DOÑA ESPERANZA AGUIRRE Y SU VISIÓN DE LA HISTORIA
Ángel Viñas
El XL aniversario del 20-N ha dejado tras de sí una pequeña resaca. Limitándome al plano historiográfico quizá merezca la pena resaltar afirmaciones de uno de los personajes más combativos de nuestra nada ejemplar vida pública. Ignora lo que los españoles hemos podido ir aprendiendo sobre nuestra historia a pesar de las dificultades que ha interpuesto su propio partido.
Como personaje público Doña Esperanza Aguirre no necesita presentación. Sí como historiadora. En mi último libro no resistí a la tentación de poner como ejemplo de sus fantasías un artículo suyo en ABC («La República», 28 de enero de 2013). Lo considero de referencia obligada para horquillar debidamente a su autora. Casi tres años más tarde ha aprovechado el rifirrafe en el Ayuntamiento de Madrid sobre el cambio de nombres de calles que recuerdan al franquismo, a sus héroes y a algunos de sus valedores intelectuales. Es un tema que no comentaré. Sí resaltaré la consistencia y persistencia de sus opiniones históricas.
Los socialistas -dice, pero podría también incluir a la izquierda en general- «pretenden explicar la guerra civil como una guerra entre buenos y malos«. Esta caracterización es abusiva y se aplica mejor al franquismo (lea la autora al vate por excelencia de la «Cruzada» que fue José María Pemán. Su poema «La bestia y el ángel» no es de los que se olvidan fácilmente).
Recordemos, además, que los historiadores franquistas disfrutaron de casi cuarenta hermosos años para distorsionar a su gusto la interpretación de la contienda. El hiriente calificativo se aplicaba sin excepción a los contrarios.
Por contra, los historiadores no franquistas hemos puesto de relieve desde la transición hacia la democracia -si no antes, jugando con la censura, perdón «consulta previa», Manuel Fraga dixit) que aquella dicotomía siempre fue falsa. De aquí la proliferación de estudios detallados sobre las características de la sublevación militar y la connivencia que a la misma prestaron ciertas fuerzas civiles, de buen grado o por salvar la piel. En consonancia con las instrucciones reservadas del general Emilio Mola para el golpe de Estado. De acuerdo, también, con la estrategia desestabilizadora por parte de un sector de las derechas, en particular las monárquicas. Para su eterna vergüenza no tuvieron reparo alguno en comenzar a preparar la militarada a los pocos días de las elecciones que dieron la victoria a la coalición electoral del Frente Popular. Y con la ayuda de la Italia fascista por si había que abordar una «guerrita». Al frente un trío con muchos resabios: José Calvo Sotelo («protomártir»), Antonio Goicoechea (gobernador del Banco de España), Pedro Sainz Rodríguez (ministro).
Doña Esperanza Aguirre tiene tantos frentes políticos que cubrir que quizá carezca de tiempo para leer. Solo a ella podría ocurrírsele decir que los socialistas, o las izquierdas, pensaran «que la II República fue un régimen idílico». Pues no. Ninguno de los estudios solventes llevados a cabo en democracia muestran que lo hubiera sido. La discusión se centra en la determinación del balance de responsabilidades entre quienes querían desagarrotar la economía y sociedad españolas y quienes querían evitarlo en la mayor medida posible. Quizá tan insigne política podría enviar algún propio a los archivos nacionales de París y Londres para que le fotocopiaran los despachos que en su momento remitieron a sus capitales los embajadores francés y británico. O leer de pasada algunas de las obras que los han utilizado. Me permito sugerirle que eche un vistazo a la, hoy por hoy, última historia de la II República que ha publicado, con gran éxito, la pasada primavera la editorial Pasado&Presente.
Leo con estupor, incredulidad, desasosiego, molestia y, en cierta medida, repugnancia que la tan celebrada dirigente política pueda escribir (blogs.elconfidencial.com/espana/mirada-libre/2015-11-30/las-calles-de-madrid_1109607/) que la versión «socialista» implica que «el franquismo fue impuesto a la fuerza a todos los españoles».
Supongo que no piensa en los derrotados en la guerra civil porque en este caso tal aseveración sería, simplemente, una mentira. Pero si, por azar, pensara en los vencedores, parece que tampoco está muy enterada de las «molestias» que el franquismo ocasionó a una parte sensible de los mismos. De extracción aristócrata, debería estar familiarizada con las razones (dinásticas y otras) que promovieron un sordo resquemor desde el glorioso día de la VICTORIA entre un sector monárquico y la dictadura franco-fascista. Los dos tomos de memorias de, por ejemplo, Sainz Rodríguez, mejorarían sus conocimientos históricos. Hay incluso otros trabajos sobre el tema de los que podría aprender cosas que, sin duda, no figuraban en el temario de las oposiciones que hizo al Cuerpo de Técnicos de Información y Turismo.
Tampoco entiendo muy bien a qué se refiere Doña Esperanza Aguirre cuando afirma que, en la Transición, la oposición antifranquista sabía «que el pasado no se puede variar y que eran estériles los intentos de cambiar el resultado de la guerra civil».
Es obvio que el pasado no se puede variar. Que yo sepa nadie lo intenta, salvo algún que otro novelista. Puedo recomendarle leer a tal efecto una obra de ciencia-ficción referida a la guerra civil americana que, a la vez, le permitiría ampliar su gran dominio del inglés al que se hablaba en la época en los estados secesionistas (The Guns of the South, de Harry Turtledove). Lo que sí varía es la interpretación del pasado. A ningún historiador genuino podría ocasionarle problemas epistemológicos tal afirmación. Profesionalmente es lo que pone, en general, en práctica. Cuando, además, aborda un dato preciso (como es el resultado de una guerra) lo que escribe Doña Esperanza Aguirre denota una cierta confusión. Lo que sí varía es la interpretación de cómo se llegó a ese resultado.
Ahora bien, un personaje público que fue ministra de Educación y está, al parecer, tan empapada de cultura británica no ignorará uno de esos dichos que se encuentra en una obra literaria que, por lo general, forma parte del curriculum en las escuelas inglesas de secundaria. Se debe a George Orwell: «He who controls the past controls the future. He who controls the present controls the past«. Figura en su famosísima novela, profundamente antiestalinista, 1984.
Ahora bien, lo cierto es que tal dicho podría aplicarse, en gran medida, al partido en que ella milita. Para controlar el futuro hay que controlar el pasado. Pero, ojo, y esto tiene cierta importancia para la primera tarea, ante todo hay que controlar el presente. Y dado que el PP lo ha controlado hasta cierto punto en estos últimos cuatro años, ¿qué ha hecho?. Al menos dos cosas. La primera fue paralizar la aplicación de la denominada Ley de Memoria Histórica, aprobada en buena y debida forma por el Parlamento (desde luego, con el voto en contra de tal partido) pero que ha seguido formando parte del ordenamiento jurídico español al no haber sido derogada (opción que podría haber seguido el PP teniendo en cuenta su mayoría parlamentaria en la, afortunadamente, hoy finalizada legislatura). La segunda cosa ha consistido en paralizar la desclasificación de un lote de, por lo menos, diez mil documentos relacionados con la guerra civil y la posguerra que dejó a punto de caramelo la antecesora de su distinguido compañero y amigo, el saliente ministro de Defensa, Don Pedro Morenés.
Dado el temor, miedo o pavor a que puedan agitarse los esqueletos que aún estén colgando en los armarios todavía no desinfectados que preservan centenares de miles de documentos sobre la guerra y el franquismo es obvio que los historiadores y un estimable porcentaje de la sociedad civil tienen un largo trabajo por delante para destripar el funcionamiento y resultados de la dictadura franquista. A lo mejor controlando (conociendo) el pasado podremos controlar (anticipar) mejor el futuro. Vuelvo a 1984 y a otra de sus imperecederas máximas: «Ignorance is strength«. O, lo que es lo mismo, mantener a la ciudadanía en la ignorancia da fuerza. Cuanto más ilota, mejor.
PS: He leído en la prensa que el librito en inglés que cantaba los logros de la expresidenta de la Comunidad de Madrid, y al que ya me referí hace unas cuantas semanas, parece que va a ser revisado. Sus editores afirman que se han atenido a los contenidos curriculares. ¿Presenciaremos la constrastación del aforismo orwelliano? No hay nada mejor como controlar el presente para controlar el futuro. Tal vez incluso el de tan distinguida historiadora.