AVANZAR EN HISTORIA: ¡CUANTO CUESTA!

6 septiembre, 2022 at 8:30 am

ANGEL VIÑAS

Antes de nada, quisiera expresar públicamente el profundo sentimiento, la pena y la rabia con que me he enterado, el 30 de agosto, del fallecimiento -tras un accidente- de mi compañero de Universidad y de la Comisión Europea, durante muchos años, el profesor Francesc Granell, catedrático de la Universidad de Barcelona. Un gran colega y un excelente universitario. Su recuerdo perdurará en mí mientras viva.

En este primer post del nuevo curso académico he de reconocer que poco de lo que me prometía hacer en el verano he podido cumplirlo. Había querido sumergirme en varios libros de historia de entre la pila que he ido acumulando a lo largo de los últimos meses del pasado curso. Procuro estar al día de las novedades, no solo sobre historia contemporánea de España sino también de otros países y temas por los que me intereso. Al final, todo el mes de agosto lo he dedicado a pulir y repulir lo que ya había escrito, y creído terminado, en el curso pasado.

He ido haciéndolo tanto con un sentimiento de futilidad como de cierto berrinche. Gracias a los modernos medios digitales, de los que me he vuelto un tanto adicto, surfeo por internet -o me llega automáticamente al ordenador- y estoy al corriente de lo que se escribe sobre la República, la guerra civil o el franquismo. En general, me doy cuenta de dos cosas: la primera que lo que escribimos los historiadores españoles comprometidos no con los mitos sino con los datos “no pasa”; la segunda, que los mitos franquistas gozan de buena salud, tanto en España como en algunos otros países.
Corresponderá a los “comunicólogos” abordar las razones de este estado de cosas. La técnica que hay detrás es sencilla. Se reúnen unos cuantos centenares de ejemplos en una dirección y a partir de ellos se deducen varias líneas de argumentación. Luego, se “inflan”. Si se quiere, por necesidades del guion, se “combaten”. En ambos casos hay argumentos, según los libros o artículos que se elijan para reforzar las “informaciones” respectivas.
Común a tal tipo de enfoques es que no es necesario, prácticamente, moverse de casa (o, como mucho, ir a la biblioteca más próxima). Si, por azar, el “comunicólogo” tiene relación con alguna universidad puede, incluso, descargar sus apoyaturas a través de sus conexiones respectivas. Sobre todo, si se trata de artículos, que suelen ponerse en la red y, por consiguiente, son objetivos fáciles (mucho más si aparecen en revistas profesionales).
Los “comunicólogos” suelen ser (aunque no siempre son) periodistas. Los de mayor impacto publican incluso en periódicos “respetables”. Si estos son extranjeros, mejor. Pero también es verdad que sus outlets son, en España, los medios digitales (preferentemente) de extrema derecha. Hay la tira y yo suelo poner mis ojos (pecadores) en varios.
El mes pasado un ejemplo lo ofreció el diario parisino Le Figaro. Publicó un artículo despreciable en el que retomó una buena parte de los mitos que tanto gustan a las derechas españolas pero también a alguna que otra extranjera. Es irrelevante, al efecto, que los periodistas no supieran de qué escribían. Se basaron en unos cuantos autores (a uno de ellos no lo nombro nunca, simplemente por un prurito de vergüenza). A otro, sin embargo, no tengo inconveniente en citarlo una y otra vez: es el profesor Stanley G. Payne.
Yo admiro la persistencia y constancia de este último. Hace años publicó dos remedos de biografías de Franco, en colaboración con un periodista español, exmiembro y exresponsable de asuntos internacionales del CEDADE (ruego a los lectores a quienes este grupo sonará posiblemente a arameo que lo miren en Google). Las dos biografías solo se salvan mínimamente de integrarse en un producto de calidad ínfima gracias al buen hacer profesional del otrora respetado profesor. Pero su contenido es tramposo. Personalmente me enfadé hasta tal punto que me molesté en coordinar un número especial de la revista digital HISPANIANOVA para denunciar en particular una de tales biografías. La más seria, aparentemente. La he mencionado con frecuencia en este blog, pero vuelvo a dar la referencia. Mi idea fue que de un lado al otro del planeta pudiera descargarse sin más molestias que apretar un ratón de ordenador: https://e-revistas.uc3m.es/index.php/hispnov/issue/view/448.
El caso de Le Figaro es diferente. En el otoño de 1936 fue uno de los periódicos que más se distinguieron en lanzar bulos sobre la República española, la incipiente guerra civil y las atrocidades republicanas (silenciando o disminuyendo en lo posible las de los sublevados). Sus tesis e “informaciones” calaron profundamente en un sector de la población francesa y, más tarde, por vías perfectamente definibles se introdujeron en la literatura supuestamente histórica proclive a los sublevados. Incluso en España. Todavía hoy algún que otro pardillo (incluidos profesores de Universidad) que las utilizan.
Una parte de las alegaciones publicadas por Le Figaro choca con las investigaciones que hemos llevado a cabo en los últimos años numerosos autores acudiendo a fuentes primarias sobre la República y los orígenes de la guerra civil. Cabe citar, entre muchos otros, a nombres con los que he trabajado tales como Julio Aróstegui, Encarnación Barranquero, Walther L. Bernecker, Juan Andrés Blanco, Carlos Barciela, Miguel I. Campos, Gabriel Cardona, sir Raymond Carr, Julián Casanova, Javier Cervera Gil, Lucio Ceva, Francisco Cobo Romero, Carlos Collado Seidel, Rafael Cruz, Jean-Marc Delaunay, Ángeles Egido León, Matilde Eiroa, Manuel Espadas Burgos, Francisco Espinosa Maestre, Sergio Gálvez, Josep Fontana, Soledad Fox, Ferran Gallego, Fernando García de Cortázar, Gutmaro Gómez Bravo, Eduardo González Calleja, Helen Graham, Ekaterina Grantseva, Morten Heiberg, Fernando Hernández Sánchez, Xabier Irujo, Gabriel Jackson, David Jorge, Santos Juliá, ,José Luis Ledesma, Juan Carlos Losada, Jorge Marco, Antonio Marquina, Jesús A. Martínez, Ana Martínez Rus, José Luis Martín, Abdón Mateos, Ricardo Miralles, Enrique Moradiellos, Víctor Morales Lezcano, Francisco Moreno Gómez, Antonio Niño, Xosé M. Núñez Seixas, Juan Carlos Pereira, Carlos Píriz, Julio Prada, sir Paul Preston, Fernando Puell de la Villa, Josep Puigsech, Hilari Raguer, Alberto Reig, Sergio Riesco, Ricardo Robledo, Francisco Javier Rodríguez Jiménez, José Ramón Rodríguez Lago, Javier Rodrigo, Yuri Rybalkin, Pilar Sánchez Millas, Francisco Sánchez Pérez, Thomas de Swynnerton, Manuel Tuñón de Lara, Javier Tusell, Juan B. Villar, Boris Volodarsky, Olga Volosyuk, William B. Watson. Hay muchos más. Ruego no se incomoden si no los menciono expresamente. Unos y otros son de, al menos, cuatro generaciones. Desde antes de la mía a la más reciente en doctorarse.
Los mitos que resucita ahora Le Figaro tienen sus raíces en los años republicanos y de la guerra civil y en la “historietografía” subsiguiente (Alberto Reig dixit). Esta fue promovida por los vencedores desde el principio para “justificar” su sublevación, el inmenso derramamiento de sangre, la pobreza y la miseria de una gran parte del pueblo español y, no en último término, la larga dictadura. Hoy solo los más obtusos de entre sus seguidores apelan a un anticomunismo primario (sustituido por la deriva supuestamente procomunista de Largo Caballero y sus muchachos) y a la manipulación de las elecciones de febrero de 1936 (sobre este tema y la última obra que la defiende remito, por ejemplo, al artículo de González Calleja/Sánchez Pérez “Revisando el revisionismo” (https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6565899). A lo que servidor sabe, no ha tenido respuesta y eso que se ha escrito la tira en la senda del Dictamen de la comisión sobre ilegitimidad de poderes actuantes en 18 de julio de 1936.
Si Vdes. leen lo que publican ciertos medios de la derecha española y que ha proliferado este verano como las setas tras las lluvias de otoño (naturalmente cuando las había), se encontrarán con la combinación de tres “informaciones” esenciales, que no han variado casi nada desde 1936: había que salvar a España de caer en las manos del comunismo (luego del socialismo prosoviético); el ejército y las fuerzas vivas de la Nación no podían esperar más, vistos los atentados, asesinatos y el sinnúmero de tropelías cometidos por socialistas, anarquistas y comunistas con la tolerancia de las autoridades; se multiplicaron después, aprovechando los acontecimientos y solo la providencial actuación del glorioso Ejército y las fuerzas vivas de la Nación, que se negaban a morir, abrió un nuevo capítulo en la historia de ESPAÑAAA.
Pensar lo impensable como que la conspiración hubiera surgido y desarrollado a partir de 1932 con la creciente ayuda fascista en apoyo a una restauración monárquica y que ya en octubre de 1935 sus dirigentes anticiparan una sublevación militar en el caso de que las izquierdas ganaran unas futuras elecciones no se le habría ocurrido a ningún historiador de derechas, incluso a los más serios. Pues, fíjense, eso es exactamente lo que ocurrió y para aprovechar la ocasión (calva) nada mejor que excitar a las izquierdas que cayeron como pardillos en las tretas de los conspiradores.
Me cabe el honor (o el deshonor, según el punto de vista) de haber documentado (no inventado sino utilizando EPRE, evidencia primaria relevante de época, esa por la cual el profesor Payne no se ha adentrado jamás) que las cosas no fueron como todavía se dice. Y lo he hecho en la tradición de autores como Ismael Saz, Eduardo González Calleja, Morten Heiberg y algunos otros.
No había podido, hasta ahora, asestar un golpe mortal a otra leyenda, de la que siguen haciéndose eco numerosos autores españoles y anglosajones de vaya usted a saber de qué partido, ahora que la sociedad norteamericana parece volver al segundo tercio del siglo XX: la victoria del Frente Popular hubiera conducido a la SOVIETIZACIÓN de España. En tiempos de la guerra de Ucrania, este viejo camelo ha recobrado nuevas resonancias. Servidor ha estado trabajando en el tema, cual hormiguita hacendosa, a lo largo de los últimos años, sobre todo de pandemia, pero después de acumular pacientemente documento tras documento.
En este verano he terminado totalmente mi trabajito. Un tocho de 600 páginas, que espero salga a la luz en este mismo curso. Los amables lectores me permitirán, espero, que cuando ya esté en la calle dedique numerosos posts a poner al descubierto las miserias de la “historiografía” profranquista o, cuando menos, de derechas.
Ya puedo asegurarles que ni ha sido fácil ni, sobre todo, barato, pero confío que el resultado dé para pensar a los historiadores españoles y extranjeros e incluso a los periodistas de los medios digitales y los “comunicólogos” de pro que tanto nos han inundado con sus ocurrencias históricas en este ya casi pasado verano. Nos reiremos. Mucho más que con el profesor Ricardo de la Cierva, que al fin y al cabo decía que había visto documentos.
Mientras tanto, a todas y a todos les deseo un feliz curso 2022-2023. En los dos próximos posts me referiré a un nuevo libro que, en mi modesta opinión, no deberían perderse.