DOÑA ESPERANZA AGUIRRE Y SU VISIÓN DE LA HISTORIA

8 diciembre, 2015 at 8:30 am

Ángel Viñas

El XL aniversario del 20-N ha dejado tras de sí una pequeña resaca. Limitándome al plano historiográfico quizá merezca la pena resaltar afirmaciones de uno de los personajes más combativos de nuestra nada ejemplar vida pública. Ignora lo que los españoles hemos podido ir aprendiendo sobre nuestra historia a pesar de las dificultades que ha interpuesto su propio partido.

Esperanza aguirre blogComo personaje público Doña Esperanza Aguirre no necesita presentación. Sí como historiadora. En mi último libro no resistí a la tentación de poner como ejemplo de sus fantasías un artículo suyo en ABC («La República», 28 de enero de 2013). Lo considero de referencia obligada para horquillar debidamente a su autora. Casi tres años más tarde ha aprovechado el rifirrafe en el Ayuntamiento de Madrid sobre el cambio de nombres de calles que recuerdan al franquismo, a sus héroes y a algunos de sus valedores intelectuales. Es un tema que no comentaré. Sí resaltaré la consistencia y persistencia de sus opiniones históricas.

Los socialistas -dice, pero podría también incluir a la izquierda en general- «pretenden explicar la guerra civil como una guerra entre buenos y malos«. Esta caracterización es abusiva y se aplica mejor al franquismo (lea la autora al vate por excelencia de la «Cruzada» que fue José María Pemán. Su poema «La bestia y el ángel» no es de los que se olvidan fácilmente).

Recordemos, además, que los historiadores franquistas disfrutaron de casi cuarenta hermosos años para distorsionar a su gusto la interpretación de la contienda. El hiriente calificativo se aplicaba sin excepción a los contrarios.

Por contra, los historiadores no franquistas hemos puesto de relieve desde la transición hacia la democracia -si no antes, jugando con la censura, perdón «consulta previa», Manuel Fraga dixit) que aquella dicotomía siempre fue falsa. De aquí la proliferación de estudios detallados sobre las características de la sublevación militar y la connivencia que a la misma prestaron ciertas fuerzas civiles, de buen grado o por salvar la piel. En consonancia con las instrucciones reservadas del general Emilio Mola para el golpe de Estado. De acuerdo, también, con la estrategia desestabilizadora por parte de un sector de las derechas, en particular las monárquicas. Para su eterna vergüenza no tuvieron reparo alguno en comenzar a preparar la militarada a los pocos días de las elecciones que dieron la victoria a la coalición electoral del Frente Popular. Y con la ayuda de la Italia fascista por si había que abordar una «guerrita». Al frente un trío con muchos resabios: José Calvo Sotelo («protomártir»), Antonio Goicoechea (gobernador del Banco de España), Pedro Sainz Rodríguez (ministro).

Doña Esperanza Aguirre tiene tantos frentes políticos que cubrir que quizá carezca de tiempo para leer. Solo a ella podría ocurrírsele decir que los socialistas, o las izquierdas, pensaran «que la II República fue un régimen idílico». Pues no. Ninguno de los estudios solventes llevados a cabo en democracia muestran que lo hubiera sido. La discusión se centra en la determinación del balance de responsabilidades entre quienes querían desagarrotar la economía y sociedad españolas y quienes querían evitarlo en la mayor medida posible. Quizá tan insigne política podría enviar algún propio a los archivos nacionales de París y Londres para que le fotocopiaran los despachos que en su momento remitieron a sus capitales los embajadores francés y británico. O leer de pasada algunas de las obras que los han utilizado. Me permito sugerirle que eche un vistazo a la, hoy por hoy, última historia de la II República que ha publicado, con gran éxito, la pasada primavera la editorial Pasado&Presente.

Leo con estupor, incredulidad, desasosiego, molestia y, en cierta medida, repugnancia que la tan celebrada dirigente política pueda escribir (blogs.elconfidencial.com/espana/mirada-libre/2015-11-30/las-calles-de-madrid_1109607/) que la versión «socialista» implica que «el franquismo fue impuesto a la fuerza a todos los españoles».

Supongo que no piensa en los derrotados en la guerra civil porque en este caso tal aseveración sería, simplemente, una mentira. Pero si, por azar, pensara en los vencedores, parece que tampoco está muy enterada de las «molestias» que el franquismo ocasionó a una parte sensible de los mismos. De extracción aristócrata, debería estar familiarizada con las razones (dinásticas y otras) que promovieron un sordo resquemor desde el glorioso día de la VICTORIA entre un sector monárquico y la dictadura franco-fascista. Los dos tomos de memorias de, por ejemplo, Sainz Rodríguez, mejorarían sus conocimientos históricos. Hay incluso otros trabajos sobre el tema de los que podría aprender cosas que, sin duda, no figuraban en el temario de las oposiciones que hizo al Cuerpo de Técnicos de Información y Turismo.

Tampoco entiendo muy bien a qué se refiere Doña Esperanza Aguirre cuando afirma que, en la Transición, la oposición antifranquista sabía «que el pasado no se puede variar y que eran estériles los intentos de cambiar el resultado de la guerra civil».

Es obvio que el pasado no se puede variar. Que yo sepa nadie lo intenta, salvo algún que otro novelista. Puedo recomendarle leer a tal efecto una obra de ciencia-ficción referida a la guerra civil americana que, a la vez, le permitiría ampliar su gran dominio del inglés al que se hablaba en la época en los estados secesionistas (The Guns of the South, de Harry Turtledove). Lo que sí varía es la interpretación del pasado. A ningún historiador genuino podría ocasionarle problemas epistemológicos tal afirmación. Profesionalmente es lo que pone, en general, en práctica. Cuando, además, aborda un dato preciso (como es el resultado de una guerra) lo que escribe Doña Esperanza Aguirre denota una cierta confusión. Lo que sí varía es la interpretación de cómo se llegó a ese resultado.

Ahora bien, un personaje público que fue ministra de Educación y está, al parecer, tan empapada de cultura británica no ignorará uno de esos dichos que se encuentra en una obra literaria que, por lo general, forma parte del curriculum en las escuelas inglesas de secundaria. Se debe a George Orwell: «He who controls the past controls the future. He who controls the present controls the past«. Figura en su famosísima novela, profundamente antiestalinista, 1984.

Ahora bien, lo cierto es que tal dicho podría aplicarse, en gran medida, al partido en que ella milita. Para controlar el futuro hay que controlar el pasado. Pero, ojo, y esto tiene cierta importancia para la primera tarea, ante todo hay que controlar el presente. Y dado que el PP lo ha controlado hasta cierto punto en estos últimos cuatro años, ¿qué ha hecho?. Al menos dos cosas. La primera fue paralizar la aplicación de la denominada Ley de Memoria Histórica, aprobada en buena y debida forma por el Parlamento (desde luego, con el voto en contra de tal partido) pero que ha seguido formando parte del ordenamiento jurídico español al no haber sido derogada (opción que podría haber seguido el PP teniendo en cuenta su mayoría parlamentaria en la, afortunadamente, hoy finalizada legislatura). La segunda cosa ha consistido en paralizar la desclasificación de un lote de, por lo menos, diez mil documentos relacionados con la guerra civil y la posguerra que dejó a punto de caramelo la antecesora de su distinguido compañero y amigo, el saliente ministro de Defensa, Don Pedro Morenés.

Dado el temor, miedo o pavor a que puedan agitarse los esqueletos que aún estén colgando en los armarios todavía no desinfectados que preservan centenares de miles de documentos sobre la guerra y el franquismo es obvio que los historiadores y un estimable porcentaje de la sociedad civil tienen un largo trabajo por delante para destripar el funcionamiento y resultados de la dictadura franquista. A lo mejor controlando (conociendo) el pasado podremos controlar (anticipar) mejor el futuro. Vuelvo a 1984 y a otra de sus imperecederas máximas: «Ignorance is strength«. O, lo que es lo mismo, mantener a la ciudadanía en la ignorancia da fuerza. Cuanto más ilota, mejor.

PS: He leído en la prensa que el librito en inglés que cantaba los logros de la expresidenta de la Comunidad de Madrid, y al que ya me referí hace unas cuantas semanas, parece que va a ser revisado. Sus editores afirman que se han atenido a los contenidos curriculares. ¿Presenciaremos la constrastación del aforismo orwelliano? No hay nada mejor como controlar el presente para controlar el futuro. Tal vez incluso el de tan distinguida historiadora.

¿Influir en tiernas conciencias a la mayor gloria de…?

13 octubre, 2015 at 8:30 am

En el último post me hice eco de una noticia acerca de la aparición de un manualito para los alumnos de 6º curso de primaria en la Comunidad de Madrid. Ha despertado la indignación de varias asociaciones de padres. Mi librero me lo ha enviado. Tiene 103 páginas. La inversión es de 26 euros. Supera en la relación dimensión/precio a buen número de libros para la Universidad. Como los escolares a que va destinado suelen tener en torno a los 11 años preveo que a los padres les aguardan todavía desembolsos nada desdeñables. Una vez que los alumnos lo hayan digerido pasarán al 1º de ESO con la base adquirida. Aquí me propongo decir algunas palabras sobre esa base «histórica». También mis dos hijos pasaron por un nivel similar, aunque no en la Comunidad de Madrid.

EspeEl manualito se descompone en cuatro partes: España moderna y actual, su geografía, la Unión Europea y geografía de Europa. La autora parece ser de lengua inglesa y lo ha redactado, también en inglés, sobre una idea de colegas de su misma expresión lingüística. [Como vivo en Bélgica soy muy susceptible en esta materia]. Han sido ayudadas por un equipo español. Lo han publicado dos editoriales, Macmillan y Edelvives.

Las objeciones de las asociaciones de padres se han dirigido contra el contenido relacionado con la historia de España. La descripción del manual se remonta preceptivamente hasta los tiempos de Carlos IV y llega hasta nuestros días.

Concentrar el siglo XIX y casi el primer tercio del XX en media docena de páginas, ampliamente ilustradas, es toda una proeza. No lo es en modo alguno lo que se afirma de la guerra civil y de la dictadura. De la primera casi nada. Empezó y terminó. Se omite toda referencia a sus causas (quizá una discusión en torno a una mesa de café). Hay dos apostillas ulteriores. De la segunda se afirma que, eso sí, lo fue y que metió en la cárcel a unas 26.000 personas por sus ideas políticas. No identificadas. Esto es todo lo que hay sobre la represión. También se pasó mucha hambre (la autora utiliza el fuerte término de «starvation«) paliada, supongo que quiere insinuar, por el racionamiento. La transición se despacha en cuatro líneas. Se lee, eso sí, que se abrieron las cárceles y que se disolvió la policía secreta. Menos mal. ¿Qué haría ese tipo de policía? Rien de rien.

De los grandes literatos españoles solo se mencionan dos nombres: Pérez Galdós y Baroja. Son preceptivos. Poner a García Lorca o a Antonio Machado no es obligatorio. Tampoco a alguna mujer. Como genios de la pintura aparecen Salvador Dalí y Picasso, que «se consideraba a sí mismo como comunista«. Menos mal. Una docena de líneas se refieren al País Vasco y la guerra. Los vascos recibieron ayuda extranjera ¿cual, please? Y a otra cosa mariposa.

Cinco páginas describen la arquitectura política española. Una se dedica al Reino Unido con un párrafo a Francia. Solo se mencionan a los dos monarcas y a Adolfo Suárez. A este se le otorga un recuadro con una docena de líneas. Para que los infantes salgan con ideas bien puestas se les exponen fotografías de cuatro ministros de Educación: Pilar del Castillo, Esperanza Aguirre, Mariano Rajoy e Ignacio Wert. Todos ellos, como es de todos bien sabido, han dejado una huella profunda, ¿y perenne?, en la historia de la educación española.

La más bonita del libro es, con gran diferencia, la página 94. Tiene tres recuadros. El primero se dedica a la guerra de la independencia. El segundo a la civil. Traduzco este:

«Madrid fue atacada continuamente por los nacionales durante los tres años de guerra civil entre 1936 y 1939. Tuvo ayuda de tropas rusas (sic) así como de comunistas, anarquistas y socialistas alemanes y británicos (sic). También de anarquistas aragoneses. Los nacionales contaron con la ayuda de tropas italianas y alemanas enviadas por Mussolini y Hitler. No fueron suficientes para capturar Madrid. Los nacionales también atacaron Guadalajara pero los republicanos los derrotaron de nuevo. Finalmente el desacuerdo (sic) entre el Ejército republicano y los anarquistas (sic) permitió a las tropas nacionales entrar en la ciudad el 27 de marzo de 1939«.

¿Qué revisores españoles son responsables de tamañas burradas?

El tercer recuadro me ha inspirado la elipsis del título de este post:

«Esperanza Aguirre, presidenta del Partido Popular en Madrid desde 2004, es una figura política clave. Fue la primera mujer presidente del Senado y titular de Educación, Cultura y Deportes. En realidad, ha tenido muchos cargos durante su carrera política. Antes de ser presidenta de Madrid fue senadora también por Madrid tras obtener 1,55 millones de votos. Es decir, un 50 por ciento del total. Estableció un record ininterrumpido en términos de los votos recibidos por una persona. Durante su mandato como presidenta de Madrid construyó ocho hospitales y más de 88 escuelas públicas, muchas de las cuales son bilingües».

Preguntas:

1. ¿Es aceptable que un librito como este sea el texto recomendado para el último curso de enseñanza primaria en la Comunidad de Madrid?

2. ¿Dónde leerán sus criaturitas alguna línea de lo que ha sido la historia de España desde la dimisión de Adolfo Suárez? Han transcurrido unos añitos.

3. ¿No tienen derecho los pequeños madrileños a saber algo más de la España de nuestros días? ¿O se deja para la ESO donde se empieza con Atapuerca?

4. ¿Qué responsabilidad tienen los revisores y, sobre todo, las editoriales a la hora de producir este bodrio nada inmune a los errores, insinuaciones y omisiones?

5. ¿Por qué no se ha encargado a un autor español que redacte un texto menos basura y se traduzca después al inglés?

6. ¿Quién ha tomado la decisión de hacer la pelota de manera tan descarada a la Excma. Sra. Doña Esperanza Aguirre?

7. ¿Se conoce alguna declaración de la «expresidenta de Madrid» distanciándose de tan burdas alabanzas? O, colateralmente, ¿tiene alguna brizna de vergüenza torera, ella que ama tanto las corridas?

A mí me ha dado cierto apuro leer el manualito y recuerdo que el marco general del currículum lo establece el MECD, pero que lo desarrollan las comunidades autónomas que tienen competencias en Educación (se da la paradoja de que el territorio en el que el MECD las tiene plenas se reduce a Ceuta y Melilla). No comment adicional, por favor. Para la Comunidad de Madrid, lo único que pide dicho currículum en lo que se refiere a la España contemporánea es lo siguiente:

«17. Sitúa cronológicamente los períodos de la República, la Guerra Civil y el franquismo.

18. Conoce algunas fechas importantes de la actual democracia: la Constitución Española (1978), la incorporación de España a la Comunidad Económica Europea (1986) y la sustitución de la peseta por el euro como moneda corriente (2002)«.

No veo ninguna referencia a la necesidad de meter el nombre de la Excma. Sra. Doña Esperanza Aguirre ni de sus predecesores, todos eminentes políticos del PP o próximos al mismo (el inolvidable caso de Wert no puede eludirse), en las tiernas conciencias de los niñitos madrileños.

¿Creerán los autores, editores y responsables educativos que con tan endebles palitos será posible armar, en la época del internet del futuro, una concepción primaria eficaz de la historia de España en la mente de los jóvenes madrileños? Ja, ja, ja.