Sobre los años del hambre: una presentación

14 marzo, 2017 at 11:30 am

Ángel Viñas

Varios amables lectores de este blog me han pedido que diga algo sobre el extendido fenómeno del hambre en los años cuarenta. No es un tema desconocido, aunque tampoco muy tratado. La evidencia empírica de que se dispone es la obtenida por medio de estadísticas demográficas, médicas, sanitarias y de otros tipos. O por reconstrucciones hechas en obras de ficción. O por recuerdos transmitidos a lo largo de las cadenas familiares. Es un ámbito con respecto al cual no cabe fiarse de la prensa de la época. No había libertad alguna de publicación. La censura era omnicomprensiva y de guerra. En tales condiciones, suponer que los periódicos dijeran algo remotamente parecido a la realidad es mero wishful thinking.

Se trata, pues, de un tema en el que, con  todo el respeto debido a los autores de ficción, no vale fiarse demasiado de sus reconstrucciones. Tampoco de las memorias individuales transmitidas de generación en generación. Menos aún de “representaciones” colectivas. Muchos de los pertenecientes a mi generación, nacidos después de la guerra civil, tendrán recuerdos de lo que les contaran sus padres o familiares, pero aun en el supuesto de que se aglomeraran sería difícil hacer un análisis fiable. De una cosa podemos estar seguros: mucha gente pasó hambre. Otros, no. Es impensable que en El Pardo o en la mesa de los prohombres y paniaguados de la dictadura se sufriera por falta de alimentos.

A partir de esta premisa en los próximos posts voy a tratar de decir algo menos elemental, aunque sin pretender acercarme demasiado a la Verdad, esa que es solo patrimonio del Señor.

Me apresuro a señalar que el tema puede ser de alguna actualidad. En estos años de crisis la prensa, las estadísticas, los informes, los comentaristas, la evidencia visual, etc. nos dicen que la desigualdad ha aumentado en España, que el paro de larga duración subsiste, que las ayudas sociales se recortan, que vuelve a recurrirse a los apoyos familiares, que las ONGs están desempeñando un papel insustituible para que mucha gente no sufra demasiado y que el Gobierno, en general, no sabe, no contesta. Ciertamente España no es el único caso. Desde que se inició la crisis hace ya casi diez años en las calles de Bruselas, por ejemplo, vuelven a verse mendigos. Incluso en los barrios de altos ingresos per cápita.

Pero, aparte de que este blog suele concentrarse en temas españoles, hay una consideración de tipo histórico que me hace volver la mirada a los años del hambre en la primera mitad de la década de los cuarenta. Es esa idea, tan cara por ejemplo al profesor Stanley G. Payne, de que Franco fue el artífice del “milagro económico español” en los años sesenta. O de que sentó las bases de la España moderna. O de que, con su legado, contribuyó a que se tejiera la tela social sobre la cual se construyó la Transición. No es del todo cierto, aunque si lo fuera también podría argumentarse que Franco se resistió como gato panza arriba a modificar de modelo económico y mantener el que empobreció a España durante la primera mitad de su dictadura. Pero es que, además, lo que sí es posible demostrar es que a Franco no puede eximírsele de responsabilidad por las hambrunas de los años cuarenta. Ciertamente no las produjo él (hubiera debido ser un supermán, pero nunca dio con los mecanismos que hubiese debido evitarlas).

Así, pues, en los posts de esta serie aparecerá un Franco diferente. No es de extrañar que sus más excelsos corifeos (Ricardo de la Cierva, Luis Suárez Fernández y el propio Payne) hayan rehuído profundizar en la economía de la primera mitad de los años cuarenta. Unas cuantas pinceladas en el plano que convencionalmente se denomina de high politics (política exterior, desarrollo de las instituciones, pugnas entre los distintos segmentos de la dictadura, etc.) no son un sustituto de la necesidad de buscar evidencias más primarias, más próximas a los movimientos del cuerpo social (lo que también se advierte en el, digamos, recato de tal tipo de autores por abordar otras facetas sombrías como las que concurrieron en la represión, amedrentación y liquidación de toda disidencia “subversiva”). La economía, el comercio, el racionamiento, etc, son por el contrario ámbitos que tipifican lo que suele denominarse low politics, en lo que los historiadores de su altura no se dignan ensuciarse las manos.

No quiero pensar, naturalmente, que los posts venideros sirvan para algo. Ahora bien, si al menos constituyeran un modesto recuerdo de que cuántos de nuestros antepasados se vieron en condiciones similares a las que hoy sufren numerosos inmigrantes me daría con un canto en los dientes. Tan depauperados como están hoy estos, lo estuvieron muchos de nuestros padres y abuelos.

No hay que remontarse a la Edad Media o a los albores de la moderna para encontrar ejemplos de hambrunas. Tampoco hay que volver la mirada a los tan denostados siglos XVIII y XIX e iluminar las denominadas crisis de subsistencias. Pueden verse más próximas en los años de la postguerra civil.

Finalmente, los posts que seguirán ofrecerán un contrapunto a las tesis expuestas por algunos historiadores (no deseo citar nombres) de que Franco ganó la guerra porque supo manejar la economía infinitamente mejor que sus adversarios (por tantos motivos dignos de ser condenados al fuego eterno que alimenta -nunca mejor dicho- las calderas de Pedro Botero).

Veremos que en cuanto Franco ganó la guerra se encontró con los problemas que habían ocasionado tantos quebraderos de cabeza al Gobierno republicano. Y veremos también que la respuesta que dio el “invicto Generalísimo” estuvo en consonancia con sus ideas sobre la economía cuartelera que tan bien dominaba, esas en la que la “tríada” de apologetas del Generalísimo antes mencionada no suele detener sus avizores ojos analíticos.

En resumen, echaremos un pequeño vistazo a uno de los lados más negros de la España de la VICTORIA. No es correcto que los historiadores pro-franquistas tiendan a fijarse en las “luces” de la dictadura (Franco, anticomunista de pro; Franco, vencedor en cien combates; Franco, genio de la estrategia patria; Franco, presunto “reconciliador”) y eviten en lo posible sus aspectos más sombríos. Lo que no haré es introducirme en el mundo carcelario. Historiadores como Francisco Moreno Gómez, Gutmaro Gómez Bravo, Jorge Marco y Javier Rodrigo, entre otros, lo han hecho ya y mucho mejor de lo que podría hacer. Baste con recordar el análisis del primero sobre las condiciones auschwitzianas que reinaron en la cárcel de Córdoba tras la VICTORIA y del que ya me hice eco en su tiempo en este mismo blog.

Los posts ulteriores no se marcarán numéricamente. Cada uno tendrá un título distinto con el fin de diferenciarlos con facilidad.