lado, Matilde Eiroa contrapone egregias figuras del porte de Manuel Aznar (abuelito de Don José María), Ricardo de la Cierva, Fernando Vizcaíno Casas y otros que ya están en la Gloria, regocijándose junto con su alabado en la paz del Señor, y las instituciones que ya despuntaban además de los viejunos órganos de prensa y propaganda que no tardaron en reconvertirse (ABC) o perecieron (Pueblo, Ya, El Alcázar). Enfrente, la ristra de historiadores, españoles y extranjeros, que ya sin mordaza empezaron a olisquear dentro de la armadura propagandística con la que periódicos y revistas, el cine, la radio y, sobre todo,  la tele lo habían rodeado. En este capítulo ya vamos acercándonos a la actualidad.
  • ¡Ay! El paso del tiempo y la historia no perdonan. El tercer capítulo nos presenta una decididamente controvertida imagen de Franco en los comienzos del presente siglo. Surge de cara a una generación que no había vivido para nada en la, por tantos y tan sabios, algodonada dictadura. Con el CIS y las encuestas de opinión por delante, entró en acción el derrumbamiento de los símbolos materiales, intelectuales, literarios del “supermán” que fue. Siempre en pugna con quienes apelaban todavía a los admiradores, viejos y nuevos, de la grandeza pasada. Un Franco, por así decir “aculturizado” de acuerdo con las nuevas tendencias de la moda y un pelín en contra de los empeñados en derrumbar su imagen. Matilde espiga lo más granado de entre unos y otros. Hay varios amigos míos y algún personaje a quien a mi no se me ha ocurrido nunca mencionar ni en pintura. Las películas, las series de televisión, las novelas llevadas a la pantalla son ya fundamentales en la pugna dialéctica entre unos y otros durante este período.
  • Pero es, en mi opinión, el último y cuarto capítulo el que me ha proporcionada más delicias. Matilde Eiroa tiene una larga trayectoria como escudriñadora del mundo del internet. Ha escrito mucho y muy bien sobre esta nueva dimensión: la blogosfera, las redes sociales, los impactos, las controversias y las dificultades de aprehensión de la “realidad” virtual. Aquí brilla en todo su esplendor el entorno digital del mito y del antimito de Franco. Es así, porque las técnicas informativas y de manipulación que ese mundo alberga permiten los más variados despropósitos y, a la vez, constituyen armas nada desdeñables para su combate. ¿Quién, en el cscalón más elemental, no ha ido a buscar lo que no sabe o lo que no recuerda en, por ejemplo, Wikipedia? A quienes no podemos desplazarnos, y hemos sido millones y millones, a archivos, bibliotecas, Facultades o a hablar con amigos y colegas, Wikipedia -a pesar de todas sus limitaciones- se ha convertido en un instrumento insustituible. Matilde da ejemplos de controversias, reacciones, informaciones, memes y contramemes que harán, sin duda, las delicias de innumerables lectores. Ciertamente de quien esto escribe.
  • A la lectura de este libro, que recomiendo vivamente y que a partir de ahora lo tendré casi de cabecera (es un decir), uno se pregunta si quedará espacio en el futuro para historiadores que han aprendido el oficio con los instrumentos tradicionales. No porque hayan desaparecido los reflejos de las acciones o representaciones pasadas, no, si estas han quedado guardadas en archivos, en master drives que puedan leerse con las tecnologías más avanzadas del futuro que sin duda llegarán. Me pregunto si no diluirán las decisiones de quienes cuentan a la hora de tomar decisiones que cambian, o pueden cambiar, nuestras vidas porque si no se reflejan con consistencia e insistencia ¡es tan fácil no dejar huellas! Sobre todo para quienes pueden borrar su paso por los corredores del poder y el ejercicio de las palancas correspondientes.
  • Con buen criterio, Matilde Eiroa se adentra por terrenos más seguros. A la hora actual es difícil discrepar de su conclusión, a la que ha ido aproximándose tras casi 300 páginas de texto, de que Franco “ha pasado de estar representado como un ser extraordinario (…) a un comodín utilizado como herramienta del humor para simbolizar situaciones ridículas, anacrónicas, irrisorias y objeto de la crítica mordaz”. Sí, pero para quienes seguimos aferrados a la EPRE de los tiempos pasados, esa nueva “representación” debe ir de la mano de la que no lo es, como actor transparente, en virtud de sus actos, de una de las más sangrientas y sórdidas dictaduras de la historia de España. En cualquier caso, no se pierdan el libro de Matilde.

Se reirán, mucho. También, en ocasiones, llorarán. Quizá lleguen a la conclusión de eso que cualquier tiempo pasado fue mejor no es cierto. En realidad, nunca lo fue. Y, si no, que se lo pregunten a los habitantes de Gernika. Hoy no cabe olvidar de que se cumple el 85 aniversario de su bombardeo por la aviación nazi-fascista al servicio de aquel general que no hemos olvidado. He publicado en InfoLibre una miniserie de articulitos para que no decaiga el recuerdo en una fecha casi redonda. A ella me remito. 

FRANCO, DE HÉROE A FIGURA DE CÓMIC: UN NUEVO LIBRO (I)

5 abril, 2022 at 8:30 am

ANGEL VIÑAS

No es exagerado afirmar que Franco, un militar mediocre y bastante inculto, ha sido elevado a lo largo de los últimos ochenta años a figura cumbre de la historia de España. En comparación, a veces, con los de los tiempos de los Reyes Católicos, de Carlos I y de la conquista de medio mundo. Los “pelotas” de turno, hoy un poco de capa caída, llegaron a compararlo a egregias figuras de la historia universal. En ello no hicieron ninguna cosa hispanamente  estrafalaria: copiaron alabanzas del tipo que se dirigieron a Hitler: “el líder militar más glorioso de todos los tiempos” (para los chistosos “Gröfaz” – “Grösster Feldherr aller Zeiten”)  fue una de las más socorridas.

Ya en 1976, es decir, desde que en la práctica se suspendió la censura (“consulta previa”, de los tiempos no menos gloriosos del profesor Manuel Fraga Iribarne, uno de los fundadores de AP, hoy PP) llegó el Tío Paco con las rebajas. Los archivos extranjeros fueron abriéndose. Después los españoles. Los biógrafos continuaron su labor desmitificadora. Uno de los primeros fue el profesor Paul Preston, que recibió por sus desvelos los improperios más desvergonzados de los residuos franquistas españoles. Siguieron otros. Para mí, uno de los más interesantes fue el dúo que formaron el profesor Stanley G. Payne y el exCEDADE Jesús Palacios. Lograron penetrar en los inmarcesibles círculos de los descendientes del excelso líder y consiguieron que la Señora Duquesa de Franco les hablara bien, muy bien, de su papá. Lamentablemente no parece que obtuvieran acceso a los fondos documentales que, insinuaron, guardaba la familia y que no parece que sean los que conserva celosamente la FNFF.

Así que los historiadores molientes y corrientes hemos seguido haciendo lo que solemos hacer, faltos como estamos de imaginación: buscar papeles en los archivos consultables. No sé si debo decir que me cabe el honor (otros hablarán de “deshonor”) de haber contribuido a bajar un pelín de su pedestal al “Alejandro Magno” español. En los últimos años me he entretenido en echar un vistazo al expediente de su juicio contradictorio para que se le concediera la Cruz Laureada de San Fernando. ¿El motivo? Su “heroica” participación en un semiolvidado combate en tierras próximas a Ceuta en 1916. Hizo todo lo que pudo. Mintió todo lo que pudo, pero no la consiguió.

A mí no me extrañó. Ya habíamos demostrado (un primo hermano expiloto y un patólogo eminente, ambos fallecidos) y servidor lo que estuvo dispuesto a hacer para no correr el menor riesgo en su sublevación en Canarias. Cargarse, por persona interpuesta eso sí, a su compañero y supuesto amigo, el jefe de la guarnición de Las Palmas. O desfigurar todo lo posible, para autoenaltecerse, su papel auténtico en la “conspi” de 1936. O hacerse con una fortunita durante la guerra y la posguerra. O importar, para consumo interno, las ventajas inherentes a la aplicación del Führerprinzip (que servidor denominó, con cierta guasa, Francoprinzip).  O mostrar, con documentación, que el genio de Franco se aplicó con intensidad a demorar el plan de estabilización y liberalización de 1959, que eminentes autores siguen calificando, dale que te pego, como uno de los grandes triunfos de la rutilante estrella en el cielo de España que fue el “Caudillo”.

Todo esto, no lo oculto, son migajillas históricas. Hay que recogerlas, encuadrarlas, desmenuzarlas es un relato consistente. En él deberán presentarse los gloriosos triunfos que atribuyen a Franco sus corifeos y seguidores y su reducción a niveles mucho más modestos, que al fin y al cabo es la función de los historiadores.

Este tipo de reflexiones fue lo que me atrajo del manuscrito de una amiga y colega que trataba de poner en blanco y negro el alfa y el omega, la cruz y la media luna, los ditirambos y los exabruptos reciclados en favor o en contra de la persona sin duda más importante de una buena mitad del siglo XX español.

La profesora de la Universidad Carlos III de Madrid Matilde Eiroa San Francisco, en un libro reciente, que me ha cabido el honor de prologar, ha pasado revista a los elogios y a los dicterios o, si se quiere, a la imagen cambiante de Francisco Franco en la historia, la literatura, el cine, etc, incluidos los memes que ahora tanto abundan.

‘Franco, de héroe a figura cómica de la cultura contemporánea’,
Matilde Eiroa San Francisco. Tirant Humanidades, 2022

La idea me pareció magnífica. Más que hacer una disección, generalmente aburrida, de los tergiversados “hechos” y “glorias”, en los que participó (siempre descolladamente) Su Excelencia el Jefe del Estado (SEJE, para abreviar), la autora se ha concentrado en sus “representaciones”. Este es un término que ha entrado en la historiografía que se hace en nuestros días. Los “hechos” importan, desde luego y mucho. Pero una cultura de la imagen, de las redes, de los conductos por los que transitan imágenes o afirmaciones hipersimplificadas de los hombres y mujeres que hacen o sufren la historia necesita también de una aproximación histórica.

Esta tarea no se había hecho tan profundamente como ahora y es lógico que la haya acometido una de las mayores y mejores especialistas españolas en el estudio de contenidos históricos en materia de generación y propagación de “Vorstellungen” (representaciones). Las propias de la cultura de la imagen y de lo abreviado en que comulgan las presentes generaciones.

Reconozco que servidor no ha logrado desprenderse de la atracción de los archivos ni de los resultados de las técnicas de identificación de residuos arqueológicos. Son los que abundan en esas fosas del olvido que algunos prominentes políticos de la derecha y de la extrema derecha quieren, a su vez, que vuelvan a olvidarse.  No puedo afirmar, pues, que sea un especialista de la imagen, cultural o no.

Pues bien, en la turbamulta de libros que siguen publicándose sobre los años oscuros, o distorsionados, de la historia patria, obras como las de Matilde Eiroa son más que bienvenidas. Cumplen, en mi opinión, cuatro funciones:

  • Destilar los contenidos de los continentes que transitan por las redes
  • Aproximar dichos contenidos a la contundencia de las afirmaciones o tesis históricas constatadas por las evidencias primarias de época
  • Fundamentar un relato fácilmente absorbible por las jóvenes generaciones
  • Contribuir al acercamiento de los resultados de la historia que escribimos los historiadores a su exposición gráfica y breve, pero no por ello menos rotunda

No es un enfoque fácil ni sencillo. Implica tener un conocimiento exhaustivo de la literatura existente sobre Franco y su época. También el haber contribuido a deshacer los mitos que aún la tiñen. Finalmente, es preciso atenerse a los principios básicos de todo relato histórico: examinar la consistencia interna de las piezas de información examinadas y relacionarlas con su contexto.

Matilde Eiroa no es solo una buena historiadora. Es también una historiadora amable que no convierte en vituperios muchas de las afirmaciones o ditirambos “históricos”, que se han dirigido a quien algunos denominan “el regeneracionista” más notable que ha tenido España en un par de siglos. Normal: al fin y al cabo se le calificó también de “predestinado por Dios”, se le rodeó de incienso y, no hay que olvidarlo, se le acostumbró a moverse bajo palios.

(continuará)

Por razones de calendario y del intenso trabajo a que estoy sometido este blog no se reanudará hasta el 26 de abril. Lamento la interrupción.