Franco, ejemplo de diplomacia y ‘savoir-faire’ internacional: ¿émulo para Vox? (I)

3 noviembre, 2020 at 8:30 am

ÁNGEL VIÑAS

El grotesco aprovechamiento del “oro de Moscú” por parte de la dictadura daría para muchos posts. Me temo que el glosarlo acabaría con la paciencia de muchos de los amables lectores. Este post aparece el mismo día de las elecciones presidenciales en Estados Unidos y, por supuesto, sin saber los resultados. Así que voy a dar un salto mortal en el trapecio sin red de protección y citaré un ejemplo del comportamiento de Franco con el famoso oro que anticipa el de Trump en algunos temas de política internacional para lidiar con los cuales bien se necesita un conocimiento mínimo. El que pongo ahora como ilustración se inspira en las profundas reflexiones de VOX sobre el posicionamiento de la España a la que aspira en el marco europeo y extraeuropeo. Me inclino, desde luego, ante el neologismo “iberoesfera” una invención que deja en mantillas a la Hispanidad e Hispanoamérica. Siempre hay imaginación para crear de la nada nuevos conceptos, aunque lo que representen estén más vacíos que una caja de bombones a la puerta de un colegio tras la salida de los alumnos.

En noviembre de 1956 el hijo del Dr. Juan Negrín entregó al cónsul general de España en París unos papeles que había conservado celosamente su padre relacionados con el “oro de Moscú”. Lo hizo, según todos los indicios, queriendo interpretar el deseo de este tal y como se lo había comunicado un gran amigo del fallecido. Se trataba de un exministro de Justicia en uno de los Gobiernos Negrin llamado Mariano Ansó. Muchos años después publicó una especie de autobiografía (“Yo fui ministro de Negrín”) cuyo título ha despertado la hilaridad de algunos de los avezados aguiluchos de las versiones de extrema derecha sobrela República y la guerra civil. Pocos han sido quienes las han impugnado. Servidor sí lo ha hecho y precisamente con el oro.

Para comprender la inmensa y sobrecogedora genialidad de Franco hay que tener en cuenta que partidarios de los sublevados agazapados en Madrid los mantuvieron bastante informados, casi desde el primer momento, de lo que pasaba con el oro. También conocieron los envíos a Francia y a la URSS. No se ignoró que la operación en Moscú estuvo centrada en la venta del metal amarillo. Incluso copias de algunas de las órdenes al efecto cayeron en manos del espionaje franquista. Los informantes fueron muchos, pero entre ellos destacan uno de los miembros del Consejo General del Banco de España, que se pasó con armas y bagajes, y otro que fue el director del Centro Oficial de Contratación de Moneda del mismo banco. Se llamaba Manuel Arburúa de la Miyar y posteriormente llegó a ser subsecretario y ministro de Comercio de Franco. Un hombre absolutamente clave en la política económica y comercial exterior del franquismo y, por cierto, muy inteligente.

Todo lo que Franco dijo del oro, y fue mucho, hasta 1956 hay que pasarlo por este tamiz de informaciones previas. Consciente del valor de la propaganda y de la desinformación que sus paladines habian aprendido de, entre otros, el maestro Goebbels, Franco se las apañó para desparramar la especie de que muchas de las exportaciones de oro de la URSS, sobre todo en la guerra fría, se habían hecho gracias al “oro español”. Como de esto no tenía ni la más mínima información fiable, hay que suponer que la dictadura se lo inventó, como se inventó tantas otras cosas a su mayor gloria y para el escarnio de sus adversarios.

Las cosas cambiaron en diciembre de 1956. A finales de año la muy gubernamental Oficina de Información Diplomática del MAE hizo público el inmortal mensaje que

“tras laboriosas gestiones realizadas en el extranjero a lo largo del año (…) ha sido recuperada la documentación original que resguarda el depósito de las reservas de oro del Banco de España, constituído en febrero de 1937. La familia del doctor Negrín y algunos españoles de su intimidad han colaborado eficazmente a esta recuperación. La documentación de referencia da al Gobierno español la base jurídica para pedir la devolución de ese depósito que alcanza, como es sabido, una cantidad muy elevada”

Como los pseudohistoriadores de VOX saben muy bien, para que una mentira tenga el efecto deseable tiene que contener algún grano de verdad. El problema para el historiador es siempre identificar lo verdadero y, seguidamente, lo falso. En este caso de toda falsedad.

¿Qué había de verdadero en el cuento de la lechera anterior? Lo único fueron los puntos siguientes:  las gestiones (no se indicó de qué naturaleza); la recuperación de la documentación original (no se indicó en qué consistía) y la referencia a la familia. Para despistar se insinuó que el número de españoles de la intimidad de Negrín fueron varios (es decir, al menos, dos). Y nada más. Todo lo demás consistió en disparar con fuego de artificio. Precisemos.

Sobre las gestiones: fueron la ocupación del eminente abogado del Estado Antonio Melchor de las Heras, que llevaba asesorando al MAE en las tareas de recuperación de activos españoles en el exterior. A veces se le identifica como “asesor jurídico” del MAE, pero solo lo fue, que sepamos, en el sentido indicado. En ningún momento, Melchor de las Heras (que debía estar al tanto de un montón de trapos sucios) fue el Asesor Jurídico o, para ser más exactos, jefe o miembro de la Asesoría Jurídica Internacional del Ministerio.

Sobre la naturaleza de las gestiones: consistieron en camelar por todos los medios posibles e imposibles a una (solo una) persona amiga de Negrín. Con sus altos y con sus bajos. Aprovechando que Negrín había empezado a escribir unas memorias de las que se han conservado dos capítulos (uno referido al envío del oro a Moscú y otro al asesinato de Andreu Nin por la NKVD soviética en junio de 1937).  El español “de la intimidad de Negrín” fue, como lo consignó en sus propias memorias, Mariano Ansó.

La fecha de constitución del depósito: no hubo error. Fue a principios de febrero de 1937. Exactamente el día 5. Servidor la dio a conocer, con el correspondiente análisis técnico-económico y financiero así como su evolución ulterior, en un libro publicado en 1976, pero ya antes había aparecido en alguna obra a la mayor gloria de Franco y, naturalmente, desfigurada por completo.

De esta noticia de la OID, aparentemente nada ambigua, hizo un gran alboroto la sumisa prensa española del momento, sometida a una censura estrictamente de guerra y manipulada desde el Ministerio de (Des)información y Turismo. Este alboroto lo recogió la prensa internacional que se apresuró a hacer sesudos  – y totalmente inexactos- comentarios. Los diplomáticos en puesto en España echaron su cuarto a espadas de cara a sus respectivas capitales y, como es su oficio, añadieron sus correspondientes observaciones que, por lo que sabemos, no dieron en el clavo.

Todo ello echó leña, rociada con gasolina, al fuego de las desavenencias entre los líderes del exilio republicano, probablemente uno de los objetivos que Franco, “el pillín”, tenía en mente desde el principio. Sobre Negrín recayeron los más negros y duros dicterios, que los embajadores españoles en el exterior repercutieron en sus despachos y telegramas al MAE. Habría que escribir algo con cierta extensión (servidor solo lo hizo para algunos casos) sobre el aluvión informativo que descendió sobre el Palacio de Santa Cruz.

Hay que reconocer que de los agravios contra el Negrín muerto se hizo también eco su antigo amigo y luego adversario que fue Indalecio Prieto que, entre paréntesis, estaba perfectamente enterado de lo que había ocurrido con el oro durante la guerra. Para Franco y su máquina de bien engrasada maquinaria de propaganda contra una opinión pública ayuna de conocimientos  miel sobre hojuelas. Una de las noticias más significativas la dio el, como siempre, bien dispuesto ABC. Este diario publicó el 13 de enero de 1937 un artículo de Manuel Martínez Feduchy, embajador del Gobierno republicano en el exilio, aparecido en El Universal de la capital azteca. Representativo, pero no suficiente.

Con otras ínfulas, el panfletario policía, y supuesto historiador, Eduardo Comín Colomer (todavía hay algunos despistados que lo citan como fuente) aprovechó para no dejar la mínima huella del menor rasgo que pudiera considerarse como algo tendencial a lo ligeramente positivo de la figura de Negrín. No puedo resistirme, teniendo a VOX en la mente, a reproducir algunas de sus lindezas:

“Fueron tan grandes sus errores y de tal magnitud sus desaciertos que, cuando en el transcurso de los años la Historia dé su veredicto, juzgando ponderadamente la actuación, los resultados le serán contrarios reconociendo, en cuanto a carácter, una egolatría personal que llevada a sus últimas consecuencias nada apreciable arrojó en los que por él fueron gobernados en la zona roja, y por lo que se refiere a su obra política, el fiel servicio al comunismo constituyó toda su orientación”.

Aprovecho la ocasión, que suele pintarse calva, para expresar aquí a la editorial que ha republicado la inmarcesible obra del policía en cuestión  -ya lo he hecho en otro lugar- mi personal agradecimiento por su admirable gesto de poner al alcance de todos los interesados esta maloliente basura que respondió al título de La República en el exilio, 1937-1957 y que había aparecido en la no menos connotada editorial AHR barcelonesa, tan famosa en aquellos inolvidables años cincuenta.

(continuará)