UN ANÁLISIS ACERBO, EN LAS LIBRERÍAS BRÍTÁNICAS, DE QUIENES LOGRARON SACAR AL REINO UNIDO DE LA UE (II)
ANGEL VIÑAS
Tras mi primera semana de vacaciones en casi tres años he regresado a Bruselas cargado de libros. No sé si llegaré a leerlos por completo, aunque todos son -creo- muy interesantes. En el caso del Brexit, objeto de este post, hay ya naturalmente una abundante literatura. No es sorprendente. Para algunos autores tiene la potencialidad de convertirse en un paralelo en el siglo XXI de las políticas de Enrique VIII que llevaron a la ruptura con Roma e iniciaron un giro copernicano en la relación de Inglaterra con el resto de Europa. Como todavía dichas políticas son objeto de agrias controversias historiográficas, y eso que ocurrieron en el siglo XVI, es de suponer que el Brexit también lo será durante, al menos, algunos centenios.
Por el momento, casi ninguno de los ángulos desde los cuales se ha examinado el Brexit hasta ahora ha sido objeto de una historia basada en fuentes internas, es decir, restringidas a los círculos del Gobierno y de la Administración. Las que hay se han basado en documentos públicos y en declaraciones más o menos interesadas, a veces para ajustar cuentas. En el mercado coexisten, pues, obras tortuosas, con frecuencia de difícil lectura, escritas por especialistas en la UE, junto con relatos más ligeros, adaptados a las necesidades de conocimiento del público general. Estas suelen ser obras de periodistas. Algunos muy bien informados. Otros, menos.
Uno de los libros más recientes y que ha recibido elogiosos comentarios es el escrito por Simon Kuper, uno de los redactores del Financial Times, y cuyos artículos siempre he encontrado estimulantes. Su título ya advierte de lo que se trata: Chums. How a Tiny Caste of Oxford Tories Took Over the UK. En traducción libre: Amiguetes. De cómo un pequeño grupito de conservadores que estudiaron en Oxford se hizo con el poder en el Reino Unido.
Es un libro de un periodista británico, exestudiante de Oxford, y escrito esencialmente para el público británico. Una eventual versión al castellano debería llevar numerosas notas a pie de página del traductor. Modismos, giros, personajes y episodios ligados a la famosa Universidad no tienen réplica en otras del continente. Tampoco su función secular de protección de los mecanismos de selección -o de cooptación- de estudiantes procedentes de una clase social determinada. Son mecanismos encaminados a mantener un cierto monopolio de acceso a las alturas dominantes de la sociedad. Kuper se refiere al Oxford que todavía existía en los años ochenta del pasado siglo, cuando su papel estribaba en dar un barniz peculiar a los hijos (entonces pocas hijas) de la nobleza de la sangre, de la tierra, de la toga, de la política o de las finanzas -y a los de las clases adineradas y pudientes- que procedían de colegios privados carísimos e hiperselectivos y destinados a reproducir, ya adultos, los modos de ejercicio del poder político, económico, jurídico, militar y diplomático. Un caso único en relación con otras sociedades avanzadas y que echa raíces en la peculiar historia británica.
Para un lector poco familiarizado con los sistemas de la época la enseñanza que se impartía le parecerá absurda. Los canales esenciales ponían el énfasis en los autores clásicos griegos y romanos o en una mezcolanza de rudimentos en tres materias: philosophy, politics, economics. Se embalaban en tres años en el llamado PEP (lo que no permitía conocer sino cuatro cosas de cada). También se enfatiza la Historia, pero esencialmente la inglesa (británica, después) con énfasis en la forja y control del IMPERIO y en los hombres (no mujeres, por favor) que lo hicieron posible.
Por supuesto no se trataba de aprender nada en profundidad. Lo que se aspiraba a lograr era otra cosa: en primer lugar, desarrollar, sobre los basamentos de las restrictivas escuelas secundarias privadas, una cierta forma de hablar y de exponer lo que con seguridad y aplomo, se conociera bien o mal de lo que se discurseaba; (en román paladino, desarrollar hasta límites insospechados la capacidad de abordar cualquier tema con la suficiente labia); hacer contactos que serían útiles en la vida profesional ulterior y salir con fortuna de aprietos difíciles como si no costara trabajo. Es decir: aprender la forma y manera de dar el pego en cualquier situación. Todo ello en medio de una “guerra” larvada entre los retoños de las “aristocracias” y los de las ambicionas “clases medias altas”. Se dirimía en un contexto en el que participar -o ascender- en el club de debates que era, y es, la Unión de Oxford iba afilando los colmillos, los puñales, los trucos saduceos de la Cámara de los Comunes, cuyo remedo era. Solo que sin el menor poder. Una escuela sinigual para futuros políticos y que en los años ochenta ya no habían pasado por la experiencia de exposición a otras clases sociales, como había ocurrido en las dos guerras mundiales.
Kuper conoce otros sistemas educativos (estudió en Países Bajos y Berlín) y señala con acierto que el inglés no podía ser más diferente. En España, en cierta medida, se copió (perdón, se importó) lo más fácil y sencillo de su antítesis: el francés. En primer lugar, la acumulación de conocimientos; en segundo la memorización como mecanismo de selección (oposiciones); en tercer lugar, la diferenciación por carreras administrativas (no son lo mismo las oposiciones a los grandes cuerpos jurídicos, económicos y diplomáticos del Estado -escalafonados por grados de dificultad- que las que permiten el acceso a los cuerpos subalternos).
Pues bien, en el Oxford que existía en los años ochenta en los que Kuper fue también estudiante el autor de este libro coincidió con un grupito de estudiantes de características similares. Todos eran miembros del partido conservador o próximos a él; todos tenían una seguridad en sí mismos a prueba de bomba; todos se interesaban por la política; todos aspiraban a ocupar las cúpulas del Estado; todos carecían del sentido del ridículo y todos consideraban que su Inglaterra (Reino Unido para los demás) era el mejor país del mundo. Irrepetible, pero desgraciadamente contaminado por otros sistemas, en particular los continentales.
Numerosos especímenes de su misma cuerda alcanzaron tales cúpulas antes que ellos. Más pragmáticos o más avispados, hicieron causa común en torno a quien llegaría a ser su jefe y portavoz, David Cameron. Quienes terminaron abogando por el Brexit quisieron diferenciarse de los europeos en todo lo posible. En el Reino Unido su casta había mandado siempre. No los de allende el canal. Si la entrada en la CEE se había celebrado como un éxito, solo posible porque De Gaulle (que se había batido los cuartos con Churchill y los tories de su generación y los conocía bien) había dejado el poder Ni Cameron ni sus boys querían salir de la ya Unión Europea. Querían permanecer en ella en una situación sui generis y oponerse a su profundización. El camino ya lo había mostrado, al final, Margaret Thatcher. Había que despejarlo y hacerlo avanzar. Con seguridad, desparpajo, de nuevo mucha labia y argumentos algo más que falibles. Arrastraron, por diversas razones, a una mayoría de la población que acudió al referéndum, engañada por distorsiones que eran grotescas entonces y que siguen siéndolo hoy en día.
Lo que ha hecho Kuper, con gracia y las necesarias dosis de sutileza, es examinar la interacción entre el peculiar ecosistema de la Universidad de Oxford con un pequeño grupo, forjado en los escarceos estudiantiles de loa años ochenta, para llegar al poder. ¿Para qué? Para dar un giro copernicano, con argumentos espurios, e implantar visiones si no de un nuevo Imperio británico sí de un Estado con el cual campear en la escena internacional sin trabas ni cortapisas, aunque sin poder superar el papel de segundones del primo hermano norteamericano.
Una reseña del libro, hecha por una autora francesa, se encuentra en https://www.ft.com/content/ce9c0387-89d3-407e-b50e-bcf127f7a292