Feliz verano, dentro de lo que cabe

27 julio, 2021 at 8:30 am

Ángel Viñas

Con el presente post me despido de todos los amables lectores para desearles un buen verano.  En todo lo posible. Lo hago con sentimientos encontrados. Comprendo la crispación que en la vida política se ha acumulado este año en razón del nonagésimo aniversario del establecimiento de la República. El próximo redondo será el del centenario y, por la fuerza de las cosas, es muy verosímil que no llegue a verlo. También entiendo que una parte de la crispación se haya incrustado en este blog, aunque me disguste. Lo que no cabe en mis entendederas son muchos de los comentarios, cansinos, aburridos, de intervinientes que, dale que te pego, siguen con los mismos argumentos, hinchando pecho y orgullosos -a lo que parece- de haber descubierto el Manzanares.

Pongo por caso: que si los socialistas se preparaban para la guerra, que si Largo Caballero enardecía a sus huestes, que si decía algo al respecto en sus incendiarios discursos, que si los “rojos” también mataron (menos mal que no se ha llegado a afirmarse que “muchos más”), que si la izquierda hizo tal, que si la derecha no hizo cual etc.

Servidor anunció hace ya nueve años más o menos mi intención de publicar un blog de historia en el que mis artículos o mis lecturas aclarasen algunos aspectos de la evolución española, preferentemente, pero también algo de la internacional, en la medida en que sé algo de ella.  Con un lema: “la historia no se escribe con mitos”. En el bien entendido que los mitos forman parte de la historia pero no son LA HISTORIA. Mi idea era cumplir una tarea de divulgación, empujado por Carmen Esteban y sus colaboradoras, de la editorial CRITICA.

Más tarde he ido subiendo al blog artículos que me parecían interesantes. Con los cuales puedo estar de acuerdo, o no, pero que desde luego no someto a un escrutinio como el que  impongo a  mis propios artículos. Sería absurdo y me distraería de mis trabajos de investigación que han sido constantes desde poco antes de dejar la Administración y volver a la Universidad  

Empiezo, sin embargo, a aburrirme. En este año he publicado un libro, EL GRAN ERROR DE LA REPÚBLICA, que complementa el que apareció hace dos, ¿QUIÉN QUISO LA GUERRA CIVIL?. Me han llevado la friolera de casi tres años de preparación y, no tengo por qué ocultarlo, de sufrimiento. A pesar de ciertos achaques físicos o accidentales he trabajado con evidencias primarias de época extraídas de casi una veintena de archivos en cuatro o cinco países. He llegado a confirmar o descubrir ciertas nociones que antes no estaban demostradas empíricamente en la literatura. Creo que esta es la labor más genuina del historiador de archivo. No he copiado. También he desafíado a autores de renombre (aunque por lo general haya concentrado mis tiros en el profesor Stanley G. Payne, como representante de una cierta tradición y de una cierta manera de escribir historia).

Naturalmente, me he declarado, y continúo declarándome, dispuesto a aceptar mis errores, pero siempre que me lo demuestre alguien con evidencias que servidor no hubiera utilizado. Esta posibilidad es algo que tengo muy presente. Por mucho que se investigue, siempre, o casi siempre, queda algún retazo, algún legajo, algún papel fuera del análisis. A veces es importante, a veces no. Lo malo es que una vez publicado en un libro hay que esperar a la revisión y, por razones técnicas o comerciales, con frecuencia no es posible.

He sido asiduo al blog, salvo durante tres meses, en los que el peso de la investigación llegó a ser abrumador. Lo anuncié y en cuanto pude lo reanudé.

En este verano espero dar un empujón a un libro que ya tengo muy avanzado. Adelanto el tema: la República española y la URSS en los años treinta. No repetiré lo escrito en mi trilogía, que por lo que observo alguno de los intervinientes en las discusiones que han salpicado este blog no han leído. Esto no es una crítica. Simplemente una constatación. He comprobado que no han aportado al diálogo ninguna demostración empírica en contrario. A lo más alguna referencia a supuestas autoridades. Y, no lo oculto, a mis propios errores, que por lo que alcanzo a recordar no han sido mayúsculos.

Lo curioso es que cuando me he referido a temas sobre los que acababa de trabajar (por ejemplo, en lo que he escrito en los dos libros antes mencionados) las mismas circunstancias han aparecido. Yo respeto a todos los historiadores (también a Payne) pero me niego a aceptar ciegamente afirmaciones o tesis no respaldadoa por evidencias. La autoridad, real o supuesta, no basta. Tampoco la mía. Todos trabajamos sobre “representaciones”.

Por ello he buscado  EPRE desconocida que me permita abrir nuevos caminos, corregir fallos, revisar ideas, cantar a veces la palinodia y reirme (con mesura) de algún que otro autor de los que han pontificado sobre ciertos temas y que saben mucho menos que servidor.

Es decir, ya anuncio que volveré a la rentrée cansado y con pocas ganas de pelea. Veré si merece la pena seguir elevando artículos al blog o dejar de hacerlo en absoluto. Quizá me limite a mis posts semanales. O, si veo que no es posible mantener el ritmo, lo reduciré.

La razón es muy simple. Lo que queda de un historiador es su obra, buena, menos buena o mala. No los posts, porque estos simplifican demasiado las complejidades del pasado. Me han entretenido durante nueve años. Poco a poco he ido haciéndolos más largos. Me llevan más tiempo.  Ahora, al entrar en los ochenta, querría rematar algunos proyectos que he tenido entre manos desde hace tiempo.

Con Francisco Espinosa y Guillermo Portilla (catedrático de Derecho Penal) he participado en un libro sobre la “teología” de la represión franquista. Ya tiene el manuscrito la editorial. Cuando se publique, a ver si de una vez se avergüenzan quienes todavía defienden la naciente dictadura franquista, la excusan, la minusvaloran y enfatizan, en cambio, la represión republicana. Será un buen acompañante a la puesta en marcha de la Ley de Memoria Democrática, que la derecha española ya promete eliminar tan pronto llegue al poder.

Espero que tarde muchos años, pero eso no depende de mí. Dependerá de la voluntad de los ciudadanos y de los manejos para formar gobiernos de coalición porque tengo la impresión de que el pluripartidismo, que fue la regla durante los años republicanos, ha llegado de nuevo para quedarse. Habrá que reacostumbrarse. En democracias, el pueblo manda. Cuando no manda, no son democracias.

Desde hace unos meses he iniciado con un amigo y colega, Guillem Martínez, un estudio sobre el papel del petróleo en la guerra de Franco. Un tema distorsionado con frecuencia y que Adam Hochschild solo arañó. Hay mucho más detrás. Si mi olfato no me engaña, creo que ratificaremos mi tesis de que la República tenía perdida la guerra casi desde el principio. Se ve hoy, claro. No en aquella época.

Finalmente, he prometido una serie de artículos, punzantes, sobre algunos de los rasgos ocultos en el comportamiento narcisista del inmarcesible Generalísimo. Tengo la impresión de que nos reiremos mucho.

Por consiguiente, para el próximo curso mi horizonte está plagado de proyectos, de los cuales no sé cuantos llevaré a buen término. No se extrañen, pues,  si en la temporada que viene verán un blog diferente.

Dicho lo que antecede, a todas y a todos les deseo un feliz verano dentro de los límites que marcarán, por desgracia, la evolución de la pandemia y la futura actuación del Tribunal Constitucional, que Dios guarde, siempre interesado en mantener los más altos estándares jurídicos en la democracia española.

Hasta el 7 de setiembre.

Bye!