DE NUEVO SOBRE LAS “CHECAS”

15 marzo, 2022 at 8:30 am

ÁNGEL VIÑAS

El post sobre las “checas” en torno al libro de Fernando Jiménez Herrera tuvo una acogida que no me esperaba. Ha alcanzado, sin duda, a un número de lectores muy superior al habitual de este blog porque lo han reproducido varios portales que llegan a mucha más gente. Me alegro por Fernando, ya que lo merece. Como ya señalé, servidor no es un experto en el tema en tanto que él se ha pasado varios años buceando en archivos para derivar una tesis documentada que ha llamado la atención por su novedad.

Entre las reacciones que me han llegado sobre tal post sobresale la de un historiador modernista que hizo su tesis doctoral en la Facultad de Geografía e Historia de la UCM pero que después, me dice, se ha dedicado a leer intensamente sobre la violencia política en Madrid en 1936. Me contó que estaba de acuerdo con Jiménez Herrera en cuanto a negar el origen soviético de los comités revolucionarios que surgieron en la capital tras la sublevación de julio porque respondían a un cierto hilo conductor de las algaradas populares españolas desde el siglo XIX.

A mí me pareció su argumentación muy convincente y le invité a que la pusiera por escrito. Si así lo hacía, le aseguré que la publicaría en mi blog. Es lo que hago ahora, en atención a la significación del tema. En los últimos años me he dedicado a desbaratar y contrastar las explicaciones y argumentos de los sublevados para justificar su infamia y veo en el tema de este post una continuación de tal tarea.

El mito de las checas. Historia y memoria de los comités revolucionarios (Madrid, 1936), de Fernando Jiménez Herrera. Comares Historia.

El fenómeno de las “checas” en el Madrid de 1936 tiene orígenes lejanos y escasamente soviéticos.

 Juan de Á. Gijón Granados.

Hace algo más de cien años surgieron en España unas juntas locales como reacción alternativa al gobierno de José I. Tuvieron unas milicias heterogéneas de nombres variopintos. Estas tropas (las partidas) con el tiempo fueron aglutinadas dentro del Ejército de los Patriotas apoyado por los británicos. (Algo parecido ocurrió con las milicias populares (también de nombres diversos) que fueron absorbidas por el Ejército Popular en la guerra civil). Aquellas juntas se encuadraron en Juntas Provinciales y a su vez en una Junta Suprema, gobierno paralelo al josefino. Tales organizaciones aparecieron ante la crisis de 1808. En 1936 se retomaron consignas de la Guerra de la Independencia.   

En 1854 se produjo un doble fenómeno: la Vicalvarada y el Manifiesto de Manzanares. Condujeron a una revolución que se llevaría por delante el gobierno. De nuevo surgieron “juntas” en aquel momento de crisis que acabó en un golpe de Estado.

Con la Revolución Gloriosa (1868) se crearon otras “juntas” que quedaron por debajo de un gobierno provisional a la espera de una monarquía parlamentaria bajo la Constitución de 1869.

La llegada de la actividad del movimiento obrero creó comités de huelga. A la altura de la crisis de 1917 las “juntas” quedaban para los militares desligándose de movimientos populares.

Esta tradición de crear “juntas” en momentos de crisis y la actividad huelguística de los comités obreros fueron antecedentes de los comités revolucionarios madrileños tan heterogéneos en 1936. Retomaron la vía de las juntas que aparecieron durante el siglo XIX en momentos de crisis con vacíos de poder o con la aparición de poderes alternativos.

En toda Europa la democracia empezó a caer bajo un manto de descrédito tras la primera guerra mundial. De manera alternativa a los cuerpos policiales públicos se crearon “comités de defensa” de partidos políticos de todos los colores. Se trataba de grupos para organizar mítines y otras actividades que pudieran actuar como seguridad privada. Por su juventud, de la defensa pasaron al ataque a otros partidos siendo protagonistas de atentados. Diferentes fórmulas del fascismo se adueñaron de países europeos que acabaron apoyando el mismo fenómeno en otros Estados. Sin la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler los militares africanistas y los civiles que les ayudaron en el baño de sangre de 1936 no habrían aguantado su posición tras su fracaso.

La España “triunfal” intentó justificar el golpe de Estado como una reacción a la violencia producida durante la Segunda República. El derrocamiento de la democracia debía justificarse como consecuencia de la violencia imperante en aquel sistema político, aunque no explicaron que ellos mismos formaban parte de esa violencia excepto para evitar una “revolución roja”.  De ahí que no hubiera mejor razonamiento que camuflar la reacción de la población convirtiendo a los comités de barrio madrileños, o los comités de los pueblos, en una mímesis de la policía política soviética y tras un supuesto complot comunista internacional resaltado en la propaganda.

Una de aquellas actividades de estos comités de barriada fue la “de investigación”. Se vigilaba el barrio y el orden público tanto de la supuesta llegada del enemigo como la actividad de los “pacos” y otros “fascistas” escondidos entre los vecinos. Fue frecuente la detención de un paisano de derechas con su consiguiente interrogatorio para localizar más “quintacolumnistas”. Las funciones no solamente consistían en abrir investigaciones sobre todos los vecinos sospechosos de apoyar al bando sublevado sino también juzgarlos y, en su caso, ejecutar las sentencias de muerte. Estas últimas se realizaban, según la fórmula habitual, en lugares apartados, de noche y sin testigos. Al día siguiente la DGS realizaba unas fotografías del cadáver para tratar de identificar al ejecutado por “la justicia del pueblo”.

La investigación de los vecinos se convirtió en una caza de brujas a la que se apuntaron muchos madrileños que tenían poco de valientes. En lugar de ir al frente se refugiaron en estas actividades. Aunque la mayoría iban a la sierra o a los Carabancheles para defender sus familias, sus casas y sus negocios, otros se escondían para no entrar en combate.  

¿Las “checas” se crearon por influencia soviética? Desde luego que no. Aunque en el Convento de Santa Úrsula de Valencia la presencia soviética fue sobresaliente. Pero las noticias que tenemos de los componentes de los comités de barriada es que fueron madrileños de sus barrios. El franquismo se inventó una historieta para justificar sus crímenes.

Fernando Jiménez Herrera señala la improvisación en el surgimiento de los comités revolucionarios ante el fracaso del golpe porque no había nada preparado. El caso es que surgieron como habían aparecido las tradicionales “juntas” en el pasado. De la nada, pero con la experiencia ya acumulada de las organizaciones sindicales y políticas del movimiento obrero. Nacieron por la voluntad de ser oposición al nuevo régimen rebelde surgido de la fracasada insurrección y de la implosión de la autoridad del Estado. 

Al hilo de la política y del mercado surgen “estudios” con una idea preconcebida. Buscan propaganda para denigrar a partidos existentes en 1936. Meten en el mismo saco a Largo Caballero y a Negrín por una clara falta de lecturas. ¿Los ministros de Gobernación Ángel Galarza y Julián Zugazagoitia se comportaron igual ante la violencia en la retaguardia? Evidentemente no. Sin embargo, formaban parte del mismo partido, aunque con dos tendencias diferentes en aquellos tiempos. Unos más radicales que otros.   Galarza vivió emigrado hasta 1966 cuando murió. Solo recientemente han empezado a aflorar rasgos suyos característicos no muy recomendables. El pobre Zugazagoitia fue fusilado por “la justicia” franquista.

En la selva de “libros” sobre la guerra hay “estudios” que no distinguen churras de merinas y confunden la velocidad con el tocino. Calumnian a la República parlamentaria española como si fuera un Estado criminal. Cada gobierno es responsable de su política. Mientras que al ministro Galarza (PSOE) no le pondría una estatua en ningún parque público al ministro Zugazagoitia (PSOE) no me importaría asistir a un homenaje para recordar sus servicios a la democracia. 

La profundidad de muchos de los “estudios” sobre las checas deja bastante que desear. Se repiten una y otra vez fantasmas del pasado. Y es que las llamadas “checas”, los fusilamientos de los presos en los alrededores de Madrid o la presencia soviética en la España de la guerra fueron elementos aprovechados torticeramente por la propaganda franquista para justificar un golpe de Estado contra la democracia española.

La ventaja de algunos periodistas con sus magníficos canales de información provoca que los estudios académicos tengan un eco limitado en el mercado y en el imaginario colectivo (solamente llega a selectas bibliotecas de aficionados a nuestra guerra). La consecuencia es que siguen leyéndose algunas afirmaciones del pasado franquista haciendo caso omiso de nuevos estudios. Se repiten errores ya superados por la historiografía y es complejo pelear contra este fenómeno

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La argumentación anterior me parece plausible. No veo, por ejemplo, a la CNT/FAI o al PSOE de la primera mitad de los años treinta discutiendo sobre la conveniencia o no de adoptar mecanismos de represión siguiendo las formas soviéticas. No había necesidad de ello por varias razones. En primer lugar, porque bien o mal los Gobiernos republicanos de cualesquiera signo mantuvieron la ley y el orden. La forma en que lo hicieron se atuvo a la legislación vigente, que sufrió diversas transformaciones. En segundo lugar, porque la idea de sustituir los mecanismos policiales y judiciales republicanos no estuvo nunca sobre el tapete en aquel período. El caso del octubre asturiano, sin duda el más grave, no impidió que siguieran funcionando y que se acentuara la militarización del aparato judicial que ya había comenzado. Lo demostraremos Francisco Espinosa, Guillermo Portilla y servidor en nuestro próximo libro CASTIGAR A LOS ROJOS.

Finalmente, porque con las nuevas funciones de los comités revolucionarios reaparecieron otras formas de demostrar la voluntad de querer derribar símbolos representativos del “viejo orden”. Ya tenían una tradición bien consolidada desde los años treinta del siglo XIX, como por ejemplo los incendios de iglesias y los repulsivos desenterramientos de momias, algo realmente macabro.